Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son de propiedad de Hajime Isayama.

Advertencias: Violaciones, incesto, lenguaje vulgar, torturas, golpes, lemon, OoC, Angst, AU, Rapefic


Yo no quería nada de lo que me pasó.

Pero, supongo que esas cosas simplemente no pueden controlarse, por mucho que quieras hacerlo. Solo te queda aceptarlo y hacerle frente como fuera posible. Aunque muchas veces sientas que no puedes hacerlo.

Quizás lo que me pasó fue porque en alguna vida pasada, fui una persona verdaderamente malvada. Quizás solo fue el destino, que quería verme en tan patético estado. O quizás solo fue mala suerte. Simple y llana mala suerte.

Ninguna de esas opciones me hizo aceptar gustoso lo que ocurría.

Me presento: soy Eren Jaeger, un muchacho alto, delgado, desgarbado. Mi piel tiene un toque moreno, poseo unos ojos dorados, cabello castaño y una sonrisa que atrae a cualquiera.

Egocéntrico, lo sé.

Pero las pocas personas que conocía, me decían que lo más atractivo que tenía era mi sonrisa junto a mis ojos.

Mi hermano y Levi me lo decían seguido. Como si quisiera que me lo dijeran. Como si lo considerara un cumplido.

En la actualidad, odiaba mis ojos y mi sonrisa. Solo me trajeron problemas.

Mi hermano era una copia exacta mía, solo que mayor y un poco más alto. Sus ojos eran de color verde agua, que a veces, con la luz, se veían azules. En realidad, nunca supe de qué color eran sus ojos, solo especulo. Mis ojos dorados son gracias a mamá, sus ojos son gracias a papá. Es más grande que yo por cinco años, y cuando no está molesto, enojado, o encima de mí, podría decir que es guapo. Su nombre es Erik Jaeger.

Sí, los hermanos Jaeger, Erik y Eren.

Con el tiempo llegué a odiar que nos llamaran así. Hermanos.

Erik igual lo odiaba.

Supongo que me tuve que haber dado cuenta de que algo raro pasaba con él cuando tuvo un cambio abrupto a los diez años. En ese entonces, yo acababa de cumplir los cinco y Erik debía acompañarme a los parques, aunque no quisiera, para cuidarme. Nos llevábamos como perro y gato entonces, porque él quería quedarse en la casa mientras yo quería salir. Si él quería helado de vainilla, yo quería de chocolate. Si él decía negro, yo decía blanco. Parecidos físicamente, pero en personalidad distintos.

Un día, en el parque, mientras jugaba, conocí a varios niños, con quienes jugamos a diversas cosas. Estaba entusiasmado, porque lo único que quería era tener amigos, así que reía con ganas y jugaba con toda la arrebatada pasión que un niño de cinco años podía tener.

Cuando ya se hizo tarde, una niña, Mina, me dio un beso en la mejilla. No sé por qué, pero solo me ruboricé y tartamudee una despedida. Erik me esperaba en silencio bajo un árbol.

Comenzamos a caminar sin decir nada, como siempre. Yo iba sin dejar de sonreír, pensando en que quería volver a verlos.

—No volveremos al parque —dijo Erik con voz helada. Lo miré de golpe—. Desde ahora, solo jugarás conmigo.

Peleamos. Le dije que era un tonto, que no podía hacer eso, que no quería jugar con él, que lo odiaba. Lo último lo hizo enfadar, y agarró mi brazo y me arrastró el resto del camino mientras yo le gritaba que me soltara. Solo lo hizo cuando estábamos ante las puertas de nuestro hogar, y me dio un fuerte manotazo en la nuca.

Aquello me hizo llorar, y entré corriendo a los brazos de mamá. Erik solo pasó de largo, furioso, y fue a encerrarse a su cuarto.

Mamá me preguntó qué pasó. Le dije que Erik era un idiota porque quería que no tuviera amigos y que me golpeó. Ella pareció comprender enseguida que Erik solo estaba celoso. Celoso como hermano, por supuesto. Que vio su lugar amenazado.

