Este fic participa en el reto "Long Story" del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black.

Entiéndase que yo no soy la reina JOTAKA, solo soy una adolescente perturbada por el epilogo que quiere contar su versión de la historia, así que nadie me pertenece, excepto Draco, él es solo mío.


Hermione Granger POV

Dicen por ahí que la bondad o la maldad, nunca es absoluta en una persona, que todo tiene un ligero o bien pintado matiz. Y es verdad, nunca encontrarás a alguien que sea totalmente bueno, aunque de vez en cuando nacen personas que tienen dentro maldad pura. Es la más absoluta de las verdades, yo lo sé. Yo lo vivo.

Mi nombre es Hermione Jean Granger, tengo veintiún años y esta es la historia que cuento ahora. Mi historia, la historia de cómo pasé de ser la lógica y calculadora mejor amiga del niño que vivió, a ser la perra de presa personal de Lord Voldemort.

En 1998, luego de la gran batalla en la que el mal y todo lo que ello conllevaba triunfó sobre el elegido, me vi obligada a huir. No por gusto, eso es seguro, pero cuando Harry cayó en mi regazo, muerto por una maldición imperdonable, el caos se hizo presente. Los hechizos de protección en el colegio habían sido rotos, por lo que todo aquel que tuviera la capacidad de desaparecerse, había huido sin más. Yo no quise abandonar a mis amigos, pero no esperé que en un arrebato de sobreprotección, Ron tomara la varita de Harry, la bolsa de piel de topo y la capa de invisibilidad, y me las entregara, para luego decirme que tenía que salir del lugar lo antes posible. Y sin poner objeciones, me desaparecí en el único lugar que se me ocurrió en ese momento: El claro donde fui con Harry y Ron en cuarto año, para los mundiales de Quidditch.

Y pasé los dos años siguientes huyendo, sin tener contacto con alguien que me haya conocido en algún momento, y viendo con impotencia como el mundo mágico ingles se sumía en la peor de las catástrofes. La cacería de sangre sucia había iniciado, y todo aquel que quisiera el favor del Lord podía entregar a un impuro. Y así era como llegué en un momento que ya no recuerdo, a la casa en ruinas de Bathilda Bagshot, en el valle de Godric, para encontrarme con otro grupo de impuros entre los que reconocí a Dennis Crevey. Vivíamos en la oscuridad, nadie conocía de nuestros paraderos gracias al hechizo que nos hacía incontrables, con la capa de invisibilidad que en algún momento perteneció a mi mejor amigo pudimos conseguir alimentos, y vivimos así, cambiándonos de lugar cada dos o tres meses. Pero nada es eterno, dicen por ahí, y una fría noche antes de Navidad, nos vimos rodeados por diez mortífagos. Luego supe que Emily Rossmell había dado nuestra ubicación a cambio de su vida, sin esperar que apenas mencione el lugar, una docena de maldiciones terminaran con ella. El hecho es que cuando destruyeron la casa a punta de bombardas, nadie se pudo desaparecer. La masacre inició y ellos no tuvieron la decencia de solamente lanzar un par de avadas y hacer las cosas sencillas, claro que no, en cambio se divirtieron torturando, colapsando, desangrando, desollando, incinerando e incluso descuartizando vivos a mis veintiséis compañeros. Y yo quedé para el final, me imaginaba que sería lo que me esperaba, pero no estaba dispuesta a ponerle fácil las cosas a nadie. Y así, cubierta de la sangre de mis amistades, comencé a luchar, por mis amigos, por mis padres muertos, por mi honor, por Harry. Fue ahí cuando desplegué mi verdadero potencial, y si bien es cierto caí, nueve de ellos cayeron conmigo, esa fue la primera vez que lancé una imperdonable, y la rabia que me corroía el alma entera fue de ayuda, sin embargo no pude atinarle con la maldición a uno de ellos, que luego de unos momentos me atizó en la cabeza con un gran listón de madera. Antes de sumirme en la inconsciencia pude reconocer a mi atacante, y en mi fuero interno maldije de todas las maneras que me conocía a ese rubio bastardo.

