Tu amor es mi salvación

Summary: Harry Osborn está obsesionado con su venganza contra Spiderman, tanto que se deja arrastrar por la locura como su padre y acaba siendo el nuevo Duende Verde. Las circunstancias le hacen reencontrarse de nuevo con una antigua compañera de instituto de todos ellos, Liz Allen. La química surge entre ellos, pero Harry decide centrarse en su venganza y quitarle a Mary Jane a Peter, olvidándose de Liz. Liz, por su parte, también tiene un secreto…

Género: Romance / Acción / Aventura

Pairings: Harry Osborn / Liz Allen, Peter Parker / Mary Jane Watson, algo de Harry / Mary Jane

Warnings: Bastantes spoilers de Spiderman 3, y seguramente un final alterno.

Rating: PG (K)

Disclaimer: Spiderman y sus personajes pertenecen a sus creadores y productores Stan Lee, Steve Ditko, Marvel Comics y Sony Pictures. Este fic sólo tiene el propósito de entretener, no pretende fines de lucro ni hay violación intencionada del copyright.

Este disclaimer vale para todos los capítulos.

NA: Esta historia comienza a mediados de la película Spiderman 3, así que, vuelvo a avisar: hay bastantes spoilers de esta película. Es Harry-centered pero como es natural también habrá bastante presencia de Peter y Mary Jane y partes con POVs de todos los personajes principales. Para quienes no conozcan los cómics, Liz Allen no es un OC sino su esposa en los cómics, y este fic es una recreación de lo que habría pasado si ella hubiera participado en la película. Me he documentado sobre el personaje en la Web pero no he podido acceder a los cómics (salvo algunos de Spiderman loves Mary Jane, que he usado para crear la personalidad de Liz durante la época del instituto), así que espero que no me quede muy OoC. Si alguien quiere hacer alguna crítica constructiva le estaré muy agradecida.

Muchos diálogos están adaptados de la película con objeto de mayor fidelidad al canon.


Capítulo 1: El feliz amnésico.

A las 10:32 horas de la noche ingresaron al joven en el Hospital Bellevue. Tenía contusiones más o menos fuertes por todo el cuerpo, algunos cortes… pero lo más grave era la parada cardiorrespiratoria, además de una conmoción severa en la cabeza. Parecía que le hubieran atropellado con un vehículo especialmente grande, o que un grupo de matones le hubiera dado una paliza. Nada sorprendente: ambas cosas solían ocurrir a menudo en Nueva York.

Nada hacía sospechar que aquel joven moreno y atractivo, y que en esos momentos ponía su vida en manos de los médicos, era una de las nuevas amenazas a la ciudad… y que quien lo había dejado así era nada menos que el héroe favorito de ésta, Spiderman.

Los médicos se afanaban en reanimarlo aplicándole el desfibrilador. Afortunadamente, quien quiera que lo hubiera traído al hospital había tenido el buen juicio de practicarle la RCP (reanimación cardiopulmonar) mientras lo hacía y probablemente eso le había salvado. De no haberlo hecho, lo más seguro era que hubiera ingresado cadáver.

– ¡Doscientos! – Los médicos cargaban el aparato y lo aplicaban al pecho del joven.

– ¡Despejen…!

Una descarga. El cuerpo del muchacho se elevó durante un segundo, a causa del shock eléctrico, pero no se produjo ninguna reacción en su ritmo cardíaco. A intentarlo de nuevo.

– ¡Cárguenlo, enchúfenlo! – vociferaba el doctor, y gritó a los demás para que se apartaran. – ¡Despejen…!

Una nueva descarga, de nuevo inútil.

– ¡No responde!

El doctor no quería darse por vencido.

– Cárguenlo una vez más… ¡despejen!

– Inicien la desfibrilación… ¡ya!

En la sala de espera, el chico que había traído al joven malherido permanecía sentado con el rostro hundido entre sus manos, en un gesto de absoluto abatimiento. También era bien parecido, aunque de forma muy distinta: su cabello era castaño claro, con un flequillo rebelde que se empeñaba en caer por su frente; su rostro era redondeado y de expresión algo infantil; y tenía unos enormes y expresivos ojos azules que en ese momento miraban a su alrededor consternados, preguntándose si su amigo viviría o moriría.

