Los personajes de Naruto no me pertenecen, son propiedad de kishimoto, y la historia tampoco es mia. Esto es una adaptacion. La historia original es de Margotte Channing.
Hola amigos les traigo una adaptacion de una historia que lei hace poco y me gusto. Los personajes tendran algo de occ ya que la historia no se tratara de ninjas si no de vikingos y una trama completamnete diferente al mundo de Naruto. Esta historia sera un Itahina.
Esta historia contiene lemmon asi que estan advertidos haha
CAUTIVA
Borgarnes, Islandia, año 1087
La muchacha, a cuyo cargo estaba la clase, parecía sólo un poco más mayor que los alumnos. Vestía modestamente, con un vestido de lana de cuello alto que en algún momento había sido negro, y que, ahora, tenía una tonalidad extraña de gris. Y una cofia absurdamente fea. Esa forma de vestir, asombrosamente, resaltaba su extraordinaria belleza. Poseía unos enormes e inocentes ojos color perla con destellos violetas, enmarcados en un óvalo perfecto. Era de nariz delicada y labios generosos. Las cejas negras, resaltaban una piel blanca e inmaculada. Era la joven más bella de la región. Sus manos, sin embargo, estaban llenas de callos producidos por el arduo trabajo que realizaban todos los días. -¡Vamos niños, la tabla del cinco! -Hinata repetía con los ocho niños, de diferentes edades, la lección. Todos prestaban atención, ya que preferían estar allí, calientes, que trabajando con sus padres en el campo. Azuma, el monje que se había hecho cargo de enseñar a leer a los adultos que aceptaron hacerlo, cuando llegó al asentamiento, ahora había empezado a hacerlo con sus hijos, cuando convencía a sus padres. En las granjas, los niños empezaban a ayudar en el campo a lo años, por lo que, para los padres, que necesitaban toda la ayuda que pudieran obtener, suponía un gran sacrificio enviar a sus hijos a la escuela, privándose de un par de manos, aunque fueran infantiles. Azuma le había enseñado cómo dar las clases. Él salía cada mañana a visitar a los vecinos del asentamiento que más lo necesitaran. No le vería de nuevo hasta la noche, para la cena, muchas veces sin haber comido nada desde el desayuno. Al ser un anciano, a menudo cuando volvía, lo hacía tan cansado que tampoco cenaba y se iba directamente a la cama, pero siempre decía que era su trabajo. Hinata reía, le daba de cenar, cuando la dejaba, y le mandaba a la cama. A su edad no debería hacer ningún tipo de trabajo. No sabía cuántos años tenía, pero su pelo ya era totalmente blanco.
Tocó la campana para terminar la clase y los niños salieron corriendo. La llevaron los pergaminos con las tareas. Corregiría los trabajos por la tarde y borraría todo con miga de pan, para volver a usarlos. Se despidió de ellos con una sonrisa. Cuando se fueron, se quitó la cofia y las pocas horquillas que tenía, herencia de su madre. Aunque no le gustaba tener que recogérselo todos los días, llevar el pelo suelto en público era impensable.
Salió al huerto para quitar las malas hierbas y pasear un poco, le gustaba mucho cuidar las plantas y, al estar cercado, no podían verla. Echó un vistazo a los animales, aunque ya se había ocupado de ellos al amanecer. Luego, entró de nuevo en la casa y volvió a recogerse el pelo, pronto vendría Azuma. Apartó el guiso del fuego, y él llegó unos minutos después. Era digno de ver, un auténtico monje irlandés. Medía 1,70 aproximadamente, siempre llevaba su hábito y sandalias, aunque fuera pleno invierno, como ahora. Sus ojos eran negros y, generalmente, risueños. Había nacido en una familia rica, y, por su fe, se había hecho misionero. Era muy delgado, con una abundante mata de pelo blanco, y una eterna sonrisa en su rostro. Y tenía un gran corazón.
Diez meses atrás se había presentado en casa del padre de Hinata, y le ofreció su casa como solución temporal. Había llegado a sus oídos, que su madrastra quería casarla con el soltero que ofreciera mejor dote a la familia. Uno de ellos parecía estar más interesado que el resto, Sabaku No Gaara. Desde que ella recordara, siempre la había perseguido. El padre de Gaara era el granjero más rico de la zona. Hinata había conseguido evitarle durante años, pero en su situación actual, imaginaba que no tendría más remedio que aceptar. Era un hombre demasiado pagado de sí mismo, nunca hablaba con ella, sólo le daba órdenes. Habían estudiado en la misma clase, con Azuma, y le conocía bien.
