Hola, empecé otra historia breve. Creí que iba a descansar un poco pero estoy leyendo otros fanfics y bueno, inspiration nevers dies. Ojala les guste. Besos!

::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

Era jueves y le tocaba salir de la tienda y entrar al bar a las 7 de la tarde. Tenía solo media hora en el medio y solía aprovecharla para comer algo contundente porque después bebería alcohol y no quería tener el estómago vacío.

Miró los mensajes del móvil. Todo estaba en orden. Genial. Apuró el estofado y después pasó por el baño, se lavó los dientes, se refrescó un poco y se maquilló algo más fuerte. La noche requería esos cuidados, más si ella estaba detrás de la barra.

No le gustaban los jueves. Eran intensos, interminables. Además, marcaban el comienzo de tres noches de trabajo nocturno. El viernes zafaba y el sábado, aunque a nivel laboral era el más movido por lo menos sabía que era la última noche sirviendo tragos y jugándosela de simpática para ganar propinas.

Aún así no se quejaba. Había dejado de quejarse mucho tiempo atrás. Solo hacía números, ahorraba, gastaba en lo que había que gastar y seguía para adelante. Quejarse era un placer que hacía rato no disfrutaba. Y a conciencia. Suspiró y se miró en el espejo de la cafetería donde solía hacer esas paradas pre-bar.

Se había dejado crecer el cabello y ahora lo tenía en una ajustada coleta que colgaba con gracia. Una mata suave y brillosa de pelo violeta, casi negro. Salvo por el pelo, estaba igual. No había envejecido nada en los últimos tres años. Era una chica de 28 años aunque por dentro se sentía de más de 70...

Vamos, Faye, tu puedes. Se pintó los labios de rojo, se lavó las manos y encaró la segunda y última parte de su día. El bar estaba en el distrito nocturno en una de las ciudades más importantes construidas en los satélites artificiales de Venus. A pesar de todo era un lugar tranquilo y no había problemas serios como en Marte donde la mafia no podía erradicarse... ni siquiera después del descabezamiento de los Red Dragons.

Trabaja allí hacía año y medio y estaba a gusto. Odiaba el horario pero así eran los bares. Y por ese horario era que cobraba un plus así que no podía irse. La clientela no era problemática y la música de jazz que siempre sonaba, y que al comienzo casi la hace huir, ahora la reconfortaba.

Al llegar al bar se puso la camisa blanca y el chaleco negro ajustado, se arremangó las mangas y chequeó las uñas. Perfectas, rojas y brillantes. Se miró en el espejo sobre el que se apoyaban los estantes repletos de bebidas. Por primera vez en su vida Faye Valentine tenía un trabajo fijo y se llevaba bien con eso.

.- Encantadora, como siempre.

Se dio vuelta y vio al encargado, Tom, un sujeto alto y delgado, un poco mayor que ella, revisando el dinero de la caja. Intercambiaron una sonrisa. Tom era agradable y se llevaban bien. No se veían fuera pero la convivencia en el bar era la mar de tranquila. No bebía aunque compartían algún cigarrillo en la parte trasera cuando tocaba descansar. Era venusiano 100 % y estaba en el bar desde hacía cinco años. Estudiaba derecho y su sueño era trabajar en el Comité Internacional de Leyes. Ese tipo de gente termina uno conociendo cuando lleva una vida normal, había pensado después de la primera charla.

Los jueves eran tranquilos, las horas pasaban con lentitud. A través de la ventana veía algunas personas pasar, las luces de la calle reflejándose en el interior. Estaba sentada en un extremo bebiendo un vaso de agua fresca, la mente fuera de ese bar y de ese planeta.

Tres años y medio... ya habían pasado tres años y medio. Nunca el tiempo le había pasado de manera tan lenta. Tampoco se quejaba de eso, había tenido tres años y pico muy agitados pero de alguna manera no habían pasado volando. ¿Qué sería de Jet? ¿Seguiría cortando bonsáis en la nave o la Bebop ya estaba en algún desarmadero por ahí? ¿Seguiría cazando criminales o ya se habría retirado? Bueno, tres años no era mucho tiempo.

A veces ese tipo de preguntas le daban vueltas por la cabeza. Hacía rato que no veía el show de los cazarecompensas por la tele, no tenía idea ya cuanto se pagaba por un criminal y su Glock descansaba bajo llave en un rincón de su ropero. Nadie podía verla y decir que ella había sido alguna vez Pocker Alice. Nadie. Se había ido lejos y desde entonces no había vuelto a ver ni a Jet ni a Spike. Había dejado su comunicador en el dormitorio de la nave así que tampoco habían hablado.