Peter Parker suspiró por enésima vez en la noche y se revolvió incómodo en su asiento, incapaz de estarse quieto. La culpabilidad lo carcomía. Si la gente supiera… él era Spiderman, el héroe admirado por todos, pero eso no le servía para nada en ese momento. No le servía para proteger del sufrimiento a aquéllos a quienes amaba. No había podido salvar a tío Ben, y tampoco había podido evitar que su mejor amigo se volviera loco tras la muerte de su padre Norman Osborn. Harry había acabado sucediendo a su padre, no sólo al frente de OsCorp, sino también en el traje de Duende Verde; y, creyendo a Spiderman el asesino de su padre, había intentado matarle para vengarse. Y Peter, al defenderse, había estado a punto de matarle a él. Peter no era imbécil, no iba a dejarse matar, pero jamás en la vida habría querido hacer daño a quien había sido como un hermano para él.

En realidad, lo entendía muy bien. Cuando asesinaron a tío Ben, él mismo, que era tranquilo y pacífico, se había visto poseído por una rabia y ansia de venganza homicidas contra el hombre que lo mató, así que… ¿por qué iba a ser Harry distinto con la muerte de su padre? Varias veces Peter había tratado de explicarle lo que pasó, que Osborn había muerto por su propia mano al intentar matarle a él, pero Harry no había querido escucharle. Peter no lo culpaba por odiarle, pero tampoco podía permitir que amenazara a la ciudad como había hecho su padre.

Aunque en ese momento todo aquello no le importaba, ni tampoco recordaba que aquella noche había tomado la decisión de pedir en matrimonio a Mary Jane. Lo único en lo que podía pensar era que su amigo había estado a punto de morir a sus manos. Tras la pelea, cuando se dio cuenta de que el corazón de Harry había dejado de latir, su decisión y su valentía se convirtieron en terror. Ya no era el arrojado héroe Spiderman, ahora sólo era Peter Parker, un chaval aterrorizado por la posibilidad de volver a perder de nuevo a alguien a quien quería. Ojalá hubiera podido llevar las cosas de otra manera con Harry, ojalá hubiera podido hacerle entender… pero, tal vez ya era demasiado tarde para eso.

Ya no sabía cuánto tiempo llevaba allí, pero se levantó con un respingo en cuanto vio que el doctor que atendía a Harry caminaba hacia él.

– ¿Có… cómo está? – tartamudeó, con el corazón latiéndole a mil por hora. Si no conseguía salvarse, por Dios que…

– Afortunadamente, hemos conseguido estabilizarle. – Milagrosamente, el tesón del médico había obtenido su recompensa y el corazón de Harry Osborn había empezado a latir de nuevo. – Se recuperará.

Peter dejó escapar un nuevo y prolongado suspiro, esta vez de alivio.

– Está mucho mejor, ya lo hemos pasado a planta. ¿Quieres verle? Ahora mismo está despierto.

Peter titubeó. Sí tenía ganas de verle, pero, dado que Harry le seguía creyendo el asesino de su padre y además ahora por poco también el suyo propio, seguramente no fuera muy buena idea.

– Euh… yo… no quisiera molestar… A lo mejor es muy pronto, tal vez debería esperar…

– No te preocupes, hijo, seguramente le alegrará mucho verte. – afirmó al médico, mientras empujaba a Peter hacia la habitación, tomando erróneamente su resistencia por educación – Pero debo hacerte una advertencia. Ha sufrido una conmoción muy severa en una zona de su cerebro que ha afectado a su memoria reciente. No te sorprendas si no recuerda algunas cosas.

Peter se quedó atónito.

– ¿Cosas?... ¿Qué cosas?

– Cosas como todo lo que ha pasado últimamente; por ejemplo, no recuerda nada del accidente. Tal vez haya desaparecido de su memoria todo lo ocurrido durante los últimos meses, es difícil concretar el alcance de la lesión.

– ¿En serio? – Peter abrió los ojos desmesuradamente. De ser verdad, aquello sería fantástico. Harry no recordaría haber sido el Duende Verde, no recordaría que él era Spiderman, y si tenía mucha suerte, no recordaría su obsesión sobre que Spiderman era el asesino de su padre. Pero no quiso hacerse ilusiones. – Y… ¿es permanente?... ¿Volverá a recordar alguna vez?

– Quién sabe, chico. Tal vez recuerde mañana mismo, o dentro de una semana, o un mes. O puede que nunca. Sólo el tiempo lo dirá.

Peter no supo qué decir. En el mejor de los casos, era una buena noticia, tal vez… tal vez podría empezar con Harry desde el principio, como cuando eran los mejores amigos. Pero también era una espada de Damocles que podía abatirse sobre él en cualquier momento. Él médico malinterpretó la expresión atribulada de sus ojos.

