¡Hellow!

Este es un fanfic corte y completamente ajeno a Detective Conan, aunque uso sus personajes en un intento de crear algo interesante (?) Va dedicado a mi pequeña Alice y su cumpleaños (son dos personas distintas (?) XD). Para aquellos que odien los monstruos y vampiros (no los mosquitos, los vampiros de verdad... aquellos que se inspiran en el 'Conde Drácula' y 'Blad III el empalador', sí, ese (?) XD). Y aunque tomé prestados los personajes de Detective Conan para pasar un buen rato escribiendo y (espero) también para que mis lectores lo pasen igual de bien, los caracteres han cambiado un poco entre ellos (?). Sí, contando que Ran y Kazuha tienen miedo, no sabría si decir un poco o mucho XDDDD pero bueno, eso lo dirán ustedes mejor ;) advierto que habrá un capítulo de un intento de lemon así que quién no quiera leer acerca de ello, mejor que no empiece ahora XD

Sin nada más que decir: ¡disfrútenlo y feliz cumple Alice (tarde (?) )! *O*


Agente de Misterios Inhumanos

Prólogo

Cogió su teléfono con aire aburrido, levantando por una vez la vista del periódico. La persona delante de él se había callado con cara enojada, pero no dijo nada. Ella se levantó y se puso detrás de él para ver el mensaje que le habían enviado.

— ¿Debo de sentirme celosa? —preguntó con una sonrisa.

— Es la mujer de la que te hablé —respondió él en un suspiro. Empezó a escribir un mensaje de respuesta, pero las palabras de su compañera lo detuvieron para borrarla y cambiarla.

— ¿Por qué no la invitas a comer? —preguntó ella.

— ¿Estás segura de eso? ¿No te sentirás amenazada? —él se rio mirándola.

— No me siento amenazada por una amiga de tu infancia, en realidad —respondió ella—. Dijiste que hoy hacía ya dos años de que su marido desapareció, ¿no es así?

— Sí, mi mejor amigo —susurró él respondiendo al teléfono—. Luego no te arrepientas que venga.

— No seas así —ella sonrió y le dio un beso en la mejilla.

— Eres la mejor prometida del mundo —él se levantó dejando el periódico y el teléfono encima de la mesa, para abrazarla—. ¿Te vas ya?

— Sí, así saldré antes y podré hacer la comida, para quedar bien con tu amiga, ¿vale? —ella le dedicó su mejor sonrisa.

— Está bien —él la besó en los labios—. Recuerda que hoy estaré investigando más rumores, así que…

— Sí, no te preocupes, pero ten cuidado —ella afirmó con la cabeza—. Sigo sin creerme que puedas ganarte algo cazando monstruos que no existen.

— Por eso soy futbolista profesional —se rio él—. Para que me den algo más de dinero —le guiñó el ojo.

— ¿Por qué me enamoré de ti? —ella suspiró y salió del comedor.

— Tal vez porque soy irresistiblemente guapo, ¿verdad?

— Y también un creído —ella sacó la cabeza por el umbral de la puerta y finalmente se alejó.

Él suspiró cogiendo su teléfono de la mesa y viendo la respuesta que su amiga le había enviado. Ella estaba de acuerdo. Salió de la casa cerrando la puerta con la llave y se dirigió hacia la oficina. Allí sus dos compañeros ya lo esperaban a fuera, preparados para salir. Ella era dependienta a medio tiempo, sus ojos eran azules y su pelo largo de color oscuro le llegaba hasta un poco más abajo de sus hombros. Él era policía, sus ojos también eran azules y su pelo desordenado siempre parecía como si acabara de despertarse. Pero lo que siempre le había llamado la atención de ese tipo era que usaba magia. No, no eran esos trucos baratos que la gente pagaba para ir a ver durante un par de horas, sentados en butacas. No, esa era magia de verdad. Podía disparar bolas de fuego con un chasquido de dedos, un chasquido de lengua o un… recordar lo que le había mostrado ese día había sido suficientemente desagradable como para no volver a hablar de ello. Solo era una parte al medio entre sus extremidades inferiores. Les guiñó un ojo y ellos empezaron a andar sin esperarlo, porque sabían que los alcanzaría en seguida.

