Disclaimer: Total Drama series no me pertenece, sino que a Jennifer Perth y Tom McGill. Escribo por diversión, no por dinero y blah, blah, blah...
Resumen: Un grupo de adolescentes se embarca en unas vacaciones inolvidables. Sol, playa y diversión... al menos eso es lo que esperan. Sin embargo, las cosas no siempre salen cómo están planeadas. Y cuándo todos tienen la oportunidad de mostrarse tal cual son, ya no hay vuelta atrás. / Co-escrito con Umeki-Nara. AU. Posible Out of Character. Rated T por lenguaje vulgar ocasional.
Prólogo
¡El verano de nuestras vidas!
—Hermano... esto será épico.
Shawn asintió efusivamente ante las palabras de su mejor amigo. No dudaba que así sería.
Porque una cosa era compartir clases con un grupo de personas todo el año, y otra muy distinta era pasar todo un verano con ellas. Un mundo de posibilidades se abría justo frente a sus jóvenes ojos.
Shawn Eastwood no aparentaba sus dieciocho años de edad. Aparentaba veinte, o tal vez más. Por eso siempre le había sido fácil, cuando era menor de edad, burlar a las autoridades y comprar cigarrillos y alcohol. Oh, los viejos tiempos. Algo que conservaba de esa época, era su aversión hacia los zombies. Era una obsesión que traspasaba cualquier límite. Literalmente.
Dave Johnson, por su parte, parecía mucho más joven a pesar de tener su misma edad. Tal vez sus expresiones aniñadas y hasta cierto punto inocentes ayudaban a que aparentara unos jóvenes dieciséis años. Siempre cargaba consigo toallitas desinfectantes, porque ningún lugar estaba lo suficientemente limpio para él.
—... estoy seguro de que Sky se ve hermosa en su traje de baño. Cielos, ya quiero verla...
Shawn se volvió hacia Dave, mientras este seguía farfullando para sí mismo. Luego, dirigió su vista a la casa frente a la cual se habían estacionado. Aún nada.
—Oye, ¿no crees que están tardando mucho?—cuestionó, viendo hacia la puerta con desconfianza
Dave se encogió de hombros, bajando del todo la ventanilla del auto de su hermano para permitir que el aire fresco transitara allí.
—Es muy poco probable que las estén atacando unos zombies, Shawn—aclaró al ver la preocupación en su rostro—. Y si ese fuera el caso... lo mejor que podríamos hacer es huir y salvar nuestros miserables traseros.
—Tú lo has dicho, amigo.
Al momento en que ambos amigos chocaban sus puños alegremente, un par de muchachas abandonaban la casa que antes observaban.
Sky Richards siempre se había enorgullecido de su silueta perfecta y excelentes aptitudes físicas. Durante su estancia en la Secundaria, se había lucido como capitana del equipo de soccer femenino, y soñaba con entrar en los Juegos Olímpicos. Sin embargo, ahora, lo único que tenía en mente era relajarse y divertirse.
Por su parte, Jasmine Rivers no tenía nada que envidiarle a su amiga. Su impresionante estatura le había valido su puesto en el equipo de basketball, y con eso había logrado saciar su espíritu amante del movimiento. Su acento australiano resultaba amigable y cariñoso en cada palabra que pronunciaba.
Ambas muchachas se acercaron rápidamente al auto, sonriendo mientras cargaban sus maletas con cierta dificultad. Tal vez esperaban que los chicos las ayudaran, pero ellos estaban demasiado ocupados observándolas.
Jasmine suspiró al notar que nadie acudiría en su ayuda, pero aquello no la molestaba. Ella era una mujer fuerte e independiente. Podía fácilmente encargarse de sus propios asuntos.
Las muchachas entraron al auto, en los asientos traseros, e intercambiaron miradas rápidamente antes de que los chicos de voltearan hacia ellas.
—Muchas gracias por la ayuda—comentó Sky, burlonamente—. No sé qué haríamos sin ustedes.
—Tomarían un autobús para llegar al hostal, creo.
—Buena observación, Shawn.
Tres de ellos rieron ante eso, pero Dave estaba muy ocupado observando embelesado a Sky. Cuando ella lo notó, formó una mueca que denotaba incomodidad. Shawn le dio un codazo a su amigo, sobresaltándolo.
—¿Qué...? Digo, sí, qué gracioso...
—Amigo, sólo conduce—le aconsejó Shawn en un murmullo, y el muchacho asintió, abochornado
El viaje comenzó.
El hostal en cuestión quedaba a unos kilómetros de su posición actual, junto a una playa. Era el lugar perfecto para pasar sus vacaciones, y ellos lo sabían.