Le tenía algo de miedo. Él quería trabajar en el Alping, el parlamento islandés, por lo que estaba estudiando leyes. Había escuchado que su padre, ya había comprado el sillón vitalicio en el parlamento para su hijo.
-¿No es pronto para cenar?
-Hola Azuma. Es la hora de siempre, ha anochecido hace rato, el guiso lo he puesto para que estuviera a la hora de la cena.
-Podría ir a visitar a los Inozuka, el pequeño está enfermo-este hombre no podía estar tranquilo ni un minuto.
-Ya está mejor, me lo ha dicho su hermana en clase. Siéntate, tienes que estar muy cansado-tenía mala cara.
-Sí, bueno, es la edad, soy un viejo-se sentó a la mesa con un suspiro. Ella le puso un plato con el guiso de cordero y patatas, y un vaso de leche-Por cierto, he visto al hijo de los Sabaku No, vendrá en un rato, quiere hablar contigo-la miró serio, con tristeza-ya sabes sobre qué.
Ella se mordió los labios preocupada, puso su plato en la mesa, frente al anciano. Sabía que era cuestión de tiempo, pero no se sentía preparada, aunque la mayoría de las chicas de su edad ya estaban casadas. Se sentó y movió el guiso para que se enfriara. De repente, se le había quitado el hambre.
-No sé qué hacer Azuma, sé que no debería pensármelo más, que es una buena propuesta, es un hombre honrado y religioso.
-Sí, lo es, pero no tienes que hacerlo si no quieres, te puedes quedar aquí todo el tiempo que quieras-ella sonrió negando con la cabeza, no quería crearle problemas a Azuma después de lo bueno que había sido con ella. Gaara ya le había dicho que, si no se casaba con él y seguía viviendo con el anciano, sería perjudicial para él. Su familia era la que pagaba, casi totalmente, el mantenimiento de la escuela.
-¿Has ido a visitar a Minato?
-Sí, está destrozado. He intentado rezar con él, pero está demasiado enfadado, me he quedado para hacerle compañía. Mañana volveré. Por lo menos su hermana le lleva comida todos los días.
-Es horrible, quería mucho a su mujer, y perderla a ella y a su hijo en el parto es demasiado duro. Llamaron a la puerta, Hinata se incorporó para levantarse, pero Azuma le hizo un gesto para que no lo hiciera, y se levantó para abrir. Era Gaara, como habían imaginado. Ella se levantó para saludarle, era un hombre atractivo, y, como siempre, el mejor vestido del asentamiento.
-¿Quieres cenar Gaara?
-No, gracias, ya he cenado en casa-se sentó a su lado. Ella cogió la cuchara y volvió a mover la comida. Se metió un trozo en la boca, para intentar alargar el momento que sabía que se acercaba.
-Hinata, quiero que hablemos, casi he terminado mis estudios y ya está pagado mi sillón en el parlamento, es decir que en unas semanas me iré a Keflavik, a empezar mi labor. No quiero posponerlo más. Ya ha llegado la hora de que nos casemos-ella le miró desesperada, luego se fijó en Azuma. Éste la miraba triste, el monje negó con la cabeza, pero ella no quería que la única persona que le había demostrado su amistad, pagase las consecuencias de su testarudez. En realidad, no tenía otra opción más que casarse, así que tomó la decisión en ese momento.
-Está bien Gaara, nos casaremos si es lo que deseas, ¿cuándo quieres que hagamos la ceremonia?
-Tengo que arreglar algunas cosas, no me puedo creer que digas que sí ¡por fin! -le brillaban los ojos, la cogió de la muñeca con fuerza. Hinata reprimió un gesto de dolor, Gaara nunca se controlaba. Tiró de la mano para que la soltara, pero él la apretó aún más.
-¡Sabaku no Gaara!, ¡suéltala enseguida! -Azuma se levantó indignado.
-No la he hecho nada-levantó las manos en actitud defensiva.
-¡No se va a casar contigo!, ¡eres un bruto! –Nunca había visto a Azuma tan enfadado. Ella se acercó a él para tranquilizarle.
