"Rouge Platonique"
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DISCLAIMER: "Miraculous: Las aventuras de Ladybug y Cat Noir", no me pertenecen. Son propiedad de Thomas Astruc y Zag Héroes.
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La historia transcurre luego de "Glaciador", Episodio 9, de la temporada 2.
(Adrinette-Marichat).
Sin más, que lo disfruten.
*Capítulo 1: "Museé"
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—¿Ya lo tienes, Sabrina? —chilló Chloe—. ¡Más te vale que esta vez sí puedas conseguir el regalo para Adrien!, ¿entendiste? ¡Tienes que lograrlo esta vez! —exigió, en un típico ataque de histeria Borgeous.
—¿Lograr qué cosa? —indagó con inocencia, un recién llegado al salón, Adrien.
La rubia lo miró pasmada y por encima de su hombro, observó a su amiga, más aterrada que ella.
—Eh... Yo... ¡Nada! ¡Es...! —movió las manos nerviosa— ¡Un regalo que quiero hacerles a los niños del Hospital. —resolvió airosa, fingiendo recuperar la calma— ¿Sabes lo horrible que puede ser no tener regalos? —lanzó, con voz de cuasi indignación.
—De... ¿acuerdo...? —Adrien acotó, no comprendiendo la neurosis inicial de la chica.
—¡Grrrhh...! —Marinette gruñó por lo bajo.
Alya puso ambos ojos en blanco y se golpeó la frente, en señal de disconformidad.
—¿Qué ocurre?
—¡Es Chloe! —protestó la pelinegra— ¡Ella ya sabe qué regalo darle a Adrien por San Valentín! Y yo… Ni siquiera pude entregarle el de su cumpleaños, o firmar la tarjeta del año pasado, o siquiera dirigirle la palabra... —enumeró con hartazgo—. ¡Quizás nunca lo haga y él nunca sepa de mis sentimientos, y se terminará casando con otra chica y yo...! —Un ahogo repentino la obligó a hacer una pausa—. ¡Oh, mi vida se acabó! —se quejó otra vez, arrodillándose, sostenida en las piernas de su amiga.
—¡Marinette! —la reprendió— ¡Debes controlarte, niña! Oh, Dios...
—Lo siento. —se incorporó, con solemnidad y la mirada en el suelo.
—Ya hemos pasado por esto. —Alya dijo cruzándose de brazos, comenzando a caminar hacia la salida— Y debemos llegar a otro punto, ¡siempre es igual!
—Lo sé... —asintió la ojiazul, con desgano y arrastrando las piernas, siguiéndola.
—Tú, —dijo señalándola— harás lo que yo diga, ¿de acuerdo?
Marinette la vio, atemorizada.
—¿Qué...? ¿Qué tienes en mente?
—Mañana mismo, niña. Mañana, en el paseo escolar. —parpadeó con suficiencia y luego cerró sus ojos, cruzada de brazos otra vez—. Mañana, intentarás entablar una conversación coherente con Adrien. Indagarás.
—¿Y—Yo...?
—Sí, tú.
—¿Pero qué indagaré...? —Dudó, haciendo movimientos torpes de detective pensativo.
—¡Conversarás y ya! —Alya se alteró levemente, ante una Marinette algo asustada y encogida—. Lo siento. Debes quedarte tranquila, Marinette. Estaré allí y nada puede salir mal, porque cubriré cualquier frente.
—Bien... —la chica soltó, tras un largo suspiro— Pero aún temo no encontrar el regalo perfecto...
—Bueno, nos encargaremos de eso, también. No podemos permitir que Chloe supere a tu obsequio. Aunque dudo seriamente que ella pudiera hacerlo. —concluyó la morena, dándole palmaditas en el hombro a su amiga.
—Muchas gracias, amiga… ¿Nos vemos en el centro comercial, a las cuatro, entonces?
—Mmm... Estaré cuidando de mis hermanitas, Marinette. Cuando regrese mi mamá, a las seis, mejor. —propuso sonriente.
Ya habían llegado a la panadería.