— ¿Y bien? —preguntó.

— Kaito, empieza tu —dijo ella mientras le daba una carpeta.

— Está bien. Enoki Genji, sospechamos que tiene más de 100 años, pero sigue teniendo la apariencia de 30 —dijo el brujo mientras él abría la carpeta para mirar el interior. Había una foto de un hombre con los ojos azules y fríos y el pelo muy largo y rubio—. Su apariencia del radio es de unos cinco grados centígrados.

— ¿Estás diciendo que su temperatura corporal es de cinco grados centígrados? —él lo miró confundido.

— Eso es lo que estoy diciendo —respondió él.

— Hasta ahora no nos habíamos encontrado con ningún cuerpo igual —susurró ella.

— Proseguid —dijo él.

— Lo hemos comprobado con Aoko, pero hay un problema —dijo Kaito en un suspiro—. No está solo.

— ¿Hay más como él? —preguntó él con el ceño fruncido. Los otros dos afirmaron con la cabeza—. ¿Dónde?

— Ese bosque en dónde desapareció tu amigo —dijo Kaito—. Hemos hecho el radio y hemos encontrado a uno de cinco grados y los demás de unos diez grados.

— ¿Qué significa eso? Un inhumano tendría que ser igual a otro en todo, no solo a la mitad —él miró a Aoko.

— Tengo una teoría a eso —Aoko sonrió. Ella era la entendida en películas de terror y hacía que sus teorías muchas veces fueran las acertadas—. Si ves el radio —él giró la página para ver una fotografía de temperatura en un edificio, de una sola persona, casi toda azul y verde, excepto por su corazón, que estaba en rojo y amarillo—, puedes decir que tienen el corazón de un humano: parte izquierda del pecho, calor intenso; todo lo que tienen los humanos en un radio como este. Es decir que existe un iniciador inhumano y algunos humanos que han sido transformados a inhumanos. Solo podemos hablar de un par de cosas, si realmente siguen siendo humanos: vampiros u hombres lobo.

— ¿Estás diciendo que a las afueras de la ciudad pueden haber vampiros u hombres lobo? —él subió sus cejas en sorpresa.

— Eso es lo que estamos diciendo —respondió Kaito—. Es más: no han salido ni una sola vez ninguno de ellos durante el día, aunque estaba claro que nos estaban notando, y las ventanas y puertas del edificio están cerradas perfectamente para que la luz del día no entre, así que podríamos hablar tranquilamente de lo primero.

— ¿Vampiros?

— Vampiros —respondieron Kaito y Aoko a la vez.

— Hasta ahora no hemos encontrado nada como eso —susurró él.

— Yo luché contra uno en Europa, pero fue muy difícil —respondió Kaito—. Porque sus secuaces ya no eran humanos y por lo tanto solo obedecían las órdenes de su jefe. Eran como cuarenta tipos con fuerza sobrehumana y velocidad supersónica contra un simple brujo, muy injusto.

— ¿Le venciste? —preguntó Aoko.

— ¡Para nada! ¡Tuve que huir! —gritó el brujo—. ¡Fue lo más vergonzoso que hice en mi vida de magia!

— ¿Qué pasó allí? —preguntó él.

— Bueno… —el ojiazul rodó los ojos—. Me pidieron que fuera a averiguar un seguido de desapariciones. Niños, jóvenes, adultos, mujeres, hombres, cualquiera le servía a ese tipo. Siempre desaparecían de noche y de sus casas. Con solo un mordisco del jefe, podía convertir a un humano en vampiro en cuestión de segundos. Pero había algunos que se resistían más y entonces morían desangrados. Encontraban sus cadáveres cerca del río. El fuego no le afectaba, ni la plata, ni una estaca en el pecho, siento decepcionarte, Ao-chan —Kaito sonrió hacia Aoko—. Pero no era invencible.

