Por Amor
Ruido, sangre, caos y destrucción, eso era lo que pasaba más allá de las fronteras de Dorne, donde su amado Rhaegar estaba luchando. Habían sido unos ilusos al pensar que podrían escapar del honor y el deber. Su amor había costado la vida a muchas personas. En ese mismo momento, estaba segura, su hermano luchaba para rescatarla. Una lágrima corrió por su mejilla.
- Mi Señora –Dijo uno de sus guardias- ha llegado un cuervo. –"Plumas negras, noticias más negras aún", pensó Lyanna, con el corazón sujeto de un hilo y sosteniendo la respiración.
- ¿Qué dice? –Murmuró mientras se sujetaba su abultado vientre, sintiendo a su pequeño Jon patear con fuerza, como si quisiera salir a protegerla.
- El pequeño que lleva en su vientre es el último Dragón. Robert Baratheon asesinó a nuestro amado príncipe Rhaegar en Tridente y los Lannister mataron al Rey, la Princesa y sus hijos. Baratheon es el nuevo Rey.
Las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas, ahora que Rhaegar había muerto no podía seguir con vida. Todo lo había hecho por amor pero ¿Eso bastaba para Elia? ¿Para los niños? ¿Para todas las personas que habían muerto mientras ella obligaba a los demás a jugar el Juego de tronos? No, no bastaba.
Todavía podía sentir el aliento de Rhaegar sobre su boca; lo amaría por el resto de sus días, estaba segura. Todavía podía sentir su mano enredada en la suya y su corazón casi estallaba al recordar cuando la eligió Reina del Amor y la Amistad. A ella, la Doncella Lobo.
El invierno había llegado, aunque afuera hacía calor. Había llegado en forma de fuego y sangre. El invierno helaba sus venas y cuando Jon anunció su llegada al mundo en medio de dolor ella supo que su vida había terminado.
- ¡Puja! –Gritaba la maegi mientras Lyanna perdía el conocimiento.- ¡Puja si quieres que este lobo nazca con vida!
Y Lyanna pujaba, mientras afuera de la torre su hermano Ned luchaba para rescatarla. Pobre, valeroso y adorado Ned. Iluso como ella, que creyó que podría huir del invierno con Rhaegar.
El invierno llega para todos, igual que la muerte.
- La… corona… de rosas… azules. –Murmuró mientras pujaba- ponédmela, por favor.
Una de las sirvientas le puso la corona en la cabeza, mientras ella sonreía. Con esa corona había comenzado todo y quería que con ella termine. El llanto de Jon llenó la habitación y abajo podía escuchar el ruido de las espadas al chocar. Besó la frente de su pequeño mientras le abrazaba.
Cuando la puerta se abrió, supo que su hermano había llegado a rescatarla. La salvaría de irse a la tumba sin saber si su pequeño crecería para tener sus propios hijos. Con el rostro cansado, pálido y lleno de lágrimas miró a Ned, reflejando en sus ojos una gratitud infinita.
- Lyanna… Rhaegar te… -Murmuró el Stark arrodillándose junto a su lecho de sangre y rosas mientras las lágrimas corrían por su rostro.
- No, no. Yo lo amaba y él me amaba a mí, Ned. Por favor, perdóname por todo. –Dijo con un hilo de voz- Yo… él y yo pensamos que podríamos huir de todo juntos, pero el invierno se acerca… siempre.
- Te llevaré a casa, te vas a poner bien.
- No, no lo haré. Moriré aquí y quiero que me lleves a Invernalia, que mis huesos estén ahí. Prométeme que cuidaras de mi hijo como si fuera tuyo, Ned. Prométeme que no permitirás que Robert sepa que Jon es hijo de Rhaegar. Prométemelo Ned.
- Te lo prometo.
