I
Observaba con atención el tablero que anunciaba los 100 primeros alumnos con notas sobresalientes de la institución del primer semestre, con un único nombre como objetivo, sabía de ante mano que incluso con su ayuda sería una tarea compleja llegar hasta allí, pero aún tenía la esperanza que su único amigo, fuera de su hermano mayor y y Shiro, hubiese logrado conseguirlo ese año. La preparatoria de Altea era una institución de renombre, que, si bien poseía más años de preparación para la titulación, daba luz a cientos de mentes brillantes que ayudaban en el crecimiento de las ciencias naturales y sociales para la humanidad, y cada año, era una lucha constante de conseguir las mejores notas sobresalientes para llamar la atención de algún patrocinador que ansiase trabajar junto a ellos en un futuro cercano. Eso conllevaba a generar una gran cantidad de ingresos e influencias al momento de egresar con tan solo 20 años, es por eso que la gente comenzaba su carrera competitiva incluso antes de optar por el ingreso, en el que miles de personas batallaban por la matricula, y tan solo 1.000 alumnos lograban aquella hazaña cada año. No solo abarcaba notas sobresalientes, sino que evaluaba 7 tipo de inteligencia diferentes.
La necesidad de la preparatoria no solo iba dirigida a crear genios matemáticos, sino personas integradas en toda su esencia cognitiva. Y eso era algo que a Katie Holt le había maravillado en primer lugar desde que escuchó hablar sobre ella, toda su familia había estudiado ahí, y, por consiguiente, también iba a dar su mayor esfuerzo en no defraudarlos y mostrar sus capacidades heredadas de las que tanto se sentía orgullosa, estudiando arduamente desde los primeros años en secundaria para asegurar su matrícula en la academia, es por eso que Keith había recurrido a ella en primer lugar.
Sin embargo, él no tenía la necesidad de jactarse o demostrar sus habilidades al mundo, lo que Keith deseaba, era simplemente darle una razón a su madre para sentirse orgullosa de él, una razón que a Katie enterneció por completo al momento de conocer cuando indagó el por qué su amigo había acudido a ella en primer lugar en vez de Shiro, quien sostenía una relación mucho más cercana que ganaba por varios años, por lo que había decidido aceptar su petición de ayudarlo en los exámenes finales.
Había sido un mes agotador y estresante, pero ayudó a estrechar su relación de una manera que jamás había imaginado anteriormente con el rey de los emos y la persona más hermética que había conocido en su vida. No era un secreto que desde el momento que le fue presentado ese chico con greña hace tres años atrás, gracias a la insistencia de Shiro que debía interactuar más con gente de su edad, su corazón se había acelerado de la misma manera en que vio las constelaciones con el telescopio regalado por su padre. Solo que en esa ocasión no vio estrellas, sino la luz brillante y misteriosa de unos ojos tan azules, que a cierta luz podrían confundirse con un morado intenso. Si bien él fue obligado a estar junto a ella cada vez que visitaban su casa, no habló absolutamente nada hasta que Katie, en un descuido discutiendo con Matt, había mencionado que a sus cinco años tenía el claro recuerdo de haber visto a Mothman en el bosque.
Los mismos ojos con los que ella quedó encantada desde el primer momento, estuvieron puestos en ella en toda la velada. Lo segundo que Katie descubrió esa misma noche, fue que su sonrisa podía acelerarle el pulso en menos de un segundo, al igual que el avistamiento de un cometa.
Su familia fue la primera en darse cuenta de los cambios de humor que tenía la chica cuando se encontraba cerca del protegido de Shiro, pero solo Matt hacia bromas aludiendo a su vergüenza y su posible amor de juventud, para diversión de su madre y pesar de su padre.
Katie al menos agradecía que lo hacia cuando Shiro y Keith no estaban en casa. O eso la hubiese dejado como hija única.