Estaba en lo correcto solo en la parte de celoso.

Me dijo que le fuera a pedir perdón, pero me negué; estaba molesto y enfurruñado. Al día siguiente, todo pareció volver a la normalidad, solo que Erik me ignoraba. Le tuve que decir que lo lamentaba y que no lo odiaba. Sus ojos brillaron y dijo que todo estaba bien, que si quería podíamos ir a jugar al parque.

Las cosas cambiaron desde entonces. Solo un poco, así que no me preocupé.

Erik comenzó a jugar conmigo. Llevaba la pelota y jugábamos. Llevaba una pala y un balde, y jugábamos. Llevaba a su mejor amigo, Levi, y jugábamos.

Levi era callado, bajito –casi parecía de siete años, cuando tenía la misma edad que mi hermano–, pálido y con un raro corte donde la parte baja la tenía rapada. Sus ojos eran rasgados, plateados y bonitos. Se lo dije cuando lo vi, haciendo que se ruborizada. Erik solo se rió.

A mi hermano no le gustaba que jugara con otros niños, lo detestaba, a menos que fuera Levi. Siempre que me aburría e iba donde un grupo de escolares, se enojaba y no me hablaba en horas, hasta que le pedía disculpas.

Creo que lo acostumbré a eso, a ser siempre yo el que debía pedir perdón.

No le tomaba la importancia que le debí haber tomado, ya que lo atribuía a sus celos de hermano. También evitaba hablar de las horas que pasaba en el kínder, solo con niños de mi edad, jugando con ellos. Se ponía de mal humor simplemente si llegaba a decir que la pasaba bien con mis compañeros.

En esos días, Levi todavía no era una presencia constante en mi vida.

Cuando tenía diez años, las cosas se volvieron más… raras.

Ocurrió una noche, cuando tuve una pesadilla. Papá y mamá habían salido a un evento, ya que papá era médico, y Erik quedó a mi cuidado. Cuando desperté, estaba llorando, pero ellos no estaban, entonces hice lo que cualquier hermano menor haría: ir a la pieza de su hermano mayor.

Siempre me he dicho que ese fue el momento en que las cosas tomaron un drástico giro, y que fue nada más que mi culpa. Pero, ¿qué iba a saber yo?

Desperté a Erik y le dije, entre hipidos, si podía dormir a su lado. Contestó que no había ningún problema y qué era lo que había soñado.

—Que estaba solo y nadie me contestaba —murmuré abrazándolo—. Nunca me dejes, Erik, ¿sí?

—Sí, sí, no te preocupes —no lo podía ver, pero sabía que estaba sonriendo.

—Júralo. Júralo, Erik —exigí, sin saber lo que realmente decía. Tenía solo diez años—. Jura que nunca me dejarás solo.

—Lo juro, lo juro…

Y con ese juramento, que se convirtió en mi maldición, me quedé dormido, no sin antes sentir los labios de mi hermano sobre los míos.

Durante ese tiempo, también, Levi frecuentaba más la casa. Según lo que nos contaba Erik, los papás de Levi se la pasaban discutiendo, gritando, y Levi quería estar lejos de ellos. Mis papás comprendieron su situación, por lo que dejaron que el azabache se quedara hasta fin de semanas enteros en nuestro hogar.

Levi me miraba bastante. Mientras comíamos, mientras jugábamos, mientras hablábamos. No me incomodaba, pero lo que me extrañaba era que Erik no se molestara, cuando normalmente estallaba si otra persona hacía eso. Incluso parecía iluminarse más cuando Levi estaba cerca de mí.

Otra vez, no le di la importancia que le tuve que haber dado.

Uno de esos fines de semanas, los encontré besándose en la pieza de Erik. Fue a escondidas, así que no dije nada y, si era sincero, me daba lo mismo. No me importaba con quién estuviera mi hermano, si era feliz.

