Disclaimer: El anime y manga de Hetalia Axis Power pertenecen a Estudio Deen y a Hidekaz.
Advertencias: AU, Personajes OC, Situaciones incoherente y soñadoras (?)
Dedicatoria: ¡Para Alhe's-Nevereverland! :DDD Sé que es un poco tarde -¿un poco? - para darte esto, pero considéralo como tu regalo atrasado de cumpleaños xDD ¡Reitero mis felicitaciones! :DDD Ojala te hayas divertido mucho y hayas hecho muuucho yaoi jojojojo. Ahora que lo pienso, no tengo la menor idea de cuántos años cumpliste, ¡pero no importa! Espero que este pequeño fic te saque una sonrisa, o por lo menos que te entretenga xDDD ¡Felicidades de nuevo!
Aclaraciones: - El OC de personajes podría notarse al tratar con España, Prusia y Francia.
Bien, es un placer regresar a esta sección :DDD Debo decir que ya tenía un tiempo que quería escribir un nuevo SpaMex, así que la petición de Alhe's-Nevereverland me vino como anillo al dedo XDD Esta vez me arriesgué mucho, es decir, casi no sé manejar a España, pero aún así este fic está básicamente desde su punto de vista. No sé si haya escrito incoherencias o algo parecido, pero espero mejorar conforme vaya describiéndolo. El tema del fic se me ocurrió por una escena de una película francesa -no recuerdo el nombre-. Esa imagen no duró más de 1 minuto, pero la ambientación me encantó. Supongo que mi imaginación hizo el resto.
Jajajaja estas son algunas anécdotas de la inútil de aishiteru-sama :DDD ¡ojala les guste y se diviertan un rato!
Gracias. Owari~
"En la parada del autobús"
Capítulo 1
Fue un viernes cuando lo vio la primera vez, sentado en la banca de la parada del autobús justo en frente, del otro lado de la avenida.
Eran las 19:00 pm, lo recordaba bien porque sólo tenía una hora para llegar a casa, alistarse y encontrarse con Francis y Gilbert.
"Fiesta en casa de Elizabeta" le avisaron por un mensaje al celular, "No te atrevas a faltar, nos vemos allá a las 20:00 pm".
Estaba muy animado: era la oportunidad perfecta para descansar un rato del ritmo ajetreado de la universidad y del trabajo, ¡una distracción bienvenida luego de semanas de concentración y esfuerzo agobiante!
Ansiaba ver a ese par tanto como imaginar qué era lo que harían: cada vez que se juntaban, era seguro que habría publicaciones vergonzosas en Facebook al día siguiente; fotos comprometedoras, grabaciones de absurdas competencias, semanas enteras de diversión por las anécdotas de conquistas de Francis y de "awesomeidades" de Gilbert, reclamaciones de Elizabeta y Roderich, más la conciliadora intervención de Emma.
Era lo ambicionado, lo que le regresaría alegría a su grisácea agenda de estudiante y trabajador que lo absorbía más de lo que preferiría.
"La normalidad" no era algo que apreciara demasiado, no con un sinfín de experiencias como parte del "Bad Touch Trio" que le enseñó, no sin contrariedades y situaciones sensuales, que lo inesperado estaba allá afuera, intacto y sutil, sólo aguardando que alguien lo descubriera.
Quizá eso fue lo que ocurrió…
Tenía que ser puntual, así que descartando la ruta que usaba normalmente para llegar a casa, optó por usar el autobús: pagaba más, pero le ahorraba tiempo que necesitaba.
Ahí, esperando el arribo del transporte, lo vio.
A un chico de no más de 17 años, sentado en la banca de la parada del autobús justo en frente, del otro lado de la avenida.
Quizá descubrió algo nuevo y extraordinario.
Fue notoria su presencia dado que era el único aguardando, pero sin prisa ni preocupación, dejando pasar el tiempo como si el mundo mismo pudiera esperarlo.
Llevaba aun el uniforme de la escuela: pantalón a cuadros con distintos tonos de azul oscuro y gris, camisa blanca con los primeros tres botones desabrochados y la corbata negra aflojada. Reconoció el atuendo como el del instituto que estaba en el centro de la ciudad, sólo que faltaba el saco azul… y que, al parecer, había sustituido por la chaqueta de cuero negro que combinaba con su actitud. Sonrió un poco para sí, suponiendo que ese acto de discreta rebeldía le había valido más de una tarde en detención.
Sólo que todavía no lo sabía.
