Capitulo uno: La Huída.
Nota de la Autora: Todos los personajes pertenecen a J.K. Rowling menos Doroty (de la que estoy orgullosasea de mi creación, porque les resultará un completo fastidio algo ridículo, créanme) y algunos otros ; aprovecho de avisarles para que no hayan demandas aquí. Primer capítulo de este fic...asi que todo tiene que partir bien¿no?
Ahora, esto va para todos los que leyeron este FanFic antes de el 7 de Marzo del 2006...Sí, sí, aprendí cumo arreglar este capitulo para que quedara mejor comprensible y atractivo visualmente. Creo que lo conseguí. Habrá que ver como quedará, pero no duden que si está malpodrán encontrarmis autocríticas en el capítulo 4. Ah, lo olvidaba, pero (¿se nota que me gustaría?) pueden volver a leerlo para quedarse con una idea más clara (me refiero a cortada en las partes precisas por esas rayitas maravillosas). Gracias.
No les quito más tiempo, algunos otros comentarios abajo.
Les deseo buena lectura...
Tuvo que pararse en seco y mirar a su alrededor nuevamente para poder aclarar su mente.
Tras de si tenia los pasos que había corrido debajo de una angustiosa lluvia y sólo su varita sostenida en su mano.
No quiso mirar hacia atrás, pero tampoco mirar hacia delante lo ayudó demasiado, porque no veía allí un destino sensato para él.
Quizá la sensatez jamás estaría asumida en la vida de Sirius Black Tercero.
Las rodillas le dolían como si hubiese corrido una maratón, aunque no estaba lejos de alcanzar una meta semejante. Los pantalones y la ropa embarrada por la lluvia ahora le rendían cuenta, ya que el frío lo calaba hasta los huesos.
Por fin había logrado lo que desde niño había mirado como una idea descabellada. Más que las que tenía comúnmente, según el parámetro establecido al crecer en la familia Black.
Sirius seguiría caminando sin rumbo hasta llegar a algún lugar, era lo más cercano a algo cuerdo que podía hacer.
- ¡Ten cuidado, muchacho¡¿No sabes distinguir las señales de tránsito!
A pesar de todo, ya no temía en absoluto el emprender su camino solo, ser completamente independiente en el mundo.
Lo veía como algo más que uno debe enfrentar para hacerse hombre.
Sin embargo, el haber huido de su casa ahora aparecía aterradoramente como una realidad. Porque, aunque asumiera el estar solo con su propia compañía y aunque todavía conservaba la pequeña fortuna que el único que consideraba familiar suyo en esa casa le había otorgado¿qué posibilidades tenía un adolescente de huir a algún lugar sin ser reconocido por alguno de los infinitos conocidos de su padre? Si así fuese, seguramente estaba perdido.
Si no, también lo estaría.
- Oh, cariño…ven aquí, los ladrones andan por cualquier lado.- Dijo una muggle apartando a su hija de unos 5 años de su lado, que en otro momento a Sirius le hubiese hecho gracia. Sí, pero no ahora.
No tenía a donde ir, y por primera vez experimentaba la sensación de abandono tan firmemente, dejándole un extraño estremecimiento en la espalda y helándole más el resto del cuerpo.
Pensó con desesperación en Hogwarts, en sus amigos, en todo lo que había dejado atrás, tan atrás que volver la mirada simplemente parecía una burla.
La rudeza de huir de esa cárcel se había convertido en pánico, como jamás pensó le ocurriría (tampoco pensó hacia donde iría si tenía la oportunidad, como ahora se lamentaba).
Empezó a caminar lentamente. Hacía mucho que había dejado a los Black y a Grimmauld Place muy, muy atrás. No iba (ni aunque su orgullo se lo permitiese) a volver, eso ya estaba decidido.
Sirius Black era de una sola palabra…o por lo menos lo era el tercer mago que había llevado ese nombre en su familia.
Empezaba a divisar a lo lejos algunas luces, seguramente otro barrio muggle.
