I. Petición y lección.

El príncipe Eren Yeager salió molesto de la habitación de la Reina Carla Yeager. Su respetada madre lo había llevado hasta allí para hacerle la misma estúpida pregunta y darle la misma monótona conversación sobre su orientación sexual. Como era conocimiento en todo el reino de Maria, la homosexualidad era un crimen y una perdida de honor demasiado grande.

Carla no se preocupaba por el honor de su familia; quizá no mucho, después de todo. Lo que realmente importaba en el momento era la seguridad de su hijo mayor.

Eren entró en la habitación propia y se sintió conforme cuando vio que la chimenea de la pared estaba encendida, ardiendo gracias a la leña que se consumía con cada segundo que pasaba. Se acercó hasta la cálida luz del fuego y observó sus manos enguantadas en un cómodo, suave y abrigador blanco. Miraba sus manos como si en ella fuera a encontrar las respuestas a su vida.

Cada vez que discutía con su madre por la misma estúpida razón, él acostumbraba a estar cerca de la chimenea hasta que su mente se despejara y pudiera seguir con la noche o día, dependiendo de a qué hora su madre lo buscaba. Honestamente, Eren sabía que algo no andaba bien con él, que a su diecinueve años cumplidos hace tres semanas, algo en él aun no nacía. Lo que no nacía era esa atracción al cuerpo femenino. A veces con su amigo Armin Arlert observaban a las damas que visitaban el castillo, pero nada más nacía en él.

Apretó los puños y su ceño se frunció. No podía ser cierto... Él, el honorable príncipe Eren Yeager, heredero del Rey Grisha I, no podía ser victima de esa enfermedad y pecado ante los ojos de los dioses. Unas lágrimas corrieron por sus mejilla, mostrando la frustración que sentía en su interior.

—Príncipe Eren —llamó uno de los guardias que vigilaban su puerta. —El caballero Levi desea hablar con usted.

—Déjalo entrar —ordenó Eren con la mejor voz que pudo. Ellos no podían ver debilidad en él.

Levi era uno de los caballeros más respetados y fuerte de la guardia. Había peleado en la Guerra de Rose hace cuatro años cuando los Braun junto a los Verman se alzaron contra el Rey Grisha I. Sin embargo, aquello no era la única cosa que hacía famosa a Levi; su seriedad y frialdad ante toda situación era admirada y odiada por muchos. Algunos lo llamaban "el Caballero sin corazón", debido a que había herido de gravedad al hijo mayor de los Braun, Reiner. Aunque muchos comentaban rumores sobre Levi, Eren se negaba a creer aquellos sin fundamentos. Él conocía a Levi, por lo menos eso creía. En ocasiones cuando Levi estaba de guardia en el castillo, Eren pasaba horas hablando con él, enterándose de como era la vida fuera de la seguridad del castillo y, lo más importante que Eren había descubierto, fue el arriesgado secreto que el Caballero sin corazón le confesó.

—¿Has pensado en casarte? —Eren preguntó curioso a Levi.

—No —fríamente respondió Levi mirando hacia el frente, con su tipica mirada seria.

—¿Por qué? ¿Temes morir ante alguna lucha y dejar a esposa viuda?

—No realmente.

—¿Entonces qué es?

Levi no respondió y su postura se volvió más rígida durante unos segundos, los cuales no pasaron desapercibidos por el príncipe Eren.

—No estoy interesado en las mujeres —confesó Levi con normalidad.

Eren se limitó a mirarlo y decirle que su secreto estaba a salvo con él.

Cinco meses después, Levi estaba ante él. Recién había llegado de Sina junto a los otros hombres del Rey, e incluso con el mismo Rey, quien andaba tratando unos asuntos personalmente con Lord Irvin Smith.

—El Rey quiere que desde ahora me encargue de su seguridad, príncipe Eren —cada vez que Levi se refería a él como príncipe, arrastraba la palabra. —Le juro mi lealtad, su majestad. No dejaré que nada pase al heredero del Rey.

Eren miró confundido a Levi. Si él ahora tenía que estar todo el tiempo con él, significaba que algo muy malo pasó en Sina. Tenía que saberlo, debía conocer que estaba pasando allá afuera, pero su padre se negaba a contarle toda la verdad. Según él, Eren todavía no tenía que lidiar con esos temas, así que solo necesitaba parte de la verdad para ir madurando.

—¿Qué ha ocurrido? —interrogó Eren, queriendo imponerse sobre Levi.

—No puedo hablar del tema.

—Soy el príncipe, es tu deber responder ante mi.