Tenía el cabello castaño oscuro, piel apiñonada, un cuerpo bastante bien proporcionado para su edad… y el color de ojos, bueno, no pudo examinarlo por la distancia. No había problema con eso, de todos modos ya era suficiente con distinguir tales elementos a pesar de que la luz del día comenzaba a escasear.
¿Qué estaría haciendo tan tarde? No es que estuviera en contra de que los jóvenes se divirtieran, era viernes después de todo, pero aquel en particular no parecía tener intención de algo así… en realidad, parecía que sólo estaba ahí, sin más ni más: sentado, luciendo la mochila verde oscuro a un lado, portando los audífonos blancos de diadema mientras sacaba de su bolsillo una cajetilla de cigarros y encendía uno.
Fueron pasando los autobuses de aquel lado. El chico no tomaba ninguno. Bajaban o subían pasajeros que se alejaban de la parada. El chico no dejaba de escuchar música y exhalar el humo del cigarro.
Consumía la nicotina que, a su edad, no debería probar con tanto cinismo, pero la técnica delataba experiencia. Nadie le dirigía la palabra, él no se la dirigía a nadie. La música no parecía detenerse, al igual que los autobuses.
Lo vio con curiosidad. No había necesidad de preocuparse por el motivo, porque lo más seguro era que no existiera alguno.
Solamente lo observaba como se hacía con una nube, un árbol, o el paisaje mientras viajaba al trabajo. Lo natural que no ejercía cambio, de eso se trataba.
Al mismo tiempo, con la aparente normalidad, distinguió el toque particular de la escena, esa curiosa espontaneidad conque el joven evadía el entorno y formaba el suyo. La manera en que estaba sentado, en que paseaba la mirada sin ver algo realmente delataba indiferencia, tal vez apatía; el modo en que fumaba y los audífonos que descansaban con suavidad transmitía una implícita rebeldía, quizá burla por todo lo que estaba fuera de sí.
Era curioso. No encontraba otra palabra que describiera la escena.
Tal vez sí.
Sólo que todavía no lo sabía.
Unos 10 minutos después pasó su propio transporte. Subió y tomó asiento. Aun contaba con el tiempo para arreglarse y encontrarse con sus amigos, porque no le perdonarían llegar tarde a la fiesta luego de semanas sin verse.
La rutina grisácea desaparecería con eso.
Pero…
… miró hacia el chico antes de partir.
Seguía en su sitio, tranquilo, impasible.
Fumaba. Escuchaba música.
Veía los autos ir y venir sin verdadera atención.
Sólo la luz de la parada alumbraba su figura, la única en esa calle que no era demasiado transitada.
Pero quería saberla, aquella palabra que describiera con justicia la imagen.
Quizá quería descubrir lo extraordinario de la aparente sutileza.
Sonrió, cómplice de su deseo interno.
La rutina grisácea desapareció 10 minutos atrás, al verlo.
...
Siguiente viernes. 19:00 pm. De nuevo esperaba el autobús, tratando de controlar el impulso natural de caer dormido.
La semana había sido muy pesada, atrapado entre las tareas y los exámenes inter semestrales, entre las solicitudes de su jefe y la coordinación del proyecto de sección. Descansando poco, trabajando mucho. Sin dormir en lo absoluto. No sabía cómo seguía vivo.
Contrario a lo que pensaba la mayoría, no era un sujeto perezoso ni descuidado, tampoco aguardaba el mínimo descuido para tomar una siesta.
… bueno, lo de la siesta era cierto, pero no descuidaba las responsabilidades que sus logros le trajeron. Representaba un reconocimiento de sus acciones, así que no podía más que sonreír mientras las ojeras demacraban sus amables pero muy atractivas facciones. Vaya, en verdad debía lucir como un hombre ocupado y sensualmente desgastado~
Deseaba llegar a casa rápidamente. Lo primero que haría sería tirarse sobre el sillón –porque dudaba llegar a la habitación- y dormir hasta que su cuerpo se recuperara. Podría hacerlo con tranquilidad, sin temor a que Francis o Gilbert le pintaran el rostro con un marcador negro – como sucedió en la fiesta del viernes anterior- y sin tener que pasar por la graciosa vergüenza de hallar la evidencia en internet. No bebería tanto de nuevo, prometido.
Levantó la vista.
De nuevo esperaba el transporte que lo dejaría en su residencia, ahorrándole tiempo que necesitaba.
De nuevo esperaba, observando al mismo chico de no más de 17 años de la semana pasada.
De nuevo estaba ahí, sentado en la banca de la parada del autobús justo en frente, del otro lado de la avenida.