Recordando sus momentos durante el mes pasado, su corazón se comprimió dolorosamente. Katie se había quedado a dormir en casa de Keith más de una vez para aprovechar más el tiempo de estudio. No es como si no lo hubiese hecho años atrás, pero el íntimo ambiente que se creó estando ellos dos solos en su habitación por más de 8 horas, con Krolia llegando a altas horas de la noche a causa de su trabajo, había generado un contexto confortable, casi inadecuado en más de un momento cuando por error sus manos se tocaban señalando ciertas notas, o sus ojos se observaban por largos segundos cuando uno de los dos debía explicar una ecuación incorrecta. Había veces que Katie estaba segura que había sentido el aliento de Keith demasiado cerca de su cuello, pero no había sido suficientemente valiente para enfrentarlo, y como un vergonzoso secreto, lo disfrutaba de una manera extraña para actuar ante ello y detenerlo abruptamente.
Ciertamente, no había sucedido nada entre ellos, pero algo había cambiado desde que Keith había ingresado a la preparatoria, y las últimas noches solo habían confirmado las sospechas de Katie.
No sabía como tomarlo, y odiaba no poder dejarlo pasar como de las muchas peculiaridades de su amigo mas cercano.
Llegando al numero 84 comenzó a cansarse y perder interés, pronto sonaría la campana dando un descanso del tercer bloque y los pasillos se llenarían con alumnos de primer año buscando sus nombres en el tablero, por lo que sería una tarea agobiante buscar unas palabras entre un mar de gente. Tan rápido como llegó al número 100, escuchó su salida de escape y se sentó en los asientos frente a los pasillos lo más rápido que pudo. La gran cantidad de alumnos que se acoplaron inmediatamente en aquella zona le dio una sensación de pánico, odiaba las multitudes, más su objetivo ya estaba completo. Podría dirigirse a casa directamente, sabiendo que sería el primer destino de Keith en cuanto saliera de clases.
Una mano sobre su hombro la desconcentró de sus pensamientos.
— Hey, nena. No debes ser de la academia, porque recordaría ese hermoso cabello largo en cualquier lugar. — Frunció el ceño tan rápido como el chico en cuestión se sentó como si le hubiese dado el permiso de hacerlo, dándole una rápida mirada en todo su cuerpo. ¿La había escaneado? — ¿Estás interesada en ingresar a Altea? Si eres tan inteligente como hermosa, eso será pan comido.
— ¿Sacas tus frases de ligue de un programa de niños? — Hubiese sonreído ante el abatido rostro que colocó el chico en cuestión, pero una fuerte risa la desconcentró por completo. —
— Eso sí tuvo que doler.
— ¡Hunk! ¡No estás ayudando!
— ¿Hunk? — Aquel nombre captó su atención, no recordando donde lo había escuchado en primer lugar. El mencionado la observó con atención. —
— ¿Te he visto antes? Me haces muy familiar…
— Quien sabe. — Fue la única respuesta rápida que se le vino a la mente mientras retiraba la mano del sujeto que había invadido su espacio personal en primer lugar. Se levantó para planchar los pliegues de su vestido y dar un vistazo rápido a los alrededores, tenía que retirarse del establecimiento antes de que su padre la viera por los pasillos y le recriminará saltarse las clases de la secundaria, otra vez. — Como sea, debo irme.
— ¿Pidge?
Cualquier prisa por escapar se detuvo en cuanto aquellos ojos intensos nuevamente la observaron, sin saber si mantenerse en la sorpresa o en la emoción de encontrarla en el lugar menos esperado de todos. La felicidad y el nerviosismo impregnado en su piel ganaron cualquier idea racional que pudiese sostener en ese instante y sin pensarlo, corrió para entregarle un fuerte abrazo a Keith, quien pasó rápidamente de la sorpresa para corresponderle con fuerza. Sintió escuchar un fuerte jadeo en su espalda, pero quedó rápidamente olvidado en su memoria en cuanto la sonrisa de Keith se mostró ante ella, cálida, reconfortante.
— Gracias a ti consegui-
— El numero 99. — Sonrió al ver su rostro perplejo. — Lo vi antes del receso.
— Por supuesto, porque siempre te gana el ansia.
— Hey, ante mi defensa yo también soy parte de ese logro, te ayudé incluso en mis días hábiles.
