Disclaimer: Digimon no me pertenece.


Paralelos

1

La simpleza de lo sencillo

Un día como cualquier otro donde el sol ha salido, y con él, la certeza de que las personas comienzan su vida la de un joven castaño de su inicio con una novedad. Solo para un hombre todo lo que es cotidiano le tiene fastidiado, cuestionando su existencia entre miles de millones. Preguntando qué razón habría de levantarse, arreglarse e ir a un trabajo que consumía el mayor tiempo de su vida.

El tiempo le resultaba inmóvil, sin aparente avance ni retroceso, solo una constante de repetidos eventos.

¿Qué de agradable había en un mundo así? Quería la respuesta, la necesitaba.

Sonrió al recordar que eso no le importaría en la mañana del día anterior. Y, ahora, estaba con una duda existencial que consumía su mañana.

Dio un vistazo a su reloj, por la inercia de su vida, y se percató de que iba a buen tiempo como cada mañana. Dos cuadras mas y bajaría al subterráneo para tomar la línea veintidós que lo llevaría a la avenida quinceava, de allí solo sería una cuadra y llegaría al edificio donde trabajaba. Donde cada mañana pasaba más horas que en su propio hogar.

En los cuatro años que tenía en la editorial Fushi, la mejor en su rubro, su puntualidad era impecable; sin una mancha en su historial. Pero eso que objeto tenia, quizá una remuneración de premio. Un día antes le sonaría bien, un dinero extra nunca cae de más salvo que pensándolo bien no le veía mucho el caso.

Recibiría el dinero, y, ¿para qué? Se cuestionó, y a su vez respondió. Lo tendría y lo gastaría en algo que no le dejaría nada en un futuro. Quizá se haría de una televisión, un videojuego, no lo tenía seguro. ¿Cuánto extra recibiría? No lo suficiente para hacerse de un mejor departamento, o un vehículo.

Ahorrarlo era otra opción, una que muchos veían como la mejor y pudiera que tuvieran razón. Pero se preguntó, ¿la gente no dice que se debe vivir el presente? Incongruencias que nacen de la necesidad.

Recordó una frase que le dijo un colega, que trabajaba en una empresa de finanza, una tarde donde la bolsa subía y todos festejaban, menos él que sabía que la probabilidad era alta de que toda esa alegría caería al día siguiente.

El ayer es pasado, el futuro un misterio, lo que cuenta es el presente. ¿Qué tanta verdad podía caber en esas palabras? Una contradictoria para muchos, una verdad para otros. Lo único verdadero es que el mundo es de izquierdos y derechos.

—Disculpe, ¿me puede dejar pasar?

Una voz desconocida le devolvió al mundo.

—Por favor llevo prisa —volvió hablar.

—Lo siento.

Takeru se percató que estaba estorbando en la pasada por lo que se hizo a un lado para dejar pasar a un adulto joven de cabellera castaña y alborotada.

—Gracias.

El sujeto se perdió entre las personas, iba con una prisa que le hizo volver a pensar en todo. No saber si él tendría o tenia aquella actitud del castaño le consternaba. Y no era el único, a su alrededor todos iban con prisa, destinados a vivir una vida cotidiana. Rostros pintados con la misma paleta de colores grises.

Y, entre toda la multitud de personas, sobresalió una imagen que no podía pasar desapercibida ante la mirada de unos ojos expectantes.

Una pequeña niña caminaba sola por entre un tumulto de personas grandes. Y su tamaño no era lo que la hacía sobresalir sino esa sonrisa ante lo simple de la vida. Era feliz solo por un pequeño globo al que miraba como si fuese la octava maravilla o el descubrimiento que definiría la existencia del todo.

—¡Cuidado! —gritó una voz con una fuerza desgarradora.

Su sistema se puso en alerta y buscó el indicio de peligro, encontrándolo unos metros detrás de la pequeña que ignoraba lo que estaba por sucederle.

Un sujeto en una bicicleta iba a toda rueda sin percatarse de la niña, su atención estaba en algo detrás de él. Ignorando lo que estaba por provocar. No le quedó más que correr hacia la niña con un impulso de adrenalina y nerviosismo.

—Te tengo.

Justo en él momento en que la bicicleta pasó por donde estaba la niña la logró tomar en brazos y quitarla de la zona de impacto.

—¡Mi globo!

Takeru advirtió que la niña con lágrimas en sus ojos veía escaparse esa felicidad tan simple. El solo verla devastada por la pérdida de la posesión más sencillo, que alguien jamás pudiera tener, comprendió lo que era la vida. La existencia inocente que se pierde con el tiempo.

—No llores —le pasó su pulgar por la primer lagrima valiente en huir de sus ojos verdes.

—Mi globo se va al cielo.

—Quizá es mejor.

La niña incrédula bajó su mirada para ver al hombre que la bajaba de sus brazos.

—Puede que un ángel necesite un globo tan bonito como ese.

—¿Un ángel?

Esa idea se plantó en la cabecita de la niña que sonrió al ver su globo azul perderse en las motas blancas en el lienzo azulado. Y, de nuevo, su felicidad fue reanudada. El rubio sintió que todo cobraba sentido ante esa mirada inocente y aquella sonrisa sincera.

—¿Qué te parece ir por un globo nuevo?

Un señor que venía globos estaba a solo unos metros de distancia, y sentía la obligación de que aquella pequeña no perdiera esa luz tan especial que irradiaba.

—¡Sí! —con alegría la pequeña dio un ligero saltito de emoción.

—Pues vamos por él.

Y ante la simpleza de lo más sencillo encontró la respuesta ante su mar de preguntas.


Bienvenidos a un conjunto de relatos que irán representando diferentes situaciones, y, tal vez, no tengan nada en común una de otras, pero que si prestas atención tienen algo en común.

Espero disfruten de la lectura y me den su opinión sobre cada relato, los cuales son cortos como pueden ver.

Sin mas por decir

Au Revoir.