¡Hola a todos de nuevo!
Como prometí hace unos días, he vuelto a re-hacer el fanfic que había estado escribiendo desde inicios del 2015 y que dejé a finales del mismo año. He decidido esto por varias razones, aunque la más importante de estas es que ahora sí poseo el tiempo necesario para seguir escribiendo como me gustaría. Y como dije antes, los capítulos que forman parte de este fanfic serán reescritos o modificados en varios aspectos ya que me pareció que pude haberlos escrito mejor, además de ciertos errores o incongruencias que encontré.
Ya para acabar con esta pequeña introducción, solo quiero ofrecerles mis sinceras disculpas a todos aquellos a quienes esta historia les interesó en un primer momento y que me apoyaron con sus ánimos y recomendaciones. No saben como me ayudaron esos pequeños gestos en aquel tiempo que recién comenzaba a escribir. Y si tú fuiste de aquellos y has vuelto, esto va para ti y espero que te guste. Y a los demás que acaban de llegar hasta aquí, muchas gracias por darme la oportunidad de escribirles.
Capítulo I
El frío en las montañas siempre había sido muy duro y hostil - eso lo sabía Kristoff y prácticamente cualquier persona que llevase viviendo en Arendelle lo suficiente - pero últimamente este era mucho más duro de lo habitual. Con fuertes vientos que amenazaban con helarle el rostro y el sol desapareciendo en el horizonte, el joven recolector de hielo supo que no podría regresar a la ciudad sin quedar congelado a mitad de camino. Por ello no tuvo otra opción más que acampar y quedarse en las montañas por esa noche. Y aquello no le hubiese molestado en lo absoluto, dado que toda su vida se había acostumbrado a estos gajes del oficio, si no fuese porque aquella noche debía haberse encontrado con Anna.
- Parece que esta noche vamos a acampar Sven - le dijo Kristoff con resignación mientras recogía algo de leña para hacer una fogata - he visto un buen lugar cerca de aquí para pasar la noche.
- Pero debíamos ir al castillo con Anna y Elsa - dijo el recolector hablando por el reno con una voz chillona.
- Lo sé Sven, pero jamás llegaremos al castillo con este frío. Lo mejor será que acampemos y en la mañana partiremos a primera hora.
Ambos compañeros caminaron por la espesa nieve hasta llegar al lugar que había mencionado Kristoff. Luego de encender una fogata y echarse algo al estómago, el reno y el recolector se echaron a dormir acompañados del fuego y las estrellas que inundaban el cielo. Pero a pesar de que Sven ya se había quedado dormido, Kristoff no podía conciliar el sueño. No dejaba de ver el firmamento y pensar en ella, en su querida y alocada Anna. Realmente quería estar con ella en ese momento, abrazarla y que se hundiera entre sus brazos. De pronto este sonrió y se dio cuenta lo extraño que le era tener esos pensamientos ya que nunca antes había sentido un especial apego por nadie, salvo por los trolls. Fue en ese momento que una estrella fugaz cruzó el cielo y lo sacó de sus pensamientos.
- Pide un deseo - se dijo para sí mismo y cerró los ojos. Luego de unos instantes volvió a abrirlos y se acomodó en el vientre de Sven con una sonrisa en su rostro, ya que su deseo estaba próximo a cumplirse. Y con el sonido chispeante que provocaba la fogata y el viento que aullaba a su alrededor fue que se quedó profundamente dormido.
Mientras tanto, en el castillo de Arendelle el silencio reinaba ya que todo el personal se hallaba durmiendo, salvo los guardias nocturnos que realizaban sus patrullas y una joven princesa que se encontraba en el balcón viendo una estrella fugaz que acababa de surcar el cielo.
- ... Que esté sano y salvo - dijo en un susurro mirando el firmamento.
En ese instante la pelirroja sintió que alguien estaba detrás de ella y al dar la vuelta se encontró con su hermana quien se le acercaba con una manta entre sus brazos.
- ¿Problemas para dormir Anna? - le preguntó Elsa mientras colocaba delicadamente la manta alrededor de su cuerpo.
- Estoy preocupada por Kristoff - le respondió ella mientras veía las montañas - él aun no ha llegado y parece que el frío está más fuerte de lo normal - ¿Y si algo le ha pasado?, ¿Y si se quedó atrapado en la nieve de camino aquí?, ¡¿Y si fue atacado por lobos?! - gritó angustiada mirando con temor a su hermana.
Elsa la observaba con ternura, realmente sentía cariño al verla tan preocupada por Kristoff. Hacia tan solo unos días que el rubio había partido hacia las montañas a recolectar hielo como siempre lo había hecho y Anna ya creía que algo malo le había pasado.
- Anna - le respondió Elsa con tranquilidad - estoy segura de que Kristoff se encuentra bien. Seguro habrá decidido quedarse a acampar para evitar el mal tiempo, eso es todo.
