Ok... Esto nació gracias a una tarde de aburrimiento y una película xD Espero que le den una oportunidad y me hagan saber su opinión.

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HOUSE

El primer auto se abrió paso entre el enorme portón oxidado frente a él, permitiendo a sus ocupantes observar la gigantesca casa que se alzaba en todo su esplendor al final del camino de piedras. Frente a la casa, observando a los recién llegados, se encontraba la Profesora Hudson, a su lado Angelo, quien sonreía ampliamente, dando una cálida bienvenida sin palabras.

— Haz el favor de comportarte, Sherlock — Ordenó Mycroft, mirando con desaprobación las piernas de Sherlock dobladas contra la guantera.

Sherlock rodó los ojos y resopló, bajando sus pies y sentándose adecuadamente. No sabía qué demonios hacía ahí, y que su hermano le insistiera en asistir y participar en algo así de estúpido, no tenía nada que ver. ¿Por qué simplemente no podía quedarse en su apartamento y pasar sus vacaciones en compañía de su novio?

— Yo ni siquiera quería venir — Gruñó, mostrando un autentico puchero infantil. Observó a su profesora y al hombre a su lado, quienes le saludaron con la mano y una sonrisa. — ¿Por qué me obligas a hacer esto?, ¿qué no tienes cosas más importantes que hacer que traerme a este ridículo lugar? — Agregó.

Mycroft suspiró audiblemente, estacionando el coche pero sin tener la intención de bajar de él aún. Tenía que hablar con su pequeño e irresponsable hermano en ese momento, pues sabía de sobra que en cuanto saliesen de ese auto, toda oportunidad de hablar con él sin la necesidad de hacer un escándalo, terminaría.

Sherlock miraba por la ventana del auto hacia las enredaderas que adornaban las enormes ventanas de la casa, privando la mirada de los curiosos a su interior. Una silueta en una de las ventanas llamó su atención, haciéndolo fruncir el ceño de sólo pensar que tenía que llegar y saludar a quien hubiese llegando antes que ellos.

— Sherlock — Llamó Mycroft, atrayendo la atención de Sherlock rápidamente. — No me hace ninguna gracia tener que traerte aquí y tener que quedarme para vigilarte, pero sabes que es necesario hacerlo por tu obvia irresponsabilidad.

Sherlock gruñó, volviendo a apartar la mirada hacia la ventana a su derecha. Él no era irresponsable; que la Profesora Hudson decidiese reprobarlo por no asistir a sus clases, (que eran muy aburridas, si se lo preguntaban) y no presentarse al último examen que le permitiría aprobar la materia, no era su culpa. En su enfurruñamiento esperó ver de nueva cuenta a la persona en la ventana, esperando reconocerla, pero la silueta se había marchado.

— ¿Qué sentido tiene asistir a una clase sobre la que ya sé absolutamente todo? — Refutó, completamente exasperado. Mycroft debería saber de sobra que lo que decía era cierto. Él no había llegado hasta donde estaba asistiendo a inútiles clases que no le brindaban mayor conocimiento del que él mismo había aprendido en la enorme biblioteca de la casa de sus padres en Sussex. — Era demasiado aburrido.

Mycroft suspiró pesadamente. Aunque sabía que Sherlock tenía razón, no podía permitirse dar el consentimiento ante tan desaprobatoria conducta; Madre y Padre no le había confiado a Sherlock para que lo dejase convertirse en algún vándalo. Sus padres sabían de sobra que Sherlock jamás sería de ése tipo de persona, pero preferían prevenir que lamentar, y Mycroft no podía estar más de acuerdo.

— Podrías por lo menos haberte presentado a las clases y entregar tus exámenes, Sherlock, sólo eso — Insistió, ganándose un gruñido bajo por parte de Sherlock, quien se negaba a mirarlo. En verdad extrañaba a ése pequeño niño de mejillas entierradas que deseaba ser como él cuando fuese mayor. Suspiró una vez más y se recargó en su asiento, observando los arbustos que bordeaban la enorme casa. — Escucha, Sherlock, sé que no quieres estar aquí, y yo tampoco tengo interés de formar parte de este ridículo experimento, pero si con esto puedes aprobar la materia, te obligaré a quedarte.