—¡Excelente, gracias Alya! No sé qué haría sin ti.
—¿Para qué están las amigas? —se despidió la joven.
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—Oye. —la reprendió Tikki, saliendo de su bolso—. Yo también puedo aconsejarte sobre Adrien. —agregó, pretendiendo estar ofendida.
Marinette rió alegre.
—Por supuesto que sí, Tikki. Y no sería nada sin ti. ¿Tú sabes cuánto te quiero?
La pequeña kwami sonrió feliz y se posó en su mejilla, cariñosamente.
—Lo sé, solo bromeaba... ¡Tienes que mantenerte en calma!
La chica rodó los ojos. Si tuviera un billete por cada vez que escuchaba esa frase...
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En el shopping más importante de París, Marinette caminaba desesperanzada y agobiada, esperando a Alya.
—No creo encontrar nada. —masculló casi inaudible, rezongando a paso muy lento, con Tikki.
—¿Qué estás buscando, Marinette? ¿Tienes algo en mente?
La expresión de la chica se alargó más.
—Ni siquiera sé qué estoy buscando... —resopló— Es decir... ¿Qué sería lo suficientemente bueno como para obsequiarle a...?
—¡Marinette! —la llamó su kwami, con rapidez— ¡Mira! —chilló— ¿Ese no es Adrien?
—¡Ayyy! —gritó la joven— ¿Qué voy a hacer ahora? ¡Debo esconderme, en—en algún lugar!
Corrió detrás de una gigantesca columna, para no ser visible, y a la vez, poder ella espiar.
Tikki frunció el ceño sin comprender.
—¿Por qué te escondes de él?
—Porque así podré averiguar qué está haciendo aquí, justo como Alya dijo. —comentó, guiñándole un ojo, comenzando a caminar sigilosamente, a metros del chico.
Adrien, por su parte, solo miraba algunas vidrieras en silencio y avanzaba. Quizás, en alguna de ellas negaba con la cabeza en evidentes signos de desaprobación interna, para luego, continuar la marcha. De esta manera, Marinette pasó un buen rato persiguiéndolo en secreto, a través de movimientos de precaución exagerados y casi fallidos. Hasta que sucedió. Finalmente, el muchacho entró a una tienda y conversaba con la vendedora.
La ubicación de Marinette, en una de las escaleras mecánicas resultó cercana a la tragedia; a la evidencia y notoriedad, frente a quien ella permanecía escondida.
Tras varios consejos de Tikki, avanzó su marcha hasta notar, que Adrien estaba...
—¡¿En una tienda de lanas?! —exclamó, incrédula— ¿Qué hace Adrien en una tienda de lanas?
—¿Querer tejerse un suéter? —propuso la kwami.
—Eso no tiene sentido realmente, Tikki... —susurró, oculta tras una palmera— Adrien modela para la marca más conocida de París, ¿y necesitaría comprar lana? —concluyó, totalmente incrédula.
—¡Veamos más de cerca! —sugirió la kwami, en un acto de picardía.
Marinette no se lo pensó dos veces.
No alcanzó a ver si él había comprado algo efectivamente, aunque estaba despidiéndose de la vendedora de la tienda de diseños y lanas.
—Será mejor que nos vayamos, Tikki...
—¡Con que aquí estás! —Alya desahogó su queja, en un grito que mortificó a Marinette.
—¡Aaah! —chilló, zarandeándose en un solo pie, por el susto.
La chica prácticamente iba a estrellarse contra el suelo, de no ser por...
—¡Marinette! —Adrien dijo, preocupado por lo que veía.
Diez mil colores se concentraron en el rostro de Marinette. ¿Acaso había alguna cosa en el mundo, más perfecta que estar sostenida por sus brazos?
Un leve sentimiento de perdición se apoderó de su ser, anulando su ahora escasa cordura.
—¡A—Adrien! —acotó sorprendida, viendo de arriba a abajo a quien, con muy buenos reflejos, acababa de evitar que el trayecto indiscutido al piso, prosiguiera.
