-FANTASÍAS DE LORD JOHN GREY IV

Jamaica, febrero de 1767

John estaba esperando que apareciera. Al fin y al cabo, le debía una explicación. Además, Jamie querría noticias sobre su hijo. Y, por último... bueno, esperaba que fuera a buscarle por él mismo.

Así que no le sorprendió verlo entrar en su despacho.

-Hola –saludó sonriéndole.

-Hola –sonrió Jamie.

Por un instante no dijeron nada más y permanecieron quietos, mirándose. Luego John abrió el cajón y sacó algo que sabía que al escocés le encantaría.

-Tengo un regalo para ti- dijo tendiéndole el pequeño retrato de Willie-. Míralo, a ver qué te parece.

-Esto es...- Jamie parecía alucinado, y no despegaba la vista del rostro de su hijo-. ¡Por Dios, John!

De pronto, el escocés pareció demasiado emocionado para poder hablar. Se limitó a avanzar y a abrazarle con fuerza. John le devolvió el abrazo, sintiendo que estallaba de felicidad por poder volver a sentirlo entre sus brazos después de tanto tiempo. Por Dios, dos años lejos de él habían sido demasiados ...

-John – Jamie se separó un momento de él, ligeramente. El inglés lo miró, algo temeroso de lo que pudiera decirle. Al fin y al cabo, las circunstancias habían cambiado.

Sin pensarlo conscientemente, se puso de puntillas y lo besó. El pelirrojo pareció un poco reticente, pero luego gimió y se entregó al beso. El otro lo abrazó con más fuerza, triunfante al sentir que la boca de Jamie se abría para recibirlo, aceptándolo. Quizá, después de todo, las cosas no hubieran cambiado tanto.

Se estaban descontrolando. John notó que sus piernas chocaban con la mesa, y quedó recostado contra su borde. El ruido que hizo pareció despertar a Jamie, que se apartó un poco.

- John- dijo entonces en voz baja, desviando la mirada-. Yo ya no puedo hacer esto.

El otro sintió que se le helaban las entrañas. Mierda, mierda. Ya se lo temía él.

-¿Por tu mujer?- preguntó, tragando saliva.

-Sí, por Claire. Ahora que ella ha vuelto, yo no...

-Ahora que está con la persona a la que verdaderamente amas, ya no me necesitas para descargarte, ¿es eso?- se estaba comportando de una forma estúpida y lo sabía, pero realmente no tenía idea de qué demonios hacer. La reaparición de la supuestamente muerta señora Fraser lo había sacado de quicio por completo.

-¡John!- Jamie se había puesto colorado-. Por el amor de Dios, no pensarás eso en serio, ¿verdad? No te amo como a ella, pero te quiero. Lo sabes.

-Lo sé, sí –suspiró John-. Pero es que yo sí te quiero como tú la amas a ella.

-Ya lo sé- el escocés se mordió el labio inferior y desvió la mirada.

-¿Entonces?- preguntó el rubio con el corazón en un puño.

-Pues... realmente, no estoy seguro. Yo... esto es un lío, John.

Se miraron un instante a los ojos. Jamie tragó saliva.

-Oh, qué demonios- dijo entonces-. A la mierda- y lo besó.

John se aferró a él con una sensación de triunfo salvaje. Comenzó a desabrochar la camisa de Jamie, al tiempo que éste deslizaba sus labios por su cuello. El inglés se introdujo entonces bajo la ropa del pelirrojo, para acariciarle el pecho y la espalda.

Se sobresaltó un poco cuando notó las manos del otro deslizándose por encima de la tela que cubría sus muslos. Luego metió una bajo el pantalón. Algo nervioso, el rubio dirigió la mirada hacia la puerta, que estaba entreabierta.

-Podría venir alguien- comentó.

Jamie también miró la puerta, pero en lugar de dirigirse hacia ella, se arrodilló y le desabrochó la bragueta de las calzas.

-Sólo tardaré un momento- prometió.

John dudó un instante, pero lo cierto era que la sensación de peligro hacía más excitante incluso la situación. Y, a aquellas alturas, realmente no podía detenerse; llevaba demasiado tiempo ansiando que esto sucediera.

Además, Jamie Fraser era hombre de palabra.


El otro día andaba desempolvando los rincones del ordenador viejo y salió esto. Tiene muchos años, lo mismo que los otros dos, pero confío en que os guste.