Encontrar al amor de tu vida es fácil: sólo tienes que mirarlo a los ojos


Capítulo I: Sobredosis

El establecimiento estaba a reventar. Las camareras caminaban apuradas, sin ganas de alterar el voluble carácter de los borrachos que, hasta ahora, brindaban y conversaban contentos. El lugar apestaba a tabaco, orines y alcohol. Apoyada en la barra de tragos, una peli azul suspiraba por enésima vez en la noche; intentando disminuir de forma mental el dolor en su pie derecho, producto de una ridícula caída, tomó un poco de whisky y continuó mirando el panorama con aburrición.

Maldijo a su estúpido pie. Generalmente trabajaba atendiendo a los clientes de la sección exclusiva, pero el agudo dolor que le producía el esguince la mandó enseguida al lugar más aburrido de la cantina: la barra. Una coja no servía para nada, lo sabía... los tacones altísimos, el apuro y los constantes fluidos que había en el asfalto la mandarían de cara al piso como hace unos días. Refunfuñó por lo bajo y bebió nuevamente de ese néctar de los dioses que aprendió a disfrutar con el tiempo.

—Te atrapé con las manos en la masa, Bulma. Conque saboteando mi mercancía —la voz de Roshi la sacó de sus pensamientos. Observó con una sonrisa a su padre adoptivo, ése que la encontró en un horrible basurero, la salvó y crio como si fuera propia. Giró su cuerpo para prepararle un delicioso cóctel y con duda, empezó a seleccionar los licores que utilizaría.

—No tengo nada más que hacer aquí, viejo. Agradece que no te he vaciado la despensa.

El canoso soltó una carcajada. No podía entender cómo a una chica tan bella le gustara lidiar con borrachos salidos y morbosos. Ni siquiera el primer día de trabajo, cuando cumplió los doce años, mostró indicios de asco o miedo alguno. Roshi se respondió que para Bulma la cantina era su hogar. Desde que la peli azul tenía memoria se encontró absorta en aquel sitio dispuesto a saciar las necesidades de hombres y mujeres. Aún recordaba a esa mocosa de seis años que molestaba a sus clientes y saltaba por todo el lugar con energía ilimitada.

—Te recompensaré, princesa. Un grupo de rock vendrá a tocar a las dos, pero antes de eso, la tarima es tuya —cogió con una mano el cóctel que le preparó Bulma y lo elevó un poco, brindando en su nombre. Sonrió cuando vio que los ojos de la peli azul estaban brillosos de la emoción—. Así que ve y sácala del estadio, pequeña.

Sin pensarlo ni un segundo, la adolescente saltó de la alta barra con un ágil movimiento y se quitó el delantal que tenía, lanzándolo en la cara de Roshi. Acomodó su cabello, se miró de reojo por un espejo que tenía la cantina y al verse igual de hermosa como siempre, emprendió camino hacia el amplio espacio que estaba destinado para la música en vivo. Volteó, regalándole su mejor expresión de felicidad al anciano.

—¡Gracias, viejo! Cuando termine te firmaré un autógrafo.

Roshi cogió el delantal y se posicionó detrás de la barra. Allí podría apreciar mejor el espectáculo que daría su querida hija adoptiva. Terminó de beber el trago, notando que Bulma estaba lista para empezar en cualquier momento. Dirigió su atención a la puerta y carcajeó con ironía cuando vio entrar a los muchachos que tocarían después de la presentación de la peli azul.

Nunca pensó que llegarían tan temprano.

—¡Bulma, nena! ¡Estás fantástica hoy, preciosa! ¡Te extrañábamos! —los gritos de júbilo no se hicieron esperar. Brief les mandó besitos con su mano, le gustaba la reputación que tenía en el establecimiento. Rara vez podía permitirse cantar frente a todos, pero hoy quería darles algo diferente. Dejó a un lado la guitarra y en vez de eso, su delicada mano agarró con fuerza el micrófono. Un mechón azul se escapó de la moña que antes se había hecho.

Bulma esbozó una mueca de maldad. Era hora del rap

(Villa, Kromo M.V.P Reis Bélico- Raciocinio)
Se fundió la máquina, mi corazón palpita al son del rencor mientras la fría melancolía me mira a los ojos y me hace el amor, yo no siento dolor solo calculo el futuro usando el pasado, camino en un campo minado hasta aquí llevo ojos cerrados, suponiendo, imaginando donde pusieron la bomba que busco.

