Disclaimer: Nada, absolutamente nada me pertenece, todo es propiedad de George R.R. Martin, lo único que es mío es la esperanza de que un milagro reúna a Gendry y Arya, de cualquier forma, no me importa cómo. ¡La esperanza muere al último!
Cap. I
Durante las audiencias de la mañana, Ser Davos Seaworth se sentaba junto al Rey en ausencia de la reina Arya, que estaba por dar a luz a su último hijo, según el consejo de los maestres, que aunque estaban de acuerdo en la fortaleza de la Reina también sabían que no era raro que una mujer muriera dando a luz, por lo que habían recomendado que sus majestades se abstuvieran de la actividad marital si no querían arriesgarse a una fiebre puerperal. ¿Abstenerse de la actividad marital? ¿Acaso esperaban esos imbéciles que se pusieran un cinturón de castidad? Gendry no parecía muy feliz, pero Arya le arrojó un bacín a la cabeza del maestre ante la sugerencia y lo mandó a los siete infiernos. En cuanto diera a luz y descansara el tiempo debido tomaría té de la luna y asunto concluido. De cualquier forma, tanto Gendry como ella acordaron que sería el último, tenían tres hijos sanos y dos niñas encantadoras, estaban completos. A veces Arya se preguntaba si pedir un sexto niño no sería avaricia. Su propia madre había tenido cinco, tal vez era el límite de una Stark. No, debía recordar que Lady Catelyn era una Tully, una Stark era más fuerte que cualquier otra mujer de los siete reinos. Gendry se veía aliviado, su amor por Arya lo hubiera tentado a aceptar las órdenes del maestre si no hubieran recordado las bondades del té de la Luna. ¡Gracias a los dioses, no tendría que renunciar a su esposa! De cualquier forma sería el último. No era mucho pedir una criatura más, la última.
Por órdenes de los maestres, la Reina había quedado confinada en sus habitaciones hasta dar a luz pero Arya no tenía la menor intención de quedarse en cama. La criatura estaba a punto de nacer y ella se entretenía tallando un arco de juguete para su pequeña Cat. Sansa ya había tomado el nombre Catelyn para una de sus mellizas y como Arya no quería que la suya se conociera como "la segunda Cat", le puso Caeta, sonaba un poco a Saeta, una forma de llamar a las flechas y ballestas, pero podía acortarse a Cat. Mientras tallaba el arco sus hijos jugaban alrededor y en un momento en el que Orys se lanzó desde lo alto del lecho sobre su hermana mayor, Cassie, haciéndola chillar, se distrajo y se cortó el dedo con la navaja. La sangre cayó sobre la nieve que se colaba por la ventana, junto al arco de ébano que había estado tallando. Como el efecto que hacía el rojo de la sangre sobre la blanca nieve era tan bello, la Reina se dijo.
—Si tengo otra niña, será así, blanca como la nieve, roja como la sangre y con el cabello tan negro como el ébano, el cabello de su padre. — Llamarla Blanca o Nieves sería extraño, podría confundirse con el nombre dado a los bastardos en el norte, pero ella sabría que fue en ese momento cuando vio la sangre sobre los copos de nieve que supo que su última hija sería una niña.
No había logrado calmar el llanto de Cassie por la brusquedad con la que la trataban sus hermanos cuando Arya sintió un tirón en el vientre. Ya sabía de qué se trataba. Había llegado el momento. La pequeña Cat salió corriendo rumbo a la sala del trono. Las capas doradas abrieron las puertas del recinto de par en par y la niña entró gritando "Papá, papá, ya es hora". Gendry se levantó en el acto y desapareció en unas pocas zancadas. Los cortesanos hicieron ademan de seguirlo pero las capas doradas cerraron las puertas de nuevo, esa práctica de tener a los cortesanos de testigos durante un nacimiento real había sido completamente abolida por los Baratheon.
El parto fue rápido y fácil. "Una niña, una niña sana y bellísima, qué parto tan hermoso, la misma Madre debe haberlo presidido". "¿La madre? Mis dioses son los del Norte", pensó Arya, aunque no tenía ganas de contrariar al Gran Maestre. Los maestres y las comadronas se congratularon mientras Gendry sostenía un pequeño bulto que no lloraba y sólo envolvía la mitad de su pulgar con su diminuta y blanca mano. Arya estaba agotada pero orgullosa de sí misma. Hasta podría haberse puesto de pie pero los maestres se lo impidieron.