Era en realidad una especie de comunidad de hostales, agrupados entre sí cerca de la costa, siendo así una atracción turística. Sin embargo, usualmente aquel era el lugar elegido por estudiantes de toda Canadá para pasar sus vacaciones de verano.
El recorrido fue ameno, la mayor parte del tiempo. Mientras Dave se mantuviera en silencio, y no dijera ninguna tontería con respecto a Sky, todo estaría bien. O al menos eso era lo que se recordaba a sí mismo.
Llevaba más de un año enamorado de ella. Nunca se había atrevido a decírselo, obviamente, y mucho menos cuando ella encontró el amor en uno de los jugadores estrella del equipo de soccer, Keith. Sin embargo, cuando Sky decidió volver a la libertad de la soltería, Dave vio la luz al final del túnel.
O la oportunidad de salir con ella, lo cual para él era lo mismo.
Se obligó a dejar de pensar en eso cuando vio cada vez más cerca la comuna de hostales en cuestión. A simple vista, parecía un vecindario de casas enormes cerca de la refrescante playa.
Detuvo el auto de su hermano mayor en un espacio libre del estacionamiento, suspirando. Estaba inexplicablemente nervioso. Sus manos sudaban, y eso lo disgustaba. Era muy anti-higiénico.
Los cuatro adolescentes bajaron del automóvil rápidamente, sintiendo el cálido sol de verano besar su piel y la suave brisa del mar acariciar sus cabellos.
—Vaya... esto es hermoso.
Jasmine tenía mucha razón. Abajo, en la playa, decenas de adolescentes tomaban lugar sobre la arena. Algunos corrían, otros jugaban juegos típicos de la época veraniega, mientras que algunos preferían relajarse y tomar sol. Podían escuchar música proveniente de distintos puntos en el lugar.
—Será mejor que las ayudemos ésta vez—murmuró Shawn hacia su mejor amigo, señalando con su cabeza el maletero del auto—. Creerán que somos unos caballeros.
Dave asintió, entusiasmado ante esa idea. Sin embargo, se le fueron las ganas al levantar la maleta de Sky. Era realmente pesada. Lo mismo ocurrió con Shawn, y ambos hicieron un esfuerzo sobrehumano para cargar sus maletas y las de las chicas.
—¿Por qué pesan tanto?—se quejó Dave, intentando respirar correctamente ante el esfuerzo físico. Su amigo se encogió de hombros, sin respuestas.
Bajaron todos juntos hasta la playa, sin poder evitar observar a su alrededor. Algunos de los adolescentes allí presentes los saludaban alegremente mientras llegaban.
—Hostal Pahkitew—recordó Sky, leyendo los carteles de madera frente a cada casona—. ¡Oh! Es aquí, chicos.
Se detuvo frente a una de esas casas, una especialmente vistosa, en apariencia al menos. La fachada pintada de blanco brillante contrastaba con las malezas que trepaban elegantemente por las paredes exteriores.
La puerta estaba abierta, por lo que decidieron entrar.
Subieron la pequeña escalinata hasta allí, y se quedaron pasmados ante lo que veían. El lugar era aún más ostentoso en el interior.
El recibidor era también la sala de estar. Un sofá y varios sillones se repartían allí, frente a un televisor de pantalla plana. En las paredes colgaban unas tablas de surf, que creaban un bizarro contraste con algunos cuadros viejos y llamativos.
Todo parecía estar hecho en madera, incluyendo la escalera que, aparentemente, dirigía al piso de arriba.
—¡Al fin llegan, perras!
Los cuatro se sobresaltaron cuando el silencio fue interrumpido por aquella voz masculina y arrogante.
Christopher Lexington podía jactarse orgullosamente de poseer un encanto superficial superior al promedio. Era atractivo, su sonrisa de perlados dientes blancos robaba suspiros en cualquier lugar. Y lo que tenía en belleza, le faltaba en humildad. Siendo su sueño ser famoso y adorado por millones, sentía que era el rey del mundo cuando hacia aparición en cualquier lugar.
—Hola, Topher—masculló Shawn, dejando caer las maletas descuidadamente—. ¿Ya llegaron todos?
—Nah, sólo algunos—respondió él tranquilamente, echando su cabello hacia atrás para mantenerlo peinado—. ¡Este lugar tiene jacuzzi! Es digno de una estrella...
Dave rodó los ojos, y se acercó al sofá para poder descansar en éste las maletas que cargaba. Vio que Shawn lo imitaba luego de volver a levantar las suyas.
—¡También hay un refrigerador lleno de comida!—anunció una voz femenina, desde un lugar que no pudieron reconocer—. ¡Está de lujo!
