Errante - Prólogo

ERRANTE

Prologo - Correo a Ulan Bator


Bruma... la densa bruma impedía ver en el horizonte los primeros atisbos de luz que pronto inundarían el cielo... una luz que llegaría a despertar cualquier ciudad en el mundo -juzgó-, pero que en este lugar no tendría efecto alguno... le habían hablado de ella, que más que ser la capital de una nación era una parada en las rutas de mercaderes que atravesaban el desierto de Gobi con sus preciosos cargamentos de especias y seda en dirección al mercado de Irkutsk... una tierra poblada de recios jinetes... de personas que aprendieron a cabalgar antes de aprender a caminar... de gente que no tenía un lugar donde permacer por siempre... espíritus libres que se sentían oprimidos frente a cuatro paredes encerrando su alma... él los comprendía bien, conocía ese sentimiento a la perfección...

... Sin embargo ahora tenía otras cosas de que preocuparse...

... De hecho, tenía una vida por la que preocuparse...

... La suya

- ¡Maldición!... me habían advertido que estos imbéciles me molestarían, pero no pensé que serían tantos -se dijo al mirar por sobre su hombro y ver no menos de 12 cabalgaduras disparadas en pos de la suya- ... yo y mis ideas.... ¡Que no pueden entender que sólo llevo una carta! -les gritó-

Sin embargo, sus palabras fueron contestadas con una salva de tiros de pistola que pasaron silbando a escasos centímetros de su cabeza... al parecer sus compañeros de viaje no eran del todo amistosos... sin embargo, la salvación para el viajero llegó de la forma que menos se esperaba

- ¡Maldición!... Dragones Imperiales.... espero no meterme en más problemas

Irónico, el destacamento de policía ruso obligó a huir a los bandidos al llegar a su lado... para arrestarlo

- ¿¡Pero que demonios sucede!?

- Queda arrestado por orden del príncipe Nikolai Romanov, Gran Duque de Irkutsk

-¿¡Bajo que cargos!?

- Traición, Asesinato y Posesión de documentos robados de la secretaría de estado Imperial

- ¡Están locos!

- ¡SILENCIO EXTRANJERO! -dijo el comandante de la tropa al atizarle con un fuete en la nuca- podemos hacer esto muy doloroso para ti si así lo deseas... ahora vendrás con nosotros

- Siempre me ha encantado la hospitalidad rusa -ironizó en su propio idioma impecablemente-

- ¡CALLA Y EN MARCHA!... ¡a Ulan Bator!... y de allí regresaremos a casa para colgarte... veremos si eres tan hombre cuando tengas una soga en tu cuello

Mongolia, un estado títere de la Rusia zarista... tierra de jinetes que en algún tiempo lejano tuvieron al mundo besando el suelo que pisaban sus botas y que ahora, gracias a sus rencillas internas, se encontraba a merced de la voluntad de un hombre sentado en un cómodo trono en el lejano San Petersburgo a pesar de formar parte del imperio Chino... en verdad que la influencia de los rusos en aquel país era fuerte, en parte gracias a su poderío militar... sin embargo también él tenía sus recursos y no dudaría en usarlos para recuperar su preciada libertad.

El día llegó para ellos a las puertas de la ciudad... era más propio referirse a ella como un campamento hecho de adobe... ninguno de sus habitantes permanecía demasiado tiempo en el lugar, lo que le daba un toque de pueblo fantasma, tal cual los que antes viese en el desierto en América. El policía que les recibió en los cuarteles no hizo sino limitarse a gruñir e indicar en la dirección donde se encontraban los calabozos. Una vez que le juzgaron seguro en el sótano del recinto la escolta del extranjero se dirigió a descansar... lás últimas palabras que este alcanzó a oír hacían referencia a que partirían al alba del día siguiente, luego de haber descansado las cabalgaduras para la dura jornada que tal viaje les impondría

- Entonces... ya nos veremos las caras algún día... malditos... -se dijo antes de disponerse a comer un potaje de aspecto poco saludable que le lanzaron por una rendija en la puerta de su celda-

El resto del día le resultó igualmente monótono... aprovechó entonces de dormir para recuperar las fuerzas perdidas la noche anterior; mismas que, de acuerdo a sus planes, requeriría durante la noche siguiente... gracias al calor imperante todo ello no redundó en un sueño reparador para él; sin embargo ese estado de adormilamiento le ayudó a traer a la memoria algunos recuerdos que lentamente comenzaban a empolvarse en lo profundo de su memoria... personas para él muy queridas, a las que durante los últimos años le había sido vedado visitar, primero por sus líos con la ley y luego a causa de su actual trabajo... El simple recuerdo de su temprana juventud y de su ilusa actitud frente a su propia existencia hizo que a su rostro acudiera una fresca sonrisa, más propia de un hombre libre que de un prisionero...

