Los Juegos del Hambre no me pertenecen, son de Suzanne Collins.
Dark waters.
Negros. Los ojos del tributo del distrito 8 son negros, tan oscuros como las alas de los sinsajos más jóvenes. Sus ojos nunca se despegan de los míos, ni siquiera cuando su espada cae y separa la cabeza del chico de mi distrito del resto de su cuerpo.
Gritos, alguien grita, y eso de alguna manera acalla el sonido del cañón que confirma la muerte de mi compañero. Más que sentir alivio de no haber tenido que hacerlo yo misma, me siento aterrada.
El chico me dirige una mirada irritada, entonces soy consciente de que los gritos desquiciantes salen de mi garganta, pero no sé como detenerlos.
Levanta su arma y la lanza hacia mí, esta impacta exactamente en el lugar en el que estaba mi cabeza tan sólo hace unos segundos, pero ahora estoy en el suelo, temblando, gotas de sangre caen sobre mi, sangre de mi compañero, aún tibia.
Me doy cuenta de que no soy yo la que esta temblando, sino que es la arena entera.
Los árboles se bambolean, casi danzantes, mientras el cielo sigue tan azul y falso como siempre lo estuvo. El suelo se agrieta justo debajo de mí y me aferro al borde, temerosa de caer y de lo que sea que haya debajo.
El de ojos negros esquiva las grietas y huye en dirección a la cornucopia, creyéndose a salvo y completamente seguro de que moriré.
Y entonces la tierra deja de sacudirse, poco a poco todo vuelve a la normalidad, segundos antes de que logremos escuchar algo… diferente.
Estoy segura de que él no sabe lo qué es, pero yo sí, agua. Agua. Agua.
Los vigilantes lo ponen difícil, de pronto todo es calma y al segundo siguiente todo esta lleno de agua. Agua guiada por una corriente impetuosa y casi imposible de nadar.
Lucho con toda la fuerza que me queda cuando la corriente me atrapa, mis heridas parecen no doler tanto en el agua y la paz es… infinita. Si acabara con todo, si me quedara aquí para siempre… nunca volvería a dejar mi hogar.
Sin embargo, mi hogar no es solamente el agua que caracteriza a mi distrito… mi hogar es él.
Mi cabeza sale a la superficie, respiro desesperadas bocanadas de aire y me mantengo a flote. No puedo dejarlo, no puedo perderlo a él.
― ¡ANNIE CRESTA! ¡GANADORA DE LOS SEPTUAGÉSIMOS JUEGOS DEL HAMBRE! ―grita una voz y, finalmente, me desmayo.
¡Hola! Esta era mi idea de los juegos que Annie había ganado tras leer el libro, antes de que se nos diera más información sobre cómo había pasado. La escribí hace algunos años y me había olvidado de ella por completo, aún así quise compartirla porque me gustó el resultado. Como dicen, más vale tarde que nunca :)
Espero disfrutaran la lectura y en un futuro compartirles más historias sobre esta adorable pareja.