Nunca sabré cuanto tiempo estuve inconsciente, quizás fueron días, quizás horas, no lo sé, pero cuando abrí los ojos estaba en un calabozo, desnuda y sin varita. Recordé lo que había pasado y quise llorar, pero no iba a darle al mundo el gusto de verme herida, me pregunté por qué seguía viva, y la respuesta llegó tan rápido que me sentí absurda por haber formulado esa interrogante. Claro que no me iban a matar, yo había causado casi tantos problemas como Harry, así que de ninguna manera iban a otorgarme el lujo de solo morir, Merlín sabe cuántas bajezas tenían preparadas para mí, haberme despojado de mis ropas era una de ellas, y ni siquiera se esperaron a que estuviera despierta. Me sentía sucia, adolorida y amoratada, cuando revisé mis brazos y piernas me di cuenta de que en realidad, mi piel antes clara, ahora tenía el color de las berenjenas en algunas zonas, y en otras estaba mucho peor, estaba segura de que tenía alguna costilla rota, porque con cada respiración un dolor punzante me atravesaba con saña, además de que en el área de mis senos habían pequeños moretones, igual que en mis ingles, mis muslos y mis brazos. Sabía que no se habían cortado al momento de jugar con mi cuerpo, pero no sentía haber sido penetrada, y de algún modo sentí alivio por eso. No entré en pánico, pese a que mi situación lo ameritaba, solo me quedé sentada allí, sin comer ni dormir analizando lo peor que me podía suceder. Varias horas después, un elfo domestico vino por mí, alegando que me debía llevar ante su señor. Sin decir nada me levanté y fui con él, después de que la criatura chasqueara los dedos y un fino vestido blanco que más bien parecía una camisola de dormir, cubriera mi cuerpo, y luego me tomo de la mano para aparecernos en el salón principal del lugar. Con el primer vistazo supe que me encontraba en Malfoy Manor, en el mismo lugar donde Bellatrix Lestrange me había torturado hasta el hartazgo. En frente mío, en un sillón se encontraba sentado Lord Voldemort, observándome con interés, analizándome, estudiándome, midiéndome, y al lado de él estaba Draco Malfoy, con su mejor sonrisa de imbécil, pulcramente vestido y mejor peinado. Sabía que ambos esperaban que suplicara por mi vida, que me humillara ante ellos, pero no haría eso, nunca, por mi orgullo de leona que no lo haría, por lo que clavé mi mirada en la de Voldemort, retándolo. Y me sorprendió cuando varios minutos después, una carcajada escalofriante saliera de la garganta del mago oscuro.

-Un raro espécimen. –Dijo él, poniéndose de pie. –Con la sangre de personas sin magia, pero un talento y un poder extraordinarios, un temple de hierro, orgullosa, leal, astuta, analítica. Eres un muy raro espécimen, Hermione Granger.

-¿Puede ahorrarse el discurso y terminar con esto ahora? –mi voz sonaba cortante, un siseo anormal que salía de mí. Sin prestarme atención, él prosiguió.

-Tenemos tanto en común, muchacha, ambos queremos sobresalir, ambos tenemos los ancestros inapropiados, ambos somos incomprendidos por el mundo. Puedo asegurarte que la grandeza te aguarda si juegas en el bando apropiado. –mientras su cadenciosa y fría voz resonaba, él caminaba en círculos alrededor mío. –Únete a mi.

-Eso jamás, ni con un millón de cruciatus van a convertirme en mortífaga, prefiero estar muerta –grité iracunda, pero sin duda alguna no me esperaba tener el cetrino rostro de ese mago oscuro a centímetros del mío, con una mueca de superioridad.

-Yo soy muy persuasivo, señorita Granger, y si me propuse conseguir el mundo mágico y lo logré, no veo por qué no podría hacerme de su lealtad también. –sonaba divertido, pero pude entender la amenaza oculta en sus palabras. Mis peores temores se hicieron realidad cuando por la puerta entró, herida y desnuda, mi mejor amiga, Ginny Weasley, llevada por dos hombres que la miraban con lascivia.

-Déjenla en paz. –estaba horrorizada, de mi vivaracha y luminosa amiga no quedaba más que recuerdos, sus cabellos antes largos estaban mal cortados, que no le llegaban más que a los hombros, tenía múltiples cortes a lo largo de las piernas, el abdomen y los pechos, y lo peor de todo era que me observaba con una mueca que nunca había visto en su rostro. No me quedó ninguna duda de que la habían drogado. -¿Qué fue lo que le hicieron?

-Es curioso el efecto que un Elixir de la euforia mal cocido puede causar. –esta vez la voz de Malfoy llegó a mis oídos y quise estrangularlo. –Aunque no has visto nada. Cruccio.

Esperé oír a mi mejor amiga gritar, estremecerse y retorcerse, pero no quise ver lo que en realidad estaba pasándole. Ginny se retorcía en el piso, pero no de dolor, sino de placer, oía sus gemidos que cada vez tenían un tono más erótico, su espalda se arqueaba, sus ojos se abrían, esa no era la Ginny Weasley que conocía.

-Ya basta, Draco. –con las palabras de Voldemort, Draco bajó la varita y miró con sorna a mi amiga en el piso. –Entonces Hermione Granger, cuál es tu decisión.

Un odio visceral comenzó a apoderarse de mí y mis actos, esa escena era solo una amenaza, sabía que ellos podían hacerle algo mucho peor tanto a ella como a los demás magos que quedaban con vida. Y no se habían limitado, solo para darme a entender que quisiera o no, iba a entrar al servicio de Lord Voldemort.