—¿Te encuentras bien? —preguntó él, con genuino interés.
—Ahm, yo... ¡Sí, claro que sí! Solo... Estaba... Estábamos...
—Viendo qué obsequiarles a los padres de Marinette, ¿sabes? —intervino la salvadora Alya, como era usual, en las situaciones embarazosas en las que su amiga se colocaba.
—Estoy bien, gracias por preguntar. —suspiró obnubilada— No tan bien como tú; e—es de—cir, que no estoy tan genial como eres tú; ni tan perfecto que eres asombroso... —la chica dijo, riendo histérica, para inmediatamente cubrirse la boca con ambas manos. El horror...
—No fue nada, Marinette, en serio. —agregó Adrien, sonriendo como siempre.
La chica solo asintió con una de sus características sonrisas maniáticas.
—¿Y qué hay de ti, Adrien? ¿De compras? —Alya interrogó, viéndolo escrutadoramente, sin hallar objeto alguno en las manos o brazos del modelo.
—No... Yo solo paseaba. —aseguró rascándose la cabeza con timidez mixta en sonrisas.
—Claro... —asintió Alya, no muy convencida— Bien, Marinette y yo tenemos cosas que hacer... Una cosa muy especial. —lanzó, instaurando un gran halo de misterio.
Adrien la vio asombrado, y luego hizo lo mismo con Marinette, que no sabía dónde esconderse, nuevamente. Finalmente les sonrió, sin intentar ser más curioso.
—Bien, nos vemos mañana, chicas... —saludó amistosamente, con su mano, al tiempo que se alejaba.
—Hasta mañana, Adrien.
—Sí, ehm... ¡adiós! —la ojiazul se despidió, en un tono más agudo del deseado.
Alya negó varias veces y resopló frustrada.
—¿Cómo podrías entregarle algo? ¡Debes controlarte, Marinette; Adrien no te morderá!
Tikki asintió repetidamente, dentro del bolso de Marinette. Ella sabía que su kwami, aún oculta le estaba resaltando un "Te lo dije" fosforescente, más grande que la Torre Eiffel.
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Al día siguiente, Marinette no había logrado recobrar el ánimo, ni descubrir un milagroso atisbo de valentía intrínseca, para hablar con Adrien. El hecho de que no hubiera encontrado ningún potencial obsequio para el chico, empeoraba toda la situación. Quedaba poco tiempo antes de San Valentín, y la sola idea de tener que construir/escribir/dibujar/fabricar algo para regalarle, le revolvía el estómago de nervios.
—¿Qué cosa en el mundo, podría regalarle yo, a Adrien Agreste? ¡Ni siquiera sé demasiado sobre sus gustos! —se lamentaba.
—Marinette, ¿no lo ves? —Tikki la frenó sus soliloquios de drama— ¡Alya tiene razón! Podrías aprovechar este paseo escolar para hablar con él.
La joven palideció. ¿Acaso...? ¿Ella? ¿Hablar? ¡¿Con él?!
Si existiera una tienda donde se pudiera comprar la coherencia, la paz interior y la simpatía espontánea.
—¿Hablar? Hablar con Adrien es mi punto más débil... —parpadeó pesadamente— ¡Tikki, escóndete! —susurró, al llegar a la puerta de la escuela.
—¡Debes intentarlo! —esbozó, antes de guarecerse por completo.
Madame Bustier esperaba que llegaran todos los alumnos, para subir al transporte público que los llevaría. Visitarían un viejo museo parisino, que tras décadas de permanecer cerrado, había sido reinaugurado recientemente.
La emoción por recorrer las calles de París, era algo evidente en la mayoría de la clase. Los chicos, en especial, demostraban mayor emoción por no pasar el día en la escuela; mientras las chicas lucían expectantes por interiorizarse más sobre el arte.
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Alya propuso a Nino sentarse juntos en el autobús, aunque este aún no ocupaba su asiento, porque conversaba con Max. Adrien estaba solo y Marinette se sentó momentáneamente con su amiga.