Sherlock gruñó por decimoquinta vez en todo el día. Con aquel infantil sonido y sin mayor palabra, Mycroft apartó el cinturón de seguridad y salió del auto. Sherlock hizo lo mismo mientras Mycroft abría la cajuela del auto y se hacía con el par de maletas que había llevado para pasar los días en aquel lugar. Sherlock, como era de esperarse, y para mayor disgusto de Mycroft, continuó caminando, dejando atrás su equipaje.

— Oh, qué alegría que formes parte de esto, Sherlock — Comentó la Profesora Hudson, sonriendo ampliamente, no haciendo siquiera el mínimo esfuerzo por ocultar su exasperante entusiasmo.

— No tiene idea de lo emocionado que estoy, Profesora — Masculló Sherlock entre dientes apretados y facciones tensas, tratando de formar una sonrisa torcida.

— Sherlock, ve al auto por tus maletas, no pienses siquiera un segundo que seré yo quien las traiga — Ordenó Mycroft, uniéndose a ellos, siendo recibido por un resoplido por parte de Sherlock y una cálida sonrisa por parte de la Profesora de Sherlock y el hombre al que inmediatamente reconoció como un posible ayudante o cuidador de la casa en cuestión.

Sherlock, a regañadientes, comenzó a andar en dirección al auto, donde le esperaba su equipaje.

— Tú debes ser el hermano de Sherlock — Afirmó la Profesora Hudson, tendiendo una pecosa mano en dirección a Mycroft, quien inmediatamente dejó las maletas en el suelo y tomó la mano que le era ofrecida, observando la pregunta silenciosa en las suaves facciones de la mujer frente a él.

— Mycroft — Se presentó, cortés y elegante, como siempre. — Sé que esto es un proyecto exclusivo para los estudiantes de su grupo, pero me veo en la necesidad de ser parte de él a favor de que mi hermano no le cause problemas durante su estancia en este lugar.

La Profesora sonrió ampliamente, dejando notar el incremento de entusiasmo ante la promesa de tener a más personas formando parte de aquel proyecto que para ella lucía tan llamativo y prometedor.

— No hay problema — Aseguró con voz melosa. — Entre más personas asistan, será mucho mejor. Por cierto — Se giró en dirección al hombre a su lado — Angelo, lleva las maletas de los chicos adentro.

Angelo asintió, esperando a que Sherlock se les uniese de nueva cuenta, maletas en mano y expresión de sumo enojo. Angelo tomó las maletas y se adentró al lugar, siendo seguido por la Profesora Hudson y los hermanos Holmes siguiéndole los pasos.

— Una hermosa mansión, sin duda — Apreció Mycroft, observando detenidamente cada rincón que se dejaba apreciar a primera vista, desde las largas y elegantes escaleras, hasta las hermosas obras de arte adornando las paredes. Al centro de dos escaleras al entrar, se encontraba un cuadro especialmente llamativo, que mostraba la belleza de una joven de hermosas y felinas facciones.

Sherlock se unió por un momento a su escrutinio, pero su atención fue rápidamente atraída hacia la sala de estar a su izquierda, donde esperó ver a quien quiera que hubiese llegado antes que ellos, pero no encontró nada más que largos y elegantes sofás forrados de terciopelo color carmesí con faldones dorados y hermosos.

— Espectacular diría yo — Replicó la Profesora Hudson a la apreciación de Mycroft. — Se ha mantenido intacta por más de 500 años, permaneciendo tal como en un principio. Elizabeth, la dueña original de esta hermosa mansión, la vio nacer de la nada, observando con orgullo como se alzaban frente a ella y le permitía ver lo hermosa que era la imagen que sólo en su mente había visualizado.

Continuaron caminando hasta adentrarse a la sala, donde la Profesora Hudson les indicó amablemente que tomasen asiento y esperasen a que los demás llegasen para mostrarles la casa y dar inicio al proyecto que los había llevado hasta esa hermosa mansión, que al parecer alberga en ella algo más que hermosas pinturas y belleza sin igual. Con una última sonrisa cálida, la Profesora se marchó tras Angelo, indicando que dejase las maletas de los recién llegados en alguna de las salas para después llevarlas a la habitación que les fuese asignada a cada uno de los habitantes.

