¡Bienvenidos! Por fin publicamos. No creáis que llegamos muy tarde, no. Desde el primer momento dijimos que era el fic de Jalogüin, no de Halloween, así que podía ser cualquier día como, por ejemplo, hoy: 7 de diciembre.
En este fic han participado las siguientes foreras (orden alfabético): a. son. do. mar., Ahiru-san, ChemicalFairy, Genee y HikariCaelum.
En esta introducción, agradecimiento especial a ChemicalFairy, encargada de la misma, y a Ahiru-san, por su labor de corrección y título del fic. Y, ya que estamos, a la increíble, siempre magnífica, Asondomar, por regalarnos genialidad en el insuperable summary, además de la modestia que desprende.
+.+.+
El castigo de los escépticos
+.+.+
Introducción
«Halloween ya se convirtió en uno de esos días que tanto me deprimen» fue uno de los primeros pensamientos de Taichi Yagami cuando despertó aquel 31 de octubre. A este le siguió un «no quiero levantarme» y un «olvidé hacer los deberes de matemáticas», aunque estos eran usuales tratándose de él. Aun así, ¿por qué un chico en plena juventud se deprimiría en día de brujas?
—Es que no es lo mismo si ya no sales a pedir dulces —le explicaba a su hermana en la barra del desayuno—. Es un recordatorio de que tu niñez se esfumó para siempre.
—Eres un exagerado, hermano —lo reprendió Hikari, rodando los ojos, con una sonrisa divertida en los labios. El desayuno con su hermano mayor era la mejor parte de su día, ya que siempre la llenaba de buen humor—. ¿Por qué no nos juntamos todos a ver películas de terror? —propuso.
—Meh… supongo. Como sea, no me importa.
Ambos llevaron sus respectivos platos usados a la cocina, tomaron sus mochilas —la de Hikari medio llena, y la de Taichi medio vacía— y partieron al instituto, discutiendo sobre qué filmes resultarían más terroríficos.
[*]
Durante el día, los hermanos Yagami fueron dando aviso de la cita nocturna en su apartamento. Por fortuna, todos sus amigos dijeron que sí al instante, así que no tuvieron que tomarse el trabajo de convencer a nadie. Incluso Koushiro se mostraba entusiasmado. Hikari jamás habría adivinado que el pelirrojo era un fanático del terror.
—Terror del bueno, de ese que no te deja dormir por varias noches —le explicaba mientras caminaban hacia el casillero de la muchacha—. Las tripas ya no asustan a nadie.
—¡Habla por ti mismo, Koushiro! —dijo Mimi, quien había aparecido de pronto, metiéndose con gran facilidad en la conversación—. ¿Tenemos que ir disfrazados? —preguntó—. Podrían haberme avisarme con tiempo. Hay un disfraz de gatita en la tienda que quisiera comprar.
—¡Me rehúso a disfrazarme! —declaró Yamato, quien acababa de aparecer junto a Taichi y Sora. Mimi se cruzó de brazos, molesta.
—No les diré cómo vestirse. No es como si fuéramos a salir a pedir dulces —dijo Taichi, con amargura.
Sora, a su lado, rodaba los ojos. En todo el día, su amigo no había dejado de quejarse de lo mismo, y la paciencia de la pelirroja comenzaba a agotarse.
—Hola, chicos —saludaron Miyako, Daisuke e Iori, quienes llegaron arrastrando sus mochilas, dado que habían tenido clases muy pesadas y desgastantes durante el último bloque.
—Recibimos el mensaje. ¡Qué buena idea, Hikari! —elogió Daisuke, como siempre que podía, a su eterna enamorada.
—¡Ken dice que allí estará! —anunciaba Miyako mientras seguía enviándose mensajes de texto con Ken. Sus dedos se movían sobre las teclas del teléfono a una velocidad sobrehumana.
—¡Qué bien! Entonces a las ocho en mi casa —anunció Hikari—. ¡No lleguen tarde!
Y, ante las palabras de la castaña, todos observaron inquisitivamente a Taichi.
—¡Oh, por favor! —exclamó, molesto—. ¡Es imposible que llegue tarde a mi propia casa!
[*]
Todos miraban la pantalla, devorando las palomitas de maíz que Hikari había preparado, mientras oían los sobreactuados gritos de la protagonista de la segunda película que veían aquella noche, la cual era perseguida por un asesino serial que usaba una máscara blanca y alargada.
—¡Ahhh! —chilló Mimi—. ¡Te dije que no entraras allí!
Koushiro rodaba los ojos mientras oía a su amiga discutir con los actores. Dicho sea de paso, Mimi era la única del grupo que estaba disfrazada, pues no se había quedado con las ganas de comprar aquel vestido de gatita.
El pelirrojo, por su parte, se aburría como nunca. Miró a su alrededor y notó que no era el único con los ojos entrecerrados y bostezando a ratos. Algunos empezaban a cabecear; otros, como Hikari y Takeru, parloteaban entre ellos sin cesar. Al parecer, solo era Mimi quien estaba poniendo atención a la historia.
Cuando el aburrimiento venció a Taichi, su cabeza cayó y se golpeó con la mesita de centro. En ese momento, todos comenzaron a quejarse de lo malo que era aquel filme y de cómo Halloween se les escapaba de las manos, pasando sin pena ni gloria.
—¡Iori es el único que todavía puede pedir dulces! —se quejó de pronto el adolorido Taichi, como había estado haciendo desde el principio, mientras se sobaba la frente.
—¡E-Eso no es cierto, Taichi-san! —lo contradijo el muchacho mientras negaba con la cabeza, avergonzado.
—Pero qué día —masculló el mayor de los Yagami, ignorando a Iori—. Es increíble que nos aburramos de esta forma siendo taaan jóvenes.
Yamato trató de pensar en algo divertido que hacer, Koushiro barajó opciones en su cabeza pelirroja, pero fue nada más ni nada menos que el mismísimo Ken quien decidió hablar:
—¿Y si salimos a…? —pero se arrepintió a mitad de camino, dejando aquella frase inconclusa—. No, nada. Olvídenlo.
Miyako lo zarandeó con fuerza, obligándolo a terminar lo que tenía que decir. Si algo la irritaba era el hecho de que Ken, a pesar de todo lo que había vivido con ellos, siguiera siendo tan tímido.
—Yo solo quería decir que… eh —hizo una pausa, aún algo aturdido por el zarandeo de Miyako—… e-escuché que hay una casa abandonada… muy cerca de aquí, donde están pasando cosas extrañas, y no sé, tal vez podríamos…
—¡Me gusta esa idea! —exclamó Daisuke, interrumpiéndolo—. Vaya, no eres tan aburrido después de todo —el muchacho le pasó un brazo sobre los hombros—. ¿Y ustedes qué dicen, chicos? —preguntó a los demás.
Y como no tenían nada mejor que hacer, todos aceptaron la propuesta de Ken.
«Todos puestos de acuerdo sin chistar, eso sí que es sobrenatural» pensó Taichi mientras se sobaba el chichón que se le había formado después del golpe.
Pronto la continuación, esperamos que os gustase.