– No te preocupes. Seguramente entre tú y el resto de su familia y amigos podáis hacerle recordar.

– Ya… – No se atrevió, pero a Peter le habría gustado preguntarle al médico cómo podrían hacerle olvidar para siempre.

– Sólo sé breve… ¿de acuerdo? Tiene que descansar.

Al franquear la puerta de la habitación, Peter estaba nervioso e incluso algo asustado. No sabía qué se iba a encontrar allí. Tal vez el médico hubiera exagerado lo de la amnesia y Harry seguía recordando. Tal vez no había olvidado nada de lo esencial. Tal vez aún le odiaba.

Pero todas sus dudas se disiparon cuando entró en la habitación y vio que Harry le sonreía desde su cama. Hacía mucho que no veía aquella sonrisa tan franca y cariñosa, por lo menos no dirigida a él.

– Eh, tío… – le saludó Harry con voz somnolienta, producto del aturdimiento inducido por los sedantes. – Cómo va eso…

– ¿Cómo estás, Harry? – le preguntó él, con precaución.

– ¿Ves mi cabeza? – dijo señalándose a sí mismo, como si le hiciera mucha gracia el tremendo impacto que había recibido y tener que estar vendado como si fuera una momia.

– Eh… sí. – Peter no quería hablar más de lo necesario. Temía que cualquier cosa de más que dijese desencadenara una reacción violenta de su amigo. Pero éste estaba flotando en las nubes, en parte por las drogas, y en parte por su propio estado de ánimo.

– Los doctores dicen que me ha atropellado algo, pero yo no me acuerdo de nada. Pero mejor así.

– Desde luego… – asintió Peter.

– Tengo unas lagunas enormes de los últimos meses, casi de años… Oye Peter, mi padre… murió… ¿verdad? – preguntó, como si tuviera dudas e intentara que su amigo se lo confirmara.

La pregunta cogió a Peter por sorpresa.

– Eh… sí. – repitió, asintiendo con la cabeza.

– Oh… – Harry se entristeció, pero se esforzó por parecer animoso – No estaba seguro. Le quería mucho… ¿sabes?

Peter asintió de nuevo. Aquella conversación lo descorazonaba y le hacía sentirse aún más culpable.

– Sí. Lo sé.

– Esto es muy raro… – murmuró Harry.

Alguien llamó a la puerta de la habitación con ligeros golpecitos y la abrió. Era Mary Jane; Peter la había llamado un rato antes.

– ¡Hola! – saludó con esa dulce voz que Peter conocía y amaba tanto – Siento no haber llegado antes, vine en cuanto pude.

El rostro de Harry se iluminó por la alegría.

– ¡Eh! Yo conozco esa cara. – bromeó.

MJ se aproximó a ellos mientras los dos jóvenes la seguían con una mirada llena de admiración: era de ese tipo de chicas que iluminaban una habitación sólo con su presencia y su sonrisa. No era de extrañar que fuese una deslumbrante modelo, y que la hubiesen escogido para el papel protagonista de aquel musical de Broadway, pese a que su voz, aunque bonita, fuera sólo pasable.

– ¿Cómo estás? – le preguntó a Harry dulcemente, con cierta preocupación.

– Mucho mejor, gracias… – le respondió éste, sin dejar de contemplarla fascinado – No sé, lo último que recuerdo es como si estuviera cayendo en algún sitio… – murmuró muy serio como para sí mismo, ante la mirada de alarma de Peter, pero enseguida hizo una cómica mueca de despreocupación – Bah, qué más da.

Mary Jane soltó una risita cantarina, la misma que hacía derretirse a Peter.

– Afortunadamente estás bien. Nos has dado un susto… sabes que te queremos, Harry.

El joven sonrió, y asintió contento.

– Me siento… como si algo me hubiera estado persiguiendo, teniéndome alejado de vosotros durante mucho tiempo, pero ahora ya no está. He vuelto. Vuelvo a ser yo mismo.

– Y es bueno tenerte de vuelta, Harry… – repuso Peter, con sinceridad. Aunque lo disimulaba para no extrañar a su novia y a su amigo, se sentía exultante, pero no quería acabar de creérselo del todo. Aún le parecía demasiado bueno para ser verdad.

Alguien volvió a llamar a la puerta y una enfermera se asomó a la habitación.

