Instinto de protección
— ¿Todos los conejos manejan mal, o sólo eres tú?
La burla de Nick Wilde llegó en el momento esperado. Judy simplemente puso los ojos en blanco mientras volvía a torcer el volante de la patrulla, tomando la avenida que los llevaría a los distritos abandonados de Comarca Sahara.
— No hables, zorro. A menos que quieras que te recuerde el incidente de Tundratown — la pequeña coneja no pudo contener la risa al notar como la singular sonrisa de su compañero se desaparecía de su rostro.
Oh, sí. Porque aquel era su juego favorito. Podría seguir retando a Nick toda la vida y jamás se cansaría de ello. Lo peor es que el astuto zorro tampoco parecía aburrirse de sus constantes desafíos por adivinar quién sería el animal más sagaz del día. Y hoy Judy llebava la delantera.
— ¡Ese bloque de hielo salió de la nada! — Se excusó Wilde al colocarse sus ya usuales lentes oscuros de gota — En mi defensa; de no haber sido por ese choque, jamás habríamos atrapado a ese Coyote. Se le llaman "incidentes convenientes".
— A mí me gusta llamarles "Golpes de suerte" — rebatió con singular ironía al momento que ingresaba la patrulla en una callejón cercano.
— Linda, soy un Zorro. Nací con suerte. — fue su comentario final antes de salir del auto y cerrar la puerta tras de él.
Suerte, claro. Nick solía pensar que la conocía bien. Después de todo, no era una mentira afirmar que para hacer dinero de manera ilícita no sólo se necesitaban agallas y mucho ingenio. En el pasado, el zorro aún recordaba un historial invicto donde nadie podía jactarse de estar aunque fuese un poco cerca de atraparlo haciendo sus fechorías.
Nadie, excepto Judy.
¿Suerte? No, Nick realmente no la conocía. Pero ésta llegó a él en el momento en que Judy Hopps apareció en su vida.
Suerte había sido topársela en aquella heladería de elefantes. Suerte había sido engatusarla en ese primer encuentro. Que ella terminara por descubrir sus negocios. Que regresara a buscarlo después. Suerte había sido que lo involucrara en el que sería el primer caso que resolverían como un equipo. Y así, en menos de lo que cantaba un gallo, esa astuta conejita lo había rescatado de la vida corrupta en la que él estaba convencido que por naturaleza debía pertenecer.
Judy le recordó lo que significaba tener un sueño y la dicha colosal que uno siente cuando ese mismo sueño se hace realidad.
Odiaba admitirlo en voz alto. Era vergonzoso, sí. Pero jamás podría negarse a si mismo ni al mundo que Judy Hopps lo había rescatado. Que estaba en deuda eterna con ella y que esa miserable, tierna y valiente coneja también se había convertido en un ancla de hierro, la cual lo sujetaba firmenete al mundo.
— Bueno, vamos a necesitar mucha de esa suerte si queremos atrapar a esos jabalíes mafiosos — dijo Judy, cortando así sus pensamientos.
Fue entonces que Nick notó algo raro en ella. Repentimaente la sonrisa de Judy desapareció justo cuando abrió la puerta trasera de la patrulla. El zorro no tardó en darse cuenta cuál era la razón en el momento en que su pequeña compañera le entregó en las patas una pistola.
— Son necesarias. Órdenes del jefe Bogo.
La sorpresa fue evidente en los ojos de Nick, quien sostenía el arma con recelo, como si esta fuese a quemarle las almohadillas en cualquier momento. Frunció ceño al guardarla y ver cómo su compañera suspiraba incomoda, enfundando la propia al tiempo que negaba con la cabeza.
Él la conocía muy bien, quizá mejor que cualquier otro animal que conviviera con ella. Aquel zorro sabía que Judy amaba su trabajo y estaba comprometida con todos los aspectos que ser una oficial de policía implicaban. Todos excepto uno; y ese era lastimar a los demás, sin importar si estos se lo buscaban o no.
