Hace casi como un año no se me ve por aquí. He tenido problemas, pero, quise regresar.

No lo haré muy largo, es mi primer fic de Miraculous Ladybug con mi fucking OTP; el AdriNath. Aunque no se me da bien el romance, por lo que no esperen que sea muy romántico todo esto...

Los personajes no me pertenecen y todo eso. Posibles OOC.


¿Qué diablos le ve?

Capitulo 1: Rechazo

- Nathanaël, ¿Seguro de que no tienes fiebre? -

¿Cómo era posible que su sobrino estuviera de tan buen humor? No tenía lógica, ese chico siempre se la pasaba con cara larga, distraído, con una mirada de "Mi vida no tiene sentido". ¿Y ahora? De repente se levanta temprano y baja corriendo las escaleras, saludándola de forma muy entusiasta y desayunando con ánimos.

Apartó el cabello que le cubría el rostro y posó su mano sobre la frente del menor, para asegurarse de que no tuviera la temperatura muy alta.

- Ya te dije que no, tía. ¿Qué tan raro es que esté alegre alguna vez? - Preguntó el pelirrojo sin borrar su sonrisa.

- Mucho. Tú no eres mi sobrino. Mi sobrino es un emo amargado que se la pasa rayando hojitas en lugar de prestar atención a sus clases. -

- ¡Tí-! -

- Se te hace tarde. -

Nathanaël miró el reloj en la pared...

Las 8:00.

- ¡Ah, mierda! ¡Que no llego a la escuela! - Rápidamente tomó su mochila, y se salió de la casa. - ¡Adiós, tía! -

Una vez que el pelirrojo se fue, la mujer comenzó a reírse de su propia broma. Que gracioso es que no se de cuenta de que siempre adelanta el reloj veinte minutos...


El muchacho no se dio cuenta de la broma de su tía hasta que llegó a la escuela. ¿Cómo era posible que siempre cayera en sus bromas? Realmente era un estúpido.

- Me vengaré por esto, Sophía... Ya verás... - Susurró para sí mismo una vez que se sentó en su sitio, sacando su cuaderno en donde tenía el dibujo que necesitaría; un retrato de su chica ideal, Marinette Dupain-cheng.

Nada podía arruinar su buen humor, ni siquiera la rubia mal teñida esa que tiene por compañera de clase, a quién aún le guardaba rencor.

Nada podía arruinarlo porque iba a ser el mejor día de su vida; se le declararía a su amor, ella aceptaría, se casarían, tendrían muchos, muchos hijos y sexo duro todas las noches, y serían felices por siempre.

Bueno, no tanto así. Tal vez exagera un poco. Pero no duda que ella lo va a aceptar.


Las clases pasaron bastante rápido para el pelirrojo, estaba muy entusiasmado. Había ensayado muchas veces su declaración, y era realmente perfecta. Ahora, solamente quedaba ir a hablarle en privado para declararse en el receso.

Decidido, se levantó de su lugar, con el dibujo tras su espalda y un pequeño ramo de tulipanes rojos que había cortado de su jardín que siente que va a amar. Se acercó a la chica, quién platicaba animadamente con su mejor amiga, con pasos firmes y la frente en alto.

- Marinette. - Le llamó con su mejor sonrisa, haciendo que ésta volteara. De repente, todo se volvió color de rosa, había brillantina a su alrededor. - Necesito hablarte de algo importante. -

- Por supuesto, Nathanaël, vamos... - La chica parecía estar hechizada por él, sonreía como idiota y lo miraba como enamorada.

Se perdieron en la mirada del otro por unos minutos, que para ellos era como una eternidad. Nathanaël tomó la mano de su amada, quién no dudó en entrelazar sus dedos con los de él. Era un momento realmente perfecto, casi parecía que no había necesidad de declararse...

Ahora veamos lo que realmente pasó.

Nath se levantó de su lugar, temblando como gelatina por el nerviosismo que sentía. Tomó algo de aire, repitiéndose una y otra vez un "tú puedes" en su mente. Con pasos torpes, empezó a acercarse lentamente hacia la chica, que estaba platicando con su mejor amiga.

- M-M-Ma-Marinette... - Susurró. Habló tan bajito que ella ni lo escuchó.

Odiaba su timidez.

- Ma-Marinette...- Repitió, un poco más fuerte, y esta vez y logró que la chica volteara.

- Hola, Nathanaël. ¿Qué se te ofrece? - Le preguntó con una sonrisa.

Mierda.

Esa sonrisa hace que se ponga más nervioso aún.