Tuvieron una niñita blanca como la nieve, tan encarnada como la sangre y cuyos cabellos eran tan negros como el ébano. Por consejo de Ser Davos, la llamaron Elenei, el invierno no había terminado y lo mejor sería seguir creando vínculos con la Casa Baratheon, para recordarle al pueblo y la nobleza cuál era la casa reinante. Arya aceptó, la llamaría Elí de cariño, aunque al pasar los años, sus hermanos llegaron a apodarla "Blanca Nieves", porque era dócil y manejable, como la nieve con la que jugaban siendo niños. Elenei no era voluntariosa como Cassana, ni arrojada y valiente como Caeta, a ella le gustaban las canciones y la costura. Si no fuera por ella, su hermana Caeta andaría siempre en pantalones y botas, pero ella ponía tanto cariño en los vestidos que le confeccionaba que Cat nunca se negaba a usarlos.
Elenei era todavía muy joven cuando se casó su hermano, el heredero, como para pensar en un matrimonio para ella. El matrimonio de sus hermanos mayores se sucedió de forma espontánea y sin gran planeación. No fue hasta que el príncipe Orys y su esposa Cinella regresaron del viaje que hicieron tras su boda que Elenei comenzó a pensar seriamente en quién sería su marido. Los reyes organizaron un banquete de bienvenida para los príncipes, ya que Orys había regresado de Dorne en compañía de su hermano Ned, que ya había pasado demasiado tiempo en los jardines de agua para complacer a su esposa y debía retomar sus obligaciones. Ned era callado y algo tímido, aunque en el combate no se le pudiera reprochar debilidad alguna. En cambio, su esposa era exótica y vibrante. Tenían un pequeño llamado Robert, que crecía sano y fuerte. La esposa de Yoren, Alerie, estaba a punto de dar a luz y Orys y Cinella estaban seguros de que pronto recibirían la noticia. Cat no se decidía entre sus pretendientes declarados. En todas las tabernas de Desembarco del Rey corrían las apuestas: Las apuestas iban dos a uno desde que Lord Gerion regresó de Lannisport con sus primos. Las cocineras y criados decían que la princesa pasaba cada vez más tiempo con él, en perjuicio de Ser Tanner, que sólo rechinaba los dientes y buscaba cualquier oportunidad para criticar al joven Lord. Elenei no sabía si sus padres comenzarían a buscarle un prometido pronto, aunque en el fondo de su corazón deseaba con toda su ser que Lord Tarly visitara la capital con sus hijos. La Casa Tarly sólo había obtenido más honra y aprecio durante la guerra gracias a Samwell Tarly, antiguo hermano de la Guardia de la Noche, que una vez relevado de su carga había recuperado el valor de Colina Cuerno, propiedad que había engrandecido con valor y astucia. En todos los reinos se rumoreaba que el mayor, Sam, no era hijo de Samwell Tarly, aunque él lo había reconocido como hijo legítimo y sería el heredero de Altojardín, que le había sido otorgado a los Tarly después de la caída de los Tyrell y muy a pesar de los Florent, que clamaban tener derecho no sólo por sangre sino por servicios prestados al Rey Renly durante la guerra, pero Gendry sabía que Edric Tormenta era Florent por parte de madre y asignarle el poder de Altojardin podría haberle salido caro después, en caso de que su medio hermano se levantara en su contra. El rey Jon consideraba a Tarly su hermano y eso bastaba para que Arya y Gendry confiaran en él sobre cualquier otro Lord. Lo nombraron Protector del Dominio y Sanwell Tarly trasladó a su esposa, Elí, y a sus tres hijos a Altojardin, dejando un castellano en Colina Cuerno hasta que el segundo alcanzara la mayoría de edad. Cuando el segundo hijo, Jon (que era apuesto y valiente como el Guerrero pero tonto como una roca), se casó con una de las hijas menores de Edmure Tully, quedó como único hijo soltero el tercer vástago, al que Elenei había conocido en el famoso torneo que terminó en la boda de su hermana, Cassana. Con todo lo que pasó después de que Ser Steffon Seaworth