Capitulo I. Anomalía
En una sala de vigilancia, una línea verde horizontal brillaba sobre la pantalla de una consola completa de mandos. En esta sala de vigilancia había apenas cuatro personas, todas aburridas y cansadas de vigilar algo que no venía nunca, pero los mandos superiores insistían en estar preparados. El enemigo estaba a la vuelta de la esquina y era necesario saber que estaba ahí. De que forma y para qué cosa. Esta consola es la estrella de tal sala de vigilancia. Esta completamente preparada para monitorizar y detectar anomalías electromagnéticas en el ambiente para la mayor parte del hemisferio occidental. Pero la estrella se estaba desperdiciando, su talento no se usaba, pues nadie lo requería.
Uno de los vigilantes en turno estaba dormido sobre la consola. Nadie llamaba la atención del resto del grupo, no valía la pena, al final una sirena indicaría que saldrían al pie del amanecer y un nuevo grupo entraría. Es parte del camino de los rangos bajos para alcanzar estratos altos, y la cantidad de rostros nuevos variaba en el lugar con mucha frecuencia.
El reloj de la pared marcaba las 03:09 de la madrugada con números rojos. Otras tres horas cuando mucho bastaría. Fue entonces el momento en el que esta máquina entraría en acción por primera vez desde que se construyó. La línea verde horizontal tuvo una leve ondulación, luego tuvo otro par más. Se encendió un foco amarillo de prevención y una alarma leve sonó. Esto basto para despertar al vigilante, que confundido vio lo que se presentaba ante él. Encendió otro monitor y la captura de datos había cambiado, ya no era monótona. Mando a imprimir lo que la pantalla mostraba y llamó al resto de sus compañeros. Entonces, la línea verde horizontal marco una onda transversal más grande, con crestas y valles pronunciados. La toma de datos arrojaba cientos de resultados. De inmediato se hizo un alboroto en el salón. Luego de un breve momento, la luz amarilla paso a roja, y el monitor mostraba otras ondas en diversas fases irregulares. Tan pronto como llegó, tan pronto se fue. La onda volvió a ser una línea horizontal constante en la pantalla, y los datos capturados volvieron a su monotonía.
Hasta hace poco, no había emoción. Pero todo lo arrojado por la máquina era relevante. No se trataba de nada común. El equipo puso manos a la obra en sus computadores, escribiendo los datos y analizándolo. Apostaban por su origen: Rusia, China, Irán. Pero fue una sorpresa cuando después de haber analizado y triangulado, las coordenadas les indicaban un lugar inesperado en el mapa. El origen estaba más cerca de lo que creían. El enemigo estaba... ¿en casa?
Un hombre de facciones severas observaba los papeles que le habían entregado como reporte de lo que se había presentado hace unas cuantas noches atrás. A su vez veía con reojo al mensajero, incrédulo a lo que le mostraba. Dejo los papeles en el escritorio y le miró fijamente:
- Dime, Rob, en tus palabras, ¿cómo explicas esto?
Rob, el mensajero, se trataba de un jefe de la División de Investigación Científica del Servicio Secreto. Pero estando ante un superior, había que dar claras las cosas. Carraspeo un poco y dejo que fluyera lo que supiera explicar:
- Bueno, Señor H, creemos que se trata de una clase de experimento con algún artefacto de grandes dimensiones que usa una cantidad de energía mayor a lo convencional y generó tal pulso electromagnético.
- ¿Qué clase de experimento?
- No lo sabemos, podría ser un simple experimento con tecnologías nuevas, tipo Tesla, o alguna clase de arma.
- ¿Qué dicen Harvard, MIT y Caltech?
- Nunca habían visto algo así. Y no tienen ningún proyecto asociado que pueda causar tal anomalía.
- De tenerla estaríamos enterados. Pero: ¿Es amenazador? ¿Dañino? ¿Destructivo?
- Tampoco lo sabemos, pero creemos que podría tratarse de algo amenazador. Las radiaciones electromagnéticas no pasan de ser simples ondas de radio, pero no sabemos a que otras clases de radiación pudieron haberse emitido del lugar.