- ¿Estás segura Elsa?
- Si Anna - respondió ella mientras la abrazaba - ahora vayámonos a dormir que ya es muy tarde.
La pelirroja entró en compañía de su hermana y juntas se dirigieron a sus habitaciones. Elsa caminaba con tranquilidad, aunque en su mente había cierta preocupación. Si bien ella creía realmente que a Kristoff no le había pasado nada malo, la pequeña posibilidad de que estuviese equivocada la mortificaba bastante. Últimamente había estado sintiendo un cambio drástico en el clima, sobre todo en las noches, además de haber recibido informes sobre un inusual aumento en ataques de animales salvajes. Fue una suerte que su hermana no estuviese con ella cuando recibió aquello ya que hubiese causado en ella un miedo mayor del que ya tenía. En ese momento se giró para ver si Anna se sentía más aliviada, sin embargo el rostro de esta reflejaba aún estar llena de angustia.
- Anna espera - dijo Elsa cogiendo su mano - ven conmigo, te daré algo que te hará sentir mejor.
- Elsa, no sé si algo me haga sentir mejor ahora...
Anna no tuvo tiempo de terminar la oración ya que su hermana la estaba arrastrando por los pasillos hasta llegar a la cocina. Al entrar las dos, Elsa cerró la puerta con mucho cuidado y comenzó a murmurar en voz baja mientras buscaba algo entre los estantes.
- ¿Donde estás? sé que Gerda te escondió por aquí... ¡Te encontré!
Anna miraba con incredulidad a su hermana mientras esta cogía un pequeño saco de lona de detrás de uno de los estantes y lo colocaba sobre la mesa.
- ¿Elsa? - dijo ella mientras se le acercaba lentamente - ¿Por qué estás actuado tan extraño? ¿ Y qué es lo que hay dentro de ese saco?
- Shh... No hagas tanto ruido - le respondió mientras vaciaba el saco y de este salían varios envoltorios de formas rectangulares.
- ¡Chocolates! - gritó Anna llena de alegría al mismo tiempo que con sus manos se tapaba la boca - ups, lo siento.
- No importa, no creo que alguien nos haya escuchado - respondió Elsa con una sonrisa.
- ¿Pero como supiste donde los había escondido Gerda?
- Yo no lo sabía, aunque los estuve buscando desde hace unos días - respondió la reina mientras cogía los chocolates y se los metía a la boca. En el fondo se sentía algo culpable ya que Gerda tenía muy buenas razones para haberlos escondido, sobre todo después de que ambas se acabaran casi todos los chocolates de la despensa hace unas semanas - pero Olaf la vio ayer escondiendo los chocolates en este saco y me dijo donde estaban.
- Gracias Olaf - dijo Anna en un susurro y se sentó junto a Elsa a comer los dulces.
Y así ambas comenzaron a comer los chocolates mientras reían y conversaban en voz baja recordando las tantas veces que se había escabullido por las noches a buscar chocolates o alguna otra golosina. Anna sonreía y se sentía alegre de poder compartir aquel momento con su hermana ya que le recordaba a las veces que ambas se juntaban de niñas cuando no podían dormir.
- Bueno, creo que ahora si es suficiente - exclamó la reina mientras guardaba los pocos chocolates que aún restaban en el saco - mejor guardemos los que sobran o si no Gerda se enterará.
- Yo creo que se enterará de todas formas.
- Oh no, no lo hará.
- ¿De verdad lo crees? - respondió la pelirroja levantando una ceja - ¿Y si se da cuenta de que falta, no sé, la mitad de la bolsa?
- Pues... Ella no sabe quien fue, ¿verdad?
- Es cierto - dijo Anna mientras ella y su hermana reían maliciosamente en voz baja - y ella nunca lo sabrá.
- Oh, yo creo que si lo hará - dijo una tercera voz detrás de ellas.
Al escuchar aquello, ambas hermanas dejaron de reír y se quedaron paralizadas. La indiscutible voz de Gerda a sus espaldas las había tomado por sorpresa y ambas se miraron con cierto miedo en sus rostros.
- Que yo recuerde - continuó hablando mientras avanzaba hacia ellas - yo había dejado escondido este saco por los estantes. Y también recuerdo - dijo al sostener el saco de chocolates y poner cara de sorpresa - que había dejado muchos más aquí la última vez que lo guardé.
En ese momento Anna estaba a punto de decir algo, pero la expresión en el rostro de Gerda le avisó que era mejor no decir nada. Y al ver a su hermana en busca de ayuda se dio cuenta que ella pasaba por la misma situación. Le era increíble que incluso ella, siendo la reina de Arendelle, no pudiese responderle a Gerda, aunque le era entendible. Aquella mujer las había visto crecer desde pequeñas y las había cuidado cada vez que sus padres se ausentaban por sus deberes como reyes. Incluso fue de las pocas personas que se quedaron en el castillo cuando sus padres decidieron cerrar las puertas al exterior. Era por ello y más que ambas le tenían un gran cariño y aún más respeto y era probablemente la única persona en todo el castillo que pudiese regañarles.