-Azuma, tranquilo, no pasa nada. -¡Sí, si pasa! ¿por qué nunca me has contado cómo te trata? -la miraba enfadado. -No hay nada que contar-miró a Gaara que se estaba poniendo de un color remolacha muy poco favorecedor-no ha querido hacerme daño, es que tengo la piel muy delicada-bajó la muñeca para que Azuma no viera la marca de dedos que, estaba segura que habría allí, como le había ocurrido en otras ocasiones. Y que en unas horas se volvería morada. Azuma miró a la mujer que había acogido unos meses atrás, y a la que ya consideraba una hija. Deseó ser más joven, y también que no dependieran de la familia de ese pomposo que estaba en su cocina. Se rebeló ante la imagen de que esa joven tan tierna y delicada, se entregara a ese patán para que la maltratara durante el resto de su vida. Por desgracia conocía cómo funcionaban la mayoría de los matrimonios de por allí, y no quería eso para Hinata. No era la primera vez que pensaba en llevársela de allí y volver a Irlanda con su familia. Sabía que le acogerían con cariño, tenía hermanos y sobrinos a los que les gustaría verle.
-Está bien, Gaara, si no te importa, déjanos solos, no me encuentro bien, puedes volver mañana.
-De acuerdo-también estaba de pie, se volvió rígido hacia la puerta, Hinata se mordió los labios, conocía las venganzas de Gaara. Le temía por Azuma, no por ella. Se iba a adelantar para hablar con él, e intentar calmarle, pero el monje puso su brazo delante para evitar que siguiera andando. Le miró, pero estaba muy serio. Gaara salió dando un portazo.
-Traerá problemas-le miró, Azuma estaba pensando algo. No la contestó.
-Siéntate Hinata.
-Está bien-se sentó en su sitio, frente a él. Estaba preocupada, tenía una mala sensación, no le gustaba cómo se había ido Gaara.
-Esto no puede seguir así, no quiero que te cases con ese chico. Hinata, ¿has visto cómo te ha mirado?, al día siguiente de casaros te pegará la primera paliza, sino el mismo día. Nunca me había dado cuenta de lo obsesionado que está contigo. Se me ha ocurrido algo, pero tengo que pensar en ello.
-Azuma, si no accedo, sabes lo que pasará, su familia dejará de ayudarte para mantener la escuela, y los niños tendrán que volver al campo. No puedo consentirlo.
-Yo me ocuparé de eso, nos iremos de aquí. A Irlanda, siempre he pensado que me gustaría volver, por lo menos de visita. Lo prepararé todo para irnos.
-Azuma, ¡no podemos pagar el viaje!, no tenemos dinero.
-Tengo algo que puedo vender, lo guardaba para una emergencia.
-Pero, yo no me puedo ir ¿y los niños? ¿y los animales?
-Le puedo decir a la viuda Hobson que se ocupe de todo hasta que yo vuelva. La idea es que sit e gusta aquello, te quedes con mi familia.
-Pero no conozco a nadie.
-No te preocupes, los irlandeses somos muy simpáticos-ella sonrió por la broma, temblorosa.
-¿Y qué vas a vender?
-Un colgante que me dio mi madre, es muy valioso. Lo venderemos en el puerto, allí hay un hombre que se dedica a comprar joyas.
-Ah, Azuma, esto me parece una locura-bajó la cabeza mirándose las manos y negando preocupada.
-No te preocupes por nada, tengo que pensar, me voy a dormir-se levantó de la mesa -Tú descansa también. Mañana hablaremos sobre todo esto y decidiremos qué hacer, qué es lo mejor para ti-el anciano se retiró dejándola asombrada. Desde que ella recordara, nadie, exceptuando a su madre, se había preocupado por lo que ella pudiera necesitar, o sentir. Su madre había muerto hacía muchos años, ella era una niña. Su padre, enseguida se casó con una joven, a quien le estorbaba esa niña callada con la que no tenía nada que ver. Se limpió una lágrima decidida a no llorar, y recogió los platos para fregarlos y luego irse a la cama. Tenía demasiado trabajo todos los días, para permitirse no descansar por la noche.
La despertó un ruido extraño, un sonido lejano, le había parecido un grito, rápidamente apagado. Estiró los brazos para desperezarse y se levantó helada, buscando sus zapatos, no tenían alfombras e incluso con zapatos, si no te movías, los dedos de los pies acababan como carámbanos. Iba a ponerse las horquillas, pero decidió hacerlo más tarde. Metió su pelo dentro de la cofia, y la ató, como siempre, bajo la barbilla con un lazo.
En la cocina, afortunadamente, había leche y huevos del día anterior. Preparó el desayuno y, cuando estuvo listo, dio unos golpes suaves en la puerta de Azuma, le extrañó que no estuviera ya levantado. Cuando ella iba a la cocina, normalmente le encontraba allí. A veces con el desayuno ya hecho, esperándola. Salió un momento después, ella ya tenía el fuego del hogar encendido, para que fuera calentando la estancia.
-Buenos días hija ¿cómo has dormido?