—Repito: Nino se sentará aquí. ¡Debes irte! —exclamó, aun en un susurro bullicioso.
—¿Qué? ¿Y dónde me sentaré? —cuestionó.
—Ehm... ¿Qué tal con Adrien? —dijo arrastrando las palabras, para resaltar lo obvio y ridículo que sonaba su pregunta.
Marinette casi trepa al techo del autobús.
—¡¿Estás loca?! ¡No puedo hacer eso? ¿Qué le diría? —negó con ambas manos, enérgicamente—. Seguramente alguna tontería como: "Hola, Adrien, soy yo, Marinette. Oye, hagamos que esto sea menos raro: si me quedo viéndote como una desquiciada, solo ignórame, ¿sí? Es que estoy demente y no puedo controlar mis nervios, cuando te veo". —concluyó, no sin antes ridiculizar aun más sus palabras, con gestos y mohínes graciosos—. ¿Es en serio, Alya?
—Podrías comenzar por ahí.
—Ni en sueños.
—¡Vamos! —la amiga la animó—. ¿Qué harás cuando Nino venga?
—¿Quedarme en el que sí es mi asiento?
—¡No seas una bebé, Marinette!
—Cállate, él nos escuchará.
—¿Y qué? Sería tu culpa de todos modos.
—¿Quién es la bebé ahora? —desafió la pelinegra, cruzada de brazos en disgusto. Ni siquiera quería mirar a su amiga.
—Lo mejor que podría pasarte, es que Adrien vea un gesto: UN SOLO GESTO de tu parte, que le indique cuánto te importa. El resto, es pan comido. Créeme. —aseveró, cruzada de brazos también.
—¿Qué? —Marinette rodó los ojos—. No puedo sentarme con él, Alya... Tú lo sabes. Arruinaría todo y diría alguna grandísima tontería, y él creerá que soy un tontosaurio...
—Bien... —la chica suspiró, derrotada— Quédate aquí, entonces, Marinette.
—Gracias... —le sonrió genuinamente—. Tengo que ir al baño... —anunció, pidiéndole permiso a Alya, y espacio, ya que Marinette estaba sentada hacia la ventana.
Pero en cuanto ambas se pusieron de pie, la morena empujó a su amiga a uno de los asientos delanteros suyos, vacío, de modo tal, que sorpresivamente, Adrien divisó a Marinette sentada junto a él.
Alya sonrió victoriosa, tomando asiento en su propio lugar.
—Hola... —saludó él.
—Hola. —dijo ella nerviosamente—. Eh... —comenzó, estirando el cuello de su camisa—. Alya y Nino se sentarán atrás, por un rato... Y yo...
—¿Sí...?
—Eh, jejeje... Yo... No tengo dónde sentarme y...
—Claro que puedes sentarte aquí, Marinette. —acotó el chico, con su expresión de habitual calidez.
—Genial... Gracias, Adrien...
Él sonrió ligeramente y tras un par de segundos que le resultaron eternos, pudo notar —cuando él se distrajo— que Adrien llevaba puestos auriculares, mientras ella y Alya discutían como lunáticas. ¡Qué gloriosa dicha! Habría sido tan horriblemente vergonzoso que cualquiera, pero especialmente Adrien hubiera escuchado todo eso...
—Con permiso... Yo... Iré a buscar una cosa... —la chica dijo.
—Adelante... —comentó sonriente.
—¡Oye, oye, oye! —Alya chilló, conforme veía que Marinette se alejaba—. ¿A dónde crees que vas?
La chica se frenó con indignación. Nuevamente cruzó los brazos.
—¿Ahora no puedo ir al baño? Argh... Ya estoy sentada con Adrien, como querías.
Alya le hizo una reverencia y la dejó ó por lo bajo, aun orgullosa de lograr que su amiga y Adrien se sentaran juntos.
Pero siempre debían aparecer los problemas...
—¡Adri-Kuh! —canturreó Chloe, con su típico chillido— ¿Estás solo? —el chico la miró sobresaltado.