El Señor H tomo otra carpeta en su escritorio, la abrió y leyó en voz alta:
- A las 03:09 se registraron interferencias en las bandas de AM y SW, luego tuvieron un oscurecimiento en esas bandas que afectaron a las comunicaciones militares, de seguridad y transporte por alrededor de quince minutos en la costa oeste, las montañas y parte de las planicies centrales.
Rob miró con expectativa, nada era nuevo, ya sabían todo eso. Luego negó con la cabeza.
- Puedes retirarte.
Rob se levantó de su asiento y salió de la oficina. Luego el Señor H giró su silla hacia la ventana. A lo que fuera que se enfrentaban, debían saber de que se trataba. Podría tratarse de algún proyecto enemigo, y este podía ser extranjero o conacional. Lo investigaría hasta el fondo.
Para eso tenía al hombre indicado. Volvió a girar la silla hacia su escritorio y levantó el teléfono, marcó tres dígitos. Tras un tono respondieron, y el Señor H dijo:
- Manda al Agente Stanley Pines hacia mi oficina, pronto.
Luego colgó. Volvió a girar la silla y contemplo por la ventana.
A través de los pasillos caminaba con cierta altanería un hombre. No era tan alto, pero tenía figura marcada, una mirada profunda bajo unas gafas de sol y una sonrisa de tiburón bajo una nariz que combinaba con el resto de sus rasgos que se delineaban en líneas más o menos rectas. Todo en él guardaba una relación precisa de simetría y proporción. Parecía ser una persona relajada, y lo era, pero en el deber era duro y no se doblegaba. No tenía demasiadas misiones asignadas anteriormente, unas cuantas pequeñas en el país cuando empezaba, un par en el Reino Unido, otra en Taiwán. Y todas exitosas. Un historial bien hecho, junto con una carrera de ingenierías y entrenamiento deportivo notorio. Pero hace tiempo que no tomaba una misión fuerte, se había dedicado al papeleo y entrenamiento de nuevos agentes. Se ajustaba más a su vida ya que tenía unos cuantos años casado y ya era padre.
El Agente Pines llegó con la secretaria del Señor H, se quitó las gafas de sol y se apoyó con una sola mano sobre el escritorio de la secretaria:
- Oh dime Kate, ¿me han llamado?
Kate levantó la mirada, y su única reacción ante tal persona fue contener el aliento. Él era muy popular entre las mujeres del edificio.
- Claro que sí, Agente Pines. El Señor H quiere verlo. Ahora mismo le hago pasar. - Levantó el auricular – Ya está aquí, Señor. - Colgó - . Ya puede pasar Agente Pines.
- Gracias Madame – luego le guiñó el ojo.
Se dirigió a la puerta de la oficina del Señor H y entró. Kate se quedó sin aliento y suspiro para recuperar la respiración. Ojala tuviera mínimo un hermano...
Stanley tomo asiento frente al escritorio del Señor H.
- ¿Quería verme, Señor?
El Señor H estaba viendo hacia la ventana, luego giró su silla y se dirigió a Stanley.
- Sí Agente Pines. Le he llamado porque hay una misión en que le es requerido.
- ¿De qué se trata?
El Señor H empujo la carpeta con los informes hacia Pines, luego encima dejo otra:
- En esas carpetas esta todo lo que debe saber, Agente Pines. Estoy seguro de que es una misión para usted, es el indicado.
- Aprecio que no dude de mis capacidades, Señor, pero no creo poder estar dispuesto para llevar una misión, no ahora.
El Señor H levantó una ceja, dudaba que el que estuviera hablando fuera el Agente Pines. Stanley continuó:
- Honestamente Señor, un recluta recién graduado sería más indicado. Powers tiene potencial, por ejemplo.
- Agente Pines, no creo que este hablando por usted mismo, sino una causa de dudas. Cuando ingreso a esta institución fue el único en demostrar valor y coraje constantes, y ponerlos encima de cualquier temor. Una inteligencia rápida, con un estado físico adecuado; a usted no le ajusta la palabra ágil, es más bien intrépido, único. Tiene capacidades que no son frecuentes en esta institución, y dudo mucho que se encuentren en cualquier otra persona. No sólo eso, sus misiones nacionales e internacionales son notorias, pocas, pero notorias.