— ¿Quién es? — Inquirió Sherlock, asomándose al cuarto contiguo, que rápidamente identificó como la cocina.

Mycroft había rechazado la invitación de tomar asiento a favor de observar detenidamente los estantes repletos de libros viejos frente a él, releyendo los títulos mientras caminaba de un lado a otro con sus manos sujetas tras su espalda. La voz de su hermano llegó a él por segunda vez, y sabiendo que no se callaría hasta obtener una respuesta, optó por responderle.

— ¿De qué hablas, Sherlock? — Preguntó, girándose para ver a su hermano dejarse caer en el sofá bajo una enorme pintura que mostraba a un majestuoso león de melena dorada.

— De quién llegó primero que nosotros — Explicó, llevándose las manos a sus rizos para alborotarlos un poco. — Espero que no sea el insoportable de Jim — Bufó, recostándose contra el respaldo del sofá y fijando su mirada en la enorme ventana frente a él, la misma que era obstruida por las enredaderas que había visto con anterioridad, haciéndole saber que quien hubiese llegado primero, los observó llegar desde la sala.

Mycroft terminó con su observación a tan curiosa colección de libros y se unió de nueva cuenta a su hermano, tomando asiento en uno de los sillones a los costados del enorme sofá en el que descansaba cómodamente Sherlock.

— No ha llegado nadie, Sherlock — Aseguró, dibujando patrones aleatorios sobre el descansabrazos del sillón, que se sentía tan familiares a los que hay en el Club Diógenes. Se preguntó silenciosamente si Anthea podría mantener todo bajo control durante su falta en el Club. La chica era excepcionalmente lista y capacitada para cualquier trabajo, por más presión que este le generase, pero se distraía constantemente con ese teléfono suyo que no paraba de sonar y sonar. — Tu profesora los habría mencionado tan pronto como nos adentramos al lugar, y el hombre a su lado tampoco hizo algo por recordárselo en caso de que lo hubiese olvidado. Así que somos los primeros en llegar.

Sherlock se removió en su lugar, frunciendo el ceño. Él había visto a alguien tras la ventana, y nada ni nadie iba a venir a decirle que había venido a parar a una casa embrujada. Los cuentos sobre brujas y fantasmas jamás habían sido de su interés, y ahora no comenzarían a serlo. Decidió guardar su pregunta y esperar a que alguno de los sirvientes o jardineros se presentase y le diese un rostro a la silueta que había visto. Porque era más que obvio que una mansión así de hermosa y con una flora tan bella a su alrededor, estuviese bajo el atento cuidado de alguien más.

Un infernal silencio se instaló en la sala de estar, dando inicio a un nuevo ataque de aburrimiento para Sherlock, quien ya comenzaba a extraña su apartamento y sobre todo a su novio, quien le había dejado solo en aquel lugar, sin tener a nadie más con quien conversar o hacer enojar. Mycroft estaba ahí, cierto, pero no era divertido molestarlo a él si todo terminaba en una llamada a Madre. Su novio debería estar ahí con él, distrayéndolo de alguna forma o dándole la razón sobre lo molesto que era su hermano y la mucha razón que tenía cuando decía que Mycroft había vuelto a subir de peso. Pero, muy para su mala suerte, su novio debía pasar las vacaciones en casa de sus padres, sin excusa alguna.

— Es mejor así — Comentó Mycroft, sabiendo de sobra los pensamientos que merodeaban en la mente de su hermano. — Es un verdadero desastre cuando ustedes están juntos, y lo último que quiero es que causes problemas en este lugar, Sherlock.

Sherlock gruñó, odiando que Mycroft pudiese leerlo cuan libro abierto y desnudo a su fría mirada. Sabía que Mycroft desaprobaba su relación con su novio, pues desde que se habían conocido en la universidad, no sólo Sherlock se había comenzado en encerrar en su habitación, sino que incluso pasaba días sin poner un solo pie en casa, dejando a su madre con la angustia de que a su bebé le había pasado algo, cuando en realidad seguramente estaba enredándose con su novio en el sofá del apartamento que compartían en el 221B de Baker Street.