—Hola Chloe...
—¡¿Solo?! ¡Oh, eso es sumamente inaceptable! —insistió, tras otra ronda de gestos exagerados—. Me quedaré aquí y te haré la mejor de las compañías. ¿Quieres que te cuente del día en que mua, salvó a Ladybug del ataque de Cat Noir? —dijo con arrogancia—. Sin mi ayuda, todo habría sido imposible para Ladybug... —concluyó, con un tono de voz dramático, casi teatral.
Alya gruñó.
—Eeehh... Sí, claro... —dijo Adrien apenas, con el ceño fruncido y poco convencido.
Para cuando Marinette volvió del baño, todo había cambiado. Chloe estaba sentada junto al rubio, Alya lucía muy molesta.
—¿Por qué tardaste tanto? —le recriminó, cuando volvió.
Nino aun no se sentaba con ella.
—¿Qué ocurre?
—¡Pues, Chloe! —refunfuñó su amiga otra vez—. Está sentada en tu asiento. En el que debía ser tu asiento. ¡Argh! No puedes tener tanta mala suerte, niña.
Marinette se sintió molesta y decepcionada al mismo tiempo.
—Supongo que nos sentaremos juntas esta vez... —musitó, cabizbaja.
—¡¿Qué?! ¡No! —negó inmediatamente—. Ve y reclama tu lugar. ¿Nos rendiremos por Chloe? —propuso irónica—. ¡Jamás!
—¡No puedo ir y empujarla, Alya! —razonó.
—¡Te sentarás allí!
—¡No!
—¡Sí! —insistió.
—¡No! ¡Estás loca! —chillaba la chica, forcejeando, increíblemente, con su amiga.
—¡Sí! —Alya gritó infantilmente, obligando a Marinette a ir hacia adelante, provocando que cayera sobre entre el regazo de un pálido Adrien y una irritada Chloe.
—¡Adrien! —Marinette gritó ahogadamente, con todo el espanto del mundo.
—¡¿Qué sucede allí?! —Madame Bustier intercedió, sorprendida de tal griterío.
Prácticamente toda la clase los estaba mirando y Alya no sabía cómo reaccionar. Hasta que algo rápido y glorioso llegó a su mente.
—¡Marinette! —la reprendió falsamente— ¡Debes tener más cuidado y no tropezarte con las cosas! —exclamó, negando con la cabeza y ofreciéndole rápidamente la mano, para poder incorporarse.
—Lo—lo siento, Señorita Bustier, no fue mi intención, yo... —la chica Dupain—Cheng dijo.
—Te caíste como la tonta y torpe que eres, de siempre... ¿Para cuándo algo nuevo Marinette? —Chloe dijo con aburrimiento y desdén.
—¡Chloe! —Adrien se sintió molesto.
—¿Qué...? Si sabes que es verdad, Adri—Kuh... —comentó, poniendo en blanco sus ojos.
Marinette ardía de la vergüenza. Sus mejillas no soportarían otro traspié como este, sin demostrar el carmesí más fuerte de la historia.
—Lo siento, Adrien... No quise molestar, yo...
—¿Estás bien, Marinette? —él preguntó, sinceramente.
—Sí—Sí, estoy bien, gracias... —dijo lo último, casi en un murmullo inaudible.
El chico asintió ligeramente con la cabeza, aún confundido. Con absoluta desazón, Marinette se alejó lo suficiente, hasta sentarse con Alya, detrás de ambos rubios.
—Y así concluye mi primer intento del día, para acercarme a Adrien... —resopló, suspirando melancolía.
—Es solo el primero. Debemos seguir adelante. —Alya afirmó, dándole un golpecito amistoso en el hombro.
Marinette no estaba segura. Parecía como si hubiera una fuerza superior, que impedía cualquier tipo de interacción normal y sin momentos vergonzosos, humillantes y torpes... Si tan solo tuviera una pequeña oportunidad de mostrarse serena, abierta y simpática... Si tan solo pudiera hacer una cosa, que significara algo más... Es que claro, no podía solo imaginar la situación. Ella deseaba descubrir una salida, un camino, que la condujera a algún acercamiento con el chico que le gustaba... Si tan solo pudiera regalarle algo especial...
