Motel para cuatro
Capítulo 1
Todos los hermanos Matsuno se encontraban en el puesto de oden de Chibita, celebrando una de sus pocas victorias en el pachinko. Las ganancias alcanzaban para una borrachera de toda la noche, donde los tarros de cerveza desfilaban uno detrás de otro, y la espuma se derramaba por sus dedos, o les creaba bigotes por la excelente calidad de la bebida.
Jyushimatsu sostenía en cada mano un tarro de cerveza y la derramaba sobre la cabeza de Ichimatsu y Totty; Choromatsu le ponía los tarros como se debía para evitar malos entendidos. Karamatsu tenía un pie sobre la mesa, pidiéndole más cerveza y comida a Chibita, por el motivo de que se sentía el rey de todo. Osomatsu estaba orgulloso de la buena racha, consideró regresar al pachinko al día siguiente, que guardó algo de dinero para apostar, quien sabe, que tal si la musa del juego estaba de su parte y lo volvía millonario.
Quien más se sorprendió de todo esto fue Chibita. Los sextillizos tenían dinero para pagarle la cuenta.
—Cabrones, ya es tarde, ¿no se piensan largar?— habló Chibita al retirarle el plato de comida a Jyushimatsu, estaba tan ebrio, que se ahogaba en el caldo de oden.
—Oh, my friend, deja que disfrutemos de la sensación de victoria—Karamatsu abrió la boca, pero apenas pudo mantener su pose, ya que se tambaleó por la borrachera.
—¡Cierto, es la primera vez que triunfan en algo!— Chibita los observó con una ceja alzada y le sirvió más cerveza a Ichimatsu.
—¡Oye! ¡Una victoria es el inicio para algo más grande!— Osomatsu bebió de golpe todo el contenido de su tarro.
Ichimatsu estaba sin hacer nada, ni veía lo que hacían sus hermanos o como Todomatsu lo usaba para que aparecieran en una selfie. Choromatsu le pedía a Osomatsu que bebiera más lento. Jyushimatsu con Karamatsu, enfrentaban su fuerza en una pelea de dedos, algo apostaban, tal vez la poca dignidad que aún les quedaba. Jyushimatsu ganó y de la emoción levantó a Karamatsu, en el intento de lanzarlo lejos. Ambos terminaron en el suelo, sólo que Karamatsu no corrió con tanta suerte que perdió la conciencia.
Chibita, exasperado, les exigió el pago de su consumo y los corrió ¡Eran un maldito dolor en el culo!
De vuelta a casa, Ichimatsu arrastraba a Karamatsu por un pie, todo el daño lo recibía su rostro al pasar sobre piedras y una que otra rama. O por subir alguna pendiente donde el rebote le terminaba de matar las neuronas.
—Levántalo un poco...— sugirió Choromatsu, viendo como Karamatsu seguía sin conocimiento.
Ichimatsu detuvo el paso, analizó la situación asintiéndole a Choromatsu. Se inclinó y agarró de los cabellos a su hermano mayor, para llevarlo de ese modo. Punto bueno, ya no se azotaba la cabeza, pero de todos, sería el primero en conocer la calvicie.
Osomatsu iba a la cabeza, vanagloriándose por la suerte en el pachinko, hablaba del tema, para ser más exactos del punto exacto donde la suerte les sonrió y les entregaba el dinero. Todomatsu se recargaba de uno de los brazos de Choromatsu, no podía caminar bien, sus piernas estaban tan descoordinadas que no recordaban cual era la izquierda y cuál la derecha. Los rebotes de Karamatsu provenían del ritmo lento y arrastrado de Ichimatsu por su caminar. Todos estaba normal, sino fuera por el silencio de Jyushimatsu. Eso causó que todos se preguntaran por él.
En conjunto, los cinco hermanos voltearon hacia atrás, también Karamatsu; Ichimatsu fue el encargado de torcerle el cuello, algunos huesos crujieron, pero no era para tanto, seguía vivo.
Encontraron a Jyushimatsu atento a un sitio. Era, hasta cierto grado, conmovedor por su pose: La mirada fija sin rastro de déficit de atención, miraba en dirección a un letrero de luces brillantes que parpadeaban para llamar la atención de futuros clientes, la sonrisa se le abría y cerraba, como si la respiración le contuviera una corriente insana de felicidad, alzaba las manos cubiertas por las mangas y en sus rodillas se notaba un ligero temblor. Entonces, señaló el lugar con un grito que mantuvo al resto de los hermanos extrañados por su comportamiento.