— Y lo agradezco mucho, Katie. — Un fuerte carraspeo los desconcertó por un momento, viendo a ambos chicos con un rostro que pedía claramente explicaciones. Tuvieron que alejarse unos cuantos centímetros, sin darse cuenta en qué momento se habían acercado tanto en primer lugar. —
— ¿Debemos sentirnos ofendidos? ¡Jamás nos mencionaste que tenías una novia! ¡Una demasiado bonita para ti!
— ¿Por qué se supone que debería decirlo, en especial a ti? — Cuestionó, recalcando con fuerza lo último. Lance claramente se mostro indignado ante la respuesta. —
— Claramente porque somos amigos, ¡hasta tuvimos un momento!
— ¿Momento? — Repitió Katie observando a Keith, este solo rodó los ojos cruzando los brazos. — Ok, en primer lugar, no soy su novia, soy amiga de Keith desde hace bastante tiempo gracias a Shiro. Mi nombre es Katie Holt, pero pueden decirme Pidge. — Respondió alzando el brazo como muestra de afecto, Hunk fue el primero en darle la mano. —
— Me llamo Hunk, ¿Dices que tu apellido es Holt? ¿Eres pariente del teniente Sammuel Holt? — Inquirió curioso, Katie solo rio levemente, pero antes de continuar, Keith se colocó en medio. —
— Es su padre. Y tienes que irte antes de que te vea o Lance comience a acosarte.
— Ya lo hizo.
— ¡Hey!
La rápida mirada que Keith le entregó a Lance no pasó desapercibida para Katie. En pocos segundos pudo darse cuenta que aquellos dos chicos eran indudablemente cercanos a él, dado el poco o carente sentido del humor que poseía, era extraño para él bromear con personas de su misma edad, lo que generó una sensación contradictoria de calma y envidia.
Extrañamente, quería se parte de aquel circulo.
Tan rápido como llegaron a la entrada de la academia, ambos amigos de Keith se retiraron al interior por petición de Keith, dándoles un momento de privacidad.
— Hiciste buenos amigos.
— Son un dolor en el culo la mayor parte del tiempo, pero sí. — Le sonrió. — Me mantienen cuerdo. — Katie lo abrazó con suavidad antes de darse cuenta, ansiando sentir nuevamente el calor de su cuerpo. —
— Felicidades por lograr el rango que deseabas.
Un leve gracias a regañadientes salió de sus labios antes de rodearla con sus brazos. No solían tener muestras de cariño la mayor parte del tiempo, pero el arduo trabajo y la mescolanza de emociones que crepitaban a su alrededor en las últimas semanas anhelaban aquella cercanía.
— ¿Sabes? No lo hubiese logrado sin tu ayuda. — Katie rio sobre su pecho. —
— Podrías darme algún tipo de recompensa por ser tan maravillosamente amable, ¿no crees? — Sintió sobre sus dedos como la espalda de Keith de tensaba ante sus palabras. — Podría ser una dote de un año de mantequilla de maní, o darme cierta información para ingresar a los datos de la preparatoria, o que tal vez algún proyecto en el que estén trabajando de máximo secreto, sigues siendo bueno en el sigilo, ¿no? — Antes de seguir divagando sobre sus ideas, no se dio cuenta, en el momento en que Keith tomó su rostro para besar sus labios, callándola por completo, fue tan leve y fugaz que por un momento sintió que lo había imaginado. Mas su rostro enrojecido, con una mueca de vergüenza en la que pareciera que pronto rompería a llorar le entregaba realidad a ese suceso. Keith la había besado, el mismo Keith por el que había estado enamorada durante tanto tiempo. Antes de decir cualquier cosa, escuchó campanas en la lejanía. —
— Te veré en la noche Pidge.
Un rápido asentimiento marcó en su cabeza la huida de Keith, mientras lo veía alejarse, sintió la calidez de su rostro elevarse hasta sus orejas, incluso si ya no podía verlo, y un sentimiento brotando en su interior en el que ninguna constelación o planeta de su telescopio podría compararse.
Sus sentimientos habían sido correspondidos.
Comienza la kidgeweek y el OcC excesivo de mi parte.
