-:- Narra Levi -:-
Odiaba tanto la nieve como odiaba tu maldito recuerdo. Bajo la vista con pesar mientras mis ojos penetran a través de la nieve como si le reprochara que por mi maldita estatura esta me tragara vivo, arruinando así mis preciados pantalones negros.
Sentía los ruedos empapados... y también mis mejillas sufrían el mismo infortunio.
Regrese a casa cargando un par de bolsas del combini. No estaba muy lejos, después de todo vivía cerca de la estación que afortunadamente tenia uno dentro.
Lo único que me detenía de aligerar mi paso era la maldita nieve. Se empeñaba en dificultar mi caminar cada vez que transitaba por ella, joder, que de verdad detestaba ser corto de estatura. Sobre todo porque sabía que te incomodaba, muchas veces lo mencionaste; a cada instante a decir verdad. Por eso me cambiaste por esa odiosa mujer... ¿No es así?
"Me dificulta un poco abrazarte" "¿Podemos besarnos después? No me gusta inclinarme, es incomodo" "Nunca puedes alcanzar los vasos, no siempre estaré aquí, compra un banquito Rivi" "No tomes mi mano en la calle, siempre murmuran sobre nosotros, piensan que salgo con un adolescente, y el adolescente soy yo... Es vergonzoso".
Lo sabía perfectamente, sabía que no encajábamos. Yo no era esa persona que esperabas. Me idealizaste como la mujer perfecta de tus sueños pero nunca me conociste como el hombre imperfecto que te amaba, porque a pesar de saber que te gustaban las mujeres me aferre a ti e intente actuar como una. Por idiota... por imbécil...
Por enamorado.
Tuve muchas desilusiones en mi vida, pero tú me iluminaste con una sonrisa. Eras un chico estúpido que se acerco a mí y me ofreció su compañía, una que evitaba y añoraba a la vez. Pero todo fue una estúpida ilusión mía, yo soy el único culpable en esta estúpida historia de mierda.
Suspiro con pesadez y sacudo mi cabeza alejando mis pensamientos asesinos, algún día me volverían loco y terminaría aislado en un hospital para enfermos mentales. Aunque no hay mucha diferencia entre eso y mi hogar. Me siento lo suficientemente aislado al pasarla día tras día en una casa tan vacía. Se siente tan amargo volver a un lugar donde nadie te espera con un: "Bienvenida a casa". Debido a eso me cargo de horas laborales para no pasar tanto tiempo en ella. Además de evitar tener contacto con vagos recuerdos tuyos. Todo por culpa de las porquerías que dejaste antes de marcharte... esas cosas que huelen a ti... esas mismas de las que me niego deshacerme.
— Maldición... —Murmuro cuando al llegar me doy cuenta que he olvidado las llaves. Las busque desesperadamente en los bolsillos de mi abrigo.
No las encuentro.
Vuelvo a suspirar.
De verdad que recordarte hacía estragos conmigo.
Como pude me adentre al callejón que estaba al lado de mi casa, llegue a la parte trasera y trepe el muro lanzando al otro lado las bolsas que cargaba. Escuche un quejido y alce una ceja extrañado. Baje la vista y me sorprendo por lo que veo. Las latas de soda dieron de lleno con la cabeza de una persona que estaba tirada como mierda seca en mi patio... ¡Mi patio! ¡Aplasto mis putas plantas congeladas! ¡¿Cómo llego ahí en primer lugar?! Baje del muro y me corrí un poco para poder treparlo de nuevo y caer lejos de esta inmundicia que invadía mi hogar tan descaradamente.
Tome rápidamente una maceta entre mis manos dispuesto a estampársela en la puta cara por atrevido. Le escuche volver a quejarse y se levanto lentamente del suelo apenas logrando sentarse adecuadamente. Se froto la cabeza y dirigió su vista hacia mi persona. Temblé por primera vez en mi vida hasta que me sonrió medio atontado.
Me quede de piedra.
Se quitó la capucha y el gorro de invierno que llevaba encima para poder sacudirse la nieve. Note sus cabellos cenizos bastante llamativos. Era extranjero al parecer, no tenia pintas de ser japonés y lo confirme cuando hablo.
— Bonne nuit... (Buenas noches) —Salió de sus labios mientras sacudía su cabello. Volvió a colocarse el ridículo gorro y desee quitárselo en esos momentos para seguir admirando aquel sedoso cabello claro... tan claro como la nieve que aborrezco. — Lamento haberte asustado. —Me dice en un fatal japonés. Su acento es inglés, de eso estoy seguro pero por alguna extraña razón hablo perfectamente en mi idioma natal... el francés.
— ¿Qué mierda haces en mi patio? —Le reprocho amenazante volviendo a levantar la maceta en claro indicio que iría a parar a su cabeza si no respondía mi pregunta.
El no hizo más que mirarme tratando de comprender mis palabras. Parece lograrlo porque una sonrisa se formo en sus labios.
Esos ojos celestes que porta no se apartan de mí, logra incomodarme y acrecentar mi deseo de darle un putazo en la cara para quitarle esa estúpida sonrisa que me dedica. Una que no necesito ver.
Odio que la gente sonría... Que me sonrían, que sean felices... los odio a todos.
— Perdón mi atrevimiento pero... ¿me acogerías esta noche en tu casa? —Me pregunta mientras se levantaba del suelo sacudiendo su ropa. Me percate del campamento entero que llevaba a sus espaldas, al parecer se trajo su puta casa a cuestas, probablemente se trataba de un viajero perdido. Se acercó a mi muy confianzudo alejando la maceta que sostenía entre mis manos, me toma ambas e instantáneamente siento el frio recorrer mi piel. — Prometo no ser una moles...
— ¿Cuanto llevas ahí?
— Quoi? (¿Qué?)
— Que cuanto llevas tirado como mendigo en mi patio. Aplastaste mis plantas con tu trasero, bastardo.
— Ah... Sobre eso... —Trata de hacer memoria... o en su defecto, de buscar palabras fáciles que no destacen más el idioma que apenas sabe pronunciar. Si satanás no aparecía en esos momentos era porque ni él entendía un carajo de lo que decía su invocador— Non... recuerdo.
Suspire. Alejo bruscamente mis manos de las suyas y deslizo la puerta corrediza que tengo a un costado para adentrarme en mi hogar. La deje abierta como una indirecta a que pasara. El logra entenderla y me sigue. Tengo la ligera sensación de conocerlo, pero no recuerdo de donde.