—¡Miren, miren!— Jyushimatsu moveteó sus manos y la tela vibró en el aire con obvia intención al letrero. —¡¿Han entrado a alguno?!— Jyushimatsu brincó un par de veces, lo necesario para marearse y terminar vomitando en el mismo sitio.
Choromatsu fue el único que se alarmó por ver vomitar a su hermano, pero Todomatsu no lo dejó avanzar por estar colgado de él. Osomatsu se acercó a leer lo que había visto su hermano e Ichimatsu hizo lo mismo, sin ningún atisbo de curiosidad, su única meta momentánea era arrastrar a Karamatsu por toda la carretera.
—¿A dónde no hemos entrado, eh?— Osomatsu leyó el letrero, era un motel barato, para esos que si les alcanzaría en el aspecto de que si alguna vez tendrían una novia o algo cercano.
—¡Nii-san, al motel! ¡OHH!— habló Jyushimatsu sin dejar de mover los manos en unas revoluciones bastante rápidas.
Osomatsu detuvo a su hermano, se ofendió por la pregunta. Era obvio que nunca había entrado a uno, ni el resto de sus hermanos, aunque de Totty podía dudar ya que de él no se enteraban de nada. En ese caso, lo golpearía por adelantarse.
Ichimatsu soltó a Karamatsu, este cayó dándose un golpazo en la nuca que lo regresó a la vida, se quejó del dolor y se sentó sobre el suelo, trató de ubicarse, ya que lo último que recordaba era estar bebiendo en el puesto de Chibita. Karamatsu vio un edificio de dos plantas con unas luces llamativas, y la oscuridad en el resto de la calle porque las farolas no parecían funcionar en su totalidad, la luna estaba sobre su cabeza y a su izquierda estaba Ichimatsu con su gesto de fastidio y a su derecha Osomatsu y Jyushimatsu viendo el letrero del... ¿Motel?
—¿Qué ocurre, brothas?— en un santiamén se puso de pie, llevándose las manos a la cara y acomodó de nuevo sus gafas chuecas por el mal viaje del que no se dio por enterado.
—Pediste venir a un motel y te trajimos...— Ichimatsu no se tentó a soltar la mentira, y volteó hacía Osomatsu que era el más apto para seguirle el juego.
Jyushimatsu continuó dando brincos, perdido en la conversación, pero sí muy atento a su vómito. En eso, Choromatsu se acercó a Karamatsu. Totty se quejaba en voz baja de irse pronto a casa para dormir, que se sentía demasiado mal y no le gustaría que lo vieran en ese modo.
Osomatsu sonrió de lado, entendiendo a la perfección a Ichimatsu. Se le unió a la mentira
—Karamatsu, eso dijiste antes de desmayarte, que uno de tus sueños era entrar a un motel y como hoy tenemos dinero para darnos tales lujos, te trajimos a uno— Osomatsu era de reacción rápida, antes de que Choromatsu dijera algo, ya le había pellizcado un brazo, haciendo que se calle. Y como la suerte estaba del lado del hermano mayor, probablemente, mañana moriría, Todomatsu fue el segundo en vomitar, dejándole los zapatos a Choromatsu cubiertos de porquería.
Osomatsu se sorprendió que no vomitase arcoiris. Lo cual, le creó la duda de que si Ichimatsu vomitaría negro o su alma.
—Lo siento, Choromatsu-niisan— Todomatsu vio a su hermano con la cara descompuesta. —Llévame a casa, por favor...— y le escondió el rostro en el brazo.
Choromatsu suspiró resignado, y miró a sus hermanos, con la esperanza de que lo acompañasen. Todos voltearon en direcciones contrarias a la presencia de Totty y Choromatsu. Osomatsu veía al cielo, dio la casualidad que se nubló, una clara representación de su mente la mayor parte del tiempo. Karamatsu, estaba medio atontado por los golpes, que tenía una mano en la cabeza. Ichimatsu, miraba al suelo en búsqueda de su autoestima y Jyushitmasu veía a Totty, pero no era confiable como para ayudarlo a llegar a casa. O ni siquiera lo veía.
—Dejenlo, yo me encargo. Vamos, Todomatsu— para no variar, Choromatsu era el más sobrio.
Totty empezó a caminar; Choromatsu lo acomodó mejor en un abrazo por los hombros y lo llevó con cuidado. De reojo miraba a sus hermanos y negaba, confiaba en que no harían nada extraño y se quedarían a ser idiotas en la entrada del motel. Si el fuera el dueño llamaría a la policía.
Karamatsu reaccionó al fin.
—¿Cómo que yo pedí entrar a un motel? Eso lo haría con alguna bella dama que me dispusiera de sus encantos. Oh, my love de verano... ¡Necesario para hacerme respirar!— alzó la mano derecha al cielo y la izquierda la mantuvo en el corazón, con las piernas flaqueantes por el alcohol que le recorría todo el torrente sanguíneo.