— ¿Cómo lo sabes? —preguntó ella.

— Porque aunque yo probé con todo esto, el tipo estaba cojeando, así que hubo algunos de los que antes habían sido humanos, que había conseguido dañarlo de algún modo —Kaito suspiró—. Tal y como he dicho, son muy veloces, muy fuertes y se curan con una velocidad increíble.

— ¿Entonces? ¿Con qué podemos prepararnos? —preguntó él.

— Pues con una muerte segura —respondió Kaito.

— Esa no es una opción —se quejaron los otros dos.

— Os estoy diciendo que así es —dijo Kaito—. Puedo seguir probando trucos contra él, pero si alguno de esos diez o veinte humanos que lo acompañan en la mansión, se han convertido en otros destructores…

— ¿Destructores? —interrumpió Aoko.

— Sí, ¿no lo había dicho? —preguntó él.

— No, lo omitiste —respondieron los dos con enfado.

— Pues sí, los que dejan de ser humanos se convierten en destructores —confirmó Kaito—. Pero con las habilidades de un vampiro.

Él negó con la cabeza. ¿Había una probabilidad de que su amigo fuera una de esas víctimas? No debía de perder las esperanzas en eso, pero tampoco debía de alegrarse por ello. Un destructor eran seres sin almas. Un cuerpo viscoso, un olor a descompuesto y un seguido de pasos de un cuerpo sin forma, componían a ese ser que solo vivía para comer humanos. Si eso sucedía…

— Oye, también puede ser que secuestraran a tu amigo antes de que llegara cerca del alcance del vampiro —Kaito le leyó el pensamiento.

— ¿Y si no es así? —preguntó él.

— Pues entonces intentaré curarlo para que no llegue a ser un destructor —Kaito se encogió de hombros—. En realidad, un vampiro transforma a un humano en otro vampiro por un virus que se contagia por fluidos, nada más.

— ¿Eso no era también una descripción para los zombis? —preguntó Aoko.

— Y creo que es lo mismo para los hombres lobos —añadió Kaito.

— Así que todos aquellos que aún no se hayan transformado en destructores y que sean medio vampiros, pueden volver a la normalidad, ¿es así? —preguntó él mirándolo.

— Así es —respondió Kaito.

— ¿Y? ¿A dónde vamos? —preguntó él—. El bosque está en el otro sentido —dijo mientras se paraban en un parque.

— A buscar una manera de matar al maestro —respondió Kaito—. Pedí un libro de Europa, de cuando luché con ese vampiro, que me sirvió de mucha ayuda. Si matas al jefe, los demás humanos podrán seguir sin ser destructores, pero si por casualidad matas a uno de esos humanos, se convertirá al acto en un destructor. Así que tenemos que planificar bien como matar al jefe vampiro sin matar a nadie más. Ah, sí, y otra cosa que decía ese libro. En cuanto matas al jefe, los humanos seguirán siendo inhumanos respecto a su temperatura corporal y manteniendo sus dientes y, dependiendo de los casos, en su necesidad de sangre. Pero serán humanos en cuanto a necesidades alimentarias humanas, mucho más frecuentes que las de sangre, y en no transmitir su vampirismo a los demás humanos a los que coja sangre.

— Así que terminamos con la plaga de inhumanos si matamos al jefe —concluyó Aoko—. Entonces necesitamos un buen plan.

— Para empezar: ¿cuántos eran de inhumanos aún humanos? ¿Lo visteis en la radio?

— Había demasiados en un par de salas y unos más bajos que otros, así que no pudimos contarlos con exactitud, pero solo un vampiro y no pude ver ningún calor púrpura, así que el vampiro los está manteniendo en su forma humana por alguna cosa —respondió Aoko—. ¿Lo hablamos con una sopa para salir del frío?

— Estudiemos ese libro rápido —dijo él afirmando con la cabeza—. Ella me pidió que habláramos y siendo hoy de seguro que será por él, así que cenaremos con ella.

