Hola! Esta cuenta pertenece a Julieloveskurt y Anixita. Ambas escribiremos en conjunto cada fic que aparezca por esta cuenta, pero no por eso dejaremos de escribir por separado con las cuentas que ya tenemos en fanfiction. Esperamos que les guste el fic que escribimos ahora, qué tengan un gran inicio de año, mucha suerte en todo!
Julieloveskurt-Anixita
Una semana. Tres días. Cuatro horas. Veinte minutos. Y los segundos seguían corriendo. Ese era el tiempo que llevaba sin ir a la escuela y mirando la pared de su habitación, rehusándose a salir de ahí, su padre subía todos los días a verlo, le llevaba la comida a cada hora e intentaba conversar con él, pero sin resultados. Realmente se sentía asustado por lo que pudiera estar pasándole y él sabía que así era, pero no hacía nada realmente para aclarar la situación o mostrar algún sentimiento de lo que lo estaba dañando.
Por eso cuando su progenitor dijo que irían al psicólogo, que la señorita Pillsbury, la consejera de la escuela, le había recomendado a alguien con quien podría hablar, él sólo pudo sonreír y giró a ver a su padre. Realmente lucía preocupado y sólo porque lo seguía amando haría lo que le pedía, ya que sería muy difícil hablar de todo lo que le pasaba con un completo extraño.
No tenía idea de cómo había logrado salir de su habitación, aún sentía como sus piernas temblaban y por primera vez en mucho tiempo la escalera que daba al primer piso parecía inmensa, ya no era el niño de cuatro años que cientos de veces había caído por esos escalones, era un muchacho de 16 que temía lo que pasara al bajar, que tenía miedo de que a penas comenzara a bajar apareciera alguien que no debía estar ahí, sus piernas temblaban notoriamente y cuando creyó tropezar sintió unos fuertes brazos sujetándolo. Sabía que era su padre, él era el único que se preocupaba por él, que buscaba la forma para que todo en su vida se mantuviera estable.
Cuando al fin lograron llegar a la puerta de la casa se sintió aterrado, no podía ni pensar en lo que encontraría en el jardín de su hogar, tal vez no era buena idea salir, por ello comenzó a retroceder, pero fue Burt quien lo sujetó de un brazo y le hizo un gesto, nuevamente le daba confianza e indicaba que todo estaba bien, sí, así tenía que ser. Y por eso ahora estaba en la camioneta, rumbo al psicólogo, el que tenía como finalidad ayudarlo, cómo si eso fuera posible. Lo único que hizo durante el viaje fue aparentar tranquilidad y mostrarse lo más sereno posible, no quería seguir alarmando a su padre, no más de lo que ya estaba.
Cuando llegaron a la consulta, se bajó del vehículo con el mismo cuidado de siempre y sólo había escuchado a su padre decir que pasaría por él a las seis, que no se retrasaría y que si lo necesitaba antes podría llamarlo al teléfono, que ahí estaría en menos de lo que pensaba. Él sólo sonrió tranquilo y dejó que se fuera; era normal que lo dejara ir solo, su padre trabajaba solo en el taller, porque de momento había tenido que despedir a los otros dos mecánicos que lo ayudaban, le habían robado. Y ahora más que nunca necesitarían el dinero, porque el costo de esas consultas no sería gratis.
Entró en lo que parecía ser la consulta, el lugar era grande y tenía una gran puerta de vidrio, al parecer se había instalado recién. Pero cuando ingresó se dio cuenta de que el sector al que se dirigía era extremadamente pequeño, siendo dos habitaciones las que comprendían la consulta del psicólogo, la primera era usada por su asistente y recepcionista, la que parecía muy agradable y la puerta siguiente debía de ser la del dichoso personaje en cuestión, el terapeuta, especialista, psicólogo, loquero o las otras tantas formas en las que lo había denominado en su cabeza.
-Buenos días-dijo la chica de ojos verdes y una gran sonrisa. Llevaba su pelo rizado y de color negro en una coleta y su tez blanca le daba mayor belleza-¿Cuál es tu nombre?-dijo mirándolo con atención.
-Kurt… Hummel-dijo casi en un murmullo y sin atreverse a hablar más ¿qué le estaba ocurriendo? Hace una semana y más días él no era así.