— Será más difícil mantenerme distraído si no está a mi lado y lo sabes, así que muy para tu mala suerte, no pasará mucho hasta que empiece a aburrirme y buscar algo que logré divertirme. — Refutó en tonó burlón, notando de inmediato como Mycroft comenzaba a tensarse y molestarse.

Antes de que Mycroft pudiese decir algo más, el sonido de un coche acercándose llamó la atención de ambos, arrastrándolos a la ventana para observar a los recién llegados. Por lo menos no iban a tener que esperar tanto para por fin saber qué es lo que habían ido a hacer a ese lugar. El auto de vidrios polarizados giró a la derecha, estacionándose al lado del auto de Mycroft. La oscuridad de los vidrios no permitió a ninguno de los hermanos saber la identidad de sus ocupantes, pero tan pronto como la puerta al lado derecho se abrió y una cabellera rojiza emergió de su interior, Sherlock supo de quienes se trataba, y mentiría si dijera que en realidad esperaba ver a esas personas en aquel lugar.

— Wow… — Murmuró Molly, observando con grandes ojos la hermosa mansión frente a ella. — Es enorme — Agregó.

— No creí que el lugar fuera a ser tan bonito — Concedió Irene, compartiendo la sorpresa de su novia ante tal belleza.

Irene no estaba para nada contenta de estar en un lugar así por la causa que la obligaba a presentarse, pero agradecía silenciosamente que Molly fuese con ella, aunque en verdad le sorprendía que una chica tan lista y educada con ella, hubiese reprobado una materia. En un principio se culpó por pensar que estaba siendo una mala influencia para ella, pero Molly le había asegurado entre risas que, si ella había reprobado, era porque en realidad le parecía que la clase era realmente aburrida y no prestaba la atención suficiente como para tener respuestas acertadas en sus exámenes.

— ¿Quién crees que llegó primero? — Preguntó Molly, sonriéndole ampliamente, como si estar en aquel lugar fuese algo realmente emocionante e incluso divertido.

— Míralo por ti misma — Indicó, apuntando en dirección a la ventana desde la que Sherlock y Mycroft las observaban.

Molly sonrió y alzó una mano para agitarla en el aire a modo de saludo, ganándose un ceño fruncido en respuesta por parte de Sherlock y una mirada de desconcierto por parte de Mycroft, quien rápidamente se apartó de la ventana.

— Es Sherlock — Afirmó Molly con cierto entusiasmo dejándose escuchar en su voz. — Creí que no vendría. ¿Pero quién era el hombre a su lado? — Susurró más para sí misma que para Irene, quien de todas maneras le tomó la palabra.

— Seguramente alguno de sus amigos — Replicó, sacando del asiento trasero las maletas de Molly y las suyas.

Molly se encogió de hombros y tomó sus maletas, escuchando a sus espaldas la melosa voz de la Profesora Hudson.

— ¡Niñas! — Llamó la Profesora con el mismo entusiasmo que cuando recibió a Sherlock y Mycroft, quienes había salido para detenerse en la puerta, junto a Angelo, mirando a las recién llegadas. — Qué bueno que ustedes también vinieron.

Molly sonrió, mientras que Irene simplemente se limitó a hacer una mueca ante el entusiasmo con el que la mujer les recibía. Observó tras la Profesora a Sherlock, quien estaba serio, como siempre, y luego al otro hombre que usaba un traje de tres piezas. El primer pensamiento que pasó por su cabeza fue que aquel hombre probablemente fuese otro maestro que se unía para brindar su ayuda en aquel supuesto proyecto que le salvaría el trasero a ella y varios más.

— Pasen, pasen — Indicó la Profesora, informando con un gesto de su mano a Angelo de que debía hacerse cargo del equipaje de Irene y Molly.

— Hola, Sherlock — Saludó Molly alegremente, haciendo que Irene rodase los ojos con notorio fastidio. No podía creer que después de tanto tiempo, Molly aun sonriese tanto al ver a Sherlock.

— Molly — Replicó fríamente Sherlock, guiando su mirada a Irene, quien no pensó siquiera en separar sus labios para saludarlo. — Adler — Agregó, asintiendo a modo de un simple saludo.

— Oh, niñas, él es Mycroft — Anunció la Profesora, apuntando cortésmente al hombre — Es el hermano mayor de Sherlock, y también va a unirse al proyecto.