—Respondo primero ante el Rey. Y el Rey ha ordenado que la situación siga siendo secreta.

¡No era un mocoso de diez años! Ya podía montar a caballo, seguir a su padre por los caminos de piedras, tierra, barro, o del material que fueran. A veces se sentía tan inútil dentro del castillo... ¡La mayoría de los hijos de otros reyes ya atendían los asuntos militares del reino! Bufó y giró su vista hacia otro lado. No iba a dejar que Levi lo viera como un mocoso resentido.

—¿No tiene nada más que decir? —Levi preguntó con la intención de marcharse. Necesitaba entrar a una bañera y quitarse la mugre del camino desde Sina a Maria.

—No —se apresuró a decir Eren impulsivamente. Era ahora o nunca. Se acercó a paso lento hasta Levi, se quedó frente a él y acercó sus labios al oído de Levi, diciendo en un susurro: —Quiero que me hagas el amor.

Levi sintió ganas de agarrar a aquel mocoso por la capa que llevaba sobre los hombros y abrochada con un dorado broche sobre su pecho, atraerlo hacia él y decirle que no jodiera. Después quería golpearlo hasta que Eren olvidara su puta confesión. Pero se contuvo y apretó los puños. No podía dañar al hijo del Rey. No quería ser ahorcado en público.

—Si quiere bromear, puede llamar al bufón —espetó suavemente Levi. —Mi lugar está con la espada, no con la risa.

Eren tomó distancia de él y negó con la cabeza. No estaba molestándolo, él respetaba la opción de Levi.

—Debo hablar contigo. Confío en ti —sinceramente Eren reconoció. —Por una vez dejemos al príncipe y caballero de lado.

—No sé a qué quieres llegar, pero debo estar ante el Rey pronto, así que si me da su permiso para retirarme.

—No —ordenó Eren. —Te dejaré ir con la condición de que vengas a las dos de la mañana a mi habitación. Hablaré con los guardias para que se vayan.

—A sus ordenes —musitó Levi. Se dio media vuelta y salió de la habitación del príncipe Eren Yeager.


La noche blanca por la luz de luna llena estaba calmada por primera vez. Una noche deliciosa para descansar, pero él se encontraba subiendo unas escaleras caracol de piedra, hasta la habitación del príncipe. No estaría trasnochando por un mocoso extraño de diecinueve años, pero aquel era el príncipe y tenía que cumplir sus ordenes. Tsk... A veces quería volver a ser un simple tipo del pueblo. Donde no tenía que responder a nadie, solo a él mismo.

Llegó hasta el pasillo y encontró el lugar vacío y silencioso. Eren había dicho la verdad: hablaría con sus guardias para que no estuvieran. Se acercó hasta la puerta; dudó si llamar a la puerta antes o entrar de una vez. Finalmente optó por tocar suavemente la puerta, ya que el silencio ayudaba a expandir el sonido. Escuchó un suave "entre" y abrió la puerta, pasando a la habitación.

Encontró a Eren mirando por la ventana. La luz de la luna entraba como una antorcha plateada natural y formaba sombras en el piso con la figura de Eren.

—¿Qué es lo que quieres? —Levi fue directo al punto principal de aquella secreta reunión.

—Mi madre duda de mi —Eren seguía con la mirada perdida en el paisaje que la luna iluminaba. —A mi edad ya debería estar interesado en buscar a mi reina, pero no lo estoy. He intentando convencerme a mi mismo de que nada ocurre, de que mi poca atención a las mujeres no se debe a que tenga atracción por los hombres. Sin embargo, no puedo quitarme el pensamiento de que soy... —pareció pensar la palabra un momento. Sus ojos se cerraron y luego abrieron a la noche. —De que soy aquello que odian... Así que necesito probarme de que no lo soy. Por lo que pensé en ti. Tú me vas a ayudar en esto, tú me salvarás de los pensamientos paranoicos en los que me he sumergido por voluntad propia.

—¿Qué se supone que haga? —se había acercado a la pared de la ventana y apoyado contra esta con los brazos cruzados.

—Dejaré que me toques... —con esas palabras se ganó la mirada de Levi sobre él. —Dejaré que me hagas tuyo —las palabras sonaron dubitativas, pero la mirada firme de Eren le dio a entender de que estaba seguro.

—Es una decisión muy impulsiva.

—Es lo que he decidido y debes hacer lo que yo digo —esta vez Eren lo miró. —Si llego a sentir asco por ser tocado por un hombre, te lo haré saber y daré las gracias. Luego haré como si nada hubiera pasado.

