El Potterverso pertenece a J.K. Rowling.
Esta historia participa en el reto conmemorativo "Alan Rickman" del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black.
Frase: "También te compré la bufanda tradicional." (Love Actually)
En el corazón de la Hilandera
Por:
PukitChan
La fría y pesada lluvia que caía estrepitosamente por toda la ciudad le hacía pensar en el pasado, ese que tantas veces había creído haber olvidado. Sin embargo, mientras miraba hacia la ventana y escuchaba los lejanos truenos retumbando en alguna parte lejana del cielo, Severus comprendió que era absurdo lamentarse por todos esos recuerdos a los que se había atado. Ya estaba allí, ¿no? Estaba cumpliendo lo que, prometió, llevaría hasta el final.
Aun así, no le gustaba la manera en la que estaban resultando las cosas. La calle de la Hilandera era un lugar donde Severus prefería amargarse solo, así que la presencia de Colagusano era una completa molestia, inclusive si este ni siquiera sabía que la infancia de Snape había transcurrido allí, en medio de gritos, tormentas y un eterno deseo de querer huir. ¿Cómo podría saberlo? La casa era ruinosa, aunque habitable. Era el tipo de lugar que uno asociaba más como el escondite de vagabundos que con un hogar. Sin embargo, lo había sido. O había intentado serlo en algún momento del pasado.
Eileen, su madre, fue quien más se esforzó. Y quizá lo hubiera logrado si sus recuerdos sobre Hogwarts no hubiesen sonado, ante los oídos de un niño asustado y tembloroso de su padre, como el paraíso. Tal vez, si el llanto y el dolor de Eileen hubiesen escuchado a su solitario hijo, las cosas habrían sido un poco (solo un poco) distintas. Sobre todo cuando Hogwarts resultó ser un lugar que también tenía su propia oscuridad.
Cuando era joven, apenas un estudiante, intentó comprender el colegio desde el punto de vista de madre. Le mandaba cartas sobre los mismos sitios que ella había pisado y que tanto amó. Y al regresar a la Hilandera durante las vacaciones (muy a su pesar, porque en realidad no le gustaba volver), siempre fingía saber lo que hacían en el Club de Gobstones.
—El equipo de este año tiene algunos integrantes decentes —le había dicho alguna vez, durante las vacaciones de Navidad—. También te compré la bufanda tradicional; sé cuánto extrañas la sala común de Slytherin.
Aquel fue uno de esos momentos extraños que jamás se repitieron en su vida. Recordaba la mirada enternecida de su madre y la sonrisa tensa que siempre aparecía en sus labios cuando pensaba en el pasado, y que años después, sin saberlo ni darse cuenta, Severus imitaría con una abrumadora precisión, al igual que esa curiosa obsesión por los momentos amargos.
A Severus Snape no le gustaba el pasado, el valle de Godric, Hogwarts y, sobre todo, la triste calle de la Hilandera, donde feas casas se amontonaban para sobrevivir; sin embargo, siempre regresaba allí. Quizá porque a pesar de todo (de los malos recuerdos, del dolor y de las cosas a las que se aferró y que amargaron para siempre su corazón), también existían momentos dulces, memorias felices y el vago sentimiento de que alguna vez fue feliz.
Porque fue allí, ¿no? El lugar en donde su madre intentó amarlo y en donde Lily le sonrió.
Alan Rickman, feliz cumpleaños, en donde sea que esté.
Para Ely, una fan que lo amó y que lloró por su adiós.
