La sociedad había quedado en ruinas una vez que Karl Heinz decidió convertirse en el gobernante, aunque gran parte de la sociedad trató de resistirse, los intentos por evitar la expansión de su dictadura fueron inútiles, él tenía a sus hijos dirigiendo el frente, si ellos estaban a cargo del escuadrón era imposible que perdiera la guerra.

Cada uno era reconocido por dos cosas, la belleza mortal que poseían y su habilidad de tortura, una vez que caías presa de los Sakamaki, no había vuelta atrás, un terrible destino era el que se preparaba.

-General Ayato-sama, su hermanos y su padre lo están esperando en el cuartel de planeación- el soldado estaba tratando de mantenerse firme, aunque por dentro tenía miedo a las represalias que podía tomar su general por haberlo interrumpido en su cena, y no era para menos cuando el pelirrojo se levantó del sillón en el que se encontraba el cuerpo inerte de una mujer caía a sus pies, un hilillo de sangre se deslizaba por una comisura de sus labios, con la parte interna de su guante izquierdo limpió el resquicio de sangre que planeaba ensuciar su uniforme.

Conforme la luz del pasillo se colaba por la oscuridad de la habitación, un camino adornado por diferentes cuerpos de mujeres se abría paso, como si de suciedad se tratará el General Ayato lo esquivaba grácilmente, pero con paso firme.

-Deshazte de todo- su voz era profunda cuando daba órdenes, era sin duda una de las múltiples razones por las cuáles él era el general, y no sólo por su origen.

El general Ayato desaparecía en los pasillos, mientras que aquél soldado se limitaba a tratar de arreglar el desastre que había hecho, esta vez sí que había sido brutal, más chicas jóvenes que de costumbre, en cada pueblo al que se le asignaba conquistar al general Ayato, tomaba rehenes, la mayoría eran jóvenes, con las cuáles saciaba sus instintos, pero los rumores que circulaban en torno a los hermanos del general no estaban ni cerca de las peores pesadillas, incluso los soldados que estaban a su cargo tenían miedo de sus generales, pero circulaban rumores entre los cadetes recién enlistados para la guerra, del General Reiji se decía que era un obseso del control, él se encargaba de hacer hablar a los rehenes de guerra, y si alguno soldado que estaba bajo su cargo fallaba en mantener impecable el uniforme era indudable que sería castigado con la fusta que siempre cargaba,era bien sabido entre el cuartel que el General Subaru era de poca paciencia, nadie quería enfrentarse a él cuando este perdía el control, su fuerza era la razón por la que le temían, la primera impresión que te llevabas del General Kanato, era su joven y frágil apariencia, pero no por esto los enemigos se debían confiar era un secreto a voces que era uno de los más sádicos, sobre todo cuando perdía el control, uno de los rumores más aterradores que giraban en torno a él, era que a sus enemigos los convertía en muñecas vivientes y en cada pueblo conquistado dejaba uno en signo de victoria, aunque de esta versión había rasgos más sombríos de los que ninguno de los que estaban bajo su mando se atrevían a hablar, el General Raito tenía la sonrisa del mismo diablo, desde que entraba en la habitación sabías que no debías confiar en él, pero sin embargo había algo que te hacía arrojarte a las flamas, era el único que siempre iba acompañado de una mujer, los que estaban bajo su mando tomaban a mujeres como rehenes para la diversión de él, todos estaban al tanto de lo salvaje que se podían poner las cosas en una toma de ciudad, y el mayor de todos los hermanos, el General Shu, quien era el segundo al mando en caso de que no se encontrará Karl Heinz, sin embargo él no parecía que estuviera interesado en todo ese asunto, aunque si le hacías frente era imposible que su oponente siquiera logrará hacerle un rasguño, las batallas que cada uno de ellos libraban, eran masacres dignas de ver. Era extraño que todos ellos fueran llamados por Karl Heinz, la única vez que se habían reunido los seis generales a escuchar las órdenes de su padre todo había terminado en conflicto, y la única orden que se le había dado a todos los soldados era acabar con todo, algo grande había ocurrido.

Conforme el soldado se iba deshaciendo de los cuerpos que se encontraban en la habitación, se encontró con algo muy inusual, una de las mujeres aún tenía pulso, normalmente el General Ayato mataba a todas sus víctimas, sólo una vez se encontró en esa situación y él mismo Ayato había terminado con su trabajo. La mano de la joven rubia que se encontraba en el suelo, alcanzó el rostro del soldado y con sus labios articuló la palabra ayuda, se encontraba en un gran predicamento, ¿Qué debía de hacer?, él nunca había estado en el campo de batalla, nunca había matado a un hombre, él tenía otro tipo de tareas, entre más lo pensaba sabía que era un error ayudarla, ya que si el hombre al mando se enteraba su cabeza no sería lo único que rodaría, pero lo haría, levantó a la joven que estaba tirada, cuando ella miró a su alrededor se encontró con la misma desagradable escena que había presenciado el soldado anteriormente, pero aunque estaba un poco más vacío seguía siendo horrible a la vista, trató de gritar, pero él tapó su boca.

-Te ayudaré a salir de aquí- con ayuda de la ropa que se le había asignado lavar, vistió a la chica, disfrazándola de soldado- Sígueme- habían conseguido ocultar el olor a sangre que emanaba la chica, casi llegaban a la salida, cuando se toparon con el General Reiji, escoltado por dos soldados, por alguna razón él se había retrasado, su fusta aún detenía vestigios de sangre, los culpables del atraso habían sido castigados apropiadamente.

-General Reiji- tanto la chica como el soldado se detuvieron para rendir respeto a su superior, mediante una reverencia, ella temblaba como gelatina, bajaba la mirada para no ser descubierta pero esto sólo provocó que la fusta levantará su mentón

-Si estuvieras bajo mi cargo, ya te habría azotado por no tener el uniforme en las condiciones apropiadas- Reiji bajó de repente la fusta, no sin antes lanzarle una mirada muy seria- Dense prisa o llegaremos tarde a la reunión y los volveré a azotar- él se dirigía a los soldados que se encontraban detrás de él y reanudó su camino.

Ambos factores ayudaron a la chica, tanto el uniforme como el hecho que Reiji fuera tarde, de otro modo él la hubiera descubierto en ese momento, lograron esquivar los demás obstáculos que tenían, llegando al otro lado de la cerca.

-Es lo máximo que puedo hacer por ti, de ahora en adelante estás sola- el soldado ya no quería meterse más en ese asunto, sería cuestión de la naturaleza si ella moría.

Lo único que pudo hacer la chica, fue sollozar un gracias, y se perdió en la inmensidad del bosque que se encontraba frente a ella.