"Magic Knight Rayearth y todos sus personajes en estos capitulos no me pertenecen a mi, si no a las CLAMP. Yo solo escribo por pura diversión"
1. Mi nueva y perfecta verdad
Una década en Cefiro. Absolutamente era un considerable y prolongado tiempo, desde que aquella joven pelirroja había aprendido a volver allí, sin la invocación de nadie, sin la magia de por medio, solo con la fuerza de su corazón. Habían sido definitivamente, y eran , los mejores años de su vida, en los cuales había vivido y disfrutado situaciones y personas asombrosas y extraordinarias, que en su mundo jamás hubiese tenido la oportunidad de conocer siquiera algo en lo más mínimo parecido. Sin embargo, se dio cuenta que absolutamente nada de todo aquello superaría la noticia de la cual se había enterado hacía unos minutos. Su espíritu desbordaba de alegría y podía sentir que sus salvajes y acelerados latidos, palpitaban a mil por minuto, demostrando una gran emoción por la primicia. Definitivamente, esto era mágico. No, era mucho mejor que la magia. Era un sentimiento nuevo el que estaba recorriendo su alma, y era una nueva vida la que estaba creciendo dentro de su cuerpo.
Se miró en el ovalado espejo del baño que estaba dentro de su habitación , con la prueba que le había confirmado sus sospechas en la mano derecha . Se acarició el vientre dulcemente con la otra, mientras una radiante y gran sonrisa se dibujaba en su rostro. No caía en su asombro. Ya no serían ellos dos, tendrían una familia, alguien más a quien cuidar, a quien amar y proteger. La sensación de saber que tenía una vida adentro suyo, la llenó de satisfacción y se estremeció al atreverse a pensar enternecidamente si sería una niña o un niño; pero eso no importaba, sería perfecto de todas formas. Volvió a mirar su rostro reflejado en aquel cristal, y no se conformó con la idea de seguir encerrada en su cuarto aguardando para que el tiempo pasara. Era muy temprano, recién amanecía pero ya no había podido conciliar el sueño. Solo quería compartir su felicidad con su pareja. Aunque lamentablemente, cayó en la cuenta que debería esperar por él hasta un poco más del atardecer, puesto que su amado estaba cumpliendo su deber real en las afueras de su tierra desde hacia varios días. Suspiró de una manera intensa, como si hubiese intentado librarse del fastidio de que provocaba su ansiosa impaciencia.
Se dirigió a su enorme mueble tallado, hecho de roble oscuro, abrió las puertas y mirando por unos segundos hacia adentro, eligió la ropa que vestiría. Era una cómoda elección, aquel pantalón negro tres cuartos pegados a sus piernas, esa blusa kimono quipao de color rojo borgoña, con cuello Mao y sin mangas, y unas delicadas y finas alpargatas para sus pies. Es que a pesar de las constantes insistencias de Caldina, la joven seguía adorando la ropa del mundo místico, de Tokio precisamente, y prefería mantenerse vestidas con ellas. La ilusionista había renegado mucho tiempo, intentado inculcar una ropa algo más coqueta, algo más provocativa, a la cual solo la llamaba femenina para convencerla de su uso. Sin embargo, ella continuaba apegada a ciertas cosas de su primer hogar, por la verdadera razón de por más de que no viviera en Cefiro, pasaba la mayor parte de su tiempo allí, y le seguía costando inmensamente el desapego con su familia, con su vida "normal". Algunas lágrimas amenazaron con asomarse, al pensar en ellos. Sin embargo, con bastante culpa, reconocía que más doloroso era estar lejos de él, del futuro padre de su hijo. Lo había comprobado los años durante los cuales había estudiado hasta terminar su carrera, pasando largos periodos fuera de Cefiro. No obstante más remordimiento sentía al ser consciente de que luego de recibirse, había sido su título como bióloga, lo que le había facilitado la mentira piadosa con respecto a sus reiterativas y prolongadas ausencias en su casa, ayudando muchísimo con el trabajo de inventar excusas para partir a su segundo hogar durante un mes, dos, o inclusive cuatro. Cualquier lugar, fuera Brasil, Canadá, Sudáfrica, o China, cuanto más lejos mejor, eran ideales para ir "a estudiar animales" en su hábitat: definitivamente el broche de oro para permanecer un excedido tiempo de viaje en aquel lugar mágico.