Era por eso que ella evitaba usar pistolas o cargar con ellas a toda costa. A menos que fuese un caso de emergencia. Uno de vida o muerte.
Oh.
— ¡Oye, espera! — se adelantó el zorro antes de que Judy pudiese dar un paso más hacia la puerta de aquel edificio — Esto no me huele bien. ¿Hay algo que no me estás contando, Zanahorias?
— Ya te lo dije. Son precauciones que el jefe Bogo quiere que tomemos. Es todo — Nick pudo leer en la expresión de Judy su completa inseguridad. No le era difícil, todos los conejos siempre son como libros abiertos. Y Judy era uno que Nick se conocía de memoria de prólogo a epilogo.
— Esto no me huele bien. Creo que lo mejor será llamar refuerzos y esperar aquí.
— ¡Olvídalo! No vamos a arriesgarnos a que se escapen. Tenemos que detenerlos y arrestarlos. ¡Esa es nuestra misión!
— Judy…
— Nick, tranquilo — cortó la coneja con rapidez — Llamaremos refuerzos si hay complicaciones. Nada tiene porque salir mal, lo prometo. A demás, es nuestro trabajo.
Y era en casos como este en donde Nick Wilde advertía su instinto natural regresar de golpe. Nadie más que él sabría cuanto deseó en ese preciso instante agazaparse en cuatro patas, gruñir y mostrarle sus colmillos a Judy. Sólo para después lanzarse sobre ella, tomarla con el hocico de las ropas y correr muy, muy lejos de allí. Quizá a una madriguera donde él pudiera atraparla y esconderla hasta que un poco de sentido común regresara a esa diminuta cabeza orejona.
Aunque, a decir verdad no podía culparla. Después de todo esa era parte de la fantástica y aterradora personalidad de su mejor amiga: El que fuera tan valiente y temeraria, rayando en la estupidez. Tanto que Nick a veces se preguntaba si debía ir a realizarse estudios que midieran su nivel de azúcar por todos los sustos que Judy constantemente lo hacía pasar.
— A veces tengo tantas ganas de colgarte de las orejas en algún tendedero — confesó Nick de mala gana. Aun así, no dudó ni un segundo en desenfundar la pistola y mantenerse lo más cerca que pudiera de su compañera.
— Buena suerte intentando, torpe zorro.
Ambos se colocaron en cada extremo de la puerta, mirándose de forma complice hasta el momento que Judy comenzó la cuenta regresiva con las patas; — Ahora — susurró y ambos pateaton con fuerza la madera del escotillón, provocando que este azotase ruidosamente contra la pared.
— ¡Manos arriba! — gritó la coneja, apuntando la pistola con pulso tembloroso. Cualquiera que pudiese verla, diría que el revolver le pesaba más de lo que aparentaba al sostenerlo en sus patas.
Era evidente la renuencia de Judy por las armas, algo que Nick notaba con intraquilidad mientras él también apuntaba al grupo de jabalies furiosos. Todos ellos sentados en lo que parecía un cuarto acondicionado para juegos ilícitos de apuestas.
—Están todos arrestados por infringir la ley— habló entonces el zorro ante el notable nerviosismo de su compañera — Tienen derecho a guardar silencio. Todo lo que digan será usado en su contra y…
— Nick, Nick. ¿En qué momento llegamos a esto?— interrumpió una voz en el fondo de la habitación. Una que heló la sangre del zorro en cuestión de un par de segundos.
Judy entonces miró con terror y detenimiento como una sombra gigantesca fue ascendiendo en la oscuridad de la morada, denotando una silueta de lo que a simple vista podría ser un gran y fuerte depredador. La figura poco a poco fue acercándose a donde ellos estaban parados, apuntando con las pistolas, más específicamente al lugar donde Nick se encontraba pasmado, mirando con ojos anegados al potencial enemigo que ahora tenía frente a sí.