– Lo siento, pero debo pedirles que acaben ya la visita. Debe descansar.

Peter y Mary Jane asintieron y se dispusieron a marcharse.

– Bueno, os veo mañana. – se despidió Harry.

– Sí, estupendo. – asintió Peter.

– Que descanses. – le deseó Mary Jane, antes de cerrar la puerta tras ellos.

La enfermera se quedó a solas con Harry.

– Vaya, tienes unos amigos muy simpáticos. – comentó.

Harry se estiró en la cama, con una sonrisa feliz y soñadora, casi bobalicona.

– Son mis mejores amigos… daría la vida por ellos. – respondió de corazón.

No sabía por qué, pero se sentía realmente contento, hacia todo y hacia todos. Tal vez era porque los médicos le habían dicho que había estado a punto de morir y ahora veía que la vida le concedía una segunda oportunidad. Ya no tenía a su padre, y eso le ponía triste; pero aún tenía a sus amigos. Y tampoco tenía sus recuerdos, pero quién necesitaba recuerdos del pasado cuando tenía ante sí un futuro. Se sentía como Rip Van Winkle, aquel tipo que se había quedado dormido durante veinte años y cuando despertó vio que todo era distinto a su alrededor. Era extraño no recordar las cosas… extraño y liberador. Era como si alguien hubiese cubierto con una manta oscura cosas terribles, cosas que hacían daño, y ahora ya no podía verlas. Y, por lo que a él respectaba, podían quedarse así para siempre. Ahora se sentía como si pudiese empezar de cero.

Mientras, Peter y Mary Jane recorrían el pasillo de la planta del Hospital para salir de allí, cruzándose con médicos, enfermeras y otros pacientes. Peter se sentía tan aliviado que no podía expresarlo con palabras. No sólo Harry había salido con el menor daño posible, sino que además había vuelto a ser el de antes, su mejor amigo, y además era feliz… ya no estaba atormentado por ninguno de aquellos terribles recuerdos sobre la muerte de su padre y su obsesión por vengarse de Spiderman.

– Creo que estará bien… – comentó.

– Sí, eso creo. – estuvo de acuerdo Mary Jane.

Al pasar al lado de una de las enfermeras, ésta se les quedó mirando extrañada, como si les reconociera. Era una chica aproximadamente de su edad, bastante bonita, con el cabello rubio sujeto en una coleta que le caía por la espalda y unos alegres ojos azules.

– ¿MJ?

Ésta, al oír su nombre, se detuvo y se giró.

– ¿Sí?

– ¿Eres MJ, Mary Jane Watson?

MJ observó un segundo el rostro de su interlocutora y su rostro se iluminó en una expresión de reconocimiento.

– ¡No puede ser!... ¡Dios mío, eres tú!

Ambas jóvenes se abrazaron alborozadas, dando rienda suelta a su alegría, mientras que Peter las miraba algo confuso (por sensible que fuera, nunca entendería esa efusividad femenina cuando se trataba de reencontrarse con una amiga). Después de un rato de reír y medio llorar, ambas se separaron.

– Han sido siglos sin saber de ti, Liz. ¡Qué casualidad que trabajes aquí!

La rubia asintió sonriente.

– Yo en cambio sí he sabido de ti. Te he visto en ese anuncio de perfume, ese póster grande de la 5ª Avenida; estás espectacular. Y una vez fui a "La importancia de llamarse Ernesto", esa obra donde actuabas hace unos meses. Me encantó.

– ¿Lo hiciste? – repuso Mary Jane, halagada y radiante. – ¿Por qué no me dijiste nada?

– Me daba algo de vergüenza… – confesó la muchacha – Ahora eres una estrella, y además, con lo que pasó…

Peter carraspeó para hacer notar que aún seguía allí. No quería interrumpir (no demasiado), pero conocía suficientemente la condición femenina para saber que cuando dos antiguas amigas se reencontraban podían ponerse a charlar y no parar jamás.

– ¡Vaya Pete, lo siento! – se disculpó Mary Jane, y se dirigió hacia la joven enfermera – ¿Te acuerdas de Peter Parker, Liz?

– Cómo no me voy a acordar… – sonrió ésta – Premio en Ciencias… ¿verdad?

Peter le devolvió la mirada, desconcertado, y asintió.

