¡Hola a todos! Ya sé que si me conocen y han leído algo de lo que he escrito no me tendrán en el mejor de sus conceptos (Hey, ya estoy sufriendo yo solita sintiéndome culpable por todos esos fanfics que he dejado a medias), pero les traigo algo que puede gustarles.
¿Adivinan qué es? ¡Ding, ding, ding! ¡Una serie de Drabbles de Severus Snape! Y no drabbles cualquiera, no. Estoy son después de su muerte. "¿Cómo?", me dirán, pero para eso necesitan leer este primer capítulo ~
Como no tengo cara para pedirles reviews, lo dejaré a su suerte, aunque por su puesto me encantarían sugerencias de qué tipo de situaciones merecen a Snape como protagonista. Yo creo que muchas.
Sin más, los dejo leer. ¡Espero les guste!
Capítulo 1. Balanza.
La muerte resultó ser una experiencia tan dulce como amarga.
En primer lugar, mi alma se sentía en paz al saber que el hijo de Lily seguía vivo y que tras mi muerte, sabría toda la verdad. Al menos, la mía. Comprendería al fin el por qué de mis acciones; sabría del amor tan profundo que sentí por su madre, y que siempre sería así; quizás, maduraría un poco. No odiaba al muchacho como le había hecho creer tantas veces a Dumbledore y, a veces, a mi mismo. Teniendo a la muerte lamiéndome los pies, sólo me quedaba admitir que estaba orgulloso del chico. Su talento con las pociones era discutible, y aunque era testarudo y arrogante como su padre, también tenía la compasión y la lealtad de su madre.
Por otro lado, había una parte de mi que no alcanzaría a descansar jamás. Tal vez mi consciencia permanecería anclada al castillo por la eternidad, auto-flagelada por las verdades que ningún honor podía maquillar. No estaba tranquilo del todo, porque supe desde el principio que pude haber hecho mejor las cosas.
Nunca debí llamar "sangresucia" a Lily; nunca debí servir al Señor tenebroso, ni siquiera por un segundo; mi amor por Lily me había cegado tanto que, desalmado, no me importó lo que ocurriera con James y su hijo. También pensé en aquellos años interminables donde atosigué, presioné y sulfuré a Harry, todo el tiempo que estuvo bajo mi cuidado, incluso si él no lo sabía, y lo traté peor que a un cerdo.
En el fondo, y ahora lamento no haberlo dicho en voz alta jamás, confiaba que él y Draco no fueran muy diferentes. Esperaba que Draco pudiera absorber un poco de su valor y amabilidad, de la luz que Lily dejó en Harry. Era casi ridículo, pero eso quería. Draco era un niño mimado y cobarde; un mago de sangrepura al que sólo le importaban las cosas más superfluas y equivocadas de la vida; ese chiquillo al que yo había privilegiado en numerosas ocasiones, muy por encima de varios otros estudiantes que lo merecían mucho más que él. ¿Por qué? Era un error de mi parte, pero no conseguía evitarlo. Iba más allá de una actuación como doble agente, o de un rencor que guardaba hacia Potter y Gryffindor. Yo realmente creía que Draco Malfoy podía ser más que la simple sombra de su padre.
En mi último aliento de vida, con la mirada fija en los ojos verdes del hijo de Lily y James, pensé cuánto pude disfrutar la vida en Hogwarts, si tan sólo hubiese dejado del lado mi orgullo. Y lo más triste del asunto es que nadie, ni siquiera Harry con mis memorias en un frasco, lo sabría.
Ahora mismo, que me encuentro en un estado de tranquilidad absoluta, más allá de las puertas dela muerte, quisiera rememorar aquellos momentos... y recordar con la honestidad de un mago que ya no tiene nada que perder ni ganar.