— ¡No des un paso más! — exclamó la coneja con pánico en los ojos al notar que se trataba nada más y nada menos que de un Gorila, el cual estaba ya a menos de medio metro de cercanía del zorro — ¡Te lo advierto!
— Judy, no. — Advirtió Nick con un hilo de voz, bajando al final la pistola en símbolo de rendición. Mirando frente a frente al enemigo—Khattab…
— Había escuchado rumores de ti, uniéndote a la fuerza policiaca, pero nunca creí que de verdad te tendría frente a mi nuevamente y portando una placa — la enorme mano de Khattab "puckeó" con fuerza el pecho del zorro, haciéndole trastabillar hacia atrás — ¿Qué te parece si te vas de aquí y olvidas que me viste? Tú y tu… — el gorila entonces se detuvo a observar a Judy, quien aún le apuntaba con la pistola, renuente a bajar la guardia — ¿…Juguete?
— ¡No nos iremos a ningún lado! — bramó Judy, atrayendo por fin la atención de aquel gorila, lejos de su compañero.
Los latidos de Nick se dispararon del pecho al mirar con terror como la figura diminuta de su amiga iba siendo opacada por del primate. Algo dentro del zorro hizo un corto circuito cuando el grito de Judy se escuchó por toda la habitación, escuchándose también el sonidos pistola azotas contra el piso mientras ella pataleaba adolorida, siendo alzada por los aires de las propias orejas.
Nick no supo cómo fue y tampoco pudo controlarlo; Cuando se dio cuenta ya tenía encima de él a 4 jabalíes, sosteniéndolo con fuerza mientras él gruñía y siseaba desafiantemente al tiempo que mostraba sus colmillos.
— ¡Quítale tus asquerosas manos de encima! — graznó con ira, luchando contra los porcinos que lo mantenían inmóvil en aquel lugar.
— Y tú debes ser Judy Hopps, ¿No es así? — Cuestionó Khattab ante la inquebrantable y amenazante mirada de la pequeña mamífero — Oh, vamos. No me mires así, conejita. Sólo siento un poco de curiosidad. ¿Cómo es que un lindo y honesto animalito como tú logra confiar en un sucio zorro embustero?
— ¡No hables así de él! ¡Tú no lo conoces! — le enfrentó ella. Como si no notara a quien se dirigía. Como si no le importara que aquel Gorila podía aplastarla con facilidad en cualquier momento si este lo quisiera.
— Al contrario, conejita. Lo conozco lo suficiente para saber que no te ha hablado de su pasado trabajando para mí — bufoneó, desviando la mirada hacia donde Nick Wilde permanecía encasillado — La honestidad es algo difícil, ¿No es así, zorro? Me imagino que no ha de ser sencillo contarle a tu compañera sobre nuestros negocios en las peleas ilegales de TundraTown
— Déjala fuera de esto, Khattab… — amenazó Nick con los colmillos.
— Me ofendes, Wilde. Conoces las reglas de las peleas; siempre combatir contra alguien de tu mismo tamaño. Aunque… — la mirada perversa del gorila se enfrentó nuevamente a la de Judy, revelando lo que debían ser las intenciones más perversas y sádicas dentro de él —… En las peleas ilegales no existen las reglas.
Fueron sólo segundos. Y aun así Nick Wilde no recuerda haber sentido tanto miedo como lo tuvo en aquellos instantes. Mirar como la gigantesca y peluda mano libre de Khattab se acercaba lentamente al cuerpo colgante de Judy Hopps.
Luego todo dio un giro de 390°. Nick a penas y distinguió la pata de Judy desenfundar el gas pimienta que guardaba en el cinturón de su uniforme, sólo para rociarlo en el rostro del gorila, provocando que este la lanzara con furia hacia una pared cuando sintió sus ojos y nariz arder como el infierno.