Pero ella no tenía idea; no podía saber qué obsequio sería perfecto para él. Pues, luego de recorrer el centro comercial por horas (con y sin Alya), nada lograba convencerla. Incluso, manejó la posibilidad de que el presente fuera algo elaborado por ella, pero... ¿Otra bufanda? ¿Algún dulce de la panadería? Nunca estaría segura de que aquello le gustaría al chico...
El trayecto restante hacia el museo, transcurrió en amargo silencio para Marinette y en un interminable palabrerío de Chloe, para Adrien.
¡Por Dios y todos los Santos! ¡Ya habían llegado! Gracias a Dios.
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—¡Vamos, ánimo! —Alya le sonrió, antes de bajar del autobús escolar.
La chica tomó aire previo a hacerlo, luego de observar cómo Chloe aún acosaba a Adrien, ante un Nino desconcertado.
—¡Bienvenidos a 'Le Musée'! —anunció Madame Bustier—.
La entrada solamente, era impactante de ver. Varios ángeles esculpidos a mano, pintados de brillante dorado, enmarcaban el hall principal, con exquisita perfección. Se trataba de un sitio muy iluminado, silencioso, pero de aquel silencio que invitaba a la reflexión y contemplación personal.
El bullicio general de la clase, fue inmediatamente aplacado por el asombro.
—¿No es hermoso? —opinó la profesora, mientras el Director Damocles asentía.
—¡Bienvenidos a 'Le Musée', chicos! —saludó una señora de unos sesenta y tanto años—. El día de hoy, serán testigos de la maravilla del arte parisino, en su máximo esplendor. Una mirada guiada, hacia los confines de la inspiración más hermosa, retratada por cada uno de estos artistas. ¿Alguien aquí, es amante del Arte, Diseño o Escultura...? —preguntó, viendo hacia el grupo de jóvenes.
Nathaniel sonrió entusiasmado, a la vez que Marinette dio un paso hacia adelante. El chico también lo hizo, luego.
—Eso es sencillamente maravilloso. —Insistió la mujer— Por cierto, mi nombre es Claire y seré su guía. ¿Me acompañan?
—Vaya... —Marinette decía, completamente anonadada—. ¡Mira este lugar, Alya! ¡Es increíble!
—Lo es, amiga... Lo es. Pero... Me pregunto… ¿Qué pasaría si hubiera un ataque de akuma aquí...? ¿Te imaginas a Ladybug, combatiendo con villanos, en medio de obras tan costosas? —dijo aceleradamente.
Marinette agrandó sus ojos, viéndola con rareza.
—¿P—Por qué piensas que podría ocurrir un ataque de akumas aquí...?
—¡¿No sería genial?! —continuó diciendo la morena.
Su amiga solo rodó los ojos. El museo era tan precioso, que lo último que desearía, era combatir contra los akumas de Hawk Moth.
—¿Conocen la historia de la primera pintora de París, Marie Juliette Baudelarie? —comentó la Sra. Claire, antes de narrarles.
—Amigo, esto es un poco aburrido. —bostezó Nino—. Me gustaría que nos llevaran a lugares más llamativos, más... ¡Divertidos! —susurró al rubio, mientras la clase oía atentamente la historia.
—Nació en Ruán, en 1676... —murmuró Adrien, sin darse cuenta que hablaba en voz alta.
—¡Amigo...! —Nino interrumpió sus pensamientos— ¿En serio conoces la historia?
El chico se sobresaltó y lo miró, algo nervioso.
—Eh... Sí, Nino... Verás... —dijo riendo parcialmente— Mi padre era estricto con las clases particulares y... Mientras fui educado en casa, estudié Historia del Arte. Todos los años... —agregó, suspirando después con cansancio.
—Oh... Vaya... Lo lamento, viejo...
Adrien sonrió de lado, encogiéndose de hombros. Nino palmeó su espalda.
