Disclaimer: Los personajes pertenecen a Rumiko Takahashi. La historia es mía.


Summary: Él le arrebato todo en la vida; su casa, su trabajo, su familia...su sangre. Y siempre seguiría haciéndolo, porque sin importar cuantos kilómetros recorriera escapando ni cuanto se escondiera, siempre la encontraría.


Aviso: Este fic participa en el "Reto de Halloween 2015" del foro de InuYasha: "Hazme El Amor".

Esta historia esta situada en un AU.


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La psiquiatra me miraba fijamente mientras le hablaba de mi vida cotidiana. No sabia si realmente me escuchaba, pero sus manos movían perezosamente el bolígrafo con el cual tomaba notas… algún día me gustaría leer lo que escribía, tal vez ponía "loca que necesita terapia de electroshock".

Una leve risa se me escapo y sus oscuros ojos se volvieron más penetrantes.

— ¿De que se ríe, señorita Higurashi? —La risa murió instantáneamente al escuchar mi apellido siendo pronunciado por su duro tono de voz. — ¿Le pareció divertido ver como un hombre peleaba con su pareja?

Negué con la cabeza, mientras me centraba en el ensayado discurso que había preparado para esta sesión, y me daba cuenta que estaba por la parte donde hablaba sobre el suceso de ayer. Porque si, todo lo que le contaba era parte de un himno mental que repetía en mi cabeza desde que ponía un pie en el consultorio.

Ella bajo la mirada a su cuaderno y yo me tome la libertad de mirar su despacho. El piso era de madera oscura y las paredes de un gris plomo. Estantes llenos de libros viejos llenaban una de ellas; la contraria tenía diversos diplomas de universidades nacionales y extranjeras; y la que estaba detrás de ella, frente a mí, tenía un enorme ventanal que me permitía ver como se avecinaba una tormenta.

El sonido de un teléfono sonando rompió el silencio que se había instalado. Ella salió de detrás del macizo escritorio y cerro la puerta al irse, luego de disculparse.

Escuchando el tic tac del reloj, espere acostada en el mullido diván color marrón. Cuando la aguja dio diez vueltas completas, me levante y camine hacia sus diplomas.

El más grande ocupaba el centro y rezaba:

Kikyo Takahashi

Psiquiatra recibida con honores en la Universidad Nacional de Japón.

Sonreí mientras me imaginaba en un futuro cercano caminando hacia un escenario y recibiendo mi titulo en Arquitectura. Ojala fuera con honores, pero con tener aquel papel que me acreditaba como apta para crear aquellas casas que imaginaba, ya estaba feliz.

—Señorita Higurashi, —Me gire sobresaltada. Las puertas de aquí eran tan silenciosas como su dueña. —debemos terminar por hoy. La espero el viernes de la semana que viene, y por favor sea puntual.

—Si… lamento haber llegado tarde hoy, no volverá a ocurrir. —Diez minutos tarde había llegado, ¡solo diez minutos! ¿Es que acaso no conocía la tolerancia?

Sin responderme me acompaño a la salida y prácticamente me cerro la puerta en la cara.

Respirando hondo y recordándome que debía venir debido a que era obligatorio si quería seguir trabajando como recepcionista en la empresa de construcciones Taisho Co., me di la vuelta y camine hacia donde estaba la parada más cercana del autobús que me dejaba en mi casa.

Mientras esperaba el vehículo, no pude evitar maldecir a mi jefe y su política de "buena salud mental, es un buen desempeño". Ya lo quería ver a él con lo enojón que era, sentándose una hora a la semana y soportando a una mujer que deja en vergüenza a un iceberg.

Los faros del micro llamaron mi atención y me apresure a hacerle señas para que se detuviera. Mientras subía un hombre llego corriendo y entro detrás de mí con la respiración agitada.

Pague el pasaje y me senté cerca de la puerta trasera, del lado de la ventanilla.

—Lo siento, se me debió caer el dinero…

Lleve mi mirada a adelante y observe como el hombre corredor se ponía más rojo de lo que estaba y se preparaba para bajarse.

Suspire mientras me decía que no era mí deber, y que apenas me alcanzaba a mí el dinero para cubrir las necesidades básicas.

Nos acercamos a la próxima parada, y decidí levantarme.

—Tome, señor. —Dije extendiéndole monedas suficientes.

—No, esta bien, volveré a donde me subí y buscare donde cayo mi dinero.

No insistas, Kagome, recuerda que tu nevera esta vacía.

—Acepte, por favor.

El chofer se detuvo, viéndonos con cansancio.

— ¿Va a pagar o no?

El hombre tomo con vergüenza las monedas y pago su pasaje. Me dio el vuelto y lo guarde en el bolsillo trasero de los vaqueros.

Volví a mi asiento y él me siguió, acomodándose al lado mío. Realmente no había necesidad de que se sentara a mi lado, nadie más estaba en el autobús.

—Gracias.

Su voz era agitada, como si aun no se hubiese dado cuenta que no estaba corriendo.

—De nada.

No quería hablar con el sujeto. Era un desconocido y además estaba lo suficientemente cansada como para ser amable. Tener que recibir los llamados de toda esa gente impaciente que querían hablar a como de lugar con Inuyasha Taisho, mi jefe, le quitaba la alegría a cualquiera; "si le digo que esta ocupado, es para ahora y dentro de cinco minutos, ¡deje de llamar!" muchas veces soñé gritándoles eso a los preciosos clientes.