Stanley permanecía en silencio. No podía negar en sus adentros que el Señor H tenía razón. Además, era débil en tanto se encargarán de halagarlo o hacer notar sus capacidades. La soberbia le podía ganar fácilmente.
-Tome las carpetas -continuo el Señor H-. Ahí esta lo que debe saber por ahora. Mañana tomará un vuelo a Seattle, ahí esperara nuevas instrucciones en las oficinas del servicio secreto. Por ahora es todo, puede retirarse a descansar. Ah, y esto es una orden, Agente Pines.
Stanley tomo las carpetas, se levantó y salió de la oficina. El Señor H sentía una enorme satisfacción de ser el jefe. Los hilos se movían a su merced, al menos aquellos que dirigía.
En su oficina Stanley revisaba las carpetas. Leía línea por línea lo que el informe de la primera carpeta decía:
"A las 03:09 horas del día... ondas transversales en los monitores... anomalías y pulsos electromagnéticos... probables radiaciones alfa, beta y gamma en el punto del origen... oscurecimiento radial en oeste del país... la causa descarta alguna clase de origen natural o explosión nuclear; se sospecha de algún aparato masivo, probablemente un arma o artefacto desconocido cuyos alcances serían considerables. De existir tal aparato, dicho proyecto al no estar afiliado ni aprobado por alguna institución de desarrollo o investigación se encuentra atentando contra la Seguridad Nacional... Punto de origen por precisar. Área de probable localización de artefacto: oeste del Estado Oregón... inteligencia del servicio secreto se encuentra analizando los datos recogidos por la oficina del Servicio Secreto en la Ciudad de Seattle, Estado de Washington, y cotejando con los resultados obtenidos inicialmente en... esto precisará el punto de origen...".
Esto no le decía nada en particular. Era un informe de la división científica, tenía texto, formulas, gráficas, mapas, alguna hipótesis. Pero nada que indicara algo sobre la misión. Dejo el no muy grueso, pero no delgado, informe en su carpeta y tomo la otra.
Reviso los pocos papeles que tenía y encontró lo que buscaba:
"Su misión es localizar al/los autor/es de tal anomalía y la causa de tal. Es menester que mantenga informado al Servicio Secreto de sus actividades y hallazgos directamente a la oficina central en... no a la oficina de Seattle. Se comunicará por una frecuencia de radio especial... más detalles y equipamiento se le proveerán en las oficinas en Seattle."
Junto con más líneas de texto, que no eran más que el protocolo a seguir. La firma de autorización era del Señor H, además tenía un boleto de avión a Seattle, para partir el día de mañana a las 10 am.
El teléfono sonó, Stanley levantó el auricular y respondió:
- Pines.
- ¿Ha leído el informe y el anexo, Agente Pines? - era el Señor H.
- Sí Señor.
- Perfecto. Como ha leído ya, no hay un destino fijo, pues el origen aún no se determina. Pero permanecerá en Seattle hasta que el punto de origen sea localizado. Además en Seattle se le proveerá lo necesario.
- ¿No podré ir con mi arma?
- No Agente Pines. No sabemos como son los autores de esta situación, ni mucho menos como se mueven o de qué están enterados. Debe pasar desapercibido y considerar el uso de la fuerza o acciones propias de su entrenamiento. Será como un civil sólo hasta cuando sea necesario. Ya conoce el protocolo. En Seattle será equipado como debe. Pero sí considere llevar con usted cosas útiles. Y Agente Pines, esto es de extremo secreto, no puede revelar nada del contenido aquí dicho ni ninguno de sus reportes a cualquier medio o persona, salvo a agente autorizados del Servicio Secreto. No olvide que no puede fallar. Suerte en su misión.