Había ido a la Tierra primero y pensado en visitar a Ed pero la chica no estaba por ningún lado. Su hogar era un montón de ruinas y su pasado reciente un montón de deudas. Sentada en un parque había explorado un mapa de las colonias en el sistema solar y Venus le había llamado la atención, además de que tenía justo el dinero para ir. Nada más lejos, nada más desconocido y remoto aunque en ese momento solo pensaba en meterse en un agujero, pensar, pensar, pensar, decidir... En ese momento tenía algo muy importante que decidir...

Apuró el agua y se abrió una cerveza. Comida y agua. Todo listo para que su estómago recibiera algo de cerveza fresca. No bebía tanto desde hacía mucho, tampoco fumaba como una chimenea. Sus dos vicios estaban casi extintos y su hígado y sus pulmones se lo agradecían mucho.

Escuchó la campanilla de la puerta y por el rabillo del ojo vio ingresar un grupo de personas. Estaba pensando en las copas que habían quedado en la cocina... Alanzó a ver que algunos clientes ocupaban una mesa al fondo y otro se sentaba solitario en el medio de la barra. Primero lo primero así que se perdió en la cocina y regresó con un cajón repleto de copas que apoyó abajo de la barra, dejándolas a mano.

Tomó el trapo y un cenicero y se acercó al cliente.

- Bienvenido, ¿qué desea tomar? - alzó la vista y lo miró. Y se quedó helada.

Spike Spiegel en persona. Él no la estaba mirando pero dos segundos después de que ella terminara de hablar, al escuchar su voz, giró el cuello y clavó sus ojos marrones en ella. Pelo largo o no tampoco estaba irreconocible así que dejó que la mirara un rato más.

- Hola. - le dijo después. - ¿Qué te sirvo?

Él reaccionó y apoyó ambos codos en la barra. Estaba igual, aunque en lugar del traje azul llevaba uno negro. ¿El pelo mas desordenado tal vez? Más flaco imposible.

- Un whisky doble.

Faye sintió sus ojos todo el tiempo encima mientras tomaba la botella de los estantes que estaban detrás, cogía el vaso, colocaba el hielo y servía el trago delante suyo. Estaba nerviosa, el corazón le latía en el pecho de una manera desenfrenada. Sabía que había chances de que eso ocurriera algún día, lo sabía, pero venía zafando tan bien que muchas veces lo olvidaba.

- Así que todo este tiempo estuviste aquí. - comentó él cogiendo el vaso. Ella debía irse, podía irse pero en realidad no había nadie más en la barra a quien atender y no tenía sentido ser infantil.

- Más o menos. - le contestó. Bebió un trago de cerveza. - ¿Qué sabes de Jet?

- Mi compañero de nave está muy bien, gracias. - bebió un trago y jugó con el hielo, mirándola - es raro verte después de tanto tiempo.

Ella no respondió.

- Te dejaste el pelo largo. - observó él - Te queda bien.

- ¿Están aquí por algún botín?

Vio como él encendía un cigarrillo. Le convidó pero ella reclinó el ofrecimiento. Él hizo un gesto de sorpresa.

- Supongo que has cambiado un poco... - le dio un par de pitadas - A Jet le gustaría saber de ti.

- ¿En serio? - sintió una punzada de remordimiento. No había hablado con él, nunca se había despedido. Era su único remordimiento. - Puedes decirle que pase por aquí antes de que se vayan, me gustaría verlo, sí.

- Hummm, creo que todavía te guarda algo de rencor por haberte ido sin decir nada...

Faye se encogió de hombros.

- C'est la vie.

Miró hacia la caja y vio que Toma la observaba. Ella le sonrió, indicándole que estaba todo bien. No era raro que un cliente le hablara pero la norma era que él la ayudara si el tipo se ponía pesado. Spike siguió su mirada.

- ¿Un guardaespaldas?

- Sabes cómo son los bares, imanes para idiotas borrachos y pesados - lo miró pero la mirada de él era tan intensa que tuvo que desviar la suya.

- ¿Entonces? - él apuró el whisky y le indicó que le sirviera otro, cosa que ella hizo rápido. Él hizo un intento de tocarle la mano pero ella la corrió. - ¿Tienes este trabajo y vives en Venus? ¿Te alcanza?

- Tengo otro empleo de día de lunes a viernes. - le contó, sin saber bien porque le daba tanta información. - No sobra, pero tampoco falta.

- Llevas una vida totalmente distinta a la que imaginé...

