Los personajes son de Stefhenie Meyer, la hisotira, completmente mía.


CAPITULO I

Como cuando estas por morir, de esa forma le pasaron los acontecimientos frente a su vista. Los oídos le zumbaron, su mente se abstrajo y el corazón se le encogió. ¿Cómo la veía el hombre que estaba a su lado? Distante, indiferente. Como si aquella reunión no fuera más que una estupidez y ella estaba realmente aburrida. La realidad, era que se había apartado del tiempo y el espacio actual para no derrumbarse como a su padre le hubiera gustado.

El corazón se le partía en mil pedazos, estaba escuchando cada palabra como si fuera una puñalada. Sentía el frío recorrer sus venas como hielo, la furia contenida de años, el dolor de haber nacido en esa familia y sobre todo, de haber tenido el padre que había martirizado su existencia por no ser un hombre. Por no ser un hijo varón. Después de cuatro hermosos niños, había llegado una que había roto con sus esquemas y por lo que sabía, de la mismísima boca de su progenitora. Posiblemente fuera del espíritu santo porque ellos de seguro que no habían deseado otro embarazo después de la complicación de Alec. Su cuarto hermano menor.

Al margen, allí estaba ella. Charlie Swan, duque de Almstrong. Ese hombre se tomaba realmente en serio el nombre de la realeza. Aunque estaban en el siglo veintiuno, por supuesto y aquello era totalmente absurdo. Pero lo que si existía todavía era la burocracia, la hipocresía y las familias de cuna de oro que creía dominar muchos de los círculos sociales importantes de Inglaterra. Londres, su ciudad natal, la ciudad que la había visto crecer se había convertido en su peor enemiga.

-Bella.

Su abogada, y mejor amiga, le extendió la birome con mano firme. Las condiciones habían sido firmes y no había tenido otra opción más que esa. Aceptar, ceder. Dejarse vencer. Al final, lo había logrado. Su mirada se clavo por primera vez en los ojos de su padre, para su desgracia, eran tan distintos como sus hermanos eran iguales a él. Ella era la copia fiel de su madre. Su cabello tan castaño claro que ella había llevado al platinado y sus ojos verdes oscuros como las hojas mojadas del Amazonas, un verde tan potente y a la vez tan misterioso. Que ardía por sí solo en ese momento. El odio, el rencor y la furia se destinaron de tal forma, que su padre apartó la vista. El ganaba la batalla esa vez.

Pero no la guerra, se dijo. Tomo la tinta y firmó. Su elegante y delicado trazo acompaño el de su futuro marido. De tan solo pensarlo se le revolvía el estómago. Miro una vez más el papel, ella ya no estaba segura de nada, excepto de que esa era la última vez que Charlie Swan controlaba su vida, su destino y sus decisiones.

Aquello había sido como un baldazo de agua de deshielo, por inercia había firmado el documento sin rechinar. Y ahora estaba casado. Hasta el momento había creído que era dueño de su empresa, de su vida y sus decisiones. Que equivocado había estado. Siempre había un señor feudal que estaba por encima del resto. Y él mismo era un mísero plebeyo en ese momento, a merced de los caprichos de un anciano retrógrado y manipulador. Había llegado para un reunión de negocios y se iba atado a una mujer que no había visto desde el instituto privado secundario. Isabella Swan, ella había sido conocida en su mejor momento y aun seguía en boca de todos, aun cuando ella llevaba los últimos cinco años viviendo en América. Desconocía de su vida, pero si la había conocido en el pasado, y había sido un bobo chico más, enamorado de lo que ella representaba. Bella solía sonreír mostrando todos los dientes, reía fuerte y sus ojos eran salvajes. Su cuerpo se había desarrollado temprano y era deseada, y ella sabía hacer uso de eso. Y lo sabía en carne propia. Mike, su hermano menor había salido con ella, alardeando ser su primer chico y ella se había retraído después de eso, habían terminado el instituto y no la había vuelto a ver. Hasta hoy. Cinco años mayor, toda una mujer y una belleza. Tan distinta de lo que la conocía. Sir Charlie, le había advertido, luego de amenazarlo. Que ella era indomable, insufrible y derrochadora. Pero ni siquiera le había sorprendido verlo allí o siquiera le había dedicado una segunda mirada.