Los cinco jóvenes intercambiaron miradas brevemente, y siguieron esa voz. Se encontraron entonces con una muchacha rubia devorando una porción anormalmente grande de pastel. A su lado, una chica delgada y pálida la observaba con precaución.
Sarah Turner era una chica bastante peculiar. No dejaba que su sobrepeso le impidiera vestirse cómo quería, y no se avergonzaba de mostrar su ombligo a todo aquel que la viera. Se había ganado su apodo, "Sugar", gracias a su insaciable apetito, especialmente por dulces y chocolates.
Si había algo en el mundo que Sugar odiara más que a alguien mejor que ella, era a Ella.
Ella Williams no lograba comprender por qué se había ganado su odio. Siempre buscaba la manera de congeniar con ella y ser su amiga... sin éxito. Ella adoraba buscar lo bueno en las personas, y tenía una peculiar forma de expresar sus sentimientos. Amaba cantar, y lo hacía cada vez que tenía la oportunidad.
—Uhm, Sugar, tal vez deberías...
—¡Apártate, arpía!—exclamó la aludida, apartándose rápidamente de Ella junto a lo que quedaba de pastel—. ¡Si quieres pastel, sírvete! ¡Pero no mucho, ¿eh?!
Justo entonces, todos escucharon ruidos en el recibidor. El grupo de ahora siete adolescentes se dirigió hacia allí.
Vieron llegar a un muchacho corpulento y de sonrisa afable, junto a dos muchachos más. Los sonidos que escucharon eran emitidos rítmicamente por uno de ellos.
Rodney Evans creció en una granja, junto a su padre y sus hermanos. Acostumbrado al trabajo duro desde pequeño, había crecido para convertirse en un joven musculoso y fuerte. Y aunque atraía la atención de muchas chicas gracias a su físico, aquello le traía varios problemas. Rodney era un enamoradizo.
Por su parte, Edward Jones poseía un talento innegable para el beatbox. Su extraña y admirable capacidad de imitar a la perfección una cantidad impresionante de efectos de sonido le había ganado cierta popularidad, y eso lo había ayudado a superar su timidez. Su exuberante cabellera azabache y su complexión robusta le regaló su apodo, "Beardo."
El tercer muchacho recién llegado era el que sin dudas atraía más miradas. Y eso era porque vestía una larga túnica verde y una barba falsa. Leonard Hoffman creía fervientemente que la magia era real. Aquello no sería algo malo, si no creyera también que él poseía poderes mágicos. A pesar de eso, era un muchacho introvertido pero agradable.
—¡Rodney, hermano!—saludó alegremente Topher, chocando puños con el aludido—. ¡Ven conmigo, tienes que ver el jacuzzi!
Mientras ellos charlaban y se perdían en el camino a otra habitación, los demás se dedicaban a investigar lo que tenían a la vista con curiosidad.
—Este lugar es fa-fa-fabuloso—comentó Beardo, agregándole cierto ritmo a sus palabras
—Estoy de acuerdo—señaló Leonard, asintiendo solemnemente—. Parece un lugar propicio para que ocurran eventos llenos de magia y fantasía...
Dave iba a negar otra vez la existencia de dichos eventos, como siempre, pero entonces todos se volvieron hacia unos pasos que se acercaban a ellos.
—Bueno, al menos tuvieron la decencia de llegar temprano. Y no se perdieron en el camino a pesar de su escaso intelecto.
Max Parker nunca había sido lo que la sociedad señalaría cómo normal. Su extrema palidez y su baja estatura lo colocaban casi en la base de la superficial pirámide social. Sin embargo, no podía haber algo que le importara menos. Porque la maldad no necesita el amor de nadie, sólo su miedo. Al menos, eso solía decir.
A su lado, una muchacha pelirroja rodaba los ojos, exasperada.
Scarlett Stone nunca había soportado compartir oxígeno con personas de intelecto inferior al suyo. Y aquello significaba que prefería la tranquila soledad antes que las aglomeraciones de individuos. Sin embargo, entre pasar sus vacaciones junto a sus padres y compartir su tiempo con sus compañeros, prefería la segunda opción. Ellos no la presionaban cada momento para que eligiera una universidad a la cuál asistir.
—Oye... recuérdame por qué él está aquí—le murmuró Dave a Shawn, viendo a Max detrás del mostrador, al parecer buscando algo allí
—Bueno, él es parte de la clase—respondió, encogiéndose de hombros—. Oh, y su tío es el dueño del hostal, y nos lo dejó gratis.
—Vaya. Son buenos motivos. ¿Y por qué estamos nosotros aquí?
—Somos parte de la clase... y creo que eso sería todo. Si lo piensas de esa forma, él es más importante que nosotros.
—Creo que faltan algunos—dijo Scarlett, más para sí misma que para los demás, contándolos con la mirada—. Sí. Faltan cuatro individuos...