Con la boca abierta, así estaban todas las personas en la cantina. Roshi no pudo ocultar su asombro, creyó que la peli azul deleitaría con una balada romántica y esa dulce voz. Ni siquiera se imaginaba que tuviera tal capacidad pulmonar para el rap. Su pequeña era una caja de sorpresas, en definitiva. Les dirigió unas miraditas al grupo de rock, y con satisfacción observó que se encontraban en un estado de estupor superior al de los borrachos que conocían como la palma de su mano a Bulma.

Contenta por la reacción del público, siguió cantando con esa energía que la caracterizaba. Ya estaba llegando al final de la canción cuando sintió un par de ojos quemándole el cuerpo.

Ahora ya el dominio se discernió el designio, se folio el monopolio al cual nunca me afilio, se escuchan gritos de auxilio están en frente del exilioBienvenidos a mi mundo sin fronteras, raciocinio.

Con el corazón a mil, posó su atención en cada uno de los que permanecían en el bar. Reconocía a la mayoría. Visualizó a un grupo de jóvenes guapos que observaban expectantes. Su mirada chocó con la de un musculoso sujeto con el cabello en forma de flama; esa sonrisa de medio lado le cortó la respiración en un santiamén. Pero ella era la indomable Bulma Brief, y le demostraría al desconocido que nadie la doblegaría, ni siquiera una criatura tan sexy como él. Ahogó un suspiro y llevándose el micrófono a la boca, le sonrió con sorna.

Yo adivino el parpadeo de las luces que a lo lejos van marcando mi retorno...

Cantó con voz aterciopelada y sensual. La última línea provocó que el lugar estallara en gritos, silbidos y halagos. La peli azul estaba satisfecha, pero también cansada. Ese idiota la ponía nerviosa y no soportaría otra canción con esos orbes ónix taladrándola sin piedad. Agradeció al público y bajó del escenario con dirección a la barra. Su pulso estaba por las nubes.

—Eso fue... épico —le comentó Roshi. Bulma le quitó el trapo que la acreditaba como barwoman y asintiendo con ánimos, se sirvió otro trago de whisky añejo—. Los dejaste sin palabras, corazón. En especial a esos muchachos que van a tocar en seguida.

La peli azul se atragantó con la bebida alcohólica al escuchar las palabras de su mentor.

—¿Qué sandeces dices, viejo? Se supone que llegarían a los dos. No son ni las once de la noche.

—Bueno, tal vez estaban aburridos. Mira, son ellos —el dedo del anciano señaló al grupo de idiotas del que hacía parte el maldito de los ojos sensuales. Sintió como su respiración se cortaba, de nuevo. Los sujetos empezaron a caminar—. ¡Oh, vienen para acá!

Triple mierda. Bulma tomó rápidamente un poco de whisky, anhelando que el alcohol deshiciera esas emociones tan nefastas que sentía por culpa del más enano.

—Maldición...—susurró, revolviendo su melena azul con desespero.

—Por cierto, ¿te pasa algo? Pensé que seguirías tocando.

El anciano la miraba con inquietud. Bulma soltó un bufido, ni en mil años admitiría que un tipo la ponía nerviosa en exceso, hasta el grado de abstenerse de cantar.

—No me pasa nada. Sólo estoy cansada.

Otro trago. Roshi alzó una ceja, ¿quería emborracharse? Porque sin duda lo estaba logrando. Los cinco hombres llegaron a la barra y se sentaron con tranquilidad. Pidieron de a cerveza. La peli azul les entregó lo correspondiente y excusándose con Roshi, se dirigió al baño para aclarar sus pensamientos de una vez por todas.

Se miró en el espejo con detenimiento. Joder, sí que estaba buena.

Echó un poco de agua en su rostro y se restregó toda la cara. Tenía que permanecer serena frente al intimidante adonis. Dos jóvenes camareras entraron al baño, saludando con alegría a Bulma. Esta les devolvió el gesto con cariño.

—Querida, estuviste grandiosa. No sabía que también rapeabas —comentó Ranfan. Un poco avergonzada, la peli azul asintió. Era su pequeño secreto. Era, porque ya más de cien personas la habían escuchado.

—Si hubieras visto la cara de idiota que puso Yamcha. ¡Por Dios! Se ve arrepentido por dejarte ir —frunció el ceño con desagrado cuando Videl le sacó a relucir el tema. Maldita escoria, sí claro, arrepentido... de seguro no tenía la misma expresión de perro regañado cuando le era infiel con mil y una fulanas.

—Ese estúpido. Agh, lo odio —las tres rieron. Ranfan sacó un sobre pequeño con un polvito blanco dentro de él. Videl al verlo empezó a saltar con alegría y le pidió un poco, esnifando las dos de la sustancia que colocaron en sus dedos índices. Algo en Bulma se revolvió y decidió salir cuanto antes de allí, no recaería de nuevo en semejante porquería—. Bueno chicas, con su permiso. El trabajo me llama.