fuera declarado ganador y su hermana fuera arrastrada al septo para casarse con el que resultó ser Lord Brito de Tarth, no tuvo oportunidad de confiarle a su hermana mayor que se había quedado prendada del tercer Tarly, Aemon. Era un joven alto, muy alto, casi diría que más alto que su padre y hermanos, pero a diferencia de ellos era particularmente delgado, lo que causaba mucha gracia al comparársele con Lord Tarly, su padre, que parecía estar más entrado en carnes conforme envejecía. No sabía a quién podía confiarle ese secreto, cada vez que escuchaba hablar de él desviaba la mirada y se concentraba en la armonía de sus puntadas, pero dejaba traslucir una sonrisa cuando escuchaba que el joven Aemon había decidido convertirse en maestre y después sonrió todavía más cuando éste cambió de opinión y abandonó la Ciudadela. No se había casado, aunque ya estaba en edad. A últimas fechas, sus damas de compañía le comentaban rumores sobre las próximas alianzas que se pactarían entre las grandes Casas. Todos apostaban que el joven Aemon se casaría con alguna de las princesas del norte. Elenei quería mucho a sus parientes, el rey Jon y su esposa Wylla, de la Casa Manderly habían procreado ocho hijos, tres varones y cinco princesas, pero al escuchar que alguna princesa norteña podría casarse con el joven Tarly entendió las palabras de su propia Casa por primera vez: "Nuestra es la furia".
Soltó lágrimas de furia durante días y cada vez que uno de sus padres la visitaba para verificar que no estuviera sufriendo alguna enfermedad se excusaba diciendo que la tristeza de los huérfanos, viudas y mujeres públicas, ya envejecidas y pobres, a quienes protegía eran la causa de sus lágrimas. Lord Aemon nunca había sido un caballero. Era estudioso y amable, le interesaba la agricultura y con su supervisión las fértiles tierras del dominio prometían cosechas más ricas y abundantes que nunca. Todavía recordaba las breves cortesías que intercambiaron en el torneo. Con el ajetreo que causó Cassana cuando el caballero desconocido insultó a Ser Steffon, Elenei tuvo que apresurarse para seguir a sus hermanos y calmar a Cassana en las horas que siguieron al anuncio de su compromiso. No tuvo tiempo para acercarse a Lord Aemon, a quien sólo había visto bailar una pieza con algo de torpeza a causa de su altura. En silencio, se dirigió al pequeño cofre donde guardaba sus tesoros. Tenía un broche de pez que había pertenecido a Lady Catelyn, su abuela, un pedazo de hierro que había recogido del piso de la forja del difunto maestro Tobho Mott, cuando era niña, unos soldaditos de barro que habían hecho para ella los huérfanos del orfanato que visitaba regularmente para llevar comida, oro o telas que las septas necesitaban para cuidar de los niños, un pedazo de madera del arciano que había estado alguna vez en Bastión de Tormentas, sólo un trozo que sobrevivió al fuego que devastó el bosque de Dioses por órdenes de Melisandre, un barquito de papel que le enseñó a hacer Ser Davos y un pañuelo manchado con jugo de granada, perteneciente a Lord Aemon. En el torneo, Elenei caminaba disfrutando de los jugosos granos de la granada que acaba de llegar de Altojardin, cuando un poco del jugo se le escurrió por la boca. Sin saber de dónde salió, Aemon apareció frente a ella y haciéndole una reverencia le dio su pañuelo. Se puso tan nerviosa que apenas pudo hacer una cortesía antes de que él le presentara sus respetos y se fuera. Estaba muy avergonzada, tenía manchas de granada en las mangas y la cara. Se limpió con el pañuelo y después lo guardó entre sus tesoros. Le gustaba el semblante amable y animado del joven, aunque también percibía algo de la ingenuidad salvaje de Lady Elí. Decían que no había hombre más culto en todos los reinos, aunque Orys se riera cuando escuchaba semejante cosa.
— ¿Culto? Claro, parece una espiga de trigo, cómo no iba a dedicarse a los libros.