-Bien, Azuma, aunque me he despertado un par de veces por el frío.
-Sí, dímelo a mí, cuando tengas mi edad, verás que hay cosas peores que pasar frío. Que te duelan los huesos pasando frío, por ejemplo-sonrió tomando su leche caliente. Hinata le sirvió los huevos como le gustaban y al lado, un cuenco con unas gachas.
-Es demasiado, no puedo comer tanto.
-Ayer no cenamos ninguno de los dos, si no comemos no podremos hacer nada-se sentó frente a él, y comenzó a tomar su desayuno.
-Tendríamos que ir hoy a ver a la viuda para preguntarle, lo primero, si se quedaría unos meses cuidando todo. Creo que sí, pero tendremos que hablar con ella.
-Yo no puedo ir, tengo que ocuparme de los animales. Bueno, ya lo sabes, y luego vendrán los niños.
-Sí, de acuerdo, iré yo. Volveré lo antes posible.
Los dos levantaron la cabeza, en ese momento, sorprendidos, y salieron hacia la puerta de la casa. Había un gran estruendo en la calle. Azuma abrió la puerta quedándose un momento en la entrada, mientras intentaba asimilar lo que veían sus ojos. Hinata, boquiabierta, permanecía tras el anciano observando aquella pesadilla.
Docenas de hombres cabalgaban por las calles. Iban vestidos como los bárbaros a los que temían tanto, solo con unos pantalones, y unas pieles atadas al pecho. Todos tenían barba y pelo largo y gritaban al cabalgar. De repente, dos de ellos frenaron sus caballos y entraron en la casa de sus vecinos, sacando a la calle a los que vivían allí. Hinata observó asombrada cómo, ataban las manos de las dos mujeres, la madre y la hija, y cuando el padre se acercó a socorrerlas, uno de ellos le clavó una espada en el vientre. Ella se llevó la mano a la boca asustada. Azuma salió a ayuda. Hinata extendió el brazo para intentar sujetarle, consiguiendo solo rozar su hábito con la yema de los dedos. Fue la última vez que le tocó.
Otro de los vikingos les vio y se acercó hacia ellos. Se dirigía hacia Hinata, el anciano no le interesaba. Cuando el monje vio que iba a por ella, le cogió del brazo, recibiendo una puñalada en el pecho. Azuma cayó en el sitio como había vivido, sin un quejido. Corrió hacia él, pero el monstruo que le había matado, la cogió por la cintura sin permitir que se moviera. Se rio obscenamente al frenar sus intentos de escapar para socorrer al monje. La sujetó las manos con una cuerda, y le levantó la cara con una mano oscurecida por la sangre. La belleza de Hinata hizo que dejara de reír, luego, la subió al caballo, y montó detrás mientras decía algo al otro vikingo que ya arrastraba a las otras dos pobres mujeres.
Durante el breve trayecto hasta el puerto, estuvo llorando como no lo había hecho en su vida, pensando en Azuma. Su captor, de vez en cuando, le apretaba los pechos, hasta hacerla encogerse de dolor, pero no dijo nada. Sabía que sería peor, había visto su mirada, era como la de Gaara. Había hombres que disfrutaban haciendo daño a las mujeres. También pellizcó su cintura en varias ocasiones, hasta que estuvo segura de que estaría llena de moretones en unas horas.
Había dos barcos atracados en el pequeño puerto de su pueblo, entre las barcas de los pescadores. Las naves estrechas y alargadas de los vikingos, se habían hecho tristemente famosas por sus incursiones para robar o para conseguir esclavos secuestrando a hombres y mujeres. El hombre detuvo el caballo y bajó arrastrándola tras él. Había dos vikingos vigilando el barco al que subieron. Le gritaron algo, él les contestó y la zarandeó, lo que hizo que todos rieran con ganas. Ella no se daba cuenta de nada, seguía viendo en su mente cómo caía Azuma una y otra vez. Bajaron por unas escaleras estrechas al interior de la nave. Ella tropezó y casi se cae, él se volvió y la sujetó para que se mantuviera estable, a continuación, le dio un bofetón que hizo que le sangrara la boca. Siguió tirando de ella hasta que llegaron frente a una puerta. Hinata se retorcía porque sabía lo que vendría después. Prefería morir, la muerte para ella sería recibida como una amiga. Él estiraba el brazo hacia el picaporte cuando sonó un rugido que la hizo temblar, el monstruo que la mantenía sujeta se puso rígido volviéndose hacia las escaleras.
-¡Madara! –quien profería esos gritos espeluznantes se presentó frente a ellos. Ella se giró arrastrada por el monstruo y observó al hombre al que ese salvaje temía.