-Siéntate-dijo indicándole unos sillones-En unos minutos podrá atenderte ¿quieres un café o algo de comer?-dijo poniéndose de pie y acercándose a él.
-No-dijo bajando la mirada-No, gracias-logró articular y se sintió avergonzado por su repentina timidez.
-Está bien-dijo volviendo a su escritorio-Si necesitas algo sólo me avisas-dijo tomando el teléfono y marcando un número.
-Gracias-dijo observando el lugar. Lo único rescatable de ahí, aparte del buen gusto por la ropa de esa muchacha era la decoración del lugar, realmente lo hacía sentir tranquilo y le daba la paz que había estado buscando hace un tiempo, ese sitio era perfecto para perderse en sus pensamientos y sentir que las cosas estarían mejor que nunca.
-Hola-escuchó que alguien decía delante de él, levantó la mirada y se encontró con un hombre que no debía de tener más de 26 años y que llevaba unas gafas negras junto a su cabello negro perfectamente peinado con gel, le sonreía y sus ojos miel le decían que era feliz, tan feliz como nadie más lo pudiera ser en el mundo. Llevaba una camisa color verde oscuro y unos pantalones de tela negros, los zapatos eran de igual color-¿Cuál es tu nombre?-dijo pasados unos segundos y al ver que el muchacho lo miraba con atención.
-Kurt Hummel-dijo de una vez, pero en un hilo de voz.
-Un placer-dijo extendiendo su mano para que la tomara-Blaine Anderson-pero el muchacho no correspondió el gesto, pero eso no importaba, era normal que cosas así ocurrieran-Acompáñame-dijo indicando la otra puerta-Esa es mi consulta-dijo con tranquilidad y caminando hasta ahí. Kurt lo siguió instintivamente, seguramente ahí tendría que contarle todo lo que le ocurría y hacer de tripas corazón para no golpearlo por ser un intolerante de primera.
A penas ingresó en la habitación se dio cuenta de que estaba tan bien adornada como la recepción. Habían algunos cuadros de naturaleza muerta en las murallas, unos cuantos diplomas, un librero con objetos extraños y libros, un escritorio que tenía sobre él una taza de café y un notebook, y como el típico cliché del psicólogo estaban el gran sillón oscuro para el paciente y la silla acolchada para el especialista.
-Siéntate donde gustes-indicó el pelinegro, quien se acercó al escritorio y tomó un cuaderno y lápiz, eso sí era un gran cliché.
Kurt caminó hasta el sillón y se sentó en una esquina de él, desde ahí miraba todo a su alrededor y se sentía extrañamente seguro en ese lugar, tal vez la sobriedad que le entregaba era lo que estaba necesitando, pero cómo fuera sentía que ese sitió era el indicado para él.
-Cuéntame, Kurt-dijo con una sonrisa y sentándose en la silla que estaba junto a él-¿Qué te trae por aquí?-dijo acomodando sus lentes y mirándolo con atención.
-¿Por qué debería contarle algo? ¿Acaso le interesa?-dijo ariscamente y en un susurro.
-Realmente me interesa, pero tú eliges si contarme o no, no te voy a obligar-dijo suavemente y sin perturbarse, estaba acostumbrado a ese tipo de situaciones.
-¿No me va a obligar? Entonces ¿qué es lo que haces aquí precisamente?-dijo elevando su ceja derecha y poniéndose de pie-¿Te ganas el dinero fácil a costa de cualquier cosa que te digan? ¿Es así cierto?-dijo enfrentándolo furioso.
-No es tan sencillo-susurró sin quebrantar su impecable sonrisa-Pero si quieres decir que por escuchar y ayudar a las personas tengo un buen sueldo, sí, es cierto-dijo sin quitar sus ojos de los del castaño.
-Nunca me equivoco, menos con sujetos pedantes-susurró caminando hasta la puerta.
-Aunque te vayas tendrás que pagar esta sesión-dijo Blaine sin voltear a verlo y escuchando cómo Kurt detenía sus pasos.
-¿Qué?-susurró sin creer lo que escuchaba, giró a verlo y volvió a ponerse delante del pelinegro-¿Serás tan descarado para cobrar?-dijo indignado.