Levi no lo pensó más. Por mucho que las decisiones del príncipe estuvieran bien o mal, él tenía que obedecer.

Se colocó detrás del príncipe Eren y buscó con el tacto el broche de su capa, la cual quitó y dejó caer al piso. Tocó por sobre la ropa el cuerpo del chico, en firmes caricias que Eren dejaba pasar. Levi dejaba cálidos besos cortos en el cuello, haciendo que Eren cerrara los ojos y disfrutando el momento.

Está mal... muy mal. No debería disfrutar de esto.

Con autorización y desesperación Levi quitó todo lo que cubría la parte superior del príncipe. Eren seguía de espaldas a Levi, quien muy competente seguía con su orden.

Tomó un pezón del príncipe entre su indice y pulgar, moviéndolo entre ellos. Deseaba tocar con su propia boca aquellos pezones. De hecho, quería tocar con su boca toda la piel desnuda de Eren. Necesitaba besar, lamer y morder la limpia piel que tenía bajo él. Quería explorar el lado oculto de Eren Yeager.

Levi ocultó su rostro en el hueco de entre el cuello y hombro de Eren. Bajó sus manos hasta las caderas del chico, atrayéndolas hacia atrás, dejando que el trasero del chico lo rozara por un momento. Luego sus manos se metieron bajo el pantalón. Sintió como Eren se tensaba ante aquella invasión. Decidió sacar sus manos.

—¿Qué sientes? —susurró el más bajo contra su cuello. El aliento de la voz de Levi contra su cuello hizo que sintiera unas leves cosquilla.

—Siento que todo esto está correcto —Eren buscó las manos de Levi y entrelazó sus dedos con los de él sobre su abdomen, haciendo que ambos quedaran en un extraño abrazo. —Quiero que me beses. Déjame besarte, Caballero sin corazón.

Eren se giró y quedó mirando de frente a Levi. Sus manos ahora libres tomaron el rostro del más bajo entre ellas, y lo besó. Para sorpresa de Levi, Eren no besaba con torpeza, sino que estaba muy determinado en sus besos, como si fuera una ocasión entre tantas.

Se besaron con la luna como testigo y los dioses que no los perdonarían por aquel pecado. Pero por un rato los dioses y la moral podían irse a otro lado, a Levi no le importaba ni un poco aquello. También podía decir que a Eren tampoco le importaba.

Los besos partieron largos y apasionados, con una necesidad salvaje suprimida por mucho tiempo. Sus respiraciones se agitaron varias veces y sus labios ya se estaban tornando más rojos. Con el paso del tiempo los besos fueron más cortos y tiernos.

Esto está mal... muy mal. Pero no me importa.

Lo siguiente dejó sin palabras Eren. Levi se arrodilló frente a él y bajó su pantalón, ropa interior y sin decir palabra llevó el miembro de Eren a su boca.

Sintió como la excitación recorría su cuerpo, ingresando a sus venas. La sensación que la lengua, la saliva, los dientes de Levi allá abajo despertaban los deseos ocultos del menor, instintos de ser cazado por aquel hombre. Agarró del cabello a Levi y quiso que profundizara en su juego.

—Nng... Ah... —escapaban de su boca.

—¿Quiere que pare, príncipe Yeager? —Levi se levantó y acarició la mejilla izquierda de Eren con las yemas de sus dedos. La piel del chico era suave y bien cuidada, todo gracias a los baños especiales y cuidados que se le daban. Era todo lo contrario a su piel, marcada por cicatrices de guerra, cicatrices de supervivencia que lo marcaban como un peón más de la época.

Eren negó con la cabeza y besó en un corto momento los labios del contrario.

—No. Quiero que sigas hasta el final —no podía detenerse ahí ahora. Sería un castigo que lo dejara todo ahí, con todo ese deseo recorriendo su cuerpo. Corrección: con el deseo recorriendo sus cuerpos. Podía apostar su cabeza a que Levi sentía lo mismo.

Se vio arrastrado a la cama, donde fue tumbado sobre ella con brusquedad y luego sintió como Levi se colocaba sobre él.
El tiempo pasó entre caricias, besos, gemidos y palabras que no abandonarían esa habitación. Todo siguió con lujuria entre ellos, dejándose a merced del otro para el gozo propio.

Sin embargo, Levi como buen caballero ganó el poder. Además que tampoco iba a dejar que un mocoso sin experiencia estuviera en él. No podía presentarse al día siguiente con dolor y caminando con dificultad. ¡Y ni hablar del dolor que sentiría cuando tuviera que cabalgar!. En cambio, el príncipe Eren podía quedarse en su coma, con todos los sirvientes atendiendo sus necesidades.