Era pelinegro, con el pelo peinado con trenzas, ojos negros como la noche, y por lo menos dos metros de estatura. Llevaba unos pantalones muy ajustados a las piernas que eran enormemente musculosas, y su pecho, muy ancho, estaba cubierto con una capa corta de piel de zorro blanco. Su actitud le indicó que era el jefe. Se acercó al otro y le quitó la mano de la muñeca de ella, sin dejar de gritarle, con una actitud muy agresiva. Luego, él mismo la sujetó, aunque no le hizo daño.
Itachi no se podía creer que su hermano le hubiera desobedecido después de ordenarle que no saliera del barco, y ¡además volvía con una mujer! La culpa era de él por permitir que viniera a la incursión, sabía, desde siempre, que no era de fiar. Madara intentaba provocarle, pero comenzó a andar por el pasillo arrastrando a la muchacha con él.
-¡Eres un cobarde!, no es extraño ¿qué se puede esperar del hijo de una puta esclava? –se hizo un silencio terrible. Se paró, dejando a la mujer que les miraba aterrada, aunque no les entendía, en el pasillo. Se acercó a su medio hermano y, sacando la espada a una velocidad increíble, colocó la punta en su cuello.
-¡Jamás vuelvas a hablar de mi madre!, no sé cómo me contengo, y no te degüello aquí mismo como a un cerdo-Madara al ver los ojos de Itachi sabía que esta vez se había pasado-¿Estás de acuerdo en que eres un cerdo bocazas? –el otro hombre, tozudo, no dijo nada, Itachi, entonces, apretó un poco la espada, lo suficiente para que comenzara a salir la sangre.
-Está bien, está bien, soy un cerdo bocazas-levantó los brazos en actitud de súplica.
-Llegará el día en que tendré que matarte-masculló, Madara se puso pálido al escucharle.
Se volvió hacia su camarote, cuando pasó junto a ella, recogió su mano y entraron en él. La soltó en cuanto entraron, ella se quedó de pie temblando, sin ser capaz de hacer nada más. Se abrazó a sí misma rezando por morir en ese instante.
Mientras Itachi dejaba sus armas y la capa encima de la mesa, intentaba tranquilizarse por lo que acababa de ocurrir. No había tenido intención de raptar ninguna mujer para él, pero su hermano había desobedecido sus órdenes de no salir del barco. Había habido numerosos muertos por su culpa y quiso darle una lección quitándole la mujer que había raptado. Era el jefe, pero Madara siempre pondría en duda su autoridad. Se volvió resistiendo las ganas de maldecir, la mujer ya parecía bastante asustada. Seguramente no aguantaría un invierno en su tierra, se encogió de hombros y se colocó frente a ella para observarla. Levantó su cara con la mano para observarla con tranquilidad. Era una belleza, aunque, por su ropa, parecía una de esas monjas católicas, pero eso a él no le importaba. Sus ojos miraban al suelo.
-Mírame-ella se sorprendió de que hablara su idioma-sí mujer, mi madre era una esclava irlandesa, conozco tu idioma. Pero no pensé que aquí lo hablaran.
-Es un asentamiento que fundaron monjes irlandeses hace muchos años, casi todos hablamos esta lengua-tiritaba al hablar, todo su cuerpo temblaba.
Él no escuchó nada de lo que dijo, solo observaba sus enormes ojos, tristes, desesperanzados. Por primera vez en su vida, le afectó el dolor que distinguió en la mirada de otro ser humano. Sus ojos se desplazaron hacia la fea marca de los dedos de Madara. Era su entretenimiento preferido, pegar a las mujeres. Después de observar la pureza de su rostro, siguió por el cabello y vio la fea cofia, levantó la mano, lo que hizo que ella se encogiera.
-No pego a las mujeres. Quiero verte el pelo-ella asintió. Se desató el lazo y se quitó la cofia. Su pelo cayó libre, formando una masa de ondas negras con brillos azules hasta media espalda. Él cogió un mechón como si estuviera hipnotizado, y lo acarició con dos dedos. Al ver que ella temblaba más aún, cogió su capa, y se la echó por encima, luego, se cruzó de brazos, mirándola con el ceño fruncido. Asintió momentos después y le dijo:
-Está bien, a partir de ahora eres mía -salió después, cerrando la puerta por fuera, ella se dejó caer en el suelo sollozando.
…
Hasta aqui el primer capitulo.
Diganme que les parece hasta ahorita la historia deveria continuar oh dejarla? Oh alguna sugerencia. Gracias por su tiempo.