-¿Descarado?-dijo alzando una ceja-Sé que necesitas ayuda, el primer paso es aceptarlo y no lo haces, lo segundo es decir qué te ocurre y sé que no lo harás ahora, y para tu información-dijo poniéndose de pie y quedando delante del castaño-en vez de estar en una sesión contigo podría estar con otros pacientes y es por eso que igualmente tendrás que pagar.
-¿Estoy usando las horas de alguien más?-dijo sintiendo como su molestia incrementaba-Si esa es tu forma de ayudar a los pacientes-dijo furioso-no te está resultando para nada bien-dijo empuñando sus manos.
-Al menos sé que estás molesto, sé que es conmigo en este momento, pero por tu forma de actuar veo que hace mucho que cargas un gran peso sobre tus…-sintió un fuerte golpe en el rostro y se tambaleó cayendo de vuelta a su silla, miró sorprendido al castaño, tocó su mandíbula, sí, le dolía demasiado, ese muchacho tenía mucha fuerza.
-¡No necesito que me analicen!-gritó furioso-¡No necesito que tú vengas a decirme lo que me pasa o no! Porque nadie ha estado en mis zapatos y no serás tú quien venga a decirme lo que pasa por mi cabeza en este momento.
-Al menos ya hemos progresado-susurró arreglando su ropa y devolviendo sus anteojos a su lugar.
-No quiero hablar-dijo seriamente y caminando unos pasos fuera de la visual de Blaine, se rehusaba una vez más a contar lo que pasaba con él. Pasaron unos minutos en los que estuvieron en completo silencio, hasta que fue el pelinegro el encargado de romperlo.
-Si quieres podemos escuchar música-dijo el moreno poniéndose de pie y caminando a su computadora.
-No, gracias-dijo seriamente y encogiéndose de hombros. Aunque no lo admitiera y a pesar de haberle asestado ese golpe al psicólogo, se sentía bien en ese lugar, pero a la vez intimidado, aunque eso no pareciera posible, no después de lo que había hecho.
-¿Qué quieres hacer?-dijo sentándose en la silla que estaba detrás de su escritorio-Son dos horas que podemos usar en lo que quieras-dijo con una sonrisa y con toda la calma del mundo, sí, tenía que tragarse el dolor que sentía en el rostro y seguramente eso le dejaría un gran moretón, pero cómo aprendió en la escuela de medicina, no debía importunar el ambiente que tenía con el paciente, independiente del dolor que él sintiera, porque si conseguía un mínimo progreso debía mantenerlo porque podía pasar mucho tiempo antes de que obtuviera algo más.
-Nada-dijo bajando la mirada y quedándose en silencio. Se sentía culpable de haberlo golpeado, pero eso se sintió tan liberador, pero aún así sabía que había sido incorrecto, porque Blaine sólo intentaba ayudar, aunque ese fuera su trabajo.
-Puedes leer si gustas, también podemos tomarnos un café o...-y seguía entregándole alternativas, lo cual estaba haciendo que volviera a impacientarse y sentía sus nervios crispándose nuevamente.
-¡No quiero nada!- gritó furioso y mirando con atención al psicólogo, sintió como un temblor invadía su cuerpo, como sus ojos se aguaban y las incontenibles ganas de llorar que había evitado en ese tiempo se hacían presentes.
El pelinegro caminó hasta él y sólo le entregó un pañuelo para que pudiera detener las lágrimas que silenciosamente caían por su rostro, pero él no lo aceptó. Sólo se quedó ahí, desahogándose en silencio y conteniendo las ganas de volver a golpear a ese tipo que lo miraba como si comprendiera la situación por la que estaba pasando.
Estuvieron en silencio por alrededor de media hora, en la que Blaine sólo estuvo sentado y pensando en cómo ingresar al mundo de Kurt sin que lo golpeara de nuevo. Mientras el ojiazul hacía lo imposible por no volver a llorar y alejar los recuerdos que hace más de una semana lo estaban volviendo loco y hacían que su rutina diaria se hubiese perdido, realmente se sentía solo y que poco a poco caía en un abismo del cual sería muy difícil salir si es que intentaba hacerlo.