Terminó de ponerse su calzado y se armó rápidamente una trenza en su largo y sedoso cabello rojizo. Se puso de pie y comenzó a caminar hacia el comedor. Su apetito había amanecido junto con el sol, por lo que deseaba prepararse un desayuno suculento. Quizás una deliciosa y gran porción de pastel que Presea había horneado el día anterior, sería lo ideal. Aunque nadie podría haber competido con los deleitosos pasteles que Umi hacía años atrás. Recordó con gran dolor, que su hermosa amiga de cabellos celestes hubiera decidido permanecer en el mundo místico. Jamás había estado de acuerdo con su regreso pero comprendía el por qué de su decisión, por lo tanto nunca le hubiese discutido, nunca la hubiese presionado para hacer lo contrario a lo que sentía. Se consoló con la idea de poder visitarla más adelante: la seguía viendo pero eran cada vez más escasas las ocasiones, y más cortas de tiempo. Exhaló el aire de sus pulmones con un dejo de melancolía al recordarla.
Cruzando la puerta hacia el comedor, su panza dio un terrible rugido en forma de queja e instintivamente su mente fijó los ojos sobre el inmenso refrigerador, dejando de lado por unos momentos el recuerdo de su amiga. Abrió sus puertas, cortó un trozo de aquella deseada torta, y antes de cerrarla, sacó una bandeja repleta de unas dulces barritas de cereal cubiertas con chocolate que también estaba allí adentro y no había podido ignorar. Colocó su gran desayuno sobre la mesa junto con un vaso de jugo de un fruto propio de Cefiro, y se sentó mirando hacia la ventana, por la cual los suaves rayos del sol acariciaban su piel. Que hermoso espectáculo podía apreciar a través aquellos vidrios. Cefiro, definitivamente, era un paraíso; había tenido grandes sacrificios para llegar a florecer por si mismo, pero allí estaba en su mejor momento, sin que nadie amenazara con su tan anhelada paz.
-Esto esta delicioso- dijo en voz baja mientras degustaba el pequeño trozo que se había metido en su boca.
-¡Puu puu!¡Puu Puu!- una bola color rosa saltó arriba de la mesa, propiciándole un pequeño susto.
-¡Mokona! - trató de gritar sin voz, mientras golpeaba su pecho con su puño e intentaba tragar lo que comía sin atragantarse. Suspiró. - -Me has dado lindo susto Mokona- sonrió. Y estiró su mano hacia el animalito, la cual sujetaba un tenedor con un pedazo del pastel -¿Quieres un poco? Esta delicioso-
Aunque el animalito parecía más exaltado que de costumbre, se quedó paralizado sobre aquel mueble de cuatro patas, con su cuerpo apuntando hacia ella, mirándola fijamente a los ojos e ignorando el bocado que le estaba ofreciendo. Sin cavilar por mucho tiempo se acercó hasta el borde de la mesa, y saltó delicadamente sobre su regazo. Apoyó sus orejitas contra la panza de la joven y cerró sus diminutos ojos. La pelirroja se sorprendió de la percepción aguda de Mokona.
-¿Tal vez ella sepa que yo, yo…?- pensó
-Puuu, puuu,- decía mientras que movía sus pequeñas patitas sobre el vientre de la futura madre.
-Mokona- dijo con sus ojos cristalizados, al ver al animalito como si intentara cantar, como si quisiera arrullar a su hijo. Dulcemente apoyó su mano sobre su cabeza rosada, dándole unas suaves y dulces caricias.
-Buenos días Karu chan. Veo que has amanecido temprano- dijo Fuu de una manera animada y con una sonrisa en su rostro, al ingresar allí sin previo aviso. Pero, en pocos segundos, su atención fue captada por aquel animalito rosa. La curiosidad surgió en su mente, y su rostro no tardó en demostrarla. Abrió sus ojos de un forma algo desmedida
-¿Qué le sucede a Mokona? Definitivamente tú eres su preferida pero jamás la había visto así de cariñosa con nadie.- le decía mientras se acercaba hacia ellas para observarlas más de cerca, como si así pudiera comprender del todo aquella extraña situación.