Levi separó los labios de Eren e introdujo dos de sus dedos. El chico entendió claramente lo que debía hacer, tomó la mano de Levi firme en la suya y humedeció los dedos con su saliva tanto como pudo. También en ningún momento apartó los ojos de la mirada de Levi, quien ya estaba desnudo sobre él.

—Dolerá. Ni ser príncipe o Rey te salvará del dolor de ser humano, Eren —dijo Levi separando las piernas del chico.

Eren abrió los ojos de par en par. Aquella era la primera vez que lo llamaba por su nombre, lo cual fue como derramar combustible al fuego. Su nombre sonaba tan bien desde sus labios, con esa voz seria.

—Aceptaré el dolor por ti, como tú aceptas el dolor cuando peleas al lado de mi padre —logró murmurar Eren sintiendo los dedos de Levi invadían aquella parte que no estaba acostumbrada a ese tipo de invasión. Hundió sus dedos en las sabanas, arrugando las mismas en su mano, como si aquello fuera a evitar que el dolor que sentía por aquella perdida de virginidad tan brusca. Y, de hecho, todavía no llegaba a la parte más importa con Levi.

—D-detente —ordenó a Levi.

El Caballero sin corazón se detuvo pero no quitó los dedos de su interior. Miró a Eren con curiosidad, inspeccionando su rostro que se estaba colocando de un suave rojo. Volvió a acomodarse sobre él y entrelazó sus dedos con los de él, en ambas manos.

—No hay nada de que temer, Eren. Yo siempre te protegeré —eran palabras sinceras. Levi no era un sin corazón, para nada. —Te he jurado mi lealtad y mi vida.

Volvió hacia atrás para lograr una postura cómoda para entrar en Eren, así que soltó una mano del chico pero se aseguró de tener bien firme la otra. Una vez listo, con lentitud fue introduciéndose en el príncipe Yeager. Al principio eran movimientos lentos, calculados para no dañar tanto a quien estaba abajo. Aunque una vez cegado por el placer, sus movimientos se hicieron más rápidos y fuertes.

Sus embestidas aumentaban al mismo ritmo que los gemidos de Eren. Con ese paso terminaría despertando a los cercanos y llamando la atención, por lo que Levi lo cayó a besos o mordidas. Prefería que el chico mordiera su hombro, aunque también Eren había dejado una herida en su labio inferior por morder con tanta fuerza.

—Aaah... N-no... —su voz se quebró. No tenía tiempo para hablar, tan solo tenía tiempo para gemir bajo la pasión y escuchar los gemidos que Levi dejaba salir.


Cuando ambos cuerpos se liberaron, Levi abandonó a los minutos la habitación en contra de la voluntad de Eren.

—Quédate a dormir conmigo unos minutos. Tan solo unos minutos —pidió Eren viendo como Levi se levantaba de la cama.

—No puedo —respondió cortamente Levi vistiéndose con paciencia. —Si ambos nos quedamos dormidos, puede que nos descubran. Y no quiero ver mi cabeza como una advertencia para aquellos que decidan ir contra las leyes.

Eren no dijo nada. Se limitó a seguir con la mirada cada movimiento que Levi hacía al vestirse. Siguió con la mirada como Levi ya vestido se acercaba a él y besaba su frente, luego sus labios.

—Buenas noches —murmuró contra sus labios, uniéndolos en un beso final. Separarse del mocoso le estaba siendo más difícil de lo que pensaba. Él no venía con las expectativas de todo lo que había pasado. Creía que Eren tan solo lo besaría y daría a entender de que no le gustó. Pero se equivocó, Eren no era lo que los otros decían —hay que destacar que él no creía del todo los rumores—, Eren no era un chico de vida cómoda que no hacía más que esperar a que su padre muriera para ser Rey y reinar mal. Eren era un chico decidido, impulsivo, perseverante. Si seguía así durante unos años más, Levi no dudaba que Eren podría ser un buen Rey. Ser su Rey.


Hola ~ Me gustó escribir esto, yay. Pensaba en hacer una o dos partes más, porque Eren no se va quedar tan quieto ahora que conoció el lado colorido (?). Y Levi no va estar tranquilo después de acostarse con el príncipe xDDD ¿Qué dicen ustedes? ¿Debería seguir la historia o dejarla ahí no más, como un one-shot?

Por ahora lo dejo hasta aquí. Gracias por su atención y linda semana c:

Rin.