Disclaimer: Harry Potter y su universo no me pertenecen. Los tomo prestados para jugar por un rato.
Este fic participa en el reto "Navidades de Dickens" del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black.
Quería participar de nuevo en este reto, que es muy entretenido. Y se me ocurrió una idea con un personaje que me encanta (aunque me lo he invitado casi todo yo, pero igual vale): Cedrella Weasley, née Black, la abuela de los Weasley. Me encanta escribir sobre ellos y esta es una oportunidad tan buena como cualquier otra.
Por cierto, este fic va dedicado a Escristora, que ama a Ceddie y a Septimus tanto como yo.
Visita sorpresa
I
Nochebuena, 1926
—Ced, Ced —la menor de las hermanas Black rompió el silencio que reinaba en la habitación de las niñas.
—¿Qué pasa? —respondió la aludida con un susurro.
—¿Santa va a venir esta noche? —preguntó Charis. Desde la cama de su hermana se escuchó un suspiro.
Charis se había pasado las últimas semanas saltando y preguntando a todos los miembros de la familia cuánto faltaba para la llegada de Santa Claus. Callidora le había hecho un calendario para marcar las fechas, pero Charis, a sus seis años, no había logrado mantener el hábito. Además, era más fácil preguntarle al resto cuánto faltaba para que Santa fuera a visitarlos.
—Sí, claro que vendrá —susurró dándose vuelta en la cama para mirar a su hermana. Un rayo de luz se colaba entre las cortinas, dejando ver la trenza rubia de Charis y parte de su carita regordeta—. Pero ya escuchaste a mamá y papá. No pasará por aquí hasta que te duermas.
Cedrella se acurrucó entre sus sábanas y cerró los ojos. Pero antes de que pudiera conciliar el sueño, volvió a escuchar la voz de su hermanita.
—¿Falta mucho?
—Papá dijo que no vendrá hasta que te duermas —le respondió su hermana, un poco mosqueada—. Y ahora cállate, que vas a despertar a Callie.
La chiquilla se quedó en silencio y su hermana volvió a acomodarse entre las sábanas, dispuesta —por fin— a dormir. A veces las hermanas menores podían ser un total y absoluto fastidio. Especialmente cuando las hermanas mayores querían dormir.
Pero el silencio no fue largo. Pronto, la voz aguda de Charis volvió a escucharse en la habitación.
—Ced, no puedo dormir.
—Cuenta hipogrifos o algo—bufó la niña. ¡Vaya con las hermanas pequeñas y sus cosas!
—No me gustan. Los hipogrifos me dan miedo —susurró su hermana—. Quiero que me cuentes un cuento, Ced. Uno bonito, como los que tú te sabes.
Cedrella suspiró. Conociendo a Charis, seguro que no la dejaría en paz hasta que hiciera lo que ella pedía. Estaba demasiado acostumbrada a ser la consentida de todos en la familia. Cedrella levantó sus sábanas y le susurró.
—Está bien, ven aquí —la hermana pequeña salió de su cama y se deslizó entre las sábanas junto a Ced—. ¿Qué quieres que te cuente?
—Uno de princesas brujas —decidió Charis tras pensarlo un poco—. Y con un príncipe brujo.
—¿Quieren callarse? ¡Estoy tratando de dormir! —exclamó la mayor de las tres se sentó en su cama y apartó la colcha—. Ya saben que papá y mamá dijeron que Santa no pasará hasta que nos quedemos dormidas.
—Pero es que no puedo dormir —Charis hizo un puchero lastimero y se apegó a Cedrella, quien miró a Callie con una mueca.
—No te preocupes, cuando le cuente el cuento, se quedará dormida enseguida —susurró. Su hermana mayor se levantó de la cama y se sentó junto a ellas en la de Cedrella.
—Si vas a contar un cuento, yo también quiero escuchar —declaró mientras sus dos hermanas menores le hacían un espacio sobre el colchón.
Ced se aclaró la voz, esperando ganar unos momentos para pensar en su historia. Su cuento favorito era el de Babbitty Rabbitty y la cepa carcajeante, pero en ése no había ninguna princesa bruja. Y Charis se sabía el cuento de la fuente de la Buena Fortuna de memoria. Tendría que pensar en algo completamente nuevo.
—Erase una vez, una princesa bruja que vivía en un torreón en la mitad de un bosque… —empezó, un poco insegura. Siempre se sentía así cuando comenzaba a contar una historia. Pero a medida que sus palabras tomaban vuelo, la niña se animaba cada vez más. Pronto, la historia dejó de ser inventada. Era real. Mientras describía las aventuras de la princesa bruja que iba en búsqueda de su príncipe igualmente mago, Cedrella podía sentir cómo sus personajes cobraban vida. Ni siquiera parecía que los acabara de inventar.
La dama Gwendolyn y el valiente Sir Pelleas existían de verdad. Aunque —como Charis comentó al comienzo de la historia—, él no era un príncipe. Sólo un caballero desventurado al que la princesa terminaba de ayudar.
Cuando Cedrella terminó de contar su historia, Charis dormitaba. Con mucho cuidado, sus dos hermanas la metieron a su cama y se acomodaron en las respectivas. Por fin podrían dormir como se debía, sin Charis preguntando cosas a cada minuto. La mediana se acomodó entre sus sábanas y aferró su almohada. Se estaba muriendo de sueño.
—Ced…
Esta vez la que hablaba era Callie. La niña se destapó la cara y miró en la dirección de su hermana mayor.
—¿Qué pasa?
—¿Y Gwendolyn y Sir Pelleas vivieron felices para siempre? —preguntó Callie en un murmulló.
—Sí, claro. Eso es lo que pasa en los cuentos. Cuando conoces a tu verdadero amor, sabes que es el indicado y… vives feliz para siempre.
—¿Crees que es así en la vida real? —volvió a preguntar Callie mirando a su hermana. Siempre hablaban así de noche, de secretos y otras cosas que no se podían decir a luz del día. Las dos se sentían más libres así, cuando nadie las escuchaba.
Ced se mordió el labio. Vaya con las preguntas de Callie, casi peores que las de Charis. Y tan raras.
—No sé. Puede ser. Quizás cuando nosotras encontremos con nuestros príncipes, lo sabremos —murmuró—. Pero para eso falta mucho. Siglos.
—Sir Pelleas no era un príncipe —susurró la otra.
Ceddie no respondió. Por supuesto que ella sólo se enamoraría de un príncipe. La idea de enamorarse de alguien que no cumpliera con todo lo que decían los cuentos era una tontería. Ella sólo se enamoraría de un hombre que cumpliera con sus sueños.
—Duérmete. Que Santa aún tiene que pasar —dijo después de que Callidora hubiera dicho algo más a propósito de príncipes azules y otras cosas de la historia.
Esa noche, soñó con príncipes y princesas. Y aventuras por montón. ¿Con qué otra cosa puede soñar una niña de ocho años?
Me ha encantado escribir sobre las tres hermanitas Black (otro trío en que la mediana traiciona a su familia. Curioso). Tengo muy pensadas cómo funcionan las relaciones entre las tres y lo he disfrutado un montón.
¡Hasta la próxima viñeta!
Muselina
