"MATRIMONIO PERFECTO"

Si. Yo quería ser, esa mujer

La madre de tus hijos

Y juntos caminar hacia el altar

Directo hacia la muerte

CAPITULO 1

DILEMA

Fastidiado, el rubio abandonó el edificio, después de observar como se marchaba la elegante limusina negra. Se acerco a su flamante BMW plateado, regalo de su abuelo y, después de ponerse unos lentes oscuros y bajar el capote, se dispuso a marcharse a casa. Necesitaba pensar y una buena noche de relajación.

Yamato Ishida manejaba a través de la zona comercial de la ciudad y el viento agitaba sus cabellos. Parecía recién salido de una portada de la revista Vogue o en su defecto, de la publicidad de Armani.

El atractivo rubio de aproximadamente veintitrés años estaba conciente de su galanura. Sabía sonreír, modular su voz a un ronco tono sensual y entornar sus llamativos ojos azules en el momento exacto y, naturalmente, las mujeres no podían resistirse. Además, era rico y encantador. ¿Su defecto? Ser terriblemente mujeriego. En la ciudad se decía que no había mujer que pudiera atraparlo.

Sólo una vez se había enamorado de verdad, pero eso había terminado en fracaso y la verdad es que, después de tres años, eso ya no le importaba.

No obstante la razón de su reciente preocupación era otra. El problema con su exnovia había quedado solucionado y superado muchísimo tiempo atrás. Ella se había enamorado de otro y él, había reiniciado su vida de soltero codiciado. Había sido una solución más que perfecta, que aún ponía en práctica para no perder la costumbre. Después de todo, era un conquistador innato y unido a su mejor amigo, era imparable.

Aunque aquella mañana un nuevo problema se le había presentado. Su padre se lo comunicó antes viajar a Nueva York por negocios. Y a Matt le había parecido algo sumamente estúpido y arcaico. Aunque reconocía que viniendo de su abuelo nada le sorprendía. A su abuelo le encantaba llamar la atención con su forma peculiar y original de ser. Y el abuelo Ishida, aún después de su muerte, seguía estando tan presente como siempre en la vida de sus descendientes. O al menos, de eso se había asegurado al redactar su testamento, en el que ponía en una situación contradictoria al mayor de sus nietos, Yamato.

El abuelo Ishida era una de las personas más cercanas a Matt, además para gran desventaja de éste… lo conocía perfectamente. Así que el joven Ishida estaba seguro de que la condición de su abuelo tenía una intención secreta. Sabía de sobra que su abuelo tenía ideas algo peculiares y extrañas, pero ésta había sido el colmo.

Matt no estaba dispuesto a complicar su vida de esa manera. Una esposa sólo le traería problemas… sin contar con TODO lo demás que implicaba.

Viajando en su auto deportivo a toda velocidad por una de las avenidas más transitadas, recordó la plática que había sostenido con su padre una hora antes.

°°° °°°° °°°

-Es una broma ¿verdad? –expresó Matt aparentando serenidad, su padre tenía un extraño sentido del humor, sin duda heredado del abuelo, y él no le daría el gusto de caer en su broma. Bastante tenía con las de Tai, su mejor amigo.

-Jamás bromearía con el testamento de mi padre, Yamato, no es broma, lo has escuchado de labios del abogado.

-¡Pero esto es ridículo! Esa voluntad es primitiva –declaró Matt levantándose de golpe de su asiento.

-Es una de las últimas voluntades de tu abuelo, aunque la elección es tuya, pero Yamato, supongo que sabes lo que te conviene. Yo no puedo hacer nada por ti –sentenció el apuesto cuarentón, observando la furia de su hijo mayor, la verdad es que le hacía gracia verlo así. Ya era hora de que sentará cabeza.

-¿No puedes hacer nada? ¡Eres mi padre! –recriminó Matt.

-Si, pero no olvides que quien llevaba los negocios de esta familia y el fundador del emporio Ishida fue mi padre, tu abuelo.

-Papá sé que es una orden del abuelo pero, por favor… ¡Es ridículo, admítelo! –se quejo Matt.

-Es algo fuera de lo común Yamato –admitió su padre-, pero es el requisito que pidió tu abuelo para hacer válidas tus acciones en la empresa. Piénsalo, tienes un futuro brillante en el campo de los negocios, pero temo decirte, hijo, que necesitas esas acciones –su padre parecía divertido y Matt pudo apreciar la semejanza que lo unía con su abuelo, no en vano era su único hijo-. Tú decides.

-Puedo impugnar el testamento –amenazo Matt entreabriendo peligrosamente los ojos.

Sin embargo, su padre no se amilano. Conocía lo suficiente a Yamato para saber que su amenaza, carecía de veracidad.

-Tú y yo sabemos que no lo harías Matt, no te gustan los escándalos. Y lo que menos quieres es manchar el apellido de tu abuelo y su buen nombre, ni a la compañía.

Matt bufó molesto, quería tener libertad, ser independiente, ser reconocido como un gran hombre de negocios y principalmente quería ser reconocido no sólo por su apellido sino por su nombre, por sus propios méritos. Que se hablará de él como Yamato Ishida, no sólo como el nieto del fundador o un eslabón más de la cadena, sino como el mejor de la familia Ishida. Aunque para ello necesitaba las acciones que le había heredado su abuelo. Que traducidas a dólares eran poco más de veinticinco millones. Además, de otros beneficios como, una finca, una casa de veraneo, un departamento, un par de autos y lo más importante… un puesto en la junta directiva de la empresa.