- ¿P-podemos hablar? T-tengo algo que decirte... e-en privado... -

- Claro, no hay problema. -

El pelirrojo sonrió para sí mismo, lo logró. Ahora, seguía lo más importante; su declaración de amor...


Ambos adolescentes se encontraban en el jardín de la escuela. Estaba vacío, y no mucha gente solía pasar por ahí, así que podrían hablar sin ser molestados.

- Entonces, Nathan, ¿Qué querías decirme? - Preguntó, sentándose en una de las bancas en el lugar, acción que imitó el pelirrojo.

Nathanaël tomó aire, rememorando las palabras que había estado ensayando, y empezó a hablar.

- M-Marinette Dupain-cheng, t-tan hermosa como una cuchara... E-espera, no, eso no era... - El nerviosismo y la mirada confundida de la chica lo hacían olvidar sus palabras. - T-tan noble c-como una lechuga... c-con tu escudo, que es un corazón... ¡Ah, no! ¡Eso no es!... - Se pegó un facepalm, odiándose a sí mismo más que nunca en ese momento, por su torpeza. - ¡S-sólo...! - Le mostró el retrato que había hecho de ella. - Ten, e-es para ti... -

Marinette tomó el retrato y lo observó con detalle. Debía admitir que era muy talentoso, aún no entendía como podía dibujar tan bien.

- Es hermoso, gracias... pero, no entiendo a que va todo esto... -

- P-por eso quería hablarte... M-Marinette, he estado enamorado de ti por mucho tiempo... M-me haces sentir lleno d-de vida, felíz en verdad... n-nunca me había s-sentido así... p-por eso... yo... ¿Q-quieres ser mi novia?... - Preguntó al fin, entregándole el ramo de flores a la chica.

Marinette estornudó apenas se lo acercó.

- Salud... -

- Gracias... N-Nathanaël... - Volvió a estornudar. - Soy alérgica a los tulipanes... -

La cagó.

Bien hecho, Kurtzberg.

Lo único que hizo fue lanzar el ramo lejos de ella.

- Además... Nath, eres muy dulce, pero, yo amo a alguien más... -

Crack.

El sonido de su corazón rompiéndose...

Oh, no, solamente pisó una ramita.

- ¿C-cómo? ¿A q-quién? - Preguntó atónito, estaba a punto de romper a llorar.

- Es... Adrien.~ - Le respondió, suspirando como enamorada.

El semblante de Nath cambió a uno más sombrío.

- No jodas... - Susurró.

- ¿Qué? -

- ¡No jodas! ¡¿Adrien Agreste?! ¡¿El modelito que todos aman, el que trae a todas locas?! ¡¿Pues como fue que pasó?! - Exclamó. Nathanaël nunca imaginó actuar así, pero se sentía demasiado frustrado en ese momento.

- Él... es tan dulce... Me dio su paragüas el día en el que llovía, y yo no tenía nada para cubrirme. -

¿Por un puto paragüas?

- ¿En serio, Marinette? ¿En serio? ¿En¿morarte de un rubio teñido porque te da su paragüitas para quedar bien? -

- ¡No lo hizo para quedar bien, fue por amabilidad! - Ahora Marinette se veía molesta, no toleraba que hablaran mal del amor de su vida.

- ¿Sabes qué, Marinette? ¡Esto no se queda así! ¡Voy a luchar por tí, te demostraré que puedo ser mucho mejor que Agreste! - Fue lo último que dijo el pelirrojo, antes de levantarse de la banca y salir corriendo.


La jornada escolar al fin terminó, todos eran libres de ir a sus hogares o simplemente ir a pasear por ahí.

Nathanaël observaba fijamente a ese rubio mal teñido de su clase saliendo de la escuela, encontrándose en la salida con su mejor amigo.

¿Es porque Adrien es famoso y él no?

¿Es porque Adrien era guapo? ¡Pero él también lo era! Más o menos... Bueno, no.

¿La tendrá más grande que él acaso?

No, debía ser otra cosa.

¿Su dinero, quizá?

No lo sabía, pero descubriría que fue lo que hechizó a Marinette, y descubriría los puntos débiles de su competencia. No iba a darse por vencido.

- Adrien Agreste, ya verás. No sé que diablos te ve Marinette, pero tú no ganarás esta guerra... Porque sólo la lastimarás... - Susurró Nath para sí, viendo como Adrien se subía a su auto para marcharse a su mansión.

Nathanaël estaba decidido a luchar.


No prometo nada especial con esta historia, es algo que escribo por puro aburrimiento.

Actualizaré cuando pueda, o quiera... no sé.

Cjau.