Lo etéreo e intocable, pasando de a desapercibido…
Fue una sorpresa encontrarlo otra vez, e irónicamente, hubo espacio para la familiaridad.
Como si nadie lo notara, como si no existiera…
Distinguió el pantalón a cuadros con distintos tonos de azul oscuro y gris, la camisa blanca, la mochila verde que permanecía quieta, obediente.
¿Reamente sería así? El que se le pasara de largo, sin novedad…
La corbata estaba aflojada, pero contrario a lo que recordaba de la ocasión anterior, ahora era de color rojo. Hacía juego con la chamarra vino. La gorra colgaba en parte de sus hombros y los cordones grises caían sin objeción.
Se encontró sonriendo con diversión. Apostaba a que pasó otra tarde en detención por seguir faltando la presencia del saco azul. ¡Muy bien! El constante acto de sutil rebeldía merecía reconocimiento. No era para menos ante un instituto que presumía de su estricta disciplina, sin consideración alguna.
Tal vez era más un asunto de voluntad, ¿no?
Tal vez ese chico tenía ese propósito, el de ser ignorado al grado de cuestionar su presencia.
Observó de nuevo el cabello castaño. Ahora pudo notar que era un tanto largo de la nuca y que tenía un flequillo abierto por la mitad, con algunos mechones cayendo sobre sus ojos. Combinaba con su rostro, que distinguió muy bien parecido, bastante atractivo. Ahí estaba la piel apiñonada, la complexión adecuada y el misterio del color de sus pupilas gracias a la distancia.
Quizá estaba pensando demasiado.
Siempre le pasaba con las cosas que le parecían curiosas.
Los autobuses llegaban y se marchaban. Él no subía a ninguno. Los pasajeros iban y venían. Él permanecía sentado, portando los audífonos blancos que probablemente estarían emitiendo alguna canción que le gustara.
Notó la forma en que sacó la cajetilla de cigarros y tomaba uno, de nuevo, encendiéndolo en un acto natural. Inhalando y exhalando el humo casi con reverencia.
No.
Estaba equivocado.
No veía a nadie. Nadie lo miraba. La luz de la parada alumbraba su figura a falta de la iluminación del sol.
Ahí encontró esa apatía e indiferencia de la semana pasada, junto a la espontaneidad y la burla que se expresaba sin palabras, sin gestos ni miradas. Estaba ahí, rodeándolo, jugando con el humo que expiraba con la elegancia que ningún chico inocente lograría.
Ese sujeto no le inspiraba simplemente curiosidad, al menos ya no.
Lo extraordinario dentro de lo sutil, tal vez…
Así, por el simple hecho de estar. Desafiante y relajado con su forma de ocultar las manos en sus bolsillos, al apretar los labios contra el cigarro, por la manera de mirar y no mirar el mundo que parecía ajeno. Tranquilo y pensativo, dejando los autobuses pasar.
Un nuevo mundo ajeno a la rutina, y oculto en ella al mismo tiempo. Impertinente y libre. Exótico.
Pasaron 10 minutos. Su propio transporte llegó sin retraso, aguardando que abordara.
No lo hizo, lo dejó pasar.
Esperando a ser descubierto. Ocultándose adrede con tal propósito.
¿Podría ser?
Pasaron 20 minutos. El transporte llegó de nuevo, aguardando que abordara.
Esta vez lo hizo. Subió y tomó asiento, acomodándose para descansar un poco en lo que llegaba a su destino. Esperaba no quedarse dormido, pero debía hacer un esfuerzo realmente grande para lograrlo.
¿Qué estaría pensando ese chico?
Quería saberlo.
… lo miró antes de partir.
Seguía en su sitio, tranquilo, impasible. Espontáneo y cínico, libre de permanecer cuanto deseara.
Fumaba. El humo que se escapaba seguro bailaba al ritmo de su respiración.
Escuchaba música. Tal vez estaría cantando dentro de su mente, o sólo se dejaba llevar por la tonada.
¿Por qué estaría ahí de nuevo? Actuando como la primera vez, pero añadiendo elementos originales al cuadro que nadie parecía notar.
Quería saberlo.
Veía los autobuses ir y venir sin verdadera atención.
Quizá lo último que quería era abordar uno.
Probablemente estaba pensando demasiado… o sólo comenzaba a darse cuenta de algo…
Sólo que todavía no lo sabía.
Sonrió de nuevo, más animado y con ganas irremediables de esperar el siguiente viernes. Con un poco de suerte, volvería a verlo. De cierta forma le hacía bien pensarlo.
Ahora tenía la impresión de que, al llegar a casa haría de todo, menos dormir.