-Sé que estas molesto Yamato, pero no es tan malo, piensa que es un pequeño precio a pagar por una vida asegurada –comento su padre tratando de reconfortarlo- estoy seguro que tu abuelo lo hizo con alguna intención.

-¡Claro! ¡Con la intención de que me establezca definitivamente! De que otra forma me pediría ese disparate… ¡Casarme y tener un hijo! ¡Es absurdo! –exclamó soltando un puñetazo sobre el escritorio de cerezo de su padre.

-Recuerda que tienes sólo un año y medio a partir de la lectura del testamento, Yamato –su padre dio por finalizada la discusión.

Si conocía a su hijo (y no en vano era su padre) podría apostar la empresa a que Yamato accedería a la condición impuesta. Yamato poseía la característica ambición de la juventud, aunque no estaba seguro si eso era beneficioso o dañino para su hijo. Lo único que esperaba es que al menos ésta vez, Yamato supiera elegir a la mujer ideal.

-Mi avión sale en 45 minutos, tengo que irme Yamato. Despídeme de Takeru, lo vi en la mañana, pero no tuve tiempo de decirle que me ausentaría –murmuró su padre, al tiempo que tomaba una gabardina que reposaba en una butaca. Naturalmente, su equipaje ya había sido enviado al aeropuerto.

-¿Y a él que le destinó mi abuelo? ¿Quizá que escale el Everest o que encuentre la Atlántida? O quizá se la dejó barata y sólo tiene que transformar el metal en oro –comento Matt sarcásticamente en el elevador.

-El abuelo le encomendó exactamente la misma tarea que a ti, Yamato. Aunque Takeru no se ha quejado tanto –el señor Ishida sonreía al pensar en su hijo menor, era más realista que Yamato y un poco más centrado, aunque a veces igual de impulsivo.

Sus dos hijos se perecían mucho a él, ambos habían heredado su cabello rubio, su considerable estatura y su porte, aunque los dos tenían los ojos azules de su madre.

-¿Cómo diablos se va a negar? Está enamorado, sale con la hermana de Tai –Matt había dejado de quejarse.

Para TK la condición de su abuelo era el empujón que necesitaba para formalizar su relación con Kari, pero para él significaba que su vida de mujeriego había llegado a su fin, cosa que no le hacía ni pizca de gracia.

-Sí, ya me lo había comentado. Aunque de la voluntad de tu abuelo no comentó nada, se limito a escuchar y salió muy pensativo.

-Ya te lo dije, no tiene motivo para quejarse –reiteró Matt subiendo el portafolio de su padre a la limusina.

-Nos veremos en una semana Yamato, espero que cuando regrese me tengas buenas noticias –su padre le dio un abrazo y le sonrió divertido antes de cerrar su ventanilla y murmurar al chofer "al aeropuerto".

°°° °°°° °°°

Matt estacionó su auto en la entrada de una lujosa residencia, en la zona alta de la ciudad. Antes de subir a su habitación preguntó a una doncella por su hermano, aunque dudaba que se encontrara en la casa, lo más seguro era que estuviera en compañía de Kari, celebrando su compromiso y discutiendo la fecha de la boda. Y en efecto, el menor de los Ishida no estaba ahí.

Se alegraba por su hermano, que había tenido una interesante relación con Kari, ya que se conocían desde pequeños. Su amor era del tipo que evoluciona de amistad a algo más fuerte. Y TK, algo tímido, había estallado en celos al ver que Kari no pensaba esperar sentada a que se decidiera, por lo que había conseguido un novio. El menor de los rubios, la había seguido en su primera cita y después de algunos altercados, ambos habían acabado empapados en el muelle. Después de eso TK, muerto de vergüenza y celos, se le declaró a una enfadada Kari, que tras hacerlo sufrir un par de segundos, le correspondió.

Y ahora ambos seguramente estaban comprometidos, se alegraba por ellos. Estaba seguro que Kari haría feliz a su hermano y TK la adoraba con locura. Desgraciadamente para él, las circunstancias eran diferentes. Simplemente casarse no entraba en sus planes, aunque sino lo hacía… sus otros planes se vendrían abajo.

El rubio entro en su habitación y suspiro… ya no estaba tan molesto, más bien filosófico, se encontraba en un dilema… la vida que había soñado por el precio de una esposa y un hijo… ¡poca cosa! Pero el dilema no le quitaría la diversión a esa noche. Así que tomando su celular se dispuso a hablarle a la única persona que siempre tenía la solución para el aburrimiento.

-¿Tai? ¿Qué planes hay para la noche?... Perfecto… no lo dudes, ahí estaré… nos vemos a las 10… si, no, no llegaré tarde… adiós.

Colgó el teléfono, las palabras de su padre resonaron en su cabeza "espero que cuando regrese me tengas buenas noticias".

El atractivo rubio sonrió al tiempo que se quitaba el saco. Lo había decido.

Se casaría.

El problema sería encontrar a la mujer… no ideal, más bien indicada. Sonrió nuevamente.

Encontrarla sería todo un reto. Su especialidad… pensó arrojando su corbata a una silla.

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Naturalmente ésta historia es un mimato.

Habrá que ver las andanzas de ésta orgullosa pareja T.T

Prox Cap.

La mujer indicada

¡FELIZ NAVIDAD! n.n