-Muy bien, pero si yo acepto, tú la liberarás. –entiéndase que él era el mago más temido del mundo, nadie se atrevía a hablarle como yo lo había hecho, nadie se atrevía a ponerle condiciones, y sin embargo, él no reaccionó conmigo, asintió e hizo una seña a los mortífagos que flanqueaban a mi amiga que inmediatamente se retiraron.

-Ella saldrá de esta mansión cuando tú me des tu promesa de lealtad. –respondió él, con cierto brillo en los ojos.

-Te doy mi promesa de lealtad. –por mucho que detestara esas palabras, ahora eran necesarias para proteger a Ginny, pero se me olvidó que los mortífagos nunca cumplen sus promesas, y ví horrorizada como, de la manera más salvaje, la pelirroja era lanzada varios metros contra la pared, con un hechizo no verbal que desconocía, pero que estaba segura que hacía más que solo estampar a alguien contra una pared. Debí haber supuesto a que él, pese a ser casi tan sangre sucia como yo, no tendría a Hermione Granger en sus filas, por lo menos no como su mortífaga. Me marcaron, pero no con el tatuaje en el antebrazo izquierdo, sino como a un animal. Reprimí un chillido cuando sentí el hierro ardiente quemándome el hombro. Ahora lo analizo con sensatez y me doy cuenta de que él tenía pensado desde cero que yo sea su cazadora, encargarme de los trabajos sucios, su perra de presa. Pero en aquel momento la única explicación que se me ocurría para ese comportamiento era ganas de humillarme.

Los tres meses siguientes me entrené con los tres mortífagos más extraños que uno pudiera imaginar, en tres cosas que según ellos eran vitales para el trabajo que El lord (como lo llamaba ahora) tenía planeado para mí. Bellatrix Lestrange me enseño artes oscuras, muy oscuras, tanto que en uno días, con mi mal hábito de ser buena en todo, terminé siendo tan buena como ella en lanzar imperdonables, y otras tantas maldiciones que a mi juicio debían haber sido prohibidas hace muchos años, pero aprender rápido no era algo que a Bellatrix le gustara, porque me lanzó cruccios hasta cansarse, alegando que una sangre sucia no debería conocer magia tan "magnífica". Yaxley me capacitó en combate cuerpo a cuerpo, o más bien me usó como su saco personal de boxeo, las pociones revitalizantes eran lo único que me mantenía de pie mientras Yaxley me rompía la nariz una y otra vez, para luego arreglármela con un movimiento de varita. Tardé demasiado, me costó sangre y mucha poción fortalecedora para seguir el ritmo de los entrenamientos del hombre, hasta que por fin fui capaz de derribarlo sin usar la varita, y dejarlo en el piso sangrando. Lo peor fue cuando Draco Malfoy se apareció en la pequeña habitación que me entregaron, con una cama inestable y olor a viejo, y me dijo que él quería que yo aprendiera oclumancia y legeremancia. Y en dominar esas dos ramas de la magia oscura, me tardé casi dos meses completos. Si Yaxley había aprovechado para descargar su frustración a mi por medio de golpes, Malfoy fue mucho peor, porque se metía en mi cabeza, veía mis recuerdos y se mofaba de ellos, me torturaba psicológicamente, se reía de mí y de mi "nula capacidad para dominar dos artes tan sencillas". Fue orgullo lo que me hizo esforzarme más, querer ir más lejos, cerrarle la maldita boca a Malfoy, y de la noche a la mañana, era una maestra en oclumancia, y una eminencia en legeremancia.

En todo momento me preguntaba cómo era que yo no estaba luchando, porqué me dejaba dominar tan simplemente, porqué accedía a aprender cosas que me erizaban los pelos de la nuca, y la respuesta me llegó cuando "sin querer" escuché una conversación entre El Lord, y Malfoy, su lugarteniente.

-Mi señor, ella es solo una impura, deberíamos deshacernos de ella. –se quejaba Malfoy. –Va a convertirse en un problema.

- La marca de su hombro tiene una maldición de lealtad, la somete a mí, y si ella me desobedece, o me traiciona, se muere. –Merlín bendito, me había metido en la boca del lobo, y ahora no me quedaba más que aprender a mirar en la oscuridad.

Una semana después, él me dio mi primera orden, tarea o como quisieran llamarla. Me pidió que destruyera el ministerio de magia, y que le llevara a Pius Thicknesse vivo, pues quería que el ministro se enterase que él estaba ocupando su lugar.

Y no tuve problemas en dejar el ministerio hecho pedazos, yo sola, sin ayuda de nadie.


Este es el primer fic que subo, para un reto anual de la Noble y Ancestral casa de los Black

No sé si hice un buen trabajo con el escrito, con la gramática y ortografía, pero espero que disfruten de la lectura así como yo disfruté de escribir. Un agradeimiento especial a mi mejor amiga Angie por hablarme de este maravilloso mundo del fanfiction, y por inducirme en el.

Espero sus comentarios, aunque sea para decirme que es una idea pésima.

Un saludo para todos ustedes de Luna.