— Cierto, esta noche hará exactamente dos años de su desaparición. Entonces vamos a apresurarnos—Kaito se adentró a un restaurante y sacó de su mochila el libro.

.

— ¡Ryuusei! —gritó ella. Hacía un buen rato que no lo escuchaba, así que de seguro estaba tramando algo—. ¡Ryuusei ven aquí! —salió de detrás del mostrador de la tienda que ella dirigía y en la que trabajaba Aoko a medio tiempo, para buscar al pequeño ladronzuelo. Lo encontró con sus manos dentro del frigorífico agitando las latas de refresco con gas que estarían a punto de reventar—. ¡Ryuusei! —el niño que estaba por cumplir los dieciséis meses la miró asustándose por el grito de ella—. ¿Se puede saber qué estás haciendo? Vuelve con tus juguetes y deja las cosas de la tienda en su lugar —se quejó la mujer poniendo sus manos en la cintura. El niño lentamente soltó las latas y cerró el frigorífico. Entonces le dio su mejor sonrisa y salió corriendo dirección al lado del mostrador de la tienda, en donde su camión seguía cargado de los demás juguetes—. ¿Cómo puedo reñirte con esta sonrisa?

Volvió a su puesto en un suspiro. Pronto daría la hora para ir con su amigo de la infancia a cenar y cerrar la tienda. Mientras tenía esos pensamientos en la cabeza, él entró en la tienda. Como siempre sus manos estaban en los bolsillos, sus ojos azules profundos escrutaban todo y sus hombros bajados le mostraban cuán relajado estaba.

— Hola, Shinichi —susurró ella.

— Estás por cerrar, ¿no es así? —preguntó él, mientras Ryuusei sacaba la cabeza por detrás y corría a abrazarlo en cuanto comprobó quién era—. Hola Ryuu-kun, ¿cómo estás?

— Ojitan, ¿encontraste a papá?

— Ryuusei, ya basta —se quejó la madre mientras Shinichi cogía al pequeño en brazos.

— ¿Quieres comer pasta? —preguntó Shinichi sonriendo.

— ¿La pasta de Ojitan? —preguntó el pequeño sonriendo.

— Sí.

— ¿Siempre pasta? —preguntó la madre arqueando una ceja—. ¿Es que no sabes cocinar nada más?

— Bueno, lo está cocinando Ran —Shinichi sonrió—. Si no te importa.

— Estás malcriando a Ryuusei, ¿lo sabes, verdad? —ella chasqueó la lengua afirmando con la cabeza.

— Claro que lo sé —Shinichi se rio—. Pero ese es el tema de ser el Ojisan de este pequeño, ¿no es así?

— ¡Sí! ¡Pasta! —gritó Ryuusei.

— ¿Sabes lo que estaba haciendo ese pequeño en estos momentos? —preguntó la madre con cara de enfado.

— ¿Jugar? —Shinichi sonrió hacia ella.

— Con los refrescos del frigorífico —respondió la madre—. Los estaba agitando de mala manera.

— ¡Burbujas! —gritó el pequeño riendo.

— Lo que le estás enseñando, Shinichi —ella le golpeó suavemente el hombro.

— Antes de reñirme por ello, ¿nos vamos? —Shinichi le guiñó un ojo.

— Sí, déjame cerrar esto —ella bajó la mirada al suelo y salió de detrás del mostrador, mientras Shinichi salía a fuera de la tienda con Ryuusei en sus brazos.

Él esperó a que ella terminara de cerrar, para empezar a andar hacia la casa.

— ¿Y bien? ¿Qué es lo que necesitas?

— Ahora no —dijo ella secamente mirando al niño.

— Es por él, ¿no es así? —preguntó Shinichi. Ella afirmó con la cabeza—. Sabes que puedes pedirme lo que quieras, ¿verdad? —ella volvió a afirmar con la cabeza—. Haré lo que esté en mi mano para ayudarte.

— Claro que sí, Shinichi —dijo ella—. Somos amigos de la infancia y sé que puedo contar contigo. Pero también era tu amigo, así que no pienso abusar de tu hospitalidad más.