En un movimiento rápido, Judy recibió el impacto del muro con las patas, impulsándola con velocidad de vuelta a donde estaba el gorila, asentando así una fuerte patada en su rostro, obligándole a caer de espaldas y azotar el piso como si de un bulto se tratase.
— He vencido a animales más grandes que tú en la academia, brabucón — escupió Judy con hastío.
La sorpresa fue grande, sí. Tanto que Nick pudo usarla a su beneficio. Aprovechándose de la estupefacción de sus captores, no tardó en impulsar su cabeza hacia atrás, dando de lleno contra la enorme nariz de uno de los jabalíes que lo mantenía cautivo. Ser zorro también lo encarnaba a ser más ágil de lo que muchos otros animales podían ser.
Uno a uno, los jabalíes fueron pereciendo ante él y ante Judy, quienes uniendo su natural agilidad y rapidez, de alguna extraña manera construían un ciclón imparable de mordidas, patadas y golpes de los cuales ni una sola víctima podría salvarse jamás.
— Buenos reflejos, Zanahorias — aduló Nick cuando terminó con el último de los contrincantes.
— Buena mordida, Zorro — contestó ella, guiñándole el ojo.
Ambos, sin embargo dejaron atrás su usual juego cuando el cuerpo de Khattab se incorporó frente a ellos. Judy y Nick apuntaron ambos sus armas a él, obligándolo a levantar las manos en símbolo de rendición
— ¡Esto es inaudito! — exclamó con rabia, taladrando a ambos mamíferos con la mirada — ¿¡Es que no se dan cuenta?! Un zorro y una coneja no pueden convivir juntos. ¡Es contra natural! Tarde o temprano tú terminarás haciéndola tu presa, si es que la confianza que ella tiene en ti no se acaba primero.
— Oh, vamos. ¿El bebé bananas está molesto porque una conejita le pateó el trasero? — se mofó Nick — Corta con el argumento prehistórico, grandulón. Ya está demasiado usado.
Ojalá hubiese dejado el chiste para otro momento. Pero ese no era el estilo de Nick Wilde. Capturar a un criminal y luego hacer relucir su superioridad en astucia y fullería, aun cuando esta le costara desviar la atención de lo que realmente era importante.
Es por eso que cuando se percató se la repentina sonrisa del gorila y sus endemoniados ojos clavados en su compañera, el zorro apenas tuvo unos cuantos segundos para actuar.
Con la misma velocidad con la que había combatido a los jabalíes minutos atrás, Nick empujó con su cuerpo a Judy justo cuando Khattab desprendía uno de los tubos de ventilación, recibiendo él golpe de lleno contra el hierro antes de que el Gorila escapara del edificio, siendo interceptado allí mismo por el jefe Bogo y los demás agentes de policía.
— ¡NICK! — gritó Judy con angustia al ver el cuerpo del zorro lánguido sobre el suelo, sin mover ni un solo músculo.
La coneja corrió hacia él conforme el horror iba acrecentando dentro de su pecho. "¡Zorro, estúpido! ¡Zorro estúpido! ¡Zorro estúpido!" Repitió en su mente una y otra vez en el momento en que lo sostuvo en sus brazos, inconsciente.
— ¡Nick! ¡Despierta, por favor!, ¡Abre los ojos! — Rogó, zarandeando con suavidad el cuerpo del camino mientras pequeñas y constantes lágrimas fueron resbalando de su rostro — ¡Aquí Judy Hopps!, ¡Tengo un 1455! ¡NECESITO APOYO! — Exigió a la radio, alejándola posteriormente de ella y abrazar a Nick contra ella, desconsolada — Lo siento tanto… esto es mi culpa. Nick, perdóname…
Y era en casos como este en donde Juddy Hopps percibía su instinto natural regresar de golpe.