Les brindó una falsa sonrisa y esquivó a las féminas que parecían con intenciones de querer compartir la droga con ella. Siguió escuchando sus voces cantarinas y enérgicas unos pasos después.

—¿Viste al combo sexy que estaba en la barra? De la mejor calidad, tía.

—¡Sí! Y ese del pelo en puntas, joder... Más sabroso que esta cocaína que te conseguiste, Ranfan.

—Bah, no exageres tanto, Videl.

—¡No exagero!

Bulma se recargó contra la pared unos segundos. Cerró sus ojos en un intento de alejar esos pensamientos que sólo le causaban daño. Estuvo tentada de correr hasta la peli morada y rogarle por que le diera unos gramos, pero se recordó una vez más la expresión melancólica de Roshi cuando despertó de una sobredosis que casi le cuesta la vida. Arañó sus brazos para calmarse, el síndrome de abstinencia le estaba pegando mucho más fuerte de lo que pensó. Y a pesar de que no quería hacerle frente al individuo que la quemaba por dentro, se tranquilizó y caminó hacia la barra.

Goku se fijó en que la camarera regresaba y codeó a su amigo con una sonrisa de oreja a oreja

—Mira, Vegeta. Ahí viene tu azulita.

El Ouji miró de reojo a la mujer que daba pasos cortos por el estado del pie, y se recargó en su asiento. Estaba segurísimo de que esa sonrisa burlesca había sido para él. Analizó a la chica: cuerpo magnífico, pelo lacio y largo, ojos expresivos, actitud de leona con ganas de comerse el mundo. Un detalle llamó su atención, antes de ir al baño no tenía esas horribles marcas de uñas en los brazos. No fue el único en darse cuenta, el dueño del lugar miraba a la azulita con incertidumbre y un poco de tristeza.

Bulma. El nombre salió de los labios del anciano en forma de susurro, pero él lo escuchó con claridad. Tan hermoso como todo en ella. Su cerebro paró en seco con lo último: ¿desde cuándo era tan romántico? Rechistó, era culpa de esa maldita mocosa.

—Bulma... ¿estás bien? —sabía de antemano que la respuesta real era no, así ella no se lo dijera. Roshi conocía a la perfección la lucha diaria de la peli azul contra sus adicciones y tenía plena confianza en que nunca recaería, pero el cuerpo le pasaba factura. Las marcas en la nívea piel de la adolescente le recordaron que si él la hubiera cuidado un poco más mientras trabajaba, Bulma no sufriría las consecuencias de la drogadicción.

—Eh, sí, sí. No te preocupes por mí. Tengo las cosas bajo control —fingió una sonrisa.

Roshi comprendió que quería estar sin su presencia un tiempo. Además, esperaba que esos cinco fortachones le sacaran tan siquiera una sonrisa sincera a su querida hija adoptiva.

—Claro, cariño. Bueno, te dejo, iré a hablar un rato con la pesada de Uranai. Cualquier cosa ya sabes dónde estoy —la abrazó con ternura. Bulma reprimió con todas sus fuerzas las lágrimas que amenazaban con salir sin permiso. El anciano se separó y la peli azul observó cómo se alejaba para ir a saludar a una amiga de la infancia.

Lo quería tanto...

Un carraspeo la envió de vuelta al mundo real. Se le había olvidado por completo la existencia de los cinco sujetos por andar divagando. Corrió la cara al sentir otra vez ese par de ojos ónix escarbando dentro de su ser.

—Te llamas Bulma, ¿cierto? —este era el que más amigable se veía. Vestía un conjunto simple: camisa blanca y jeans negros. Tenía una expresión risueña—, cantas y rapeas excelente. Nunca había escuchado a una mujer interpretar de tal manera.

Rio un poco avergonzada. No creía poder acostumbrarse a los halagos, no eran lo suyo.

—Es mi pasión, aunque no creo que sea tan buena como dices —oh, señora modestia. Por supuesto que lo sabía. Bulma Brief se caracterizaba por su ego, pero tampoco quedaría ante los extraños como una arrogante sin remedio—. Ustedes se presentan dentro de poco, ¿no es así?

Esta vez fue el turno de un pelilargo de asentir. La peli azul lo catalogó como el mejor cuerpo del grupo.

