"¡He vuelto!...Mencioné en mi perfil que mi segunda banda favorita es Gorillaz...así que...¡espero les guste!" -Oko

Cyborg recargaba su energía mediante cables que se conectaban en distintas partes de su cuerpo. En los hombros, toda la espalda, la cabeza, cerca de las sienes y uno en la nuca. Éstos emitían sonidos horribles por la cantidad masiva de energía que transmitían y chisporroteaban con frecuencia. Era mucha la corriente que necesitaba Cyborg para recargarse y el proceso, aún para un robot como ella, le daba cierto grado de dolor. Suena raro decir que un robot siente dolor. Pero no estamos hablando de un robot cualquiera. La electricidad recorría todo su ser hasta que tenía la necesaria para volver a sus funciones. Cuando esto pasaba, sus ojos daban un destello amarillo y comenzaba a parpadear. En ese momento Murdoc la ayudaría a desenchufarse y terminaría apagando todo el equipo. Pero aquel día sucedió de manera un tanto diferente.

Cyborg despertó bruscamente. Estaba de pie, observando los cables en sus brazos que chispeaban lucecitas de color amarillo y anaranjado. Sentía con mucha más claridad la energía que fluía en su cuerpo, tan electrizante, daba cosquillas que dolían en todos sus circuitos. Estuvo quieta un largo rato observándose a sí misma en un espejo roto que había en la habitación. El silencio del lugar era sepulcral, a excepción de murmullos y pasos en la planta de arriba. Se escuchó una risa proviniendo de allí... Era Noodle... La verdadera Noodle. Aquel sonido era como un trueno en sus oídos. Una sensación extraña la invadió, como si fuera un insecto paseándose dentro de su mecanismo, lo cual era muy molesto. Al ver su reflejo pensó en el rostro de Noodle. Tenían el mismo cabello, los mismos ojos, la misma cara en general y figura... ¿qué la hacía tan especial? ¿Por que la preferían a ella? ¡Eran exactamente iguales! Es más, ¡Cyborg era mucho mejor! Observó de nuevo los cables viejos. Los miraba con odio; un odio denso, oscuro, aterrador. "Es porque ella no necesita estas cosas" pensó frunciendo el seño. Mirando al espejo de nuevo descubrió algo... Ahora se odiaba a sí misma.

Arrancó los cables de los hombros con mucha fuerza. Después todos los de la espalda jalándolos violentamente. Al arrancar los de la cabeza se llevó varios cabellos azules en sus manos. Los cables quedaron al aire. Por último, el más molesto de todos, el cable de la nuca. Con ambas manos trató de quitárselo. Gruñó mientras jalaba con todas sus fuerzas pero el cable no se desconectaba. Empezó a retorcerse intentando liberarse logrando solamente enredarse más entre los otros cables que estaban al aire. Sus gruñidos se convirtieron en gritos terribles acompañados de pataleo. Ahora trataba de liberarse de los cables que enredaban sus brazos. ¡CRACK! El cable de la nuca había sido desconectado. Cyborg jadeaba con una sonrisa torcida. Su visión comenzó a ponerse borrosa y sentía sus piernas muy pesadas. Cayó al suelo con un golpe seco, metálico, envuelta entre los cables. De su cuello emanaron rayos de luz azul pálida. Murdoc entró a la habitación para ver qué sucedía. Su expresión tranquila se mantuvo hasta que vio a Cyborg en el suelo.

-Dulce Satanás ¡CYBORG!, ¡¿Qué carajo has hecho?! ¡Debías esperarme, lo sabes!

Murdoc se arrodilló a un lado de ella. De la nuca de Cyborg emanaba un charco de aceite pegajoso y frío, extendiéndose lentamente hasta mojarle las rodillas a Murdoc. Todos los contactos de su cuerpo estaban dañados y de ellos salían pequeñas chispas. Ella tenía la mirada ida pero llena de rabia.

-Tardaste… dema…siado- dijo con la voz entre cortada casi en un susurro.

-Ésto está de la mierda. Aguanta, te repararé, te dejaré como nueva.

La tomó entre sus brazos mientras con una mano trataba de tapar el agujero de su nuca. Cyborg antes de perder la conciencia observó el rostro de su creador. El color verde de su piel había sido cambiado por un tétrico color amarillo mucho más pálido. Miraba frenético de un lado a otro. No podía escuchar nada de lo que él decía, estaba demasiado débil. Lo último que sintió fue el frío metal de la mesa en la que Murdoc la recostó.