Nadie más que ella sabría cuánto ansió en ese mismo instante ponerse en cuatro patas, saltar con furia hacia la puerta donde seguramente estaría Khattab esposado, sisear con grima y clavar sus filosos par de dientes en el cráneo de aquel maldito gorila.
— Sé lo que piensas y créeme. Nadie quiere ver esa escena ni en un millón de años.
Su voz fue tan suave y clara, provocando que esta alzara las orejas de la impresión. Judy se separó del abrazo para observar la sonrisa adolorida y socarrona de Nick Wilde, quien le guiñó el ojo a pesar de la mueca de claro malestar que invadió su rostro cuando esté intento mover un músculo; — Los conejos salvajes no son buenas noticias para Zootopia.
— Torpe zorro — gruñó ella entre sollozos al volver a envolverlo entre sus brazos con delicadeza, dejando que las lágrimas del terror continuaran emergiendo de sus ojos, dando así espacio al alivio.
— Conejos. Siempre tan emocionales….
— Bueno, Wilde. Felicidades. Oficialmente tendrás dos semanas completas de vacaciones. Si es que así te gusta llamarle a la incapacidad — aseguró el jefe Bogo, dando un suspiro resignado — Admito que hubiera preferido verte con un cono en la cabeza.
— Con todo respeto, señor. Soy un zorro, no un perro — refutó Nick en su defensa. Haciendo gala de su cabestrillo ante la notable molestia del Búfalo Cafre, quien ahora obtendría el trabajo de encontrar un remplazo temporal en las fuerzas.
— Sí, sí. Para mi desgracia — bufó, haciéndole una señal con la pezuña para que saliera de allí y dejara hacerlo perder más la paciencia — Oficial Wilde — le llamó antes de que este pudiese salir de la oficina — Buen trabajo.
Nick contestó con una simple sonrisa socarrona antes de cerrar la puerta tras de sí.
Una vez más la vida se había encargado de demostrarle que ser un Zorro sí traía suerte de vez en cuando. Sobre todo cuando un Gorila te golpea con un tubo de hierro con todas sus fuerzas y vives para contarlo.
— ¿Qué tal te fue? — lo interceptó Judy antes de que Nick pudiese salir de la comisaría.
— Lo suficientemente bien como para considerar pasar mis dos semanas de incapacidad en los asoleaderos de la Comarca Sahara.
Ella sonrió, poniendo los ojos en blanco al imaginarse lo "productivo" que su mejor amigo y compañero podría llegar a ser con tan sólo dos semanas de incapacidad. Aun así, él no pudo evitar notar como las largas orejas de Judy se mantenían bajas, apuntando su clara tristeza y preocupación.
— Nick. Perdóname — murmuró cuando sus brillosos y dolientes ojos violeta se encontraron con los de él — Debí haberte escuchado. Debimos esperar por refuerzos antes de obligarte a entrar conmigo y enfrentar a Khattab nosotros solos.
Nick podía combatir con muchas cosas, pero no con la sinceridad de Judy. Menos aun cuando venía acompañada de culpabilidad y desolación en su rostro.
Aquello era jactarse de mucho, pues el zorro desde hacía mucho tiempo se había declarado a sí mismo como el más ferviente admirador de cada una de las emociones de la coneja; Adoraba a la Judy eufórica, la Judy sonriente, la Judy servicial, La Judy exasperada y hasta la Judy molesta. Pero las facetas de tristeza y desanimo en su rostro eran piezas que para Nick Wilde simplemente jamás encajarían en su personalidad. O al menos para él esas facetas jamás tendrían lugar en su rostro, no mientras él pudiese mantenerse a su lado.