—¡Entremos al motel!— Jyushimatsu corrió a la entrada, no conocía el pudor, ni la vergüenza, ni nada que le concediera una pizca de sentido común. —¡Queremos un cuarto! ¡Sí, sí! ¡Un cuarto! ¿Que cuarto quieres, Karamatsu-niisan?— levantó la voz sin darle chance a la persona de recepción de crear una plática.
Osomatsu intercambió una mirada oscura con Ichimatsu, este le respondió con una sonrisa chueca que vibraba en maldad. El primero se colocó detrás de Karamatsu y lo empujó a la entrada, donde a Jyushimatsu ya le entregaban una llave con un enorme llavero con el número de habitación.
Ichimatsu avanzó a su ritmo, con las manos dentro del pans, viendo como a Karamatsu le entraban los nervios por no tener idea de lo que estaba ocurriendo.
—¿E-Estan seguros de esto?— Karamatsu no supo que hacer, al frente veía a Jyushimatsu bailar con las llaves suspendidas entre su labio superior y su nariz. Y de reojo apenas percibía a Osomatsu e Ichimatsu que avanzaban en un silencio aterrador.
—¡Nos dieron la habitación ocho que se encuentra subiendo las escaleras a la derecha al fondo del pasillo!— Jyushimatsu repitió las instrucciones de la recepción, y le entregó las llaves a Ichimatsu, para adelantarse al cuarto. Subió corriendo y cuando llegó se quedó mirando fijamente la puerta, como si nunca hubiese apreciado una.
—Muy seguros, tú pediste venir a un motel— Osomatsu aprovechó que no lo podían ver para aumentar su sonrisa y la complicidad con Ichimatsu.
—Te emocionaste tanto, que te desmayaste...— debía ser el alcohol que impulsaba a Ichimatsu a esa extraña cercanía con su hermano mayor. No le importaba, de cierto modo, ver como se le deformaba la cara en dudas a Karamatsu le impulsaba a continuar con el juego. Se sostuvo con fuerza del barandal, se le movía el mundo al ir trepando escalones porque aún se sentía bastante borracho, pero con la mente lúcida para saber todo lo que estaba haciendo.
Cuando los cuatro estuvieron en el pasillo, se quedaron algo aturdidos por la apariencia del motel: tenía un empapelado rojo y en cada puerta que iba del uno al ocho, se encontraba una maceta con un ficus algo café por la falta de sol. Todas las habitaciones parecían estar ocupadas y de algunas se escuchaban sonidos que llamaban la atención de los hermanos. Se alzaban gemidos y frases obscenas que describían el placer de la pareja en turno, o de la cama chocando contra la pared en conjunción de los gritos de una mujer que lo pasaba de maravilla. No era un motel de cinco estrellas ni un hotel de amor, era un lugar de pasada, de dos estrellas y una a punto de caerse. Lo único atractivo era la entrada y la marquesina, ya el interior no importaba mucho.
Karamatsu seguía dudando de su petición, pero no podía dudar de sus hermanos, así que la contradicción le confundió demasiado.
—Abre— ordenó Osomatsu a Ichimatsu.
Ichimatsu metió la llave en la puerta, o intentó hacerlo, veía un par de cerraduras flotar, luego de varios intentos, se abrió. Hubo un chirrido y algo de olor a tabaco salió de la habitación. Osomatsu arrugó la nariz, Jyushimatsu pareció no enterarse, Ichimatsu ni se inmutó; Karamatsu fue quien quedó pálido.
—Cumplamos tu sueño— Osomatsu empujó a Karamatsu al interior del cuarto.
A Karamatsu le dio un escalofrío que no pudo controlar. Vio a sus hermanos, necesitaba una explicación, pero ni Ichimatsu o Jyushimatsu dijeron algo. Como no se movió, Jyushimatsu lo tomó de la mano y lo arrastró al interior.
Osomatsu e Ichimatsu vieron como aquellos dos se perdían en la oscuridad del cuarto, el plan iba perfecto, sólo por la falta de Choromatsu y Totty.
—Muy bien hecho, brotha— Osomatsu imitó a Karamatsu y levantó una mano para que Ichimatsu le diera los cinco. Su mano quedó suspendida en el aire, ya que su hermano se mantuvo estático. Bueno, no podía pedir tanto de él luego de unirse a un plan malvado. Se encogió de hombros y entró a la habitación.
Ichimatsu entró de último y cerró la puerta dándole la espalda. El chirrido se hizo más agudo, hasta que se escuchó como pasaba llave.