Al momento, Topher y Rodney regresaron, riendo entre ellos de alguna broma estúpida.
—... dos individuos.
Todos los presentes se volvieron hacia el sonido de unos tacones al golpear el suelo de madera. Las gemelas Sanders llegaban juntas. Una de ellas se quitaba elegantemente sus gafas de sol, y la otra, arrastraba con dificultad dos pesadas maletas.
Amanda Sanders podía considerarse la chica más popular de la Secundaria, y también la soltera más codiciada. Era atractiva físicamente, y su personalidad confiada le había hecho ganarse su puesto como capitana de porristas, el cual defendía con uñas y dientes de cualquiera que intentara arrebatárselo.
Samantha Sanders, por otro lado, era todo lo contrario. A pesar de compartir la apariencia de su hermana, no gozaba de la misma popularidad, ni de la misma autoestima. Solía decir que le debía a su hermana su lugar entre las porristas. Y en realidad, no solía atreverse a decir mucho.
—Lamento la tardanza... Samey se retrasó. Parece que se le ha hecho costumbre desde que nació.
Sammy suspiró, dejando su maleta y la de Amy en el suelo de una vez. No valía la pena defenderse, al parecer.
—Todos están aquí.
—Gracias, asistente—soltó Max, ganándose otra mirada asesina por parte de Scarlett y al fin encontrando lo que buscaba, un juego de llaves—. Ahora que todos llegaron, supongo que es un buen momento para repartir habitaciones. Este hostal cuenta con siete habitaciones, así que tenemos que compartir.
Los demás intercambiaron miradas rápidamente, poco convencidos ante esa idea. Max rodó los ojos.
—El que no esté de acuerdo, puede dormir en la playa. Seguramente algún vagabundo cariñoso les hará compañía.
Parecía que aquel argumento había bastado para librar de dudas a sus compañeros. Él sonrió torcidamente al continuar.
—Ahora que todos estamos de acuerdo... veamos. Sky y Jasmine, habitación uno—murmuró, tomando dicha llave y lanzándola hacia ellas—. Amy y Samey, habitación dos. Leonard y Beardo, habitación tres. Topher y Rodney, habitación cuatro. Dave y Shawn, habitación cinco. Sugar y Ella, habitación seis...
—¡¿Qué?!—gritó Sugar, atrapando en el aire la llave que le fue lanzada—. ¡Me niego a compartir habitación con ésta...!
—Playa. Vagabundo. Tú decides.
La robusta muchacha se cruzó de brazos ante las palabras de Max, enfadada. Ella intentó apoyar su mano en su hombro amablemente, pero se apartó para alejarse.
Casi todos tenían sus correspondientes llaves. Max observó la última de ellas, que sostenía en su mano.
—Bueno, asistente, creo que debemos... tú sabes, compartir habitación.
Scarlett lo observó con las cejas arqueadas unos momentos. Finalmente le arrebató la llave, y la escondió en el escote de su blusa.
—Oh, de acuerdo.
—¡Ajá!—intervino Sugar, al parecer aún molesta por la habitación que debía compartir—. ¡Manipulaste todo para dormir con tu chica!
—¿Mi qué...?—cuestionó él, aún algo aturdido por lo que acababa de ocurrir
Antes de que Scarlett pudiera aclarar las cosas, todos oyeron el tintineo característico de botellas que chocan entre sí. Se volvieron hacia el sonido, sólo para ver a Topher y Beardo repartiendo botellas abiertas de cerveza entre los presentes.
Cuándo todos tuvieron una, Topher alzó la suya en alto, sonriente.
—Brindemos... ¡por el verano de nuestras vidas!
Sus compañeros chocaron sus botellas con la suya, menos Max, que había dejado la suya a un lado apenas se la entregaron.
Aquellas serían unas vacaciones inolvidables... estaban seguros de eso.
¡Hola!
Nuevo fic, síp. En su gran mayoría está co-escrito con la maravillosa Umeki-Nara, cómo bien lo aclara el resumen. ¿Qué puedo decir? Escribir con ella debería ser un derecho humano x3
En fin. Sé que hasta ahora sólo han hecho aparición los jovenzuelos de Drama Total: Isla Pahkitew, pero no desesperen, aparecerán más personajes pronto. Se los aseguro.
De todas formas... ¿les gustó? ¿No les gustó? ¿Quieren una galletita? ¡Pueden decirlo en un review!
Siempre respondo reviews. Eso puede resultarle molesto algunos, pero sinceramente no me importa. Lo haré de todos modos.
Creo que eso es todo.
¡Nos leemos!
_-*-_-*-_KovatePrivalski97._-*-_-*-_