Shinichi la miró con el ceño fruncido. ¿Qué significaba eso? ¿Es que se iba de su lado? ¿Se había negado a seguir buscándolo? ¿Había escuchado las palabras de la policía que seguían diciendo que lo daban por muerto? Su amigo de la infancia era un abogado, y de los buenos. Unos meses más tarde de salir de la universidad, se había casado con su otra amiga de la infancia y él realmente se había alegrado por ello. Pero cuando faltaban más o menos dos meses para cumplir un año de su graduación, cuando había pasado tan solo un mes y unos días desde su boda, después de haber defendido a la perfección a cientos de inocentes ante la justicia, se fue una noche al bosque a encontrarse con un cliente que vivía cerca y ya no volvió. La policía había preguntado, había investigado, pero nadie había sabido nada. El hijo del socio fundador del bufete en donde su amigo estaba trabajando, se ofreció a ayudar económicamente a su amiga, e incluso a contratar un ejército de detectives privados para que lo encontraran, pero ella lo había rechazado. Ya era suficiente doloroso para ella encontrarse con que estaba embarazada, después de que su marido no volviera, que solo faltaba que le volvieran a repetir una y otra vez las preguntas. Ella jamás se había quejado de nada ni de nadie. Ella siempre había querido salir sola de sus problemas. Pero Shinichi sabía que entonces ella no podría hacerlo sola. Así que le dio la idea de comprar con el dinero que tenía una tienda que estaba por cerrar, para que ella se centrara en otra cosa que no fuera el único problema del que no podría salir. Ella aceptó, puesto que necesitaba ocupar su mente y entonces también aceptó la ayuda del hijo del bufete, que había estudiado junto a su marido y que en esos momentos estaba cogiendo las riendas del bufete. Conforme más complicados eran los días en la tienda más sonreía ella. Shinichi sabía que también la animaría saber que allí podría reunir información por sí misma acerca de la desaparición de él. Shinichi la observó en la distancia, ofreciéndole ayuda cuando la veía hundirse y aún más cuando murieron sus padres en ese accidente de coche. No, ella no se iría de su lado, le necesitaba. El silencio los llevó a los tres a la casa de Shinichi, en dónde Ran les esperaba. Él abrió la puerta y la dejó entrar, para entrar luego él con Ryuusei.

— Bienvenidos —Ran sacó la cabeza por la cocina.

— ¿Quién es? —preguntó Ryuusei con curiosidad.

Hasta entonces, cada vez que él había estado en la casa, no había encontrado a nadie más que a Shinichi.

— Kazuha, Ryuusei, os presento a Mouri Ran —Shinichi la presentó—. Ellos son Hattori Kazuha y Hattori Ryuusei.

— Un placer —dijeron las dos mujeres a la vez.

— ¿Quién es? —volvió a preguntar Ryuusei.

— Obachan —Shinichi soltó al niño al suelo y sonrió hacia él.

— ¿Obatan? —Ryuusei miró a Shinichi y luego miró a Ran, para volver a mirar al hombre—. Ahhhh, Ojitan y Obatan —el niño afirmó con la cabeza—. Comprendo.

— ¿Qué narices vas a comprender tú, mocoso? —Shinichi arqueó una ceja mientras lo veía entrar corriendo al comedor.

— Perdonad la intromisión —susurró Kazuha.

— Nada, nada —Ran sonrió—. Hacía tiempo que quería conocer a los amigos de Shinichi, aunque sea en estas circunstancias. La comida ya casi está, si tenéis hambre.

— Sí, mucha —Shinichi la besó en la mejilla y ella le devolvió el beso—. Hablar con Kaito siempre agota.

Ran se rió.

— Sí, lo he aguantado desde que tenía los doce años, así que sé perfectamente lo que es eso —dijo ella.

— Ryuusei, ¿quieres jugar? —preguntó Shinichi mirando a dentro del comedor.

— ¿Te apuestas a que ya ha prendido la tele y está intentando coger la consola? —Kazuha suspiró.