Molly abrió sus ojos por completo, no creyendo que aquel hombre fuese hermano de Sherlock, aunque debía admitir que tenían una mirada muy parecida. Mycroft saludó a Irene y Molly, quien le sonrió ampliamente. Todos entraron de nueva cuenta a la casa. Molly continuo en su estado de maravilla mientras veía el interior de la mansión, sin prestar atención a las palabras de la Profesora. Después de fijarse en varias de las pinturas en las paredes, su mirada se vio arrastrada hacia el cuadro entre las escaleras, como si el felino rostro de aquella mujer le llamase. Molly frunció el ceño mientras la miraba, como si tratase de comprender algo en aquella pintura, pero no sabía el qué.

— Molly — Llamó Irene desde la sala, ganándose un pequeño salto de sorpresa por parte de Molly, quien sacudió su cabeza y se reencontró con los demás en la sala de estar, tomándole la palabra a la Profesora para que tomase asiento y esperasen a los demás que seguramente no tardarían mucho en hacer acto de presencia. O por lo menos eso esperaba Sherlock, quien no llevaba ni una hora en el lugar y ya comenzaba a pensar en un plan para escaparse de ahí entrada la noche, con el auto de Mycroft, para mayor preferencia.

— ¿Viniste por el proyecto, Sherlock? — Preguntó Molly, observando a Sherlock a su lado del sofá.

Sherlock suspiró largamente.

— Molly, ¿en verdad crees que soy del tipo de persona que se interesa en ser partícipe de algo como esto? — Replicó notoriamente aburrido.

Molly torció la boca, pensando en qué es lo que había llevado a Sherlock a ese lugar. Como él acababa de decir, no era del tipo de persona que se apuntaba para algo como aquello, pero también era difícil creer que no hubiese aprobado una materia que a simple vista se podía notar que sería su favorita. Notando el descortés y grosero silencio de Sherlock, Mycroft suspiró largamente y miró en dirección a Molly, dándole la respuesta que sabía que Sherlock no daría.

— Mi hermano, Srta. Molly, tuvo la estupenda idea de no asistir a una clase que él asegura, no le brinda ningún nuevo conocimiento, pero pasa y resulta que no tuvo en cuenta que el presentar exámenes y tener sus debidas asistencias eran necesarias para aprobar sus materias, sin importar que tan aburridas le pareciesen. — Explicó, ganándose una mirada fulminante por parte de Sherlock.

Molly sonrió al notar la expresión de ambos hermanos, quienes parecían un par de niños en una interminable riña. Sherlock siempre había parecido un niño pequeño, desde el primer día que lo había visto en la universidad, pero Molly no podía evitar sonreír aun más ante el pensamiento de que Mycroft, siendo el hermano mayor de Sherlock, luciese igual, o quizá un poco más maduro que él en aquel momento de intercambio de miradas asesinas.

— No es el único que piensa que esa clase es realmente aburrida — Comentó Irene, observando el oscuro esmalte de uñas que adornaba estas. — En las pocas ocasiones en la que asistí a alguna de sus clases, pude notar que en el salón no habían muchos alumnos, por no decir que estaba casi vacío.

Molly rio al recordar que en una de esas pocas visitas de Irene al salón, la conoció y comenzó a salir con ella, terminando con Irene pidiéndole ser su novia. Mycroft alzó la barbilla, observando a los 3 jóvenes a su alrededor, comenzándose a preguntar si es que en realidad dicha clase era tan aburrida como para siquiera hacer el intento de presentarse por un par de minutos. Observó a Molly, quien tenía la mirada baja, observando la alfombra bajo sus pies; ella parecía una buena chica, educada, inteligente y seguramente bien portada, pero probablemente la relación que tenía con Irene, quien si se lo preguntaban a Mycroft, no parecía alguien que no estuviese metida en problemas por lo menos 4 veces en una semana, era la causa de que Molly se viese distraída de sus estudios.

— ¿Tú qué haces aquí, por cierto? — Inquirió Irene, observando detenidamente a Mycroft. Que Sherlock estuviese ahí era entendible y ciertamente lógico, pero que su hermano hubiese ido también, no tenía sentido alguno para ella. — No pareces ser del tipo de persona que se involucra en algo como esto.