... Empero, él siempre había sido un hombre libre... y lo continuaría siendo hasta que decidiese cambiar de vida... cambio que no tardaría en llegar a golpear su puerta

... Desde algún tiempo atrás su corazón le decía que era hora de dejar de vagar, y ya no podía seguir huyendo de sí mismo... quisiera aceptarlo o no, se sentía solo... durante toda su vida su simple existencia se reducía a sobrevivir un día más, pero ahora... ahora todo era diferente... su errar por toda la tierra había traído consigo aquello que solo se aprende viviendo: experiencia... ahora sabía en verdad que el pan tiene otro sabor cuando es ganado gracias al trabajo... sabía que la tierra no le daba su fuerza a todo aquel que hundiese sus manos en ella... aprendió cosas que jamás soñó siquiera llegar a saber... se conoció a si mismo y midió su propia fortaleza en más de una ocasión... averiguó que tan lejos podía llegar en el afán de cumplir con un deber impuesto... y conoció el rostro de la muerte al verla directamente a los ojos sin permitir que ella le abrazase.

- Me pregunto si aún me recuerdan -se dijo- ... aunque es muy posible que ni siquiera hayan sobrevivido todos...

El tiempo pasa volando cuando la mente no tiene de que ocuparse sino de sí misma; la noche llegó cambiando el calor sofocante del día por un frío que calaba los huesos... perfecto para él; ningún caballo ruso estaría acostumbrado a ello. El frío del desierto era muy distinto al de la tundra siberiana; él lo sabía muy bien, ya que había tenido la oportunidad de conocer aquellos ambientes de cerca.... examinó entonces las paredes y el techo de la celda

- Bien -dijo-... es hora de volver a lo mío... sólo un idiota deja a un prisionero en un cuartel en vez de una prisión... aunque considerando la arquitectura del lugar quizás carezcan de ella

Sorpresa para el destacamento ruso... una explosión resonó por todo el cuartel a la vez que dejó una gruesa nube de arena alrededor de la base de una de las murallas del calabozo... hora de poner pies en polvorosa

- ¡Maldición!... afortunadamente no tienen muy buena puntería -se dijo mientras que esquivaba los proyectiles al dirigirse a toda velocidad en un frenético zigzag hacia la puerta-... deben estar ebrios por el vodka...

Al llegar a destino los cuerpos de dos guardias cayeron al suelo antes de que la puerta volase hecha astillas... le bastó otro respetable puntapié para que el portón se saliera desde sus bisagras...

Alertados por semejante alarde de fuerza la persecución no tardó en comenzar: la tropa de Dragones Imperiales a la cabeza de un pequeño destacamento de jinetes tártaros se proponía regresar a custodia al prisionero... aunque, en palabras del comandante de la tropa, hubieran preferido que se resistiese para poder matarlo y ahorrarse el trabajo de llevarle de vuelta con ellos, tal era su costumbre...

Mientras que la tropa comenzaba a diseminarse por las calles, en un pequeño callejón, dos de los jinetes conversaban acerca de la huída del extranjero

- Dime ¿lo revisaste bien al apresarlo?

- No hagas preguntas estúpidas; lo hice tal como lo hacemos siempre... pero dudo que el capitán vaya a creerme dadas las circunstancias

- Date por satifecho con que no te arranque las orejas... permitiste que entrara con un cartucho de explosivos... pusiste en ridículo al capitán, y eso no te lo perdonará tan fácil

- ¡Basta de charla!, ¡tenemos que encontrarlo!

Durante algunas horas más la persecusión se repitió por todas y cada una de las callejuelas del lugar, sin embargo el extranjero parecía estar dotado de algún tipo de habilidad especial para desaparecer en medio del frío de la noche... aunque nunca repararon en aquel anciano Mujik de lento andar y tez algo pálida con el que se encontraron varias veces en medio de la noche... ellos buscaban a un fornido Tuareg a quien apenas habían visto el rostro y nada iba a impedirles su recaptura...

- Idiotas

El anciano transpuso el portón de una residencia que bien podía catalogarse de lujosa, dadas las circunstancias... Una casona de un piso relativamente amplia hecha de ladrillo y madera rodeada de un muy bien cuidado jardín en el que, para sorpresa del visitante, incluso habían algunas flores y un pequeño estanque de agua... la puerta interior se abrió para recibirle aún antes de llamar

- Espero que su viaje no haya sido demasiado trabajoso -dijo un empleado al tiempo que tomaba la pesada capa de piel, el gorro, barba y peluca del extraño-... el señor embajador le espera junto con un invitado, haga el favor de seguirme si es tan amable

Al entrar en la estancia dos figuras se encontraban tras un enorme escritorio esperando al parecer ansiosas su llegada.... en lugar de las acostumbradas frases protocolares el saludo que el embajador le profesó le resultó algo tranquilizador

- No se preocupe, está usted en territorio japonés... desde hace tres días esta residencia es la embajada oficial de Japón en el protectorado de Mongolia

- Por fin una buena noticia.

- Oh!, perdón -dijo el embajador- permítame presentarle al agregado militar de la zona

El mencionado personaje no dejaba de observar al recién llegado... al parecer le resultaba toda una sopresa de que el correo de aquel mensaje fuera quien tenía enfrente... y más sorpresivo le resultaron los corteses modales que guardó al saludarle... él le había conocido cuando no era sino un burdo vividor... y ahora tenía ante sí a todo un funcionario de gobierno... al tenderle la mano para saludarle el recién llegado fué quien habló primero

- Ya nos conocemos, señor embajador... todo un honor volver a verle, y más en tan afortunadas circunstancias, Uramura-san

La repuesta de Uramura resultó por demás escueta

- Créame que el honor y la sorpresa son míos, Sagara-san