- Créanme que entiendo el amor que ambas le profesan al chocolate - continuó - pero deben evitar que ello se convierta en una obsesión para ustedes. La última vez casi se acaban entre ustedes dos todo el chocolate de la despensa y ni hablar de la vez en la que Anna se intoxicó por haber comido demasiado.
El regaño se prolongó varios minutos más hasta que Gerda consideró que ya había sido suficiente. Después de coger el saco y dirigirles una última mirada de desaprobación salió y desapareció entre los pasillos.
- Parece que se acabó - dijo Elsa mientras caminaba hacia la puerta - no más chocolate durante un tiempo.
- Pues sí - respondió Anna siguiéndoles los pasos - pero al menos pudimos comernos casi todos los que había en la bolsa, ¿no?
- Eso es cierto - dijo Elsa riendo ante el comentario de su hermana - ¿Ya te sientes mejor Anna?
- Sí... yo creo que sí Elsa - respondió ella mientras le daba un fuerte abrazo.
- No hay de que - dijo la platinada - y ahora - continuó diciendo mientras le depositaba algo entre las manos a la pelirroja - vamos a dormir que ya es muy tarde.
Anna asintió sin decir nada más y vio a su hermana alejarse por los pasillos hasta perderle de vista. Dio un suspiro y comenzó a caminar a su habitación al tiempo que abría la mano y veía lo que Elsa le había dado. Y al verlo no pude evitar soltar una sonrisa.
Era increíble que aún con todo aquel regaño encima Elsa hubiese encontrado el momento para esconderle algunos chocolates.
-O-O-O-
A la mañana siguiente Kristoff despertó a primera hora y se dio cuenta al instante que el clima había mejorado bastante por lo que no quiso perder más tiempo. Despertó a Sven y luego de un rápido desayuno, que eran básicamente unas cuantas zanahorias para cada uno, partieron rumbo al castillo.
Mientras tanto, en Arendelle aún era muy temprano y solo algunas personas en la ciudad se encontraban despiertas y preparándose para iniciar sus labores. En el castillo, sin embargo, ya todos se encontraban de pie preparando el desayuno, limpiando las habitaciones, dando de comer a los animales o arreglando los jardines.
La reina también se hallaba despierta desde muy temprano en su escritorio, aunque los continuos bostezos y cabezadas que daba hacían suponer que no había podido dormir lo suficiente. Si fuese por ella se hubiese quedado un tiempo más en su cama, pero sus deberes reales se lo impedían. Y así es como se encontraba allí, lista para otro día de trabajo lleno de papeleo, reuniones, tratados comerciales y cosas por el estilo.
En ese momento unos guardias tocaron la puerta, sacando a la reina de sus pensamientos, informándole que Kristoff había llegado.
- Reina Elsa - dijeron al unísono los guardias - venimos a informarle de que el joven Kristoff acaba de llegar al castillo. Parece que ha venido a ver a la princesa Anna.
- Oh, perfecto. Por favor, llámenlo para poder hablar con él a solas - ordeno la reina con amabilidad - y díganle que es de suma urgencia.
- Como usted desee su majestad - respondieron ambos guardias al tiempo que salían de la habitación e iban a buscar al rubio.
Elsa vio a los dos guardias cerrar la puerta y sonrió. Hacía ya un buen tiempo que quería hablar con Kristoff a solas sobre algunos temas en particular, la mayoría relacionados con su hermana, pero por alguna razón siempre algo lo evitaba. «Pero ahora ya no hay excusas de por medios» pensó. Ahora si podrían hablar sin que nada lo evitara.
Mientras tanto Kristoff seguía mirando incrédulo a los guardias cuando estos le dijeron que la reina quería hablar con él en ese preciso momento. Por un instante creyó que ellos se habían confundido y tal vez buscaban a otra persona, pero después de unos instantes se dio cuenta de que no era así.
- La reina Elsa solicita su presencia de inmediato joven Kristoff - volvieron a decir los guardias al ver que no reaccionaba.
- Si... Si iré de inmediato - respondió.
Los guardias se miraron tratando de aguantar la risa al ver el nerviosismo del rubio y se retiraron a su respectivos puestos antes de que soltaran alguna carcajada. Mientras tanto Kristoff aún seguía de pie en medio del establo hasta que Sven lo empujó para que reaccionara. Al volver en sí, este acarició al reno y le dio un saco de zanahorias para que vayase comiendo mientras él iba a hablar con Elsa.
- Parece que hoy será un largo día mi amigo - le dijo Kristoff a Sven mientras salía del establo e iba al estudio de la reina.
[Capítulo ya actualizado]
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Alexander Maldrik