Hikaru no había advertido a su amiga cuando había entrado al comedor. Una pelota de nervios mezclados con ansiedad y alegría, se atravesó en su garganta por la necesidad de compartir su preciada verdad con ella. Pero la incertidumbre la invadió por unos momentos. No estaba segura de hacerlo. La vida de Fuu, en sus últimos tiempos no había sido como ella hubiese querido exactamente. Luego de siete años de una seria, comprometida y amorosa relación con Ferio, el joven príncipe le había pedido la mano, bajo la promesa de amarla y cuidarla para siempre, y ella sin dudar aceptó felizmente aquella proposición. Pero como toda decisión bajo los impulsos del corazón, Fuu ignoró todas las consecuencias que ésta traía consigo misma. Y nunca hubiese creído que, después de tres años de desposarse con Ferio, convertirse en la reina de Céfiro era una tarea agotadora que no solo consistía en trabajar para el bienestar de aquel mundo, si no que además era una tarea llena de densos viajes hacia otros planetas para presenciar reuniones, ceremonias, casamientos, festividades, entre otras tantas cosas más, que eran por puro compromiso de mantener una buena imagen y relación para con los demás. Y tanto tiempo le consumía su nuevo cargo, tanta energía gastaba en él y mucho estrés le provocaba, que casi no podía visitar a su familia en el mundo místico, por falta de tiempo, y por falta de fuerza en su corazón. Sentía que era una muerta entre los vivos. Una vez cada siete meses; y si la suerte corría de su lado, quizás cada cinco o seis, lograba hacerse un tiempo y viajar a su añorado hogar por algunos días. Pero había algo más, un doloroso, y hasta podría decirse malvado, acontecimiento que había sucedido en su vida. Ferio amaba a Fuu con su loco corazón, y ella, a pesar de su desdicha inútilmente ocultada puesto que el joven se percataba de su tristeza, también estaba locamente enamorada del único príncipe en su vida. Por lo que nada impidió, que sus corazones desearan crecer y buscaran un pequeño heredero que los engrandeciera y enriqueciera con el amor más puro e inocente. Sin embargo, aquel sueño se hizo trizas, al darse cuenta con el paso de los meses, no importaba cómo o qué intentaran, no podían concebir su, ya ahora, utopía. Hikaru se dio cuenta, que quizás todavía no era momento de contarle a su amiga la verdad, quizás más adelante buscaría una forma más delicada para no correr el riesgo ahora de hacerla infeliz sin querer. Tal vez junto Umi, todo sería más fácil.
-Hikaru, llamando a Tierra- le recalcó la joven rubia mientras la observaba extrañada. -Hikaru ¿Estas bien?
- Fuu- reaccionó su amiga- No, no sucede nada- dijo movimiento sus manos en forma de negación y riendo nerviosamente- Es solo que no podía dormir y me levanté temprano.
-Y decidiste comer como para tres personas ¿Verdad?- le respondió la rubia arqueando una ceja al ver la cantidad de barritas y el gran tamaño de la porción de la torta sobre la mesa.
El esponjoso animalito, saltó rápidamente a los brazos de Fuu, rompiendo con el indagatorio curioso que tenía en su mente.
Hikaru rió levemente con una mano en la nuca, agradeciendo que Mokona ya se había bajado de su regazo. Mintió nuevamente, intentando cambiar el tema -Anoche no comí. Me distraje hablando con Lantis y luego me caí rendida en mi cama-
-OH ¿Y cuando regresará él? Debes estar muy ansiosa por su regreso.- dijo Fuu, olvidándose por completo de la "extraña y cariñosa" situación de hacía un instante, mientras se apoderaba de un vaso para servirse de aquel mismo jugo que Hikaru bebía.
