Sesshomaru tendió la palma hacia Rin, pidiéndole sin palabras que le entregue el lazo. Luego de que viera por minutos como su protegida intentaba atarse sin que ningún insolente mechón se escapara de la coleta que hacía, quedando desprolijo.
—Lo haré yo.
Eso sorprendió a la pequeña criatura.
—¿Lo hará usted?—su boca se abrió en impresión, para luego sonreír, al ver que asintió.
Al rato, el demonio, le ordenó que se sentara adelante de él. En instantes, él tenía la cinta circular en su boca, mientras suavemente peinaba con sus dedos el cabello de la niña.
Rin que estaba sentada con las piernas juntas, las movía demostrando su alegría ante el gesto de su señor.
El mismo que murmuraba y maldecía por lo bajo, al notar que no conseguía que le quede sin un mechón fuera de lugar, ni adentro de la coleta o fuera.
Después de unos minutos de intentos de no arrancar el cabello del cuero cabelludo de Rin y de hacer la coleta sin hebras de cabello estén fuera de lugar. Él se detuvo observando lo que había hecho.
—¿Terminaste?—preguntó dulcemente Rin, al sentir como le había atado el cabello por quinta vez.
Él iba a decir que si, aunque se viera peor que la anterior vez. Pero su orgullo no se lo permitió, luchando con sus pensamientos, al final se decidió y el demonio extendiendo la mano hacia adelante volvía a tirar del lazo, arruinando su trabajo rápidamente.
La joven se quedó sorprendida.
—Voy a hacerlo perfecto —gruñó por aun no dominarlo.
Rin en ese momento no dijo nada, mirando directamente al frente. Lentamente, una gran sonrisa cruzó su rostro.
—¡Yo sé que usted puede! —alentó la niña al demonio.
En silencio, los dedos de Sesshomaru volvieron a peinar el cabello marrón de Rin. El demonio quien estaba tan concentrado en su tarea, no se percató de que la joven todo el tiempo — hasta que realizó la coleta perfectamente— continuó sonriendo ampliamente.