Entonces le dio la espalda para dirigirse a su abogada.

-¿La casa de Nana en Manchester, todavía está en mi poder?

Era todo lo que ella había pedido. Esa propiedad que había pertenecido a su abuela. Su susurro fue suave y neutro, ella estaba tan rígida físicamente que parecía que iba a quebrarse en cualquier segundo. No podía creerlo, la ex de su hermanito menor se acaba de convertir en su esposa. Y había perdido mucho en el intercambio, como su libertad, su autonomía y casi todas sus pertenencias estaban en juego. Pero era el riesgo que debía tomar si quería seguir dentro de la empresa de su familia. Las venas le ardían por la furia, pero lo había visto venir el día que su padre habían echado a perder la empresa por su ambición. Si, su padre había salido adelante, lo había superado y ahora estaban camino a la redención, pero los errores ya habían sido cometidos. Ahora él estaba a las riendas, a medias con el hombre que acaba de marcar su destino. Era estar atado a esa problemática mujer o perder por lo que había luchado por diez años para sacar adelante.

Ella no había abierto la boca, no la conocía para juzgarla. Pero el odio en su mirada le había dicho demasiado. Ella lo odiaba por hacerle aquello. Pero no se había quejado, no había llorado ni le había gritado. Ella no lucia abatida ni sorprendida, pero para ser un experto en ocultar sus propios sentimientos. Sabía identificar quien lo hacía también.

Ella se puso de pie, con todo su glamour e indiferencia.

-Una última cosa..

Ella se giro en un movimiento, la energía poderosa que emanó le hizo ponerse pie por si ella explotaba. E iba a defenderla, después de todo era su esposa ¿No?

-No pienses por un segundo más que me dirás que hacer de ahora en adelante. Ya has hecho lo último que podías hacer para manipularme. Dejaste en claro este contrato, asique cierra tu maldita boca de una vez.

Saco la silla de en medio y salió muy tranquila caminado a paso firme de la oficina. Charlie bufaba. Lo señaló con un dedo mientras se ponía de pie.

-Espero mucho de ti Edward. Que esa fiera se vuelva mansa y no me cause mas problemas.

Se puso de pie, tomo la copia de su contrato, comolo había llamado ella y la siguió.

Estaba sola, de espaldas en un pequeño patio interno de la plata baja. Estaba rebuscando en su bolso y le temblaban las manos. El sabía que era aquello, era la misma bronca que le recorría el cuerpo entero.

-Bella.

Ella se giro sorprendida. Mirando a su alrededor.

-¿Que estas haciendo aquí?

-Tratando de entender lo que acaba de suceder aquí..

Ella río amargamente. Sacando las llaves del coche.

-Pensaría que estaba de acuerdo con todo esto. Después de todo, esto te conviene mas a ti de lo que me crucifica a mi.

Frunció el ceño, hasta su voz se había aterciopelado con el tiempo. Pero sus ojos llevaban fuego de tristeza que antes no había estado allí.

-No podía decir que no.

-Seguro…

-¿Por qué tú no te negaste?

La interrumpió.

-Después de todo, teníamos nuestros motivos.

Él se quedó en silencio.

-Tenemos esa maldita cosa que cumplir.

Ella asintió.

-El se asegurará personalmente de que lo hagamos.

Bella suspiró y apartó su mirada, por un segundo, le mostró su vulnerabilidad. Abatimiento y dolor. La muerte de su abuela había sido muy reciente y al parecer eran muy cercanas.

-Esto es increíble..

-¿Que te parece si salimos de aquí?

Ella lo siguió fuera y se detuvo frente a su coche. Un moderno volvo de color plata.

-¿Conoces Ritz?

Ella no se inmutó.

-¿El hotel?

-No, el bar Ritz de la esquina 34sth. Hacen cócteles de mil demonios.

Un leve atisbo de sonrisa apareció en sus labios color coral. Enarcó una ceja.

-¿A las once de la mañana?

-Lo necesitamos.

Ella hizo una mueca de gracia y la ocultó.

-En veinte minutos.

-Te sigo.

Casada. Recordaba a Edward, lo recordaba muy bien. Pero aún así, ni en un millón de años se hubiera imaginado en esta posición aunque su padre era capaz de cualquier cosa con tal de tenerla atada.

-¿Cual fue tu ruta de escape del embotellamiento?