Cuando tenía trece años, y papá volvía tarde de su trabajo y mamá estaba donde la abuela, pasó lo que tenía que pasar.

Erik estaba borracho. Yo tenía sueño. Y él comenzó a besarme, tirándome contra su cama, pasando sus labios por mi barbilla, por mi cuello, por mis hombros, sacándome la ropa. Le dije que se detuviera, que era raro, que no estaba bien. Él me dijo que era normal que dos personas que se amaban lo hicieran.

—¿Acaso no me amas, Eren? —murmuró tocando mis pezones, haciéndome gemir contra mi voluntad.

—S-sí, te a-amo, p-pero…

Me quitó los pantalones y metió un dedo en mi interior, haciéndome gritar.

Erik no entendía que lo amaba, pero como hermano. Yo tampoco se lo aclaré. Nunca dejé las líneas claras, y ese fue mi segundo error.

No me gustó. Se sentía incómodo, se sentía raro, se sentía mal, pero traté de tragar el mal sabor y hacer como que no pasó nada. Erik hizo lo mismo, siguiendo con la extraña relación que mantenía con Levi, volviendo a tratarme como un hermano. Para mí eso estaba bien.

Fue a los quince años cuando las cosas se tornaron desagradables y enfermizas.

Papá y mamá murieron en un accidente de tránsito gracias a un borracho. Fueron meses de luto y dolor, donde mi hermano y yo nos encerramos en nuestro propio sufrimiento. Erik dejó la universidad y comenzó a trabajar de mesero, pues se convirtió en mi tutor legal; Levi se fue a vivir con nosotros; yo tuve que continuar la secundaria y velar por mi futuro. Cambios bruscos en donde los fuimos afectados, pero Erik fue el que más cambio.

Supe que mi vida sería un infierno desde el momento en que Erik me regaló a Levi.

Era el cumpleaños del azabache, y mi hermano me dijo, en un susurro bajo, antes de que Levi despertara, que yo sería un gran regalo para su amigo.

Escandalizado, le contesté que por qué él no se regalaba si eran novios.

Erik me dijo que no eran novios y, sin decir nada más, me encerró junto a Levi en su pieza.

Levi fue más amable y lento, aunque igual más frío. Siempre dominante, pero menos apasionado. Supongo que no me incomodé tanto, porque no era mi hermano. Pensé que, quizás con el tiempo, podría llegar a quererlo, porque luego de que se corriera en mi interior, me murmuró que me quería.

Creí que Erik no tendría problemas: ya me había dicho que no eran novios. Pero cuando llegó año nuevo y mi hermano me llevó a su recámara, donde tuvimos sexo hasta que caí dormido, noté que nuestras vidas estaban cayendo por un agujero negro que, claramente, no tendría fin.

Las cosas solo empeoraron.

Habían tres reglas implícitas en nuestra casa desde la navidad y año nuevo en adelante. Tres reglas que tenía que obedecer sin rechistar.

La primera, era volver luego de clases directamente a casa. No podía retrasarme más de media hora. Y si iba a la casa de algún compañero por temas de trabajo, debía avisar y no podía pasarme más allá de las nueve de la noche. Para lo demás, las salidas estaban prohibidas: fiestas, cumpleaños, juntas de amistad. Al principio lo asocié a que no quería perderme como había perdido a nuestros padres, pero luego de unos meses, cansado por su actitud, le discutí con ira, saña y rabia durante la cena.

Erik me golpeó en la mejilla, me tomó del cabello y me hizo poner de rodillas bajo la mesa. Luego señaló su pantalón, a su creciente erección.

—Lo vas a chupar durante toda la cena, ¿me oyes, Eren? —gruñó volviendo a golpearme—. Si me corro, te lo tragarás. Si no me corro, follaré tu agujero sin lubricación ni preparación. Al final, me pedirás perdón y me darás las gracias, ¿entendido?

