Nami se encontraba admirando el mar desde la ventana de su camarote que compartía con Robin, con una mueca en sus labios. Llevaban dos días en aquel muelle mercante y ya tenía ganas de alejarse de aquel pueblo lo antes posible para olvidarlo de su memoria. Sin embargo, aun no habían terminado de comprar la suficiente comida, por lo que no podían abandonar el muelle.
Y eso la cabreaba. Mucho.
—Creo que esta vez se ha pasado un poco con el capitán, navegante.
La pelirroja frunció aun más en entrecejo y murmuro un par de juramente en voz suficientemente baja como para evitar que Robin lograra escucharlos.
—El pobre no tiene la culpa.
—No, Robin. Ese idiota tiene toda la culpa.
—¿Piensa que el haría algo así, navegante?
La pelirroja suspiró antes de negar con la cabeza. Sabía que aquel idiota era incapaz de hacer algo así, bien por su inocencia de niño pequeño o por su completa estupidez, pero eso no evitaba que se enfadara con él.
—Es Luffy de quien estamos hablando, navegante. Dudo mucho que entendiera lo que querían aquellas mujeres.
—Esa no es excusa.
La pelinegra sonrió, dándose cuenta de que su amiga empezaba a dejar de lado su enfado para dejarle paso en su cabeza a la razón, aquella que durante todo el día había faltado en ella.
—¿Y por que no le explicas tú esas cosas, navegante?—le preguntó la pelinegra a su joven camarada antes de salir del camarote. Tenía ganas de hacer enfadar un poco a Zorro antes de continuar con su lectura.
Nami miró hacia la puerta como si pudiera ser posible que por ella entrara un enorme monstruo en cualquier momento. Y aquello no le hubiera sorprendido tanto como las palabras de Robin.
¿Que ella le explicara a su capitán lo que habían querido de el aquellas mujeres del muelle? ¿Ella? ¿A Luffy?
—¿Nami?
La navegante dio un respingo al escuchar aquella voz dentro de su camarote y pudo ver como unos grandes y, algo temerosos, ojos negros la miraban desde la puerta.
—Vine a buscarte—comenzó Luffy, acercándose lentamente hasta su camarada—Robin que te había enfadado por culpa de aquellas mujeres...
Nami suspiró, sabiéndose imposible de seguir enfadada con su capitán cuando el, obviamente, no había tenido la culpa de nada.
—Debería disculparme yo por haberme enfadado sin razón.
—Robin me dijo lo que quería aquellas mujeres.
La navegante se sobresalto. ¿Que era exactamente lo que Robin le había dicho al capitán? ¿A SU inocente Luffy? La pelirroja trago lentamente debido al nudo en su garganta y clavo sus ojos castaños en los oscuros de Luffy.
—Yo jamás las hubiera besado. Mucho hacer "eso" con ellas.
—¿Por que no?—preguntó la pelirroja, claramente interesada.
Luffy sonrió ampliamente, con aquella sonrisa infantil y sincera que tanto le gustaba a la pelirroja navegante y que la dejaba sin respiración cada vez que el capitán se al dedicaba solo a ella. Como en aquellos momentos.
—Fácil—rió—por que solo pienso besar y hacer "eso" con una persona, Nami.
—¿Eh?—la navegante no había podido entender exactamente las palabras de su capitán y antes de que algo más saliera de sus labios, este ya estaba saliendo por la puerta, para decepción de la pelirroja.
El pelinegro se detuvo en el umbral de la puerta y se giró hacía Nami, guiñándole un ojo.
—Después de que nos casemos.
El capitán desapareció, rumbo a la cocina.
Nami se quedo quieta, suspendida en una especie de espesa y dulce nebulosa que poco a poco se iba evaporando haciéndola ver que no estaba soñando. Una enorme sonrisa se dibujo en su rostro. No era como había pensado que sería su pedida de matrimonio pero no le importaba.
Sin duda, debía agradecerle profundamente a Robin.
¡Bendita Robin!