-Broombridge.

Sonrió despacio. Edward se sentó frente a ella.

-Whisky on the rocks. Para empezar con esto.

Edward sonrió distraido paseando la vista por el lugar. Bella se enderezó, manteniendo todo el conjunto de sus emociones al margen, conteniendo todas sus reacciones. Todo lo que le generaba la situación, tanto emocional como... física.

-Mira.. Tenemos nuestros propios estilos de vida, me quedo claro cuales son las circunstancias en las que estamos metidos. Pero quiero que quede en claro que no somos amigos. Ni siquiera cercanos. Buscaremos un lugar neutral y listo. Sigues con tu vida. Sigo con la mía.

-Estoy de acuerdo…

Ella vacío el contenido de su vado en su boca. Y atendió su móvil.

-Bells, tenemos una emergencia.

-¿Que pasó?

Bella reunió sus pertenencias.

-Yoca.. Atacó de nuevo.

Bella se quedó de una pieza, con la vista perdida en el vacío. Edward solo la miró, allí tan perfecta. Tan conmocionada por lo que oía. Tan bella, y tan mía..

-Por favor, dime que no fue cerca de mi lugar.

Susurro.

-Lo suficientemente cerca como para ser tenido en cuenta como una amenaza.

-Estaré ahí mañana.

Edward enarcó una ceja, con el trago en la mano. Mientras la vio pornerse de pie.

-Lo siento, tengo que irme. Mi abogada se pondrá en contacto contigo.

Edward suspiró. Dejando los recuerdos, las añoranzas cayó en la realidad. Supuso que de eso iba a tratarse el matrimonio con esa mujer, un fantasma. Por que Charlie lo había previsto.

-Ella solo sabe dilapidar dinero, oh te advierto. París es lo que más ama, te recomiendo que lo restrinjas o ella acabará con tu pequeña fortuna en un abrir y cerrar de ojos. Como ha querido hacer con la mía en estos años..

La vio partir como el infierno lejos de él.


Bella soltó los papeles frente a ella y gruñó de frustración.

-Te lo dije.

-Es un bastardo. ¿Acaso quiere apoderarse de todo? ¿Por qué seguir metido en mi vida si todo lo que quiere hacer es perderme de vista?

-Necesita saber que controla algo, Bells.

Bella miró a su hermano mayor. Jasper. Tan rubio como su madre, y los característicos ojos verdes de los hermanos Swan. Aunque los de ellos siempre eran más claros, casi mezclados con algún tipo de celeste. Mientras que los suyos eran oscuros, tanto que rara vez se notaba que eran verdes. Jasper siempre había sido su protector, dentro de lo que más pudo. Él la había apoyado siempre. Ahora más que nunca.

-Puede odiarme.. Pero tiene que dejarme en paz.

-Estas casada ahora, eso debería mantener a tu esposo por delante de ti.

Ella bufo mientras se ponía de pie.

-Lo tiene del cuello también. Esta tan atado a esto como yo, lo amenazó con perder cada una de sus acciones de la empresa Masen.

Jasper enarcó una ceja.

-¿Su propia empresa?

-No tengo la menor idea.

-¿Has hablado con él?

Ella negó. No sabía cuando iba a hacerlo o siquiera si quería hacerlo. Mientras más lejos se mantuviera de él mejor iba a resultar todo aquello. Mientras ocupaba todo su tiempo en hacer su jugada para ganarle a su padre. Lograría librarse de ese matrimonio arreglado.

-Rose esta tratando con él, alegó que tiene una pequeña Village a la salida de Northwell.

Bella asintió, ausente. Sin nada en la mente realmente.

-Eso te conviene.

Su hermano mayor era su único aliado. El conocía su vida en detalle como nadie lo hacía. Tal vez por eso era su socio mayoritario.

-Iré a verla en la mañana. Mejor dicho, a trasladarme. Ya le dije que apenas estaré, no tendrá que molestarse por mi pero al menos mis cosas estarán en la casa.

-Padre va a estrangularte.

-Pienso en un plan B. Necesito quedarme con todo el poder de Nany' house.

-Esa es una buena idea. ¿Cómo?

-Creo que voy a utilizar a mi nuevo esposo.

Por lo pronto, tenía unos boletos para la tarde de mañana y no pensaba regresar en un mes.