¿Spike se imaginaba qué había sido de ella? La sorpresa debió reflejarse en su rostro porque él sonrió, esa sonrisa mueca que parecía ser su única sonrisa los últimos meses que habían compartido en la nave. No la había olvidado pero tenerla así a centímetros de distancia era algo doloroso.

- ¿Pensabas que estaba en prisión, estafando un casino o algo así?

- A veces, también te imaginé siendo amante de algún tipo con dinero. - encendió otro cigarrillo - No sé, sobreviviendo.

- Pues como ves, más que sobrevivir, vivo. - ella sonrió y por acto reflejó limpió la barra y miró el reloj. Aún faltaban tres o cuatro horas para el cierre. - ¿Hasta cuando se quedan?

Spike se encogió de hombros y apoyó un codo sobre la barra. Miró alrededor, miró a Tom en la caja, a los otros clientes. Faye pudo darle un vistazo. No estaba afeitado pero nunca tenía mucha sombra de barba. Allí estaba la nariz angosta, algo respingada... Sí estaba más flaco aunque bajo la camisa veía los músculos tensarse. Siempre había sido un tipo flaco pero nervudo. Pudo imaginar que seguía con sus prácticas matutinas de esa técnica cuyo nombre nunca se había aprendido bien. Los dedos largos, las manos grandes, todo demasiado presente. Ya compararía. ¿Tenía canas? Miró el pelo verde, el mismo tono...

Él giró el cuerpo de nuevo y la miró. Ella se obligó a no desviar la vista.

- Me estás inspeccionando. - le dijo.

- Estas envejeciendo. - le respondió.

- Tú estás igual de hermosa.

Sus palabras la confundieron y ruborizaron, muy a su pesar. Siempre igual de burlón. Como si realmente lo hubiera pensado alguna vez. Terminó el whisky de un solo trago se estremeció y le pasó la tarjeta para pagar. Ella la cogió y por un segundo sus dedos se rozaron.

- ¿Todo bien con ese sujeto? - le preguntó Tom cuando le pasó la cuenta, mirando sobre su hombro.

- Perfecto, es un viejo conocido.

- ¿En serio? ¿Quieres invitarlo?

Faye negó con la cabeza.

- Ni loca. Se merece pagar cada maldito trago que beba. - le respondió.

Tom pasó la tarjeta y sonrió.

- Ya veo...

Faye le sacó la tarjeta de la mano.

- No malinterpretes las cosas, Tom. - y sin decir más volvió a la barra y le entregó la tarjeta a su dueño. Spike la guardó en el bolsillo.

- Nos vemos.

Y así como había aparecido, desapareció. Faye se quedó mirando el vaso vacío, el cenicero con las colillas de los tres cigarrillos que él se había fumado. La silla vacía. Su mejor retrato, pensó, mientras el estómago se le hacía un nudo y pensaba que a partir de ese instante la noche se le haría eterna y la vida más complicada.

- ¿Te alcanzo hasta tu casa?

Tom terminaba de cerrar la puerta trasera del bar. Eran las 2 de la madrugada y la noche estaba algo fresca. Ella asintió y se subió a su moto. En solo 20 minutos estaba en la puerta del edificio donde vivía. Miró hacia su ventana y vio la luz encendida.

- Nos vemos mañana, muchas gracias por el aventón.

- Esta vez voy para la casa de mis padres, ¿tal vez Amanda quiere que la lleve a su casa?

- Tom, no eres un autobús. - sonrió - ¿o ella te está gustando?

Debajo del casco los ojos del tipo sonrieron.

- Dile a tu babysitter que baje rápido, que hace frío.

Faye lanzó una carcajada y se apresuró a abrir la puerta del edificio y trepar las escaleras hasta su pequeño piso. Amanda estaría encantada de tener transporte y la verdad, ella pensaba que esos dos podían congeniar mucho.

La chica la recibió con el abrigo ya puesto. Le hizo señas de que hiciera silencio y relojeó hacia el sofá.

- Se despertó a la medianoche así que vimos una película y ahora está desmayado en el sofá. Es un chico demasiado nocturno, Faye. - le dio un beso en la mejilla - ¿Tom me espera, no?

- Sí, ve rápido.

Cerró la puerta con llave y después caminó despacio hasta el sofá. Su hijo dormía despatarrado abrazando a su oso favorito. Estaba de perfil, su pequeña naricita respingada sobresalía con gracia y un mechón verde se asomaba de la capucha del pijama. Dormía como su padre. Igual.

Suspiró y por primera vez en muchos meses se permitió llorar un poco.