— Ya ha encendido la consola también —Shinichi la miró—. Es curioso como sabe hacer cosas extrañas este niño, con los pocos años que tiene.

— Ya —Kazuha suspiró mientras una mirada sombría pasaba por su cara fugazmente.

— ¿Qué querías, Kazuha? —preguntó Shinichi mientras Ran volvía a dentro de la cocina.

— Voy a ir esta noche al bosque —dijo ella.

— ¿Qué?

— Tan solo te pido que cuides de Ryuusei mientras no estoy —añadió ella.

— ¿Qué? —volvió a preguntar Shinichi.

— ¿Qué es lo que no has entendido de mis palabras, Shinichi? Alguien con tu cerebro debería de haberlo entendido rápido. Tú y Heiji erais los genios de todos los cursos, al fin y al cabo —ella lo fulminó con la mirada.

No era eso lo que no había entendido. Acababan de hablar con Kaito y Aoko el peligro que había en ese bosque. ¿Por qué iría ella a ir a ese bosque? ¡¿Y además de noche?!

— ¿Por qué? —dijo finalmente, después de un silencio.

— Porque tengo que hacer algo. La policía ha ido un montón a investigar, pero no ha encontrado nada —Kazuha suspiró—. Pero no lo aguanto más. Tengo que saber lo que le ha sucedido, Shinichi. Tengo que encontrarlo, aunque sea en cadáver.

— Kazuha ese bosque no es seguro —dijo Shinichi—. Nada seguro.

— No creo que me ataquen animales salvajes, puedo contra ellos —Kazuha rodó los ojos y entró en el comedor, para dar finalizada la conversación.

— Pero no puedes contra los monstruos —dijo él en un posado desesperado.

— ¿Monstruos? —Ran que acababa de salir de la cocina con la comida y Kazuha quién lo había oído y se había girado a mirarlo, hablaron a la vez.

— ¿Qué? —sus ojos azules fueron mirando a las dos mujeres a cada segundo.

— Los monstruos no existen —finalizó Ran entrando al comedor.

— Los monstruos son solo imaginación de idiotas que tuvieron pesadillas y quisieron mostrarlas al mundo a través de películas —añadió Kazuha siguiéndola—. Ryuusei detén el juego, vamos a comer.

— Sí —el niño corrió hacia ellos para sentarse en una silla un poco más elevada que las demás.

— Si lo vierais todo con mis ojos no estaríais diciendo esto —Shinichi suspiró para luego seguirlas.

Todos se sentaron en la mesa.

— Oye, Shinichi, lo digo en serio, los monstruos no existen —dijo Ran—. Son producto de la imaginación.

— Se nota que eres científica y trabajas en un laboratorio, ¿eh? —Shinichi suspiró—. Yo te digo lo que he visto con mis ojos. Y no solo yo. Kaito, tu amigo de la infancia también lo ha visto —añadió mirando a Ran directamente, para luego mirar a Kazuha—. Y también Aoko quién trabaja contigo.

— ¿Nakamori Aoko?

— Sí, de hecho ella los vio debido a… —Shinichi miró a Ryuusei que lo miraba intentando entender lo que él estaba diciendo—. Olvidalo.

— Oye, no hay nada allí, todo son tonterías o simples rumores —dijo Kazuha.

— Pero pueden haber asesinos, ladrones y demás que pueden hacerte daño —dijo Shinichi.

— No, los políticos prefieren la ciudad al bosque —Kazuha se rio.

Shinichi rodó los ojos. La broma estaba fuera de su sitio. Si tan solo pudiera decirles lo que él había visto; lo que él, Aoko y Kaito habían sufrido debido a lo que habían visto, ellas no estarían bromeando con ello.

— Supongo que no puedo convencerte, ¿verdad? —preguntó Shinichi finalmente.

— No, está decidido —respondió Kazuha.

— Está bien mientras vayas con cuidado —dijo Shinichi.


Bueno Alice, y aquí empieza el juego: encuentra quiénes son los personajes perdidos (?)