— Vine a vigilar a Sherlock — Declaró Mycroft secamente. — Esa es la única razón por la que estoy aquí.

Irene, para sorpresa de todos los presentes, soltó una carcajada estruendosa, agitando los pies como una niña pequeña que no puede contener la risa. Sherlock estaba que echaba humo por las orejas. Molly parecía querer unirse a Irene y reír ampliamente aunque no comprendiese del todo por qué ella había comenzado a reír de la nada. Mycroft tenía una perfecta expresión de desconcierto en su rostro.

— Dios, ¿en serio Sherlock necesita una niñera? — Preguntó Irene, aun riendo como nunca en su vida había hecho. Sus manos habían ido a parar a su vientre, que había comenzado a doler por tanto reír. — Eso sí que no me lo esperaba — Agregó, recuperando el aliento y enjugando una pequeña lagrima en la comisura de su ojo con el dorso de su mano.

— ¡No necesito una niñera! — Gruñó Sherlock, cruzándose de brazos en un genuino puchero, mientras Mycroft ignoraba por completo las palabras dichas por Irene. Él mismo no se consideraba la niñera de Sherlock, el término niñera no venía siquiera a discusión.

Irene dejó escapar una última risa antes de sentarse adecuadamente en el sofá y desestimar la conversación con un movimiento circular de su muñeca. Conocía a Sherlock desde hacía un tiempo, y sabía de sobra lo infantil que podía llegar a ser cuando realmente se lo proponía, pero decidió guardar ese dato para sí misma o para cuando los demás llegasen y tuviese la oportunidad de molestarle un poco. Molly sonrío ampliamente ante la acción de Sherlock, pero una vez que el silencio se instaló nuevamente en la sala, ella no pudo formar parte de la excepción. Todos se había enfrascado en alguna actividad, Mycroft se había vuelto a poner de pie a favor de inspeccionar de nueva cuenta la colección de libros frente a él. Sherlock tenía su mirada fija en la pantalla de su celular, sonriendo suavemente cada que un nuevo "bip" se dejaba escuchar. Molly jugaba con los bordes de su falda y Irene hacía lo propio mirando hacia afuera de la mansión, donde la flora era bella y llena de vida.

Los siguientes 15 minutos estuvieron llenos de silencio, siendo interrumpido en un par de ocasiones por la profesora, que se adentraba a la sala para cerciorarse de que ninguno de los demás chicos había llegado. Transcurrieron 10 minutos más y el sonido de los recién llegados se hizo escuchar, pero esta vez no era el conocido sonido de un auto en marcha, sino el de una motocicleta realmente ruidosa, que sólo podía indicar una cosa…

— Moriarty… — Masculló Sherlock, guardando su teléfono celular en el bolsillo de su pantalón. Estar ahí iba a ser una pesadilla, pero que Moriarty decidiese aparecerse, convertía todo en un completo infierno.

Nadie se molestó por acercarse a la ventana a ver quién estaba a punto de unírseles, a excepción de Mycroft, quien lo hizo más por curiosidad, pues comenzaba a creer que el haberse apuntado a formar parte de aquello, había sido una pésima idea de la que muy pronto se lamentaría. Al fijar su mirada por la ventana, visualizó a un chico de cabellos rubios con gafas oscuras. Mycroft inmediatamente se preguntó si es que siquiera aquel sujeto estaba en la universidad, pues a simple vista parecía mucho mayor que los demás en el lugar. Casi de inmediato y para sorpresa de Mycroft, una segunda persona asomó por sobre el hombro del sujeto rubio.

— Te dije que podía arreglarlo con mi padre, Seb — Se quejó Jim, aferrándose con fuerza a la cintura de su novio. No mentía cuando decía que una simple llamada a su padre podría arreglar el asunto. Su padre era un hombre con mucho poder, y para suerte de Jim, le complacía en absolutamente todo, aunque era realmente su madre quien abogaba por él frente a discusiones con su padre por su más que reprobatoria conducta y bajas calificaciones en el instituto.

