La familia Tomoe
Una mañana normal, un desayuno tranquilo en familia, fue arruinado en el momento que su mano blanca dejo caer la taza al suelo.
Algo había ocurrido con el principe.
De eso Hotaru estaba segura. Aún así, sabía que no debía hablar al respecto, pues si lo hacía sellaría el futuro a uno que no permitía la existencia de Rini.
—¿Todo bien, Hotaru?— su padre preguntó desde el otro extremo de la mesa. Algo debió ver en la cara de ella, porque se volvió amarillo y sus manos formaron puños blancos—¿Volverás con ellas?
Papa Haruka, Mamá Michiru y Mamá Setsuna. Esas eran tres mujeres que eran tanto un escudo como un espada, y su padre lo sabía.
Unos meses atrás, ellas habían tomado a una bebé de las manos de un hombre sin poderes. Había una batalla en la que Hotaru iba a participar sin importar qué y él no podía protegerla o evitar su participación.
Hotaru había vuelto a su padre con recuerdos rotos de un pasado que ninguno quería recuperar en su totalidad, pero con los que debían vivir.
Al mismo tiempo, el Dr. Tomoe recuperó a su hija junto a la incertidumbre de perderla de nuevo en una batalla contra fuerzas imposibles de comprender. Para él, las scouts eran las enemigas que querían arrebatar a su hija de un momento a otro, pero también eran la única posibilidad para que Hotaru siguiera viva.
Hotaru entendía su miedo porque ella lo compartía. Por mucho que amará a las tres mujeres, temía lo que representaban para su padre y ella. Si ella no hubiera recuperado sus recuerdos, ¿habría vuelto a ver a su padre?
—Aún no, papá — ella forzó una sonrisa antes de continuar —Este no es el momento. No te preocupes papá, todo estará bien.
Él accedió con la cabeza. Tenía que confiar en Hotaru.
Pocos días después, Setsuna los visitó. Ella era quizá la única que respetaba al Dr. Tomoe y confiaba en él lo suficiente para hablar de la batalla con él presente.
—El momento de intervenir llegará más rápido de lo que me gustaría, por el momento debemos esperar.
—Se que es mucho pedir —el papá de Hotaru dijo tras un breve silencio —Pero, por favor, en ese momento, cuide a mi hija.
—Lo haré —Setsuna después miró a Hotaru con amabilidad —Has crecido mucho.
—Gracias, mamá Setsuna, he estado entrenando también, para enfrentar las sombras que se ciernen sobre el futuro.
La mujer sonrió al padre y a la hija, en un gesto que buscaba calmarlos, pero poco podía hacer por dos personas que enfrentaban solos una guerra incierta.
—Llamaré después. Mientras tanto, no busques batallas o interactúen con sailors de otros mundos. Cuídense mucho.
Hotaru accedió con la cabeza, la batalla aún estaba lejos, y lo menos que pudiera intervenir mejor. Su padre no estaba contento, pero por lo menos esta vez ella no se iría a vivir lejos.
Unas semanas después, el teléfono timbró. Pasaron minutos antes de ser contestado, pues el padre aún no estaba listo para enviar a su hija a la guerra, pero al final el abrazo terminó y ella contestó el teléfono.
—Volveré, papá —Hotaru dijo sin titubear —Cuando vuelva, ¿podríamos ir de campo?
—Sí, vayamos de campo, Hotaru —su padre contestó en el tono más calmado que pudo —Te amo, hija mía.
—Y yo te amo papá —ninguno lloró y ella se marchó sin mirar hacia atrás.
Hotaru decidió volver a casa hasta dos días después de la batalla. Había llamado ya a su padre, asegurándole que todo estaba bien. El único motivo para aplazar su retorno a casa era que no quería parecer desesperada.
Su padre jamás se perdonaría si sabía todos los detalles de lo ocurrido. Sailor Neptuno y Sailor Uranus habían prácticamente matado a Hotaru, y al final, su gambito había fallado contra Galaxia. Por un par de horas, el mundo había estado al borde de desaparecer.
—Le causaría un ataque cardíaco saber todo lo que ocurrió, ¿verdad? —Hotaru preguntó aunque ya sabía la respuesta.
—Solo necesita saber que ayudaste a salvar el mundo —Mama Setsuna dijo con su amable voz de madre.
Las dos estaban ya caminando por la acera aledaña a su casa. El aire otoñal y la luz del atardecer eran relajantes para ambas y recordaban porque valía la pena continuar.
A unos metros, la esperaba el Dr. Tomoe para tener una tarde normal, y una cena tranquila en familia. Hotaru observó a mama Setsuna, infantil quizá, con una sonrisa la invitó a cenar.