—Así es. Oh, perdona nuestros modales, no nos hemos presentado. Yo soy Raditz, el que te habló es el idiota de Kakarotto, este de acá es Turles, Gohan y... —señaló uno por uno, todos eran increíblemente guapos. El tal Turles era casi idéntico a Kakarotto, sólo que un poco más moreno y sexy. Gohan era un come libros, pero atractivo, al fin y al cabo. Sólo faltaba que le presentaran al de la mirada penetrante—… él es Vegeta.

Su corazón dio un vuelco cuando supo el nombre del enanito. Vegeta... hasta eso era sensual en él. Estaba segura de que podría repetirlo miles de veces y nunca cansarse.

—Vegeta...—murmuró. Sí, en definitiva, le encantaba cómo sonaba. El ambiente explotaba de la tensión que había entre la peli azul y el moreno.

Pura candela.

—Oye, Raditz, no me trates de idiota, imbécil. Por cierto, mi nombre es Kakarotto, pero prefiero que me digan Goku.

La tensión fue cortada con un cuchillo. Bulma sonrió en dirección a Goku. Vegeta, en cambio, lo maldijo una y otra vez por entrometido. El más distraído no se dio cuenta de la situación entre la camarera y su amigo.

—Sí que eres estúpido, ¿no, Kakarotto? —negó Turles, decepcionado de su familiar.

Continuaron hablando un poco. El grupo de rock, Apocalipsis, era un proyecto familiar y esperaban triunfar. Vegeta era el mejor amigo de todos ellos y, por lo tanto, los Son decidieron incluirlo en la banda. Raditz era el baterista, Turles se encargaba de la guitarra eléctrica, Goku cantaba, Gohan funcionaba como tecladista y Vegeta tocaba el bajo.

No sabía el porqué, pero el bajo ahora le parecía hipnotizante.

Ella, por su parte, les contó que Roshi era su padre adoptivo. Que la mayor parte de su vida la pasó aquí, en la cantina, y que le encantaba el lugar. Era la mejor alumna de su generación, pronta a graduarse, le fascinaba cantar y la robótica. También les relató acerca del degenerado de Yamcha, su novio durante tres años. Omitió el número de veces que le fue infiel por amor a su persona.

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La peli azul miró el reloj, el tiempo pasó volando. Faltaban cinco minutos para que empezaran a tocar y, a decir verdad, moría de ganas por ver el espectáculo. Presentía que eran buenos. Preparaba un cóctel para Goku cuando se volteó y nada más encontró a Vegeta con su sonrisa de medio lado y esa mirada feroz que la desvestía mentalmente. Apoyó sus brazos en la barra, observándolo con interés.

—¿Y los demás?

Vegeta ensanchó su sonrisa.

—Están ligando con las camareras —era cierto. Raditz le hacía ojitos a Ranfan, Gohan hablaba con Videl y Goku... oh, el pobre había puesto su atención en Milk. Sólo esperaba que no la molestara demasiado y lo golpeara, como al anterior. No encontró a Turles por ningún lado—. Creo que el primo de Kakaratto tuvo suerte y ahora está en los baños con una peli naranja.

Bulma hizo una mueca de asco. La única con esas características era Zangya. Su relación con la fémina no era demasiado buena que digamos.

—Eres muy observador...—se acercó con lentitud al moreno. Vegeta no se equivocó, era toda una leona—… y dime, ¿por qué no haces lo mismo?

El flameado no dudo en avanzar también unos centímetros, podía sentir el aroma y la respiración de la peli azul en su nuca. Olía a jazmines. Estaban a nada de unir sus bocas en un largo y apasionado beso.

—Eso es precisamente lo que hago, Bulma.

¡Demonios! Sus vellos se erizaron ante la fría manera de hablar del moreno.

—Déjeme decirle que lo hace muy bien, Vegeta.

Sonrieron orgullosos. El moreno observó una vez más los labios carnosos de la mujer frente a él y avanzó con lentitud indicándole sus intenciones. Bulma cerró los ojos, esperando el momento preciso para devorarle la boca como nadie más en el mundo lo haría.

—Señor Ouji, es hora de que se presenten. Al escenario... ahora.

La voz de Roshi los separó. Bulma suspiró con frustración, el anciano le arruinó la noche. Tomó otro trago de whisky y miró de forma asesina a su padre adoptivo. Vegeta se había ido nada más escuchó la orden del contratador.

—Vamos, viejo. Soy lo bastante grande para estas cosas.

Roshi suspiró. La banda acomodaba los instrumentos, sin embargo, el pretendiente de su hija no paraba de mirar hacia ellos. Debía dejar las cosas bastantes claras... no permitiría que un fulano le rompiera el corazón, no de nuevo.