—O sea, que es doblemente aburrido para ti.
—No, no lo es, Nino... Me gusta el Arte... Me gusta reflexionar sobre el trasfondo oculto en cada obra, las ideas y el mensaje que intentó transmitir el autor...
—Wow... ¡Amigo, eres un poeta! —Nino rió.
—Me gusta de veras...
—Deberías considerar dedicarte a eso, algún día... No lo sé...
El chico sonrió. De todas las clases que su padre lo obligaba a tomar, Historia y Arte eran sus preferidas, además de Esgrima, claro.
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—Como pueden observar, este espacio físico en el que nos encontramos, es relativamente nuevo. Este museo... Permaneció cerrado durante muchos años, y reabrió hace solo tres años...
—¿Cuántos años estuvo cerrado? —quiso saber Rosita.
—Veinticinco años...
—Qué pena que haya estado cerrado tanto tiempo... —comentó Marinette.
—Lo fue, pero... ¡Bueno! Uno siempre logra resurgir de las cenizas, como el Ave Fénix. —acotó la señora, más alegre—. Nosotros contamos con expositores semanales, y como hoy es lunes, es el primer día en que estas obras se presentan al público en general. ¡Vengan, por aquí! Les enseñaré las obras de los artistas más jóvenes de esta semana.
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Transcurrió la visita con normalidad. La mayoría de los chicos se comportaba correctamente, a excepción de Chloe, quien en forma permanente estuvo quejándose por lo bajo, de las extensas explicaciones de la guía; como también, vanagloriándose de la innumerable cantidad de obras que su padre, el Alcalde Borgeous, había adquirido para ella.
Alya no soportaba más a la millonaria chica.
—Y nuestro artista más veterano, —rió ligeramente la señora— mi hermano mayor, Roy Lacroix.
—Buenas tardes, chicos. —saludó el hombre— Siempre me alegra recibir visitas de jovencitos. ¿De qué escuela son?
—Del Françoise Dupont.
—Oh, estupendo... Bien. ¿Quieren que les enseñe la colección de este viejo loco? —comentó simpáticamente el hombre.
—Wow, este tipo es genial... —opinó Juleka, observando las pinturas—. Tiene toda clase de texturas y temáticas...
—Así es, jovencita. Muchas gracias, pues, modestia aparte. —bromeó—. Me gustan varios estilos. Podrán observar que he incursionado en el impresionismo, en el arte abstracto, me gusta el realismo—impresionista...
—Tiene razón Juleka. Aunque no entiendo nada. —se atajó Nino— Y aunque el arte no sea lo mío, este tipo es genial...
—Me gusta mucho... —Adrien dijo.
—¿Oíste eso? —Alya susurró sugestivamente—. A Adrien le gusta mucho este artista...
Marinette sonrió casi maniáticamente. Pero al instante, su sonrisa se esfumó.
—Estaba pensando que las obras de este artista son muy bellas... —comenzó, en un hilo de voz esperanzado.
—¿Sí...? —Alya la animó.
—Pero sus precios son...
—¡Ridículamente caros! —concluyó por ella—. ¿En serio, esto vale? —resopló.
—Vaya... Qué mala suerte. —bufó Marinette, desganada.
—Encontraremos algo. ¡Lo prometo! —aseguró la chica de anteojos, ante su abatida amiga.
—¿Cuáles fueron sus fuentes de inspiración, Sr. Lacroix?
—Bueno... —comenzó diciendo, viendo a su alrededor rápidamente—. Uno se inspira de muchas maneras... La naturaleza, el cielo, el espacio, los animales, la belleza, el amor... —sentenció, girando a su derecha, a ver algún punto que nadie supo qué era—. Todo resulta muy inspirador, ¿saben?
Marinette quedó perdida en cuanto el Sr. Lacroix mencionó al amor, como su inspiración. No podía dejar de observar a Adrien, quien no se percataba de los ojos fijos de la chica, puestos en él.
