Los Teen Titans no me pertenecen.
Esta lluvia que me abre su alma, me deja entrar a las raíces de mi madre, la señora tierra, quien me crió. El manto de su música me envuelve, me recibe. Me siento bienvenida en la penumbra que muchos toman con miedo. Los brazos de su armonía tormentosa me acogen, su frío aumenta, el agua cae con más intensidad. Todo deja de tener valor, se adueña de la noche, reclama mi vida, el viento de a ratos aullando, obligando a las gotas de ir de aquí hacia allá, los techos de las casas golpeados por ellas, los autos que escapan, porque nadie tiene control sobre esta lluvia.
Camino por el centro de la calle, perdida otra vez, rezagada, mis propios sueños van delante, y no logro alcanzarlos. No quiero alcanzarlos, porque si nadie espera nada de mí, entonces yo, menos. No tengo nada que demostrar más que mi origen oscuro, mi piel blanca, naturalmente rebelde a pesar de haber crecido entre selvas. Pero me gusta esta lluvia de ciudad, se siente sucia entre el pavimento de las calles y las luces destellantes, pero hay algo de cielo en lo que cae, el agua limpia mis razones, rompe mis penas, arrasa conmigo, me castiga por haber dejado atrás esa vida llamada dolor, ese lugar del que provengo llamado sacrificio. Las luces de los hogares de la gente, prendidas, imagino el repugnante calor que deben sentir los humanos encerrados cual ratas ahí adentro.
No sé qué he venido a buscar ni que puedo hacer, solo sé que hay algo, es eso que camina delante de mí, justo en medio de la calle de la ciudad… mi vestido está completamente mojado, mi pelo, despeinado, baila sobre mi cabeza con el viento, al ritmo que marcan las gotas, azotan mis recuerdos, y todo se mantiene frío.
Si huí y vine hasta aquí, tan lejos, fue por algo. Simplemente, estaba harta. La presión de la indiferencia puede ser una carga más pesada que el estrés de las expectativas. Huí cobardemente y estoy aquí, al otro lado del mundo, en esta ciudad de edificios altos, de gente enfermiza, de miradas evitadas al caminar por las veredas en mediodías de lunes. Estoy ya contaminada simplemente por la ropa que llevo, tal como me habían dicho, el dinero tienta, el placer no existe, y la esencia, con el tiempo, ya no es pura. Permanece, solamente, mi afano por avanzar, mi cuerpo débil que aguanta huracanes, oscura magia corriendo rabiosa por mis venas. La furia de los siglos que es mi pasado ancestral.
Vuelvo a sentirme limpia bajo la ira de mi madre, mi madre tierra, que se roba mi inmundicia como alimentándose de ella, cuando en verdad la está guardando, para el momento en que necesite vengarse de algo, para cuando la decepcione y caiga el agua, caiga el rayo, y me queme dentro de este cuerpo prestado, mi alma agonizando en las llamas de la codicia de lo humano. Porque yo, no soy humana, vengo de muy lejos para serlo. Esta lluvia me ayuda a ocultarme entre las sombras, de nuevo los recovecos de la selva me hacen sentir en casa. Ya sé que haré. Asustaré a un par de imbéciles con dinero, luego, me lo llevaré; porque es obvio que si nadie espera algo bueno de mí, yo cumpliré los sueños de todos.