-¿Te quieres ir?-dijo el psicólogo mirando al muchacho con atención, no había rabia en su voz ni lástima, sólo era una pregunta hecha con lo que parecía ser preocupación y tal vez algo de comprensión.
-¿Me puedo quedar un rato más?- preguntó sin mirarlo y acercándose a la ventana que estaba tras el sillón que servía para los pacientes.
-Sólo te queda una hora de consulta-dijo mirando su reloj-Puedes hacer lo que gustes-dijo con tranquilidad.
-¿Por qué estoy aquí?- preguntó de una vez el castaño sin mirar al pelinegro, sólo se limitaba a mirar por la ventana y notar los autos que pasaban por fuera del lugar.
-¿No lo sabes?-dijo frunciendo el ceño y sintiendo que se le estaban encubriendo más cosas de las que podría haber visto en esa hora que llevaban juntos.
-No, sólo sé que la consejera de la escuela le dijo a mi padre que viniera-dijo casi en un murmullo.
-Emma me contó que hace más de una semana que no vas a la escuela-dijo tanteando terreno y pensando que tal vez de esta forma podría llamar su atención y hacer que le dijera al menos algo de lo que le ocurría.
-¿Y por eso me mandó al psicólogo?-dijo alzando una ceja, pero sin voltear a verlo.
-Mencionó que eres un alumno de notas destacadas, que tienes un excelente gusto por la ropa, que eres gay y que por eso has sufrido de bullying en la escuela.
-¿Mi condición sexual es una anomalía acaso? ¿Por eso es que me enviaron aquí?-dijo furioso y cortante, realmente quería despellejar vivo a Blaine y de paso hacer lo mismo con la señorita Pillsbury.
-No, de hecho si eres homosexual está bien, siempre y cuando te sientas cómodo con ello-dijo seriamente-También dijo que te habían atacado de una forma bastante fuerte el día antes de que dejaras de ir a la escuela-dijo acercándose al ojiazul y poniéndose junto a él. Kurt sólo volteó a verlo y nuevamente las lágrimas bajaban por sus ojos- ¿Qué ocurrió?
-¿Le interesa?-dijo cruzándose de brazos y girando a ver la ventana.
-Sí, quiero saber, por eso estoy preguntando-dijo simplemente y esperando por una respuesta, pero esta jamás llegó. Kurt volvía a estar en silencio y los minutos seguían pasando lentamente.
Habían pasado el resto de la hora en silencio. El castaño se limitaba a mirar por la ventana y secar sus lágrimas de vez en cuando, mientras el moreno esperaba sentado en el sillón acolchado a que Kurt se decidiera y le dijera de una vez por todas lo que le pasaba. Aunque él mejor que nadie sabía que no podía obligar a los pacientes a hablar o reconocer lo que les estaba sucediendo, por eso mismo dejó que el muchacho siguiera haciendo lo que estimase conveniente. Volvió a mirar la hora y suspiró cansado, la hora se había acabado y junto a eso la oportunidad de conocer qué estaba pasando por la cabeza del ojiazul, realmente no había contestado a casi nada de lo que había preguntado y él sólo conocía la versión que le había entregado Emma, lo que no era conveniente para él como profesional, ya que si el paciente no estaba dispuesto a abrirse y contar lo que sucedía, no había progreso, por mucho que el resto se encargara de hablar por él.
-Kurt-lo llamó el pelinegro poniéndose a su lado-Ya terminó la hora, pero cuando quieras hablar y te sientas preparado puedes llamar-dijo extendiéndole una tarjeta personal-Ahí están mi número de teléfono y...
-No, gracias-dijo sin tomar la pequeña tarjeta y caminando seriamente hasta la puerta.
-Fue un gusto conocerte-dijo viendo como el castaño se detenía con el pomo en una de sus manos y temblaba ligeramente-Espero que...
-Me violaron-dijo a penas en un susurro, pero lo suficientemente audible para Blaine-¿Es mi culpa?-dijo sin girar a verlo y sintiendo que debió haber callado, que debió seguir tal como había ido hasta ahora, en absoluto silencio.
-No, nunca...-pero no alcanzó a decir más, porque Kurt abrió la puerta y se fue rápidamente.
