Queridas mías, he notado que tenemos muy abandonado este foro y basandome en mi propia frustracion al no tener que leer decidi publicar esta historia basada en una novela de Mary Burton.

Los personajes le perteneces a

Prólogo

Prólogo

Kioto, 1866

Kaede Nobu mantuvo la puerta de su tienda abierta, y los dos hombres con el cuello del abrigo levantado para protegerse del frío pasaron al interior. Cada uno llevaba un quin qué, pero las tenues luces no lograron disipar las sombras que se extendían entre la mezcolanza de cajas, barriles, y cajones repartidos por toda la tienda. Todavía hacía frío, lo que era un claro recordatorio de que el invierno aun permanecería algunos meses mas.

La señora Kaede se apoyó en el mostrador y los dos hombres se sentaron en sendos barriles frente a ella, esperando a que tomara la palabra.

El que estaba más cerca de la mujer era Sanosuke Sagara. Su cuerpo, alto y musculoso, hablaba de los años que había mantenido como luchador callejero, habito que aun frecuentaba. A punto de cumplir veinticinco años , Sanosuke llevaban siete meses en Kioto. Se había trasladado a vivir a la ciudad hacía tres años para poner en marcha un nuevo negocio de transporte entre distintas ciudades, aprovechando una diligencia que había ganado en un juego de naipes.

Junto a él estaba Yahiko Myojin , que había lle gado hacía algunos meses para visitar a su primo Kenshin Himura y para conocer a las pequeñas que el había adoptado como sus protegidas.

La señora Kaede estaba impaciente por comenzar con la reunión. Su esposo se desperta ría pronto y no tenía ganas de escuchar ningún sermón, y mucho menos que le dijera que era una entrometida.

— Sé que Yahiko no tiene mucho tiempo. Tiene que volver al dojo antes de la hora de comer, así que empecemos.

Sanosuke miró a la señora Kaede, que se había comprometido a ocuparse de toda la corres pondencia.

—Nos ha dicho que ha recibido otra carta.

—Ya lo creo que sí —dijo la señora Kaede, sacando un arrugado sobre del bolsillo del delantal.

Sanosuke se inclinó hacia delante, y repiqueteó sus largos dedos en el muslo.

— ¿Y dice que acepta nuestra propuesta de matrimonio?

La señora Kaede sonrió.

— Está preparada y dispuesta a viajar a Kioto en cuanto le demos las instrucciones — informó la tendera—. Además nos ha enviado una fotografía. Aunque advierte que es de hace un par de años, dice que sigue siendo bastante fiel.

—Una mujer que piensa en los detalles. Eso me gusta —dijo Sanosuke, extendiendo la mano.

— Es una belleza —explicó la señora Kaede antes de entregar la foto al conductor de la diligencia—.Parece fuerte, y capaz de resistir muchos inviernos aquí.

Sanosuke ladeó la imagen hacia la luz de la lin terna y la estudió. Yahiko, sentado a su lado, movía nervioso la mano sobre la rodilla.

El cochero frunció las cejas mientras estudiaba la imagen. Un rostro pequeño y ovalado, la barbi lla ligeramente puntiaguda, y la piel sedosa y aterciopelada. Un sencillo moño capturaba su cabello azabache, pero los labios risueños eran carno sos y la expresión de sus ojos claros cautivadora. Llevaba un kimono gris oscuro con un hermoso bordado con motivos florales , sin ningún encaje ni adorno.

—Parece una ninfa

¿Cuántos años dice que tiene? —preguntó Sanosuke, pasando la foto a Yahiko.

Yahiko se movió sobre el barril, incómodo, y echó un vistazo a la imagen.

—Espero que no sea tan frágil como aparenta

— No es frágil, habla en sus cartas con una determinación propia de una mujer fuerte y decidida —dijo la señora Kaede, defendiendo su elección de entre las seis mujeres que habían respondido a su anuncio de novia por correspondencia en el Diario de Tokio.