– ¡Oh Peter, eres tan despistado! – le reconvino cariñosamente Mary Jane – ¿No te acuerdas de Liz? Liz Allen, del Instituto Midtown. Fue mi mejor amiga hasta el último curso, cuando… – se detuvo, vacilante. De repente había recordado la causa por la que Liz y ella habían dejado de ser amigas y no le apetecía sacarla a colación de nuevo.

Pero Liz completó la frase de buen humor.

–… cuando tuvimos esa bronca por Flash.

Peter asintió; poco a poco iba recordando. Hasta el penúltimo curso, Mary Jane y Liz Allen habían sido casi como siamesas, siempre estaban juntas. Pero Flash Thompson, el quarterback estrella del equipo de football del Midtown High y novio de Liz, la abandonó porque se había enamorado de Mary Jane. Liz culpó a Mary Jane de su ruptura a pesar de que ésta no había hecho nada para provocarla, y cortó toda relación con ella. Y aunque Mary Jane al principio, por solidaridad, había rechazado todo lo que había podido al ex de su ex amiga, Flash era guapo, popular y muy insistente, por lo que había acabado aceptando ser su novia. De cualquier forma, sólo duraron unos meses juntos, y Mary Jane siempre había lamentado haber cambiado su amistad con Liz por una fugaz relación con Flash.

Mary Jane también recordaba toda la historia, porque de su alegría inicial su rostro cambió a una expresión triste y azorada, como si temiera que en cualquier momento Liz volviera a echarle en cara aquella ruptura.

Pero Liz, leyéndolo en sus ojos, se echó a reír y se apresuró a calmar a su amiga.

– Tranquila, todo eso ya es agua pasada.

– ¿Ya no estás enfadada conmigo?

– ¡Claro que no! Nunca debí haberte montado aquella bronca. Sé que tú no tuviste la culpa, Flash me plantó porque quiso. Fui una tonta, no debí haber dejado que un tío se interpusiera entre nosotras. ¿Me perdonas?

Mary Jane no respondió, sólo le echó los brazos al cuello a su antigua mejor amiga, ante la mirada satisfecha y complacida de Peter. Sin duda, debía ser un día especialmente afortunado, pensó. "Yo recupero a Harry y ella a Liz". Peter se sentía muy feliz por su novia.

– Bueno… ¿y qué hacéis vosotros aquí? – se interesó Liz – Espero que todo vaya bien.

– En realidad, estábamos visitando a Harry… ¿te acuerdas de Harry Osborn? – preguntó Peter.

Liz frunció el ceño de forma muy graciosa mientras se esforzaba por hacer memoria.

– Mmm… ese amigo tuyo, cuyo padre era empresario… ¿verdad? El que pasaba de todo.

– Acabas de describir a Harry en su época de instituto. – sonrió Peter de buen humor, mientras Mary Jane añadía:

– Pues está aquí. Hace unas horas le atropelló un coche… ¿o fue un camión? – preguntó a Peter. Éste, cogido por sorpresa, tuvo que improvisar rápidamente una respuesta, lo cual hizo torpemente porque mentir no le gustaba ni se le daba muy bien.

– Eh… un coche.

– ¡Dios mío! – se horrorizó Liz – Cuánto lo siento. ¿Cómo está?

– Ha pasado lo peor. Lo que pasa es que ha perdido buena parte de su memoria reciente, por un golpe en la cabeza.

– Vaya mala pata. Ya se sabe, los golpes en la cabeza son muy delicados… Bueno, no os preocupéis. Me imagino que ahora se estará descansando – dijo la joven enfermera, mirando su reloj –, y si pasa bien esta noche, no habrá problema. Mañana también tengo turno de día, iré a verle y me ocuparé de que esté bien atendido, o llamaros si hay alguna novedad… ¿vale?

Peter sonrió agradecido.

– Te lo agradecemos. Ahora será mejor que nos vayamos, ha sido una noche muy larga y yo por lo menos estoy muerto. – dijo con sinceridad. Por muy Spiderman que fuera, también tenía un límite en su resistencia física, y ya llegaba bastantes horas despierto y con una tensión mental agotadora. Se moría por llegar a su apartamento, por pequeño e incómodo que fuera, y tumbarse en su cama.

– De todas maneras, volveremos a la hora de la visita. – añadió Mary Jane.

– Bueno, yo no sé si podré estar a esa hora, ya no es mi turno; pero seguramente nos volveremos a ver.

Peter y Mary Jane empezaron a caminar hacia el ascensor.

– ¡No os preocupéis por vuestro amigo! – exclamó Liz a modo de despedida – Está en buenas manos.