Miré a Levi, el pánico creciendo en mí, el asco y la repugnancia asentándose en mi estómago. Pero Levi solo siguió leyendo su informe, tomando té de aquella manera tan peculiar, e ignoró todo lo que hice en la cena.

Lo más humillante, sin embargo, no fue chuparle la polla. Fue tener que pedirle perdón y dar las gracias.

Levi me utilizó esa noche.

La segunda regla, la más aceptable de todas, era tener siempre buenas notas en la secundaria. Si bien Erik me lo exigía, fue algo que me propuse internamente.

Quería ser uno de los mejores. Quería poder acceder a la universidad con una beca. Quería graduarme como médico y viajar por el mundo.

No les dije eso ni a Erik ni a Levi. Sabía, muy en el interior, aunque tratara de negármelo, que jamás me iban a querer soltar.

La tercera regla, la peor de todas, la que me hacía llorar a veces en la soledad de la noche, era hacer siempre caso de lo que ellos dijeran.

Si Levi –bastardo maniático de la limpieza– quería que limpiara la cocina, debía hacerlo.

Si Erik quería que apagara el portátil y me fuera a acostar, aun cuando fueran solo las doce de la noche, debía hacerlo.

Si Levi quería follarme la boca mientras Erik me follaba por detrás, debía hacerlo.

Odiaba esos días. Odiaba llegar a la casa, ir a estudiar, bajar a cenar y fingir que todo estaba bien, para luego encerrarme en la habitación de uno de ellos y ser su amante. Odiaba tener que ser usado sexualmente bajo el concepto de que era amor. Lo odiaba, lo odiaba, lo odiaba.

Pero no te confundas. No los odiaba a ellos. ¿Cómo iba a hacerlo?

Erik era mi hermano, era la única familia que me quedaba. Y yo lo quería, a pesar de los golpes, a pesar de los abusos. No podía abandonarlo, no podía decirle a alguien que me ayudara. Pensaba que, con el tiempo, Erik se daría cuenta de su error, que conocería a una linda mujer que le hiciera no fijarse en mí nunca más, y volveríamos a ser hermanos. Rezaba por eso cada día.

Y Levi… Levi era otro cuento. Mis sentimientos por él eran confusos, raros y extraños. Había momentos en los que se comportaba como si fuera realmente mi pareja, como cuando Erik todavía no salía del trabajo y nos quedábamos viendo alguna película y Levi acariciaba mi cabeza con cariño. Incluso en el sexo era suave, lento, como si temiera romperme. Esos momentos hicieron que lo quisiera, tanto de manera fraternal como amorosa. Pero cuando pasaba de mí, cuando me ignoraba si hacía algo mal y lograba que Erik se molestara y me castigara, lo despreciaba como no había despreciado a nadie en esa vida.

Sin embargo, aún había momentos buenos. Y mi vida todavía no era tan mala. Todavía era soportable.

Luego, quise entrar a la universidad.

Y todo se fue al diablo.


Seré sincera: no sé en que estaba pensando al escribir esto. Siendo más sincera aún, lo escribí por un sueño. Últimamente he estado teniendo varias ideas para escribir fanfics de temática Ereri/Riren -incluyendo una adaptación de la película Camino Hacia el Dorado (si no la han visto, véanla) que espero subir pronto- y supongo que mi enferma mente me pasó la cuenta porque me hizo soñar con esta idea. Y para sacármela de encima enseguida, ya que no durará más de cinco capítulos, decidí escribirla. Si les gusta, o les parece rara, háganmelo saber xD Nah, pero enserio, si creen que les gusta o es rara o es muy enfermo, díganlo, me gusta leer lo que piensan :)

Levi cobrará protagonismo más adelante, no se preocupen. Todavía no sé si esto tendrá final feliz :D Okno, pero todavía pienso en cómo terminar. Pero habrá más lemon descrito detalladamente, por si les preocupaba también (?)

Bueno, ya saben, un review no le hace mal a nadie, soy adicta a ellos (?) :c

Nos vemos en el próximo capítulo, que será pronto, se los juro xD