A pesar de la gruesa ropa de lana, los guantes y las botas de piel sentía el frío punzante, como arañazos helados que la mecían y la lastimaban, el viento le revolvía el pelo, le ceñía el vestido al cuerpo y jugaba con su capa de forma descontrolada. Era demasiado frio, incluso si fuese finales del verano o comienzos del otoño, ahora en plena primavera; este clima le parecía aún más extraño.
Pero lejos de incomodarla el frío le gustaba, al fin y al cabo estaban en el Norte y era apenas obvio que después del terrible invierno que recién terminaba la temperatura variara estrepitosamente de vez en cuando. Para ella esta sorpresiva ola de frío era una señal de que el Norte protegería a los suyos.
Desde la Torre Rota podía ver las columnas de humo que se elevaban desde el campamento enemigo, eran muchísimas, subían, como serpientes transparentes hacía el cielo y allá, en lo alto, se fundían entre sí para seguir subiendo, las contemplo en silencio, congelada del frío y ajena el propio ajetreo y estrepito de su propio asentamiento, de repente le pareció distinguir una figura gigantesca, feroz y en posición amenazante que desplegaba sus alas hacía ella.
El susto le hizo emitir un sonido agudo, se sintió de nuevo, pequeña, estúpida, frágil, no era para menos pues hace varios años cuando había visto a esas criaturas ayudar a defender el reino, le parecieron terribles, invencibles, aunque uno de ellos había caído en batalla, con su extraño esposo enano.
Cuántas cosas inexplicables habían ocurrido entonces: al comienzo y durante gran parte de aquella temporada de muerte y destrucción permaneció horrorizada, oculta y bajo el amparo y antojo de otros, hasta que finalmente se canso de sí misma, de La dulce e ilusa niña que fue, con la que todos jugaron , a la que todos lastimaron y manipularon, hasta que descubrieron que era una hija del Norte también, hecha de hielo, una loba que les enseño los dientes cuando menos se lo esperaban y tomo lo que era suyo, lo que era de su familia.
Todos habían hecho lo que era necesario para frenar el infierno que se cernía sobre los siete reinos, más aun el Norte que había pagado un altísimo precio de sangre por la victoria de los vivos, por supuesto que era consciente de que su ahora enemiga también había sido fundamental para detenerlos, pero estaba claro que el norte no se arrodillaría de nuevo, jamás.
El pensamiento le llego de pronto y la hizo reír en voz alta, a fin de cuentas eran estos pocos momentos de soledad que se permitía de vez en cuando eran los que más le gustaban y divertían, en medio de tanta amenaza y guerra que había reaparecido tan de repente, que Sansa supo que esta nunca desaparece del todo, pero allí estaba: un pajarito con aires de lobo que se enfrentaría a un dragón.
¿Cómo no reír ante aquella imagen?