— Lo dices porque tu pareces un jabalí— respondía Yoren que sentía gran empatía por aquellos que como él, preferían los libros a los torneos, pero Elenei callaba.
La mañana posterior al festín, Elenei se levantó casi al amanecer, como siempre. Su doncella le cepilló el cabello, le colocó una bata y le sirvió algo de fruta picada. No necesitaba comer más, tenía muchas cosas qué hacer. Debía ir al orfanatorio de la calle del acero para llevar la ropa que había cosido junto a sus damas para los niños. Regresaría justo a tiempo para acompañar a su nueva hermana Cinella cuando recibiera al maestre recomendado por Lord Tyrion para que atendiera a su padre enfermo, con algo de suerte, le quedaría tiempo suficiente para visitar al Obrero Mayor, encargado del mantenimiento y reparación de las construcciones de la ciudad, para proponerle elevar el muro exterior y fortificar el asilo para mujeres dementes. El salitre del agua de mar había carcomido la estructura, que no era muy firme en primer lugar, y debían hacerse reparaciones con urgencia. Parchar los muros no era suficiente.
Por la noche estaba agotada, pero tenía muchas ganas de ver a sus padres para contarles los planes que había hecho para las reparaciones del asilo. Estarían muy complacidos.
Se dirigió a la torre de la tormenta, la que habían construido sus padres donde alguna vez estuvo la torre de la mano, la que mandó quemar la reina Cersei. Ahí estaban los aposentos de los príncipes y princesas. Esperaba encontrar a sus padres, hermanos y cuñadas reunidos, bebiendo algo de vino y disfrutando algunas de las delicias que Pastel Caliente no dejaba de inventar. Llevaba su laúd por si alguien quería escuchar alguna canción, aunque Alerie también era muy talentosa y tocaba extraordinariamente bien, tal vez podrían cantar algo juntas, pero lo que encontró fue muy diferente. Todos estaban serios y cabizbajos, su madre estaba silenciosa y Gendry, notoriamente preocupado. ¿Alguna mala noticia? ¿Cassana? ¿Había pasado algo malo? En su última carta decía que estaba encinta de nuevo. Preocupada se acercó a Cat y le preguntó:
— ¿Qué pasa, por qué parecen todos tan preocupados?
—Malas noticias.
— ¿Cassie?
—No, no, en lo absoluto, no te preocupes por ella. Padre recibió un cuervo de su hermana.
— ¿Mya? Creí que seguía en el Valle.
— Oh, no, ella está bien. Es Bella.
Elenei lo entendió de inmediato. Su padre legitimó a los otros medios hermanos que Ser Davos pudo encontrar, siempre y cuando juraran vasallaje y firmaran un juramento de lealtad. Mya Piedra se vio cruelmente desengañada cuando el caballero que amaba, Ser Mychel Redfort, se casó con Ysilla, la hija de Lord Yohn Royce, pero después encontró un mejor esposo, más noble y más honorable, que nunca le pidió que se separara de sus amadas mulas o usara vestidos. Edric Tormenta tenía una vida muy cómoda al otro lado del Mar Angosto, al casarse con la hija de un "príncipe quesero", como llamaba Lord Tywin Lannister a los comerciantes con desprecio, se había convertido en uno él mismo y había prosperado notablemente. Su lujosa y confortable vida era muy agradable para él, que se contentaba con hablar orgullosamente de su padre, el rey Robert, y de lo mucho que lo había amado, y del hermano que reinaba sobre cinco reinos del Poniente, como para cometer la desfachatez de conspirar en su contra. El problema era Bella. Gendry y Arya la conocieron en un burdel, El Durazno, cuando viajaban por las tierras de los ríos en compañía de la Hermandad sin Estandartes. Sin saber que eran hermanos, Bella se le había insinuado a Gendry enfureciendo a Arya y causando una pelea entre los dos. Gendry la había rechazado en ese entonces, pero la recordó al saber quién era su padre. Bella presumía ser hija del rey Robert y el parecido era notable. Arya protestó cuando Gendry sugirió ir a buscarla y sacarla del burdel, darle un nombre y buscarle un esposo, pero al final cedió a regañadientes. En cualquier caso, si le causaba problemas, podía sufrir algún trágico accidente.