Ahora las calles que veía eran inexistentes en su mapa mental, pero no por eso perdió la cordura.
Lo mejor que encontró fue una pequeña tienda…quizá como Canuto podría camuflarse mejor.
Sirius Black era un animago. Desde más o menos medio año atrás había logrado desarrollar esa capacidad tan escasa y prohibida en magos de su edad. Por uno de sus mejores amigos (uno de los cuales, además, colaboró al inventar su apodo), pero eso es otra historia.
Se concentró un poco y levantó la mirada.
Doroty Patinson tenía una desquiciada manera de ver la vida.
Para ella, todo eran juegos de su destino, su suerte y de otras ánimas que rondaban por ahí. Sencillamente sabía que todo tenía algo que ver con algo que le ocurrió en su vida pasada, y no pensaba ni hablaba más que de eso.
Por esto y otras cosas, llegó a ser despreciada por sus vecinos, que eran de esa gente que a todo lo distinto a ellos de buena gana habrían metido en un manicomio.
Claro que ella tenía las mismas ideas, solo que un tanto tergiversadas (un ejemplo era que veía el regar el pasto como un delito contra la moral).
Había alquilado un pequeño local muy cerca del vecindario, donde oía muy de cerca todo lo que ocurría, y como pensaba que eran los dioses que le mandaban recados, se sentía realizada.
Ese día de Agosto había sido más que lluvioso.
Casi no había tenido clientes en la tienda (donde lo que más tenía era comida para gatos, animales adorados tanto por Doroty como por los egipcios) y eso la ponía de pésimo humor.
Todo hasta que cuando se disponía a cerrar, un muchacho muy empapado asomó la cabeza y la mujer lo confundió con una señal divina, porque luego de eso desapareció como si se hubiese transformado en aire. No estaba tan lejos de lo que realmente ocurrió.
Un perro empapado entró a la tienda al instante después y la mujer llevó una de sus manos a su corazón.
- ¿Qué significa esto! –exclamó Doroty mirando al cielo y el perro, cómo si la hubiera entendido, levantó la cabeza altaneramente y se puso a ladrar.
- Ohh… ya veo, alguno de esos extraños de mis vecinos te echó a la calle porque se aburrió de ti¿no? –dijo y le cerró un ojo al perro, quien fijó la vista en ella con una expresión humana.
- Sí, si, fue eso y necesitas comida y ropa seca. –la mujer, a la que el perro le resultó fabulosamente extraño y creía que seguramente sería Osiris (disfrazado) trayéndole noticias sobre una nueva sequía, aquella proposición le pareció completamente normal- Ven aquí…
Aquella señora que lo había recibido como si fuese un familiar extraviado por años lo llenó de halagos, preguntas sobre el clima y la muerte, comida y ropajes tan extraños que ni en el mundo de los magos hubieran pasado inadvertidos.
A Sirius empezaba a gustarle esa mujer y tenía serias sospechas de que posiblemente era una bruja.
Todavía le dolía la cabeza por todo lo ocurrido, el frío y el desamparo. Por alguna razón una mano (o mejor dicho, una pata) le sangraba con entusiasmo sin que Sirius pudiera decidir el por qué, lo que aumentaba su malestar.
Sentado frente a la mujer, que no paraba de parlotear, y vestido pomposamente en su forma perruna, Sirius veía la desesperación invadiéndolo nuevamente.
A pesar de todo presentía que la oportunidad de ir a Hogwarts ese año no estaba descartada por completo, y aquello le traía esperanzas.
En un arranque de sabiduría James le había dicho que la valentía no era carecer del miedo, sino enfrentarse a él sin vacilar, y, según él, estaba siendo muy valiente ahora. Era Gryffindor aunque su familia lo negase e iba a demostrarlo hasta el último momento.
Se miró la pata sin interés hasta que le llamó la atención algo plateado en su pata. Pero la dueña de la tienda también lo notó.