Se aproximó adonde el chico se encontraba. Él veía con interés las pinturas, hasta que una de ellas, llamó poderosamente su atención.
—¡Oh, por Dios...! Esto es...Increíble. —murmuraba, mientras cubría su rostro con las manos.
—Amigo, ¿estás bien? —Nino preguntó.
Marinette se ocultó para escuchar sin ser vista, un clásico en ella.
—Sí, sí, Nino... Estoy bien. Solo que... Esta pintura —dijo sonriendo estúpidamente—, esta pintura es asombrosa... Me recuerda mucho a mi infancia, a momentos felices...
Su amigo sonrió en silencio y la observó también. Nunca había visto a Adrien sonreír tanto, como si estuviera viajando a un pasado demasiado bueno para ser verdad.
—¿Buenos momentos, eh?
—Sí... Me encantaría poder comprarla...
—¿Cómo se llama...? —Nino frunció el ceño, acercándose a pequeño cartel—. No entiendo la letra...
—"Rouge Platonique". —Adrien respondió.
—Es muy bonita, amigo... Pero es demasiado costosa...
—Lo sé...
—Quizás puedas pedir que la conserve durante un tiempo... —sugirió Nino.
—Quizás... —Adrien coincidió, anhelante.
Su amigo lo dejó solo, pues el chico parecía no poder dejar de adorar visualmente esa pintura.
—Es igual a mi Mamá...—susurró, lo suficientemente fuerte, como para que Marinette escuchara.
Adrien se llevó una mano al corazón y presionó contra sí, al tiempo que seguía mirando la obra. Cerró sus ojos y parpadeó pesadamente, para después, volver a unirse al grupo de la clase.
—Vaya... —Marinette dijo, azorada—. Esta obra es, decididamente, la más hermosa que vi en toda la tarde...
—Lo es, Marinette. —Tikki se asomó un poco, desde el bolso.
—No. —la chica corrigió—. ¡Es la más hermosa que he visto hasta ahora...! —pronunció segura—. Y a Adrien le encantó... ¡Tikki, esta pintura le recuerda a su madre!
—Tienes razón, Marinette...
—Creo que ya sé qué le obsequiaré a Adrien... —sentenció, con una mano en su cadera, sintiéndose muy feliz por ello.
—¿Qué? Pero, Marinette, ¡es muy costosa! —chilló su kwami—. ¿Cómo conseguirás tanto dinero?
—Lo haré, Tikki. No sé cómo. Pero lo lograré. ¡Es perfecto!
—Oh, Marinette... —suspiró su amiguita.
Ni siquiera sabía cómo haría para entregárselo sin ruborizarse, sin hacer alguna torpeza o escupir cientas de palabras atravesadas y sin sentido. Pero sabía que lo lograría.
¿Lo malo? Faltaban cinco días para San Valentín. Y le faltaba solo el... 90% del valor de la pintura.
¿Lo bueno? Había hallado el regalo perfecto para Adrien y haría hasta lo imposible por comprarlo...
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CONTINUARÁ…
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¡Hola a todos! 😊 ¡Feliz Día de San Valentín!.
Me presento: Soy Marhelga y este es mi primera historia sobre Ladybug.*Favor de no arrojar tomates*.
Escribo fanfics hace casi seis años, pero solo de la serie "Oye, Arnold!". (Deducción: Soy alguien joven (¿?) pero de cierta 'tercera edad' para lo que es el fandom de Ladybug, o una niña vieja, xD). Pero mi anciano corazón ama a Ladybug, las cursilerías y toda este maravilloso Universo que Astruc creó.
Espero que les haya gustado y me hagan saber sus opiniones. Traté de mantener la esencia de cada personaje, porque eso para mí, es fundamental. Mi objetivo es que quienes lean este fic, sientan que están viendo un capítulo de la serie.
Me encanta 'Miraculous' y es mi actual obsesión O_O, jaja. Confieso que estuve ansiosa durante quince días, porque quería publicarlo hoy. And…I did it! 😍
¡Actualizaré seguido! Gracias por leer. ❤
