Ellen Conti llega a Hogwarts sin tener idea alguna de cómo cambiará su vida, y muchos menos a manos de quién. Pensaba que no estaba destinada a experimentar nada extraordinario, pero todo cobró sentido desde el instante en que vio a Dorian, un personaje enigmático que le robaría el aliento, pensamiento y razón de ser para toda la vida. Ellen es invitada a formar parte de una comunidad secreta dentro del castillo donde se desarrollarán una serie de sucesos, tendrá la oportunidad de conocer grandes amistades que la harán partícipe de líos amorosos y emocionantes aventuras.


I. Selección

"Me pregunto siempre cómo habrían cambiando las cosas de no ser elegida en esta casa, mi casa."

- ¡Ellen Conti!

Me separé de la fila y caminé hacia el sombrero seleccionador en cuanto dijeron mi nombre, de hecho, aún no habían terminado de decir mi apellido cuando ya iba a medio camino. Había esperado años por esto, que ya no era capaz de ocultar la emoción que en ese momento me invadía. Mi madre era bruja y siempre me contó sobre Hogwarts antes que falleciera en un robo muggle. Se casó con mi padre antes de ejercer la profesión de Relaciones Muggles, y le ganó un respeto inmenso a su mundo, así que crecí bajo sus reglas y cada que me hablaba de Hogwarts, era como escuchar un cuento de hadas. Ella evitaba usar magia frente a mí pero fueron varias ocasiones que la vi usarla en la limpieza, así que la chantajeaba para irme a dormir, obligándola a hacer pequeños trucos al arroparme. Falleció cuando yo recién cumplí 8 años. Mi padre se encargó de mí, pero yo prefería quedarme en casa de mi tía muggle porque tenía mejor compañía. Mi padre jamás supo tratar a un niño, ni siquiera a su propia hija. Me amaba, lo sé, pero se le dificultaba eso de la paternidad, y mucho más sólo.
Cuando comencé a manifestar magia, mi padre se preocupó y no me dejó ir más con mi tía, así que sólo ansiaba cumplir 11 años para conocer ese mundo del cual mi madre me habló tanto. Mi papá, muy a su pesar, consideró que tal vez era lo mejor para mí dejarme ir y asi él no sería quien reprimiría mi 'talento'.

Me senté en aquella pequeña silla de madera en el centro de la tarima y el tiempo se detuvo. No me había percatado de la inmensidad del gran comedor, del ambiente que creaba la luz de las velas, los cuadros, las mesas repletas de alumnos, todo en conjunto con la gran mezcla de olores cuya composición no lograba descifrar, estaba en mi elemento. Regresé en sí en cuanto sentí el ligero peso del sombrero en mi cabeza, y mi piel se enchinó cuando se ajustó a mi cráneo, casi de manera interna, como si hubiera traspasado mi mente, y fue ahí cuando por fin sentí su peso emocional. ¿De qué casa sería parte en los próximos siete años? Recuerdo perfectamente la expectativa que experimenté en esos momentos, y como si estuviera por elegir un sabor de mantecado, observé rápidamente, pero guardando en mi memoria cada detalle, las distintas mesas del gran comedor. Los de Hufflepuff parecían todos muy agradables, de hecho, fue la única mesa en la cual vi como todos me sonreían. Cosa extraña fue ver a Ravenclaw y Gryffindor, estaban más ocupados en hablarse discretamente entre ellos. Seguramente se ponían al día sobre sus vacaciones, porque sólo logré verlos interesados por la selección cada que el sombrero gritaba el nombre de su casa. Al final estaba Slytherin, y me cautivó. Sé que suena absurdo que para una niña de once años, observar a las personas sea algo de interés, pero para mí lo era. Yo no era como ellos, de hecho, siempre me consideré una niña muy torpe y simplona. Tal vez por eso me cautivaron aquellas miradas profundas que compartían los de Slytherin. Las chicas eran preciosas, o al menos para mí. Los hombres también, pero a esa edad no me atraían los chicos, ni nadie en particular, simplemente me llamaba la atención las personas sofisticadas, y es preciso aceptarlo, Slytherin siempre fue como una gran mafia respecto a eso.

- ¡Slytherin!

Si después de esa palabra decisiva hubo gritos y aplausos, no recuerdo haberlos escuchado. Un gran zumbido se apoderó de mis tímpanos y en lugar de que me envolviera la emoción esperada, me invadió el miedo. Ellen, torpe, simplona... en Slytherin, junto a ese gran grupo de esfinges de márfil... me iban a comer viva. Por eso es que los artistas están en escenarios altos, para ser observados y jamás confundidos entre los fans. Todo en el universo debe tener cierto orden, y esa noche se perdió. Tenía aún más miedo de no hacer amigos y que se burlaran de mí, pero en cuanto me senté en la mesa, esas emociones me abandonaron y por fin disfruté del veredicto. Era una chica de Slytherin, estaba en Hogwarts, y podría no ser una persona genial pero tampoco era el propósito de mi estancia allí. Mis compañeros de la casa me recibieron con una sonrisa, algunos sólo se dedicaron a observarme, pero entendí que tal vez ya tenía la edad suficiente para dejar de admirar a las personas o pensar que todo era un cuento de hadas, para por fin entablar relaciones, que de eso se trataba la vida.