Tener una princesa prostituta escandalizó a toda la nobleza, pero lo soportaron y Bella se integró a la Corte en búsqueda de un esposo, lo que no le costó mucho trabajo, dada su experiencia como cortesana. Sin mucho trabajo sedujo a Roger Hogg, Señor y caballero de Cuerno de la Puerca, para alivio de Arya que la detestaba con todas sus fuerzas. Desde el momento en el que llegó a Desembarco del Rey se comportó con orgullo y arrogancia. Se jactaba de ser la mujer más bella de la Corte y cuando Gendry tuvo la amabilidad de proporcionarle algunas doncellas para que la atendieran, las echó a todas porque no soportaba que ninguna fuera más hermosa que ella. Gastaba continuamente e incluso llegó a adquirir un gigantesco espejo de Asshai cuyo costo tuvo que ser cubierto por la corona. Arya ya se encontraba planificando la forma en que encontraría una trágica muerte accidental cuando el desafortunado y anciano Ser Hogg apareció en la Corte para jurar su lealtad. Cómo había logrado sobrevivir por tantos años era un hecho inexplicable, pero eventualmente debía morir y entonces su viuda se dio a la tarea de mandar un recado a su real hermano con intenciones de volver a la Corte. Lo más probable es que ya se hubiera puesto en camino y estuviera a punto de llegar. Llevaba con ella a su hijastra, una niña natural que Gendry había aceptado legitimar al ver que Bella no quedaba encinta y Cuerno de Puerca necesitaba herederos. Como una recompensa más, o tal vez como soborno, el caballero había obtenido el título de Lord al momento de su matrimonio, con lo que Cuerno de la Puerca se convirtió en una Casa de mayor importancia al absorber parte de las tierras que alguna vez pertenecieron a la Casa Hayford. ¿Por qué no se quedaba ahí? Arya la detestaba. Si fuera Mya sería diferente, sólo por haber sido una buena amiga para Sansa cuando estuvo en el Valle de Arryn la habría querido, pero Bella la insultaba. De cualquier forma permaneció en silencio, casi invisible junto a la ventana.
La princesa Tamina se había retirado con el pequeño Robert temprano, pero Ned atendía la discusión desde un asiento. Siempre tan serio y meditabundo, era común que se le comparara con Eddard Stark, una especie de lobo silencioso, algunos dirían que tímido, pero honorable y fuerte, sin cabida a la duda o la cobardía. Por eso, todos escuchaban su opinión sobre cualquier otra.
—No hay nada que podamos hacer más que recibirla y buscarle una nueva situación, es lo más honorable— dijo quedamente y aunque nadie respondió, todos estuvieron de acuerdo en que no había otra cosa qué hacer.
No había más opción que recibirla. Gendry se veía confundido y molesto, mientras Arya no delataba gesto alguno pero hervía en ira. Los únicos que parecían tranquilos eran los príncipes y sus esposas; Yoren se entretenía explicándole a Alerie el porqué nadie estaba feliz con la noticia y Orys estaba muy divertido viendo jugar a Cinella con sus ratoncitos.
"Lady Hogg", a Bella le encantaba cómo sonaba eso. Tendría que dejar atrás al pobre escudero al que había tomado como su favorito pero estaba segura de que encontraría jóvenes bien parecidos en Desembarco del Rey, le encantaba la ciudad y bailaba alrededor de su espejo mágico probándose vestidos y preguntando una y otra vez.
— ¡Espejito, espejito de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta región?— El espejo respondió:
— Tú eres la hermosa de este lugar.
Bella estaba feliz, tal vez ya no era tan joven como antes, pero no veía por qué no habría de ser la más bella en la Corte, siendo que la esposa de su hermano nunca había sido particularmente bonita, aunque hubiera mejorado mucho al crecer. La primera vez que la vio era una niña que parecía una rata mojada y sus hijas debían ser iguales. Su propia hijastra se asomó a su habitación para preguntarle a qué hora partirían hacia Desembarco del Rey, pero Lady Hogg no estaba de humor para consecuentar a esa bastarda desaliñada.
"Querida, tu madrastra no está de humor".
Y le cerró la puerta en la cara.
Sería un largo camino.