— No dudo que así sea, Jim, pero entiende que las cosas nos son tan fáciles para mí — Refutó Sebastian, cruzando el portón que los encerraría ahí por los siguientes días. — Mi padre ya está harto y me partirá la cara si se entera de que reprobare otra materia cuando se supone que ya debería estarme enlistando para el ejército. Así que nos quedaremos en este maldito lugar, quieras o no, ¿quedó claro? — Agregó con firmeza.

Jim resopló contra su hombro y hundió su rostro entre los omoplatos de su novio; sólo esperaba que el motón de idiotas en la casa no le molestase apenas cruzar la puerta. No estaba de humor para soportar a nadie, estuviese Sebastian con él o no. Ambos bajaron de la motocicleta y se encaminaron hacia la entrada del lugar. La Sra. Hudson se encontró con ellos, sonriendo al igual que como había hecho en un principio.

— ¡James!, no pensé verte aquí — Comentó indicando con su mano que entrasen. Vio a Sebastian y aquello sí que la sorprendió. — ¿Sebastian? — El aludido no se dignó siquiera a responder y entró con la mirada al frente, siguiendo a Jim.

— ¡Sherly! — Canturreó Jim, observándolo en el sofá — ¿Qué haces aquí?, ¿viniste porque sabías que vendría, no es así? — Agregó, sonriendo ampliamente cuando Sherlock rodó los ojos.

— No tienes tanta suerte — Replicó Sherlock, sonando completamente desinteresado y volviendo a fijar su atención a la pantalla de su celular, donde un nuevo mensaje de su novio se dejaba apreciar.

— Oh, pero no seas tímido, Sherly, sé que no puedes pasar siquiera un día sin tenerme cerca — Insistió, acercándose y sentándose justo al lado de Sherlock. — Pero mírate, incluso te pusiste todo guapo para mí; con esos pantalones ajustados a tu lindo trasero y esos suspensores que te hacen lucir tan sexy… — Agregó, metiendo dos de sus dedos tras uno de los suspensores y tirar ligeramente de él para luego soltarlo y terminase causando daño a Sherlock, quien a pesar de su enojo, no pudo evitar proferir un quejido.

— ¡No me toques! — Espetó Sherlock entre dientes apretados. Se apartó del sillón y tomó asiento en el que había estado ocupando Mycroft, quien se mostró indignado y realmente molesto al ver que su hermano era tratado de aquella manera por aquel mocoso que a simple vista identificó como alguien por demás insoportable.

— Quieto, Sherly, quieto — Ronroneó Jim, subiendo los pies a la mesita que adornaba la sala de estar. Sebastian le dedicó una mirada desaprobatoria y Jim rodó los ojos, cruzándose de brazos. — Qué aburridos… — Gruñó por lo bajo.

— Chicos, por favor compórtense — Pidió la Profesora, tratando de que los jóvenes no terminasen peleándose. — Sólo hace falta que llegué Sally y Philip para poderles asignar sus habitaciones y que puedan descansar un poco. Mañana comenzaremos con este proyecto como es debido.

Antes de que alguien replicase o hiciese siquiera un sonido de aprobación o desaprobación, la puerta principal se abrió de nueva cuenta, atrayendo la mirada de todos en dirección a la puerta.

— ¡Ya llegamos! — Anunció Philip, dejando caer una gran maleta en la entrada, siendo seguido por Sally, quien de igual manera dejó su maleta a su lado.

— ¡Cállate, Philip, no estás en casa de tus tías! — Regañó Sally, arrugando la nariz en una genuina mueca de exasperación.

La profesora Hudson no pudo contener su alegría y aplaudió un par de veces, ahogando un gritito de emoción. Por fin el grupo estaba completo y podía asignar las habitaciones a los chicos. Muy contrariados al entusiasmo de la profesora, los demás sólo se limitaron a rodar los ojos y continuar con lo que fuese que estaban haciendo. Sherlock fue quien más lamentóla presencia de aquellos dos en aquel lugar, sobretodo la de Sally, quien con claramente no se llevaba ni siquiera un poco. Philip era otra historia, pero aún así no le agradaba que siempre estuviese al tanto de lo que él hacía o dejaba de hacer.

— ¡Bien, chicos! — Espetó la profesora, sonriéndoles en general a todos los presentes — ¡Comencemos con esto!

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