Pero aun así…
— Sí, tienes mucho porque disculparte — las palabras salieron tan serias de su hocico que el mismo Nick se asombró de ellas. Al ver la reacción crispada de Judy, no hizo más que agacharse lo suficiente para extender su brazo sano y tomarla de hombro. Asegurándose así poder mirarla frente a frente — Ojalá tuvieras una idea del terror que me hiciste sentir ayer. Y no me refiero a esto — musitó, moviendo el cabestrillo, provocando que ella lo mirara con gran confusión — Trabajé con Khattab durante años. Lo vi hacer pedazos a tigres, leones, incluso rinocerontes. ¿Puedes imaginarte como me sentí cuando lo retaste de ese modo? Cuando lo vi mirarte con todas las intenciones de pulverizarte en ese momento.
— Nick, yo he…
— Ni siquiera menciones tu entrenamiento, Judy Hopps. No si no quieres que pierda la poca cordura que me resta — advirtió el zorro, soltando un suspiro de resignación.
El silencio reinó entre ambos durante varios segundos. Segundos en donde los dos mamíferos, confundidos como estaban, intentaban comprenderse el uno al otro sin la necesidad de reclamos ni palabras de las cuales posteriormente podrían arrepentirse.
— ¿Por qué lo hiciste? — Cuestionó entonces Judy sin poder suprimir de ella esa duda, o quizá reclamo — Yo debía recibir ese golpe. No tú.
— Rayos, en verdad eres una coneja torpe — fue el comentario que recibió como respuesta. No como una broma, no como un insulto. Simplemente como una afirmación de un zorro ofendido, el cual ahora desviaba su mirada sin dar crédito a su cuestionamiento.
— ¿Yo soy la coneja torpe? ¡Arriesgaste tu vida! Pudiste haber muerto, Nick
— Y la volvería a arriesgar otra vez. Una y mil veces. No dudaría en recibir una bala por ti, Zanahorias. Así que mejor acostúmbrate a eso — cortó el zorro con una seguridad y determinación a Judy le erizó el pelaje. — Y antes de que comiences con el sermón del porque no debo hacerlo… quiero que sepas que está en mi ADN. ¿Soy un canídeo recuerdas? Estoy en deuda contigo, Judy. Tú fuiste la única que confió en mí, que vio más allá del estereotipo de zorro tramposo y embustero. Esto… — señaló la placa en su pecho — Esto te lo debo sólo a ti. Así que recuerda mis palabras antes de que vuelvas a preguntar algo tan estúpido como el por qué estoy dispuesto a protegerte de lo que sea que intente hacerte daño…
Todo se hubiese esperado. Todo, menos aquella respuesta. Judy necesitó varios segundos para procesarla y aun así no dio crédito a lo que sus enormes orejas y avanzado sentido auditivo habían escuchado.
Miró a Nick como si nunca lo hubiese visto en realidad. Conforme más lo miraba, más percibía un extraño y reconfortante calor en el pecho. Sin duda eso era lo más cercano a lo que zorro podía llegar a decir un "Te quiero". Y para Judy eso estaba bien. De hecho no podría pedir nada más.
— ¿Q-Qué estás haciendo? — Nick tartamudeó justo en el momento en que Judy se había acercado lo suficiente a él como para mantenerse cara a cara, a unos cuantos milímetros de separación.
— Creo que tenemos un problema, zorro — susurró antes de guiñar el ojo y depositar un suave beso en la mejilla de su leal compañero, su amigo y confidente. Al animal al que ella también le debía su éxito y su vida — Yo también estoy en deuda contigo, y sabes cómo odio perder ante ti.
— ¿Ahora competiremos a ver quien recibe más balas por el otro? — Nick arqueó la ceja ante lo ridícula que sonaba la idea, por más que ambos en su interior la tomaran más seriamente que otra cosa.
— No te ofendas, zorrito. Pero soy una coneja. El juego de "Quien quiere más" siempre me lo he tenido la bolsa.
Eso sonaba un reto. Y todos e Zootopia y en el mundo sabían que es ley natural el no retar a un zorro. No a menos que desees perder.
— Ya lo veremos, Zanahorias. Ya lo veremos.
FIN.