—Bulma, aléjate de Vegeta Ouji —la peli azul abrió los ojos. No podía creerlo. ¡Roshi nunca se había metido en esos asuntos personales de su vida! —. Es una orden, pequeña.

La temperamental Brief arrojó los vasos de cristal vacíos que se encontró en la barra, y tanto su corazón como los utensilios se quebraron en mil pedazos. La ira se reflejaba en esos orbes azules del color del mar.

—¡No es de tu incumbencia quién llevo a mi cama, viejo!

—Está comprometido, hija. Se casará dentro de poco... estamos invitados a la boda, soy un gran amigo del padre de Vegeta.

¿Qué demonios?

La escena se congeló durante unos segundos. Empleados y clientes observaban la situación con asombro, era la primera vez que presenciaban una pelea entre padre e hija. Bulma apretó los puños hasta que sintió que la sangre se estancaba en un solo punto. Miró de nuevo al moreno, y entonces vio el anillo de compromiso en su dedo anular que brillaba con soberbia, burlándose de lo ingenua que fue.

Roshi se limpió una lágrima al ver la parálisis de la peli azul. Estaba seguro de que aquello le dolió en lo profundo del alma, pero era necesario. Su pequeña no merecía pasar por ninguna decepción amorosa. Sin embargo, parecía estar en una... y eso que lo conocía desde hace algunas horas.

—No...—su voz se quebró. El idiota había jugado con ella, insultándola en su propia cara. Le agradeció a Roshi por abrirle los ojos, estaría traicionando sus principios al meterse con un hombre comprometido. No, ella no sería como esas zorras con las que se acostaba Yamcha, Bulma Brief era mucho mejor que eso. Agarró la botella de whisky y salió del local sin decirle nada a nadie.

Vegeta intentó seguirla, pero la autoritaria mirada de Roshi lo detuvo. Era mejor dejarla sola.

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Una vez afuera, respiró el aire puro y frío de la madrugada. No entendía por qué le dolía tanto. Sentía un desasosiego que rompía huesos y quebrantaba su voluntad. Tomó de la botella con frenesí, ansiando quedar inconsciente y no recordar nada de lo sucedido. Se olvidaría de Vegeta Ouji, de su puta banda, del compromiso, de esa sensual mirada y esos brazos perfectamente esculpidos. No sería difícil, ya estaba en estado de embriaguez cuando subió al escenario.

—Estúpido simio. Al final terminó siendo igual que el imbécil de Yamcha.

Por un ínfimo momento pensó que ése era el hombre de su vida. Que sería su chico malo, que la entretendría con esa personalidad tan tosca y poco solidaria. Soltó una lágrima. Joder, ¿por qué lloraba por un idiota que conoció ese mismo día? Menuda porquería.

Un objeto camuflado en el pasto llamó su atención. Se dio cuenta al ver más de cerca que no era uno, sino varios. Tragó en seco cuando supo que se trataba de cocaína.

Lo meditó por varios segundos... si en verdad su intención era olvidar completamente esa noche, entonces debía poner todo su empeño en volverlo realidad. Y para qué negarlo, su cuerpo le exigía consumir droga. Desesperada, reunió los sobres esparcidos por el suelo y con satisfacción distinguió que la mayoría estaban a la mitad o un poco más. De un solo trago se bebió lo que faltaba de la botella de whisky y en seguida procedió a esnifar el polvo blanco como si no hubiera un mañana.

Los efectos no le parecían tan exquisitos como antes.

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Cuando el anciano Roshi salió en busca de su pequeña, la encontró tirada en el verde pasto con una línea blanquecina desde su nariz hasta la nuca. La botella rota en mil pedazos, varios incrustados en el cuerpo de Bulma, haciéndola sangrar. También había rastros de lágrimas plasmados en sus mejillas.

Se puso de rodillas y comenzó a llorar. Había llegado tarde... otra vez.

—¿Bulma? —el joven Vegeta apareció pocos minutos después al notar que ninguno de los dos, ni padre ni hija, regresaron. Abrió los ojos como platos al ver la escena y de inmediato se sintió culpable. Llamó a la ambulancia con una sensación de pérdida que desbordaba en su corazón.

La peli azul sabía que no era culpa de Vegeta, en absoluto. Se trataba de un acumulado de energía negativa, pues siempre le fue pésimo con los hombres. Y ahora, cuando creyó encontrar al indicado, la cruel realidad le pegó una patada en los ovarios que la dejó al borde del precipicio.

En su defensa, sólo podía decir que esa no era ella. Bulma Brief nunca habría cometido algo tan patético. Pero, lastimosamente, la chiquilla dentro de su corazón sí era capaz... y esta vez, no pudo evitar que saliera a la luz.