Summary: Mientras las gotas se mecían sobre su rostro, no evitó que las frágiles partículas se mezclasen con sus casi invisibles lágrimas. ¿Sakumi o Sakura, qué debía importar? Su nombre estaba escrito desde el comienzo de aquella función o "rol" que desempeñaba, un títere para la cínica diversión de alguien.
Advertencias y aclaraciones: Quizá haya OoC, no podría negarlo, pero voy a tratar de ser muy quisquillosa con la actitud de los personajes y mantenerlos acorde a ellos, debido a que voy a escribir a una Sakura ambientada en la época de cuando Madara y Hashirama eran pequeños. Sigue el transcurso del manga -para desgracia mía.
Disclaimer: Todos y cada uno de los personajes pertenecen a Masashi Kishimoto. A excepción del clan y familia de Sakura, eso ya es de mi jodida bolsa de imaginación.
Ah, y por si se me olvidaba, esto es una serie infinita de drabbles. Cuyos emparejamientos ni una nítida noción tengo, pero sé que será plenamente MadaSaku. Pero... habrá interacciones con Hashirama, Tobirama e Izuna. Y de paso Sakura tendrá su Harem algún día (?) xD.
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Capítulo 1: Desconocido peligroso.
La mañana otoñal carcajeaban sonoras rimas junto con los alegres ruiseñores, cuyas melodías ascendían por el espacioso y desolado bosque. El viento no detenía su sisear y acorralaba a la par las muertas hojas y flores de un ya desplomado árbol de cerezo. Bajo el planto reseco se hallaba una niña poseedora de un cabello sumamente insólito, corto y adornado del mismo color vivo de los cerezos al atisbar la primavera, su piel de porcelana –que a primera vista resalta a ser sumamente delicada al tacto de cualquier humano– se pasmaba ante el fino roce de la brisa mañanera.
La infanta exhaló un largo y tedioso suspiro y sumergió su cansancio en un breve receso. O como decidió definirlo, "los descansos especiales de papá", no le quedaba remedio que asumir el corto libre del exhausto entrenamiento con su tutor.
Dispuso en cerrar sus desgastados jades esmeraldas y rogar por una siesta de diez segundos, que profesase tranquilidad y desprovista de interrupciones repentinas. Las pestañas vibraron y sus músculos relajaron por primera vez en dos semanas, dejándose llevar por las corrientes del viento, que tanto encantaba compararla con el agua misma.
La ventisca se contrajo y el cuchicheo de las aves parloteando a lo lejos la anonadó.
La sensación de verse en paz con la naturaleza la cegó por completo que olvidó el ropaje avejentado que llevaba puesto para sus entrenamientos diarios, esos desagradables harapos que la hacían vomitar del asco, ya que el hedor que destilaba era tal y nauseabundo en épocas de verano.
Semejante fue el sentimiento, que pasó por alto los curiosos ojos de un forastero. Alguien que desde una distancia adecuada la observaba minuciosamente, acompañado de una gran masa de robustos y ensanchados arbustos y tejidos árboles de amarillentas hojas.
El extraño pensó, examinando a la pequeña, que una vista inocente de una niña herida sería una trampa fácil para ingenuos obligados por instinto a auxiliarla. Aunque, a su vez, podría necesitar una verdadera ayuda, viendo los deplorables hematomas.
Oyó el gemido de molestia de la niña y, desconfiado miró el tembloroso cuerpo con el que azotaron ligeros golpes.
Retornó a sus reflexiones, desbordando la nítida idea de socorrerla o, por otra parte, atacarla; pero visualizando cada moretón que afloraba la delicada piel de la infanta, no tuvo de otra que escoger la vía solidaria. Ante todo era por hecho y derecho una chiquilla que habrá sufrido el abuso por algún clan que debió de cruzarse con ella. No obstante, si su familia se enterase de tal cometido, las consecuencias de seguir en el plano físico estarían secas y muy pobres.
Con sigilo salió de su escondite, dando uno que otro paso, el chasquido del pasto chocando contra sus pies era nulo, pues cuando se trataban de situaciones como estas, confiaba en su sagacidad para el silencio.
A unos tres pasos de ella, no se inmutó que la ropa descuidada que traía, no había algún símbolo de un clan en específico que recordase con recelo.
Asimismo una evocación en su interior, tintineó por un corto minuto. Inmovilizándolo.
–"Nunca sabes cuándo pueden atacarte de la nada, y un cebo es la parte esencial para el enemigo, por eso, ten mucho cuidado hermano". –Esas fueron las palabras de su intermedio hermano, que quedaron grabadas como una ley en su mente, recordando que cayó preso en las garras del enemigo.