- Pues la verdad es que cada vez que se va a ese tipo de campañas, lo extraño mucho-
-Te entiendo, me sucede lo mismo con Ferio cuando se va de viaje y no lo acompaño-le respondió la joven rubia- Él tambien debe extrañarte-
Fuu se sentó a su lado y partió un trozo de las barritas de cereal que estaban servidas en la mesa, llevándosela a su boca. Hikaru se tentó al ver lo sabrosas y crujientes que eran, e imitó a su amiga, comiendo una también. Mientras masticada aquella delicia, con una expresión algo pensativa, la miró a su amiga.
-Sabes, muy pronto quisiera ir a visitar a mis hermanos... -"lo que me esperará allí" pensó Hikaru al caer en la cuenta que tenía que contarles su, por ahora, hermoso secreto - Y a Umi por supuesto- Su rostro tomó una cierta expresión de picardía -Sé que tú estas muy ocupada y que pronto serán las festividades de Farhem pero podrías darte un respiro y venir conmigo al Mundo Místico-
Fuu, al escuchar aquellas palabras, no tragó su bocado de la mejor manera, raspándole levemente su garganta. Odiaba este tipo de pedidos por parte de Hikaru. Aquella pelirroja, sabía manipular perfectamente sus sentimientos. Estaba utilizando a Umi como carnada. Era obvio lo mucho que ella también extrañaba a la peliceleste y las ganas terribles de volver a verla. Pero sin que sus ojos demostraran sus verdaderas emociones de ese momento, le contestó.
-Hikaru, sabes que esto es importante para mantener las relaciones con Cefiro. Necesito tiempo para planificar todo, y más cuando este año, las festividades se realizaran aquí.
-Pero Fuu, hace mucho que no visitas nuestro mundo. Kuu cada vez que voy, me pregunta por ti. ¡Por favor! ¿Si?- la miró con sus dedos entrelazados en forma de suplica.
Y otra vez Hikaru le propiciaba aquella mirada que la manejaba a su antojo. Y más susceptible se volvió al recordar a Kuu. Cuanto extrañaba a su dulce hermana.
-Dejame ver que puedo hacer- le dijo Fuu, intentando excusarse - Pero no prometo nada Hikaru-
-¡Si!- dijo la joven pelirroja con una sonrisa en la cara- Sabía que luego de tantos meses, sin haber hecho ninguna visita, su querida amiga no terminaría resistiendo a sus pedidos.
Luego de una hora en la cual Hikaru no había dejado de picotear lo que había quedado de las barritas, charlaron tranquilamente mientras disfrutaban de la mañana sin interrupciones, salvo por las demandas de la pequeña bola rosa, que no paraba de moverse y de pedir caricias a ambas muchachas.
Se levantó de su silla - Karu chan, debo ir a buscar a Ferio. Hay tantas cosas por hacer - habló Fuu llevando el plato hacia el fregadero-
-Yo iré a recostarme un rato más- dijo Hikaru mientras bostezaba y sus ojos se humedecían por la fatiga repentina que la había atacado.
-¿A descansar? ¿Acaso no debes ir a las clases de defensa con Ráfaga por las mañanas?- la miró extrañada. Su amiga pelirroja, era de aquellas personas que jamás faltaban a sus lecciones de magia o de combate. En varias ocasiones, habían regañado a Hikaru por intentar asistirlas con algún tipo de gripe o resfrío. Y por estas razones, era una de las mejores alumnas en cualquier cosa que emprendiera.
-Estee , yoo, ehh… - Tartamudeó. No sabía que decir. Si quería esperar a contarle sobre su embarazo a Fuu hasta que estuvieran las tres juntas, junto con Umi, y no pretendía levantar sospechas, lo estaba logrando muy mal. -Es que hoy Rafaga estará ocupado con Caldina- fue lo primero que se le ocurrió.
-Ah- atinó la rubia algo incrédula pero se terminó de creer la excusa de Hikaru. Se acercó y le dio un abrazo a su amiga -Nos vemos luego Karu-
La joven pelirroja le correspondió su muestra de afecto, y apenas la vio atravesar la puerta, suspiró intensamente por lo poco cuidadosa que era con sus palabras, y por lo mala que era mintiendo.
