Disclaimer: Saint Seiya y marcas comerciales mencionadas no me pertenecen (O estaría nadando en una piscina llena de oro como Tío Rico y no escribiendo un fanfiction).
Simpatía x El demonio, o sea: Seiya x Belzebú. Se preguntarán, en este preciso momento, que tipo de drogas consumo para imaginar parejas como estas.
Se quedarán con la duda.
En fin, este fic tiene tres parejas, pero la principal es la mencionada: Belzebú x Seiya. Espero que les guste =).
La noche era en extremo cálida para la época del año, y desde hacía semanas que el ventilador lo había dejado de usar, por lo tanto ya se había acostumbrado a dormir sin su "canción de cuna", sin ese "ruidito" constante y adictivo, necesario para conciliar el sueño: turú, turú, turú, turú.
Si volvía a oírlo de nuevo, era como darle un cigarrillo a alguien que hacía dos semanas había dejado de fumar (aunque, sin dudas, menos dañino); así que dejó el amplio ventanal abierto permitiéndole a una refrescante brisa ingresar.
Y a algo más...
O mejor dicho "a alguien"... No era cosa de todas las noches despertarse en mitad de la madrugada y encontrarse a un tipo que aparenta recién salido del hospital psiquiátrico observándonos dormir, fue por eso que la primera reacción de Seiya, humano como cualquier otro humano, fue intentar gritar, pero el hábil invasor, con un rápido movimiento, le tapó la boca evitando el desastre.
—Shhh —susurró para tranquilizar al Pegasus, pero lejos de hacerlo solo logró dejarlo al borde de una crisis ya que cuando intentó utilizar toda la fuerza propia de un Santo, no obtuvo buenos resultados—No quiero hacerte daño… por el momento.
El pobre castaño asintió con sus ojos bien abiertos.
—Si prometes no gritar, te suelto —ante el torpe asentimiento de su víctima, retiró su mano.
—¡No grites! —el sujeto se tiró encima de su antiguo enemigo para buscar silenciarlo de nuevo.
—¡AAAAAAH! —Seiya ya estaba cianótico, para colmo forcejear con ese hombre mitad humano, mitad bestia, no lo ayudaba a respirar mejor—¡AAAAAAAH!
—¡POR FAVOR NO GRITES! —Logró taparle la boca y con rapidez acotó—Créeme que no estoy aquí para lastimarte... Seiya, necesito que me creas.
Al escuchar su nombre surgir de la boca de ese hombre de pelo largo -cuyo color era estrambótico- se tranquilizó un poco, tal vez porque eso significaba una cosa: Que lo conocía. El problema era no recordar cuándo, dónde y por qué, pero al menos no era un simple loco prófugo que se había colado por su ventana con suficiente fuerza como para inutilizar sus brazos.
El invasor, con lentitud, volvió a retirar su mano; Seiya solo se quedó mirándolo con reticencia. Al ver que no volvía a gritar como un desaforado, dejó de tensar sus músculos y se relajó. Se miraron unos segundos, en completo y aterrador silencio, hasta que una voz irrumpió esa calma.
—¿Seiya? —Era Saori, con un tono de preocupación evidente.
El aludido observó la puerta, luego de que su "invitado" le dirigiese una mirada muy particular que rogaba una oportunidad... Una sola oportunidad.
—¿Q-qué? —investigó con su voz tomada.
—¿Sucede algo malo?
—N-no ¿Por qué lo dices?... Todo está bien.
—Seiya... Medio Japón te escuchó gritar —dijo con tono cansino.
—Ah... Sólo una pesadilla —rió nervioso y le echó una mirada al sujeto que se había apartado para resguardarse en un lugar oscuro.
—Seiya, ¿puedo pasar?
—¡NO! —se apresuró a decir poniéndose de pie con brusquedad para llegar hasta la puerta.—¡Estoy desnudo! —fue lo primero que se le ocurrió decir para evitar que su Diosa ingresase a su cuarto, pero se llevó por delante el tendal de ropas y zapatos que había en el suelo, terminando desparramado y tirando de paso el velador y un porta retrato de su hermana de la mesita de luz, enredándose también en el proceso el tobillo con el cable del alargue de la computadora.
—¿Seiya? ¿Estás bien? ¿Que fue ese ruido?
—Nada, nada —se puso de pie como tiro y juntó todo con torpeza—; es que me caí de la cama.
—¡Ay Seiya!, Cada día me desconciertas más.
—Estoy bien, no te preocupes... Ve a descansar.
—Bueno —accedió sin convicción—; cualquier cosa que necesites...
—Si, lo sé, no te preocupes, gracias, ya vete...
La muchacha se alejó, y luego de recuperar el alma, el castaño suspiró y recordó al loco que le había hecho montar ese numerito, lo miró de soslayo con curiosidad, frunciendo su frente, éste se quedó de pie bajo la ventana, donde la luna iluminaba con debilidad su marcado rostro.
—¿Qué es lo que quieres? —dijo finalmente el Santo de Athena, dando la vuelta para quedar frente a él.
—Necesito que me ayudes.
Continuará...
No sé cuando, pero continuará, ahora me tengo que poner con la continuación de "Lo que el viento..." bastante abandonado lo tengo a ese fic. Pero prometo intentar actualizar lo más rápido que pueda.
Sé que esta introducción es cortita, pero es así ¿Qué le vamos a hacer? Es solo el preámbulo a la historia. Igual el primer capítulo ya casi lo tengo y es sumamente largo (O al menos el cuádruple que éste)
5 de Junio de 2009
Merlo Norte, Buenos Aires, Argentina.
