Pacto con el Demonio

Disclaimer: Katekyo Hitman Reborn! y sus personajes no me perteneces, son de la entera propiedad de Akiro Amano. La historia a continuación no persigue ningún fin lucrativo.

Título: Pacto con el Demonio

Pareja principal: [Reborn / Tsunayoshi Sawada]

Pareja Secundaria: Indefinidas

Aclaraciones:

Narrador

—Diálogo de los personajes—

"Pensamiento de los personajes" —

[...] Aclaraciones de la autora

Recuerdos

Género: Drama | Suspenso | Sobrenatural | Yaoi

Ranting: M

Advertencias: Mpreg | Lemmon explicito

Summary Completo: Su vida era miserable, lo admitía ¿Para que negarlo? Su padre era un idiota descuidado, su madre tan amorosa y desconectada también y él. Él era un inútil incapaz de caminar sin tropezarse y con terror los Chihuahuas. Patético. Golpeado y abusados por sus compañeros académicos, acepta su existencia como la eterna miseria a la que es condenado pero todo tiene su límite.

Cuando sus compañeros parecen ansiosos por meterse entre sus piernas, algo horroroso de solo mencionarlo, decide tomar cartas en el asunto. Dime, Sawada Tsunayoshi ¿Que se siente hacer un trato con el demonio?

—Soy el guía de la miseria y el sufrimiento en este repugnante mundo humano. El Ángel Caído que dio inicio a la oscuridad en el corazón humano. Me llaman Lucifer, Satanás, Belcebú, Luzbel pero puedes decirme Reborn, asqueroso insecto humano—

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Preámbulo: El libro

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La puerta se cerró a sus espaldas, con el mismo click que diariamente llegaba a sus oídos ante tal acciones, con la misma cotidianidad con la que su vida se ha regido durante todos esos años, entonces ¿Porque se sentía diferente? Y no es que no lo supiera —si es que aquello había rondando su mente incesantemente—, lamentablemente era el hecho de que no podía alejarlo de su mente lo que mantenía su cuerpo rígido, sus movimientos —mismos que repetía todos los días desde que pudo valerse por sí mismo— ahora no podía evitar pensarlos con mayor detenimiento.

Paranoico. Parecía un completo paranoico.

¿¡Y como no estarlo!?

Gruño por lo bajo, aventurándose al interior de su habitación dejando sus cosas por el camino como tantas otras veces. Su chaqueta en la silla del escritorio, su mochila cayendo al suelo sin contemplación, su corbata perdiéndose en el suelo —el cual ya de por sí era difícil vislumbrar— para, finalmente y con una particular satisfacción, tirarse sobre la cama con las extremidades extendidas.

Por unos instantes —unos que hubiera deseado durarán eternamente— se permitió olvidar todo lo sucedido aquel día que, aunque no tenía mucha diferencia con los anteriores, aún existía el detalle que se resguardaba en su morral. Aunque no todo dura para siempre, los instantes que más se disfrutan suelen durar tan poco, como si una fuerza mayor fuera la causante de acelerar el tiempo para que el sufrimiento —una forma exagerada de decirlo— llegará a su cuerpo nuevamente. Esta vez con una fuerza reconstituida.

Esto solo podía pasarle a él. A Dame-Tsuna, el único perdedor que no era capaz de tomar una decisión sin ser atacado por los contra, el único inútil que —en la única ocasión que la valentía inundaba su cuerpo— terminaba atormentado en la soledad de su habitación. Y es que ni siquiera cuando la decisión ya había sido tomada, cuando las acciones fueron culminadas y la oportunidad de arrepentimiento se perdía entre sus dedos, aun así era tan idiota como para atormentarse evitando la posibilidad de continuar.

A otros les resultaba tan sencillo. Sus compañeros lo hacían parecer tan sencillo ¡Si hasta se atreven a desafiar a Hibari Kyouya! —aunque el hecho de encontrarse en grupo podía contribuir en gran medida, aquel prefecto seguía siendo un demonio encarnado—. Entonces ¿porque le resultaba tan difícil continuar con algo que —seguramente, y teniendo en cuenta su suerte— no daría resultado?

Probar no mata, dicen por ahí. Aunque si daña.

Aunque, ¿quien lo podría culpar? Cobarde hoy, cobarde por siempre. No había mejor forma que definirlo.

Y como si de una burla se tratara, la cubierta del detalle se dejó ver entre la abertura de su morral, atrayendo su mirada como un imán. La textura ya dañada por los años, de un negro opaco con inscripciones en plateado —ya desgastadas por el uso— daban a imagen de un libro inofensivo, uno viejo y poco valorado, algo que podría ser desechado ante su falta de uso pero ¿que tan cierto era aquello? No era un libro cualquiera, el comerciante se lo había remarcado en cada oportunidad. Casi como si le incitara a no comprarlo, pero —y al mismo tiempo— mostrando la ansiedad por deshacerse del dichoso escrito.