Detuvo su andar, de pie frente a la niña dormida. La oleada de inseguridad lo sacudió, mirando por doquier las esquinas que más lo hicieron desconfiar. Inclusive esperó a que una estruendosa lluvia de innumerables cantidades de armas afiladas lo atravesaran, pensando en lo ciego y estúpido que fue ayudar a la mocosa.
¿Cuántas promesas se quebrarían, después de ver los cadáveres de sus hermanos?
Apretó los dientes, enfadado.
Sin embargo, nada de lo anticipado en su inconsciente ocurrió.
Los pajarillos rieron y el viento enmarcó el desordenado cabello oscuro del niño.
El irregular soplido de la infanta logró despertarlo.
Soltó una maldición y sin preámbulos, flexionó sus rodillas para quedar a la misma altura erguida que se encontraba acostada ella.
Las desorganizadas hebras de la niña emanaron su curiosidad, y más el torrente rosarino brillando en sincronía con el tenue sol del amanecer. En su cortísima vida vio algo semejante al de ese tono de cabello, para nada usual al que siempre estuvo acostumbrado. Luego se aproximó más a ella y posó sus manos suavemente a los fríos hombros blanquecinos. El tacto lo estremeció en cierta parte, pues estaba helada y observando a la perfección los gestos, temblaba y movía el entrecejo con molestia. Entonces la sujetó con más firmeza y la agitó tan repentinamente que los enrojecidos ojos de la menor se abrieron con sorpresa y miedo.
Luego, esperando alguna reacción por parte de ella, aunque sólo vislumbró la expresión de confusión. Dirigió la siguiente pregunta para despertarla más:
–Hey ¿te encuentras bien?
En cuando la infanta estuviera en su estado de lo más consciente. Creyó que una mera afirmación, o con asentir afirmativamente la cabeza, bastarían. Pero no fue así. Pues la reacción de ella fue todo lo contrario. Tras haber formulado la pregunta, la expresión despejada y de tranquilidad se transfiguró en una de inquietud y odio, arrugando el ceño, peligrosa de un segundo a otro.
El pensamiento de que sea una emboscada, sería la más acertada de todas, pensaba él recapacitando.
Luego ambos se apartaron como si en medio un rayo hubiera caído entre ellos dos. Él se puso a la defensiva al instante que descubrió la posición que la pequeña situaba los brazos y sacaba un kunai en el bolsillo roto. Nunca imaginó que en la ropa tuviera bolsillos, desconcertado por el detalle, fijó sus ojos azabaches a la niña armada.
– ¿Quién eres y qué demonios haces en este territorio? –Bramó ella, enroscando el kunai con más decisión y amenaza en sus palabras y gestos corporales.
El forastero, que por su altura debía de ser unos tres o dos años mayor que ella, la contempló asqueado tras escuchar las amenazas. Refrescó su mente y tratando de sonar tranquilo, destiló su aversión y desprecio diciendo:
– ¿Disculpa? Este territorio es de mis antecedentes y el encontrarte tirada entre ese viejo árbol fue de pura casualidad. –De repente dejó su posición de contraataque, tensó la mandíbula y devolviéndole el mismo golpe verbal, apuntó con una sonrisa burlona– En todo caso, ¿qué haces tú aquí? Siendo una mocosa, ¿no deberías estar jugando a cultivar tus niñerías con las tuyas, como toda niñita de tu edad hace?
Después de decir aquellas palabras desbordantes, la mueca de disgusto y furia no tardó en aparecer en la niña. Al parecer digiriendo en su interior las palabras que flotaban en el aire, segundos luego de que se dijeran aquellas palabras venenosas, ella no respondió a mas nada.
Las miradas furtivas de asesinato y desmembramiento fueron fugaces entre ambos.
Y justo cuando la pequeña abrió los tercios labios para volver a la batalla, un grito apareció en el fondo del bosque con una acotación en medio.
–… ven aquí y trae tu maldito culo de una vez! –Una voz que ella sola reconoció. El timbre temblante de ira vibró por el profundo sitio donde se hallaban parados.
Era su padre. Y no estaba de lo más simpático.
Desvió la dirección del niño y volteó la vista hacia atrás del árbol de cerezo, para calcular a que distancia se escuchó la orden de su familiar. Le fue imposible no tragar grueso por el modo en qué se refirió para volver a su entrenamiento.
Un agudo sonido de pastizal la alarmó.
Cuando revolvió la atención al niño, éste ya se había marchado.
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Aquí estoy, escribiendo drabbles en tiempos de exámenes y estresantes semanas de mayo que ni sé porqué ahora subo esto. Pero el kokoro habló y bueh. Y si tienen dudas, el chiquillo con el que estaba Sakura es Madara C:
Drabbles cortos y una larguísima historia.
Si hay algún error, sepan disculpar :c
Mis dudas me carcomen así que iré al grano: ¿Qué les pareció capítulo? ¿Merece un review? ;-;