—Bueno… mi nombre es Koga Miyake.

Me agarre la cabeza internamente con frustración, mientras me giraba hacia mi insistente compañero que parecía querer hablar.

—Me llamo Kagome. —Respondí sin dar el apellido. Si el iba por la vida diciéndole a cualquiera su nombre completo, era su historia. Yo no le diría "Me llamo Kagome Higurashi y vivo en la calle Setayaga, ¿quieres que te dibuje un mapa?".

Soltó un suspiro.

—Creo que no quieres hablar, lamento molestarte.

La desilusión en su voz, me hizo mirarlo realmente por primera vez, dándome cuenta de cómo era. Tenía la piel un poco morena y ojos azules contrastantes, debajo del traje negro que usaba podía adivinar perfectamente los músculos que escondía. No era de las personas que se guiaban por la apariencia, pero debía admitir que era lindo.

La amabilidad ante todo, Kagome. Además, Sango te arrancara las uñas si se entera que trataste mal a un bonito chico.

—Perdón por hablarte mal, pero no estoy muy segura de que sea seguro hablar con un desconocido que apareció corriendo en un micro vacio. —Forcé una sonrisa mientras hablaba.

El se rio y asintió, como recién comprendiendo mi recelo.

—Entiendo, si quieres te puedo dar mi numero de documento, así podrías hablar conmigo sin miedo.

Si me matas, saber tu número de documento no me servirá de nada…

—Esta bien, no es necesario.

— ¿Eres de Tokio?

—No, ¿tú?

—Yo tampoco, vengo de Osaka, me mude para trabajar aquí.

Me tense al oír de esa ciudad y asentí sin decir nada. No sabía que responderle.

—Ya me tengo que ir. —Dije después de unos minutos en silencio.

—Claro, gracias por ayudarme.

Le dedique una sonrisa cansada y me levante, apresurándome a bajar.

Mis zapatos hacían ruido mientras caminaba hasta la puerta del viejo edificio donde vivía. Cuando llegue, me detuve un momento para levantar la cabeza y tratar de ver si la luz estaba encendida en mi departamento. Nada, todo estaba oscuro tanto en mi departamento como en los otros; no me sorprendía teniendo en cuenta que ya eran las diez de la noche y aquí todos se acostaban temprano.

Entre al hall y me encamine a las escaleras. Antes de ponerme a subir los diez pisos que me separaban de la cama que necesitaba con urgencia, me quite los tacones. Prefería ensuciarme las medias a tener nuevamente ampollas en los pies.

Cuando por fin llegue, abrí la puerta sin prisa, tome aire y prendí la luz. El maullido perezoso de Buyo me recibió, y yo solté el aire contenido.

Cerré con llave y traba, y deje los zapatos junto al maletín lleno de trabajo tanto de la Universidad como de Taisho Co.

—Buenas noches, Buyo, ¿me has extrañado? —El felino se me refregó en las piernas mientras me seguía a la cocina, sabiendo que allí estaba su comida. —Yo también te he extrañado, minino. —Murmure mientras le servía un poco de alimento balanceado en su tazón y le cambiaba el agua.

Al guardar la bolsa de comida para gatos, abrí la nevera. La encontré como sabía que estaría, vacía.

— ¿Qué vamos a hacer, Buyo? —Esta vez no me respondió, nunca respondía cuando tragaba. Porque si, el no masticaba, solo tragaba. —Necesito seguir trabajando en Taisho para tener una buena oportunidad de ser tomada como arquitecta allí cuando me reciba, pero el salario no me alcanza.

Saturada de problemas, prepare un té caliente y me encamine a la sala de estar. Necesitaba ver un poco de televisión y luego dormiría hasta las seis de la mañana, hora en que tendría que levantarme para ir a estudiar.

—Mujer…

Se me escapo un grito y deje caer la taza que llevaba en la mano. Esta se rompió en pedazos al chocar contra el suelo de madera, pero no me importo.

Gire la cabeza hacia todos lados y me pegue a la pared. Mi corazón latía desbocado y parecía que se me iba a escapar del pecho, no lo culpaba, yo también quería huir.

— ¿Sesshomaru? —Tartamudee al pronunciar su nombre.

Me deje caer al suelo cuando aquel ser que me había atormentado durante cuatro años no salto sobre mi cuello, listo para cumplir su última amenaza.

Las lágrimas comenzaron a brotar mientras recogía los fragmentos de porcelana del vaso.

Al terminar de levantar todo, me fui a mi cuarto y permití que Buyo entrara antes de cerrar.

No me saque la ropa de trabajo y tampoco el maquillaje, mañana parecería un mapache pero no importaba.

—Él no esta aquí, no esta…

Buyo se acurruco a mi lado, sobre las sábanas, como un protector. Sonreí tristemente. El gato no podría hacer nada frente a lo que tanto miedo le tenía.

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Palabras usadas:

Té caliente.

Tormenta.


Bueno, este sera mi intento de historia de terror. Tendra tres o cuatro capítulos como mucho y tratare de no tardar en subirlos.

Si encuentran errores no duden en decirlo, se me suelen escapar tildes y palabras mal escritas.

Goodbye.