Fue la curiosidad, y tal vez la desesperación, lo que llevó a comprarlo a pesar de las consecuencias —o faltas de estas, ya que guarda la esperanza de que su mala suerte surtirá efecto en aquello también— pero, el escepticismo inicial fue lentamente menguando a medida que se acercaba a su propiedad, cuando el inminente momento se acercaba con cada nuevo paso, cuando la realidad lo golpeaba y las posibilidades parecían más amplias de lo que en algún momento fueron.

Magia Negra.

No era de sus mejores ideas, o mejor dicho, era su peor idea —porque ninguna de sus ideas era buena—, pero la desesperación del momento, además de la escasez de recursos, lo llevaron a tomar una súbita decisión. Aunque no iba a negar que a sensación —extraña y atrayente— que había provocado aquel ejemplar había ayudado en más de un concepto.

Soltando un suspiro, se acercó hasta el libro tomando entre sus manos. No tenía ninguna particularidad que delatara su verdadero propósito, el desgaste y maltrato había hecho estragos con la portada, perdiéndose el mayor concepto que en él rezaba. Aunque tampoco es que fuera fácil entender aquellos símbolos —algo que no se molestó en pensar hasta ese instante—.

¿Esa era realmente una buena idea? No lo sabía, pero era su última carta. De no haber llegado a este punto, tal vez no estaría en aquellos instantes con un libro de hechicería entre sus manos, en la soledad de su habitación, recapacitando seriamente el llevar a cabo un ritual.

Vale, soportaba abusos de sus compañeros ¡Vamos! que no es tan complicado soportar algunos golpes, insultos, tal vez algunas patadas en los peores días. Inclusos las bromas pasaron a ser algo rutinario. No era de extrañar que los abusos al más torpe del grupo transcurrieran en el mayor tiempo de la época académica. Y si a ello le sumas sus pésimos resultados en las asignaturas pues teneis el combo completo ¿Y que resulta? Con cotidianas visitas al hospital —exámenes generales más continuos que la media— con el único propósito de prevenir cualquier problema más allá de su ineptitud.

Si, no era tan difícil de soportar. cuando te acostumbras.

Pero, y como un extra a su funesta existencia, la mala suerte parecía llegarle como un regalo, un recuerdo constante de que lo cotidiano no podía perdurar en su vida por más de lo estrictamente necesario. Si es que el mundo le gustaba joderlo. Y ahí estaba el problema.

Sus compañeros tenían un nuevo objetivo. Joderlo. Y no en el significado más inocente de la palabra, oh, por supuesto que no. ¿Que mejor que un grupo de adolescentes hormonales —indefinidos sexualmente— que lo único que tenían en mente era encontrar un pobre cuerpo para descargar su frustración? Y no estaba hablando de la frustración que se aliviaban con golpes a un saco de boxeo —dígase él—, ¡claro que no! Eso ya no surtía el mismo efecto. Con la pubertad en la puerta, la curiosidad por el placer sexual se despertaba.

¿En palabras simples? Sus compañeros estaban ansiosos por usarlo como su muñeca inflable personal.

Una cosa era golpearlo, humillar e insultar a la menor oportunidad, incluso burlarse de sus desgracias. Otra que quisieran usar su trasero como si una mujer se tratara. Que él quería perder su virginidad —claro, como todo ser humano en su momento— pero no estaba en sus planes perder la virginidad como una mujer ¡Por el amor a todo lo sacro! No era gay y no estaba en sus planes serlo.

Aun conservaba su dignidad y orgullo de hombre —ambos en su mínima expresión, pero aun valederos—.

Por lo que —y volviendo a libro— había encontrado una última oportunidad para que aquella desgracia no ocurriera —al menos no con él debajo y con alguno de aquellos matones—. No era algo de lo que tuviera que fiarse; Con un demonio nunca se juega ¿Pero que otra opción tenía? Hacer un pacto con un demonio no era algo que se haría a menos que fuera la última de las opciones. Y, seamos sinceros, ¿qué oportunidades tiene él de hacerle frente a esos matones?

Era delgado —flacucho, se atrevería a decir—, bajo, con ojos grandes y expresivos, cara de niña y —para empeorar su situación— con curvas que podrían asemejar a una joven muchacha recién entrando a la pubertad. Malditos los genes de su madre que predominaron sobre los de su padre.

Aunque, pensándolo mejor, ser una copia de aquel hombre tan desastroso no sonaba mucho mejor.

Así que, heló ahí, con un libro de hechicería deseoso de invocar un demonio.

¿Que tan complicado podría ser?

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Bueno, no debería estar iniciando un nuevo fic teniendo dos en proceso —aunque uno ya esta cerca de concluir— lamentablemente —o favorablemente— no me pude resistir.

Así que he aquí un pequeño fic con una pareja que simplemente adoro. El Reborn/Tsunayoshi es simplemente una pareja que me enamora —fangirlea

Dejando de lado eso, este fanfiction contendrá Mpreg, de no agradarles les pido se abstengan de malos comentarios y dejen de seguir la historia, no les hará pasar un agradable rato. Lo mismo para aquellos que no soportan las escenas fuertes, este tendrá un alto grado de Lemmon explicito —claramente con contexto—.

Bien, dicho esto, espero os haya gustado este pequeño interludio. El proximo capitulo sera más extenso.

Nos vemos~

¡Reginae fuera!