Kaoru Kamiya escribía con letra limpia y clara, y sus cartas estaban llenas de ricos detalles. Hablaba de sueños, de empezar de nuevo y crear un hogar feliz.

—Todos hemos leído sus cartas. Son encanta doras, llenas de ideas maravillosas y planes. Estoy segura de que tiene un buen Taezón.

Yahiko estudiaba la imagen con detenimiento, y al final suspiró.

— Ver su cara hace que todo parezca mucho más real. Jamás pensé que llegaríamos tan lejos.

Impaciente, la señora Kaede se frotó el muslo.

—Yahiko, usted fue quien acudió a nosotros con la idea de encontrar una esposa para su primo.

Yahiko asintió.

—Lo sé. Desde la muerte de Tomoe y la adopción de las niñas la vida de Kenshin ha sido muy complicada.- expreso dejando escapar un suspiro.

—Entonces, ¿cuál es el problema? —preguntó la señora Kaede.

—Una cosa es hablar de encontrar una esposa para Kenshin, y otra muy distinta tenerla. A él no le va a gustar.

Sanosuke estiró sus largas piernas hacia delante.

— Yo tengo que admitir que también estoy un poco nervioso. No quiero estar por aquí cuando él descubra lo que hemos hecho.

La señora Kaede controló su impaciencia. Hombres. Mucho hablar, pero a la hora de la ver dad, se desinflaban.

—Sanosuke, no estará arrepintiéndose, ¿verdad?

— No —le aseguró el ex luchador , sentándose erguido—. Estoy dispuesto a llegar hasta el final. ¿Cómo ha dicho que se llama?

—Kaoru Kamiya—contestó ella.

—Kenshin se pondrá furioso —afirmó Yahiko.

— Kenshin no puede ocuparse del dojo y sus dos hijas —repitió la señora Kaede —. Los niñas necesitan una madre, y él necesita una esposa.

— Y nosotros necesitamos a Kenshin en la ciudad —dijo Sanosuke—. Es un gran hombre y ama esta lugar. Además, es un excelente espadachín y no teme enfrentarse a cualquiera que represente una amenaza para lo que el ama . Ahora que van a traer el ferrocarril no sabemos qué tipo de gente vendrá por aquí.

La señora Kaede asintió.

Yahiko se levantó y caminó hasta la ventana. Las primeras luces rojas y anaranjadas del sol empezaban a brillar en el horizonte.

—No estoy muy seguro de que pueda amar a otra mujer.

—Ahora lo importante no es el amor, Yahiko — dijo la señora Kaede—. Es el matrimonio. En Kioto y sobre todo en tiempos de posguerra una cosa no tiene que ver con la otra.

Yahiko se estiró nervioso los puños de la cha queta.

— ¿Y qué haremos si Kenshin se opone? ¿Y si le dice a esa mujer que vuelva a Tokio?

— No lo permitiremos —dijo la señora Kaede, con voz de hierro.

—Todas estas mentiras no me gustan nada — murmuró Yahiko.

La señora Kaede lo tranquilizó.

—Tengo fe en que los dos sepan hacerlo fun cionar.

A pesar de sus palabras, no pudo evitar cruzar los dedos y decir una oración para sus adentros.

Kenshin era un hombre de pocas palabras, ama ble cuando quería, eso sí, pero cuando estaba enfadado sus ojos violáceos cambiaban a un gélido ámbar y ardían como los de Satanás. Soldado primero, consejero del Departamento de Defensa des pués era el mejor aliado de cualquiera. Cuando Kenshin Himura daba su palabra, removía cielo y tierra para mantener la, había sido ese el motivo de ser tutor de dos pequeñas huérfanas, Kenshin al morir la madre de estas en batalla había prometido velar por ellas.

Sin embargo, cuando alguien lo irritaba, Kenshin reaccionaba como un oso enjaulado o una serpiente furiosa pero sobre todo mortal.

—Al final Kenshin se alegrará.

Sanosuke alzó los ojos hacia el cielo.

— Si no nos mata a los tres antes.

Besos