Del otro lado del teléfono habían colgado. Dejó el aparato por un lado y siguió leyendo los papeles. Mando cancelar todas las clases de entrenamiento que impartía y dio aviso para la siguiente semana. Aunque no sabía cuánto tiempo le tomaría esta misión, las últimas habían durado cuando mucho un mes y medio, entre la investigación y la acción. Sin contar el papeleo posterior y los informes. Guardó las carpetas en su maletín, tomo su abrigo y salió a descansar. Listo para cumplir con ordenes.
Llegó a su hogar. Pines bajo del coche y se apresuro a entrar a casa, pues la lluvia arreciaba y el frío calaba. Ya adentro se quito el abrigo y fue a la sala de estar. Ahí estaba su esposa, Carla, leyendo un libro. Levanto la mirada y luego se puso de pie, Stanley se acerco y se besaron.
- ¿Cómo te fue? -pregunto Carla.
- Bien... - Stanley miraba irregularmente hacia varios lados.
- ¿Te encuentras bien?
Carla claramente conocía a Stanley. Ocho años de matrimonio, ya sabía todas sus mañas. Stanley negó con la cabeza...
- O en realidad no lo sé – respondió Stanley.
- ¿A qué te refieres?
Ambos tomaron asiento en el sofá, y Stanley continuó:
- Me fue asignada una misión.
- ¿No había quedado eso atrás?
- Eso pensé. No podía decir que no.
- ¿Por ordenes o convicción?
Eso último hizo dudar a Stanley:
- Por ordenes... y convicción mía.
- Bueno, y ¿de qué se trata?
- No puedo decirlo – respondió Stanley, mientras Carla con sus manos planchaba una parte arrugada de su camisa.
- Todo en ti es secreto – musitó Carla.
Stanley no supo muy bien que responder.
- ¿Cuándo fue tu ultima misión? -pregunto Carla.
- Hace siete años. Fue en el sur del país. Después del nacimiento de Alex, solicite mi baja de esa clase de trabajos, y fui reasignado a la división de entrenamiento.
Carla se recostó sobre el pecho de Stanley, y este se apoyó sobre el sillón.
- ¿Recuerdas como nos conocimos? - continuó Carla.
- Sí, en un restaurante-bar de los 50's. Te veías hermosa, la mayoría de los chicos buscaban salir contigo. Eras toda una estrella...
- Y me casé con el más guapo de todos, y aún soy una estrella tontín.
Esto hizo reír a ambos.
- Me tenían miedo, ya había ganado varios torneos de boxeo en aquel momento.
- Cómo olvidarlo, limpio esos trofeos casi todos los días. Y que soberbio eres Stan.
- ¿Dónde está Alex? - preguntó Stanley.
- Debe estar arriba, en su cuarto de juegos.
- Ahí esta bien. Pero le daré un abrazo más al rato. Mientras tu y yo disfrutaremos este rato.
No la llevaban tan mal, los problemas normales, y algunos adicionales por el trabajo de Stanley, no lograban opacar que eran felices después de todo.
Al amanecer del día siguiente, Stanley se preparó para partir. Se vistió lo más sencillo posible, y en una mochila llevó lo necesario, junto con las carpetas. De una caja con llave extrajo varios documentos, que consistían en varias identificaciones falsas que había usado en misiones anteriores, pero tuvo que dejar su arma de fuego. Solo decidió llevar con él sus nudillos dorados, los que llego a usar como recurso de emergencia, pero no eran menos letales. También decidió dejar los lentes de contacto que había venido usando. Prefirió llevar sus gafas, de una montura gruesa. No le sentaban mal después de todo.
Antes de despedirse de Carla fue a ver a Alex. Dormitaba tranquilamente en su habitación, algo que no reflejaba en su desastrosa actividad diurna. Le dio un beso en la frente y salió de ahí. Luego volvió con Carla, de quién se despidió con un largo beso:
- Cuida de Alex – le pidió.
Luego salió, volteo hacia arriba y vió a Carla en la ventana, de quién volvió a despedirse con la mano y ella respondió igual. Tomo un taxi al aeropuerto. Luego de una hora, ya estaba en el avión listo a emprender su misión al oeste del país. Por alguna razón, se sentía vivo como nunca.