En un abrir y cerrar de ojos estaba vendado, sin vidrio y recostado en la cama de ésta. Mientras veía despreocupadamente el tocador de Doroty (le acababa de decir "sí, la buena Doroty lo cuidará¡Oh Gran Osiris!" y comprendió que veces hablaba de si misma en tercera persona) y se preguntaba por qué ella habría estado tan cerca de decir su nombre, se fijó en un gran espejo con bordes muy decorados.
Vio su vago reflejo frente a el y lo comprendió todo.
Cuandotenía 12 años, en una visita corta junto a su padre a un callejón muy extraño, había logrado rescatar dos objetos que le habían llamado la atención: un par de espejos muy sucios y un pergamino en blanco que te insultaba cuando lo golpeabas con la varita. Los espejos los había destinado para hechizarlos y envolverlos con cintas plateadas para regalarlos a Narcissa y Bellatrix, dos primas que detestaba (sabía un hechizo muy bueno de ilusión que te hacía ver verrugas por todas partes) y el pergamino para regalárselo a McGonagall, escondido en algún deber.
Fue una suerte que no llevara ninguna de estas dos cosas a cabo.
Cuando volvió a su casa, donde según él Regulus todavía lo consideraba una especie de héroe, tiró los objetos a la cama y bajó las escaleras a vigilar a un pequeño lagarto que le había regalado el tío Alphard para su cumpleaños.
No sabía que su hermano menor había estado escondido esperando ese momento con regocijo, para poder tocar los objetos que su hermano había traído. No entendió para qué era el pergamino porque no tenía varita, pero, a causa del temor de ser descubierto, no se dio mucho tiempo y huyó con uno de los espejos.
Entró con sigilo a su habitación y observó el espejo esperando que sucediera algo maravilloso (como una explosión), pero nada sucedió. Sintió que alguien subía las escaleras y escondió el espejo.
- ¡Es Sirius! –susurró.
Sirius sí había subido, pero a su habitación. Llegó, pero tardó un poco en darse cuenta de que faltaba algo, lo que sucedió cuando tenía el otro espejo en la mano y había un reflejo que no era el suyo: era una túnica lisa y azul marino, o parte de ella. Sirius llevaba una verde musgo.
Después -con esto Sirius abrió los ojos al máximo-se vio movimiento y luego un techo.
Sirius pensó que el espejo estaba mostrando lo que había recorrido para llegar a la casa y se aterrorizó, pues si alguien tenía uno igual en la tienda, estaba perdido.
Pero el espejo mostró otra visión y se escuchó un suspiro de alivio.
Era una cara, una cara curiosa.
La cara de Regulus.
La voz de Regulus.
Como era obvio, Sirius le quitó a su hermano el espejo y no dejó que lo viera otra vez. Le entregó uno a James y lo usaron de distintas maneras hasta comprender verdaderamente para que servían: El que tenía uno de los espejos podía hablar con el otro, algo así como un felétono con un solo número, y viceversa.
Los usaron para castigos que no cumplían en común, para vigilar a Remus cuando todavía no descubrían su "pequeño inconveniente peludo" y más tarde Sirius le regalaría el de James a su único ahijado, quién no lo tocaría para nada más que para romperlo, pero eso es otra historia.
Sirius sonrió. Ahora sabía como salir de allí.
Espero les haya gustado el primer capítulo de la historia . Olvidaba decir que es la primera que subo aqui, pero no es la única que he escrito. La diferencia es que las otras han tenido destinos inciertos (cómo el abandono en alguna carpeta de mi pc), aunque ojalá que con esta no ocurra lo mismo.
Criticas y comentarios sólo apretando "Go", a un lado de "Submit Review. Todo serábien recibido, pero sólo contestadas en general porque sino FF mata mi historia T.T
SaluDómeTro...
A mi Angelina Jhonson, que seguro estará histérica por otro capítulo (compartimos esa pasión por la lectura, algo adictiva)... y, amiga, estaré esperando tus mil reviews xD
Adelanto que la historia tomará más acción de ahora en adelante, yaen el primer capitulo no puedo poner demasiado, no Ange?
Kiss a lot.
