Prólogo

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Diez y media de la mañana, Japón Namimori. El día ya estaba comenzado y el cielo ya se encontraba visiblemente despejado, dos chicos caminaban por las calles con una expresión de tranquilidad y despreocupación.

-Reborn dijo que la casa en la que nos quedaremos esta por aquí. –menciono el más bajo de ambos, con un papel en sus manos.

El chico era un poco bajito para la edad que tenía, catorce años, pronto quince. De cabellos castaños muy rebeldes, de grandes orbes chocolates que reflejaban inocencia y una pureza que atraía a las personas. Su figura era muy delgada, pero a pesar de sus facciones finas, no perdía sus aires masculinos.

-¿Nos perdimos? –pregunto el segundo, mirando al castaño con curiosidad.

Sawada Tsunayoshi sonrío con cierta vergüenza y negó con la cabeza rápidamente.

-N-no…o por lo menos eso creo…-río apenado.

Yamamoto Takeshi, alto, cabellos negros y orbes avellanas, de personalidad tranquila y conciliadora, sonrío al que consideraba como a un hermano.

-¿No es esa? –señalo una casa idéntica a la de la foto que su tutor les había dado para que la identificaran, junto a una dirección evidentemente incompleta y una nota en la que se burlaba del pobre Tsunayoshi.

Ambos chicos miraron la fotografía, para segundos después, examinar la casa. De nuevo revisaron el número y con un suspiro de alivio, el castaño asintió animado.

-¡Sí! –expreso feliz, abriendo la puerta con sumo cuidado y empujándola. Dentro todo estaba ya listo para que alguien comenzara a habitar en el sitio.

La casa contaba con casi veinte recamaras, cada una con un baño individual y era de tres pisos. Una hermosa casa que Reborn había comprado para ellos.

-¿Cuándo llegan los demás, Tsuna? –cuestiono Takeshi curioso, notando que en la sala estaban las maletas de Sawada y las suyas propias.

El castaño se encogió de hombros y se encamino al lugar en donde se encontraba Takeshi parado.

-Escuche de Hayato que Kyouya estará aquí para mañana. Onii-san dijo que llegaría hasta el fin de semana, Lambo llega esta noche y Mukuro y Chrome llegan en dos días más. –le contesto con una amplia sonrisa.

-¿Y ellos? –interrogo el pelinegro, desviando su mirada al rostro de su amigo, quien sonrío nervioso.

-Reborn dijo que estarían llegando a lo largo de los días, aún no es segura la fecha exacta. –contesto Tsuna, sentándose en el sillón más cercano. Takeshi asintió comprensivamente.

-Me imagino que el padre de Kyouya no sabe que el estará en la ciudad, ¿verdad? –inquirió el de cabellos negros, sonriendo.

Tsuna negó lentamente con la cabeza.

-No, Hibari Alaude no sabe que Kyouya estará en Namimori. –respondió Tsunayoshi. –Pero tampoco es como que Alaude-san tarde demasiado en darse cuenta de su presencia.

Takeshi río, Tsuna estaba en lo cierto. Ese hombre era demasiado intuitivo como para no imaginarlo. Incluso podría asegurar que ya estaba imaginándose cosas con solo ver los formularios de inscripción.

-De todas formas, hay que estar preparados. Mañana ingresamos en Nami-chuu y no quiero llegar tarde. –sonrío alegremente. -¡Preparare el desayuno! –aviso emocionado.

Takeshi lo vio desaparecer en la cocina y una mirada algo nostálgica adorno su rostro.

-No permitiré que nadie te vuelva a dañar, Tsuna. –susurro muy bajo, tanto que pareció no haber dicho nada.

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Hibari Alaude miro con extrañeza el formulario de ingreso de aquellos dos chicos que se transfieren desde Italia. Yamamoto Takeshi y Sawada Tsunayoshi, ambos con un promedio perfecto.

Alaude frunció el ceño. ¿Italia?, algo le decía que esos dos chicos nuevos eran más de lo que parecían ser.

-¿Pasa algo, Alaude? –cuestiono Knuckle mirando curioso lo que el rubio cenizo traía entre sus manos.

El hombre miro de forma asesina al pelinegro y cerro el folder.

-No, nada que te importe. –sentencio, viendo como Giotto di Vongola ingresaba a la sala de juntas de la empresa junto a su mano derecha, Gokudera G.

Ya luego tendría tiempo de investigar más a fondo a esos dos muchachos, ya que a partir del lunes, ambos asistirían a su escuela.

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Continuara…

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