Disclaimer: Saint Seiya The Lost Canvas y sus personajes son propiedad de Masami Kurumada y Shiori Teshirogi. Divertirme con sus creaciones mediante las propias es otra cuestión bien diferente. Todos los derechos reservados, bla bla bla…
He aquí! Yo de vuelta! Lo que creí como un mero one-shot, se ha convertido en una secuela. Y para gusto de todos (me incluyo), ahora serán tres capítulos (si es que no ocurre "algo más").
A todos aquellos que leyeron y exigieron la continuación de "Casuales encuentros", ¡GRACIAS! Tengo tantos nombres qué mencionar pero sé que ustedes se sentirán aludidas, chicas. Cada una sabe que este fic está dedicado a ustedes.
Para quien no leyó ese one-shot, sin duda alguna tengo que recomendar que vayan a hacerlo. De lo contrario no podrán entender las cosas narradas a continuación. (Está cortito y sé que les gustará).
Las aclaraciones previas son las mismas:
-La línea argumentativa es la misma de "Casuales Encuentros" y "Por unos tragos".
-La guerra santa culminó, espectros y caballeros han sido revividos tras un pacto entre Alone (el nuevo señor hades) y Athena.
-Y por supuesto que Agasha no tiene 10 años, sino 16.
Ahora sí, COMENZAMOS!
"Cuentas qué saldar"
"El amor es como el vino, y como el vino también, a unos reconforta y a otros destroza".
Stefan Zweig (1881-1942) Escritor austriaco.
-Capítulo 1: Por beber y descuidar tu boca-
Su trayecto se modificó en cuanto puso un pie fuera del Inframundo.
Las solanas cumbres y la oscuridad se transformaron en el soleado paisaje de las regiones griegas. Acostumbrado ya a no desdeñar como antes el calor insoportable, avanzó por el camino empedrado, en dirección contraria al santuario ateniense.
Sus pies se detuvieron a los pocos minutos. Giró el rostro con lentitud, escuchando con atención, escudriñando los alrededores...
Continuó la marcha.
Después de un largo recorrido, vislumbró la conocidísima taberna a un costado del camino. Pero frenó de nuevo, devolviendo la misma atención de antes. Soltó un resoplido antes de desviarse del trayecto, rumbo a los arbustos a la izquierda.
Agasha tuvo que asomar la cabeza al verlo desaparecer. Cuando estirar el cuello fue insuficiente, sacó el cuerpo entero del último tronco en donde se había metido. Avanzó sigilosamente hacia la misma dirección, traspasando la barrera de enredaderas ascendentes para adentrarse en el mismo paramo verde.
El silencio y la humedad fue lo único que recibió. Luego de una búsqueda exhaustiva que sólo la dejó sin rastros de ese sujeto, chistó y dio media vuelta para regresar al bosque de donde había venido. Una pared oscura la detuvo en seco.
—Miren nada más a quién tenemos aquí… —la ceja blanca se subió con arrogancia—. ¿Acaso se te perdió algo, pequeña flor? O… quizá estabas siguiéndome —rio—. Vaya, me siento acosado.
—¡No estaba siguiéndote! —se apresuró a declarar—. ¡¿Por qué querría seguirte además?!
Cruzó los brazos con el mentón alzado, dio media vuelta para dejar el asunto saldado. Una mano apareció por detrás, acariciando su mejilla a la par del susurro en su oreja.
—No lo sé… dímelo tú —escuchó la voz profunda—. Porque ambos sabemos que no es la primera vez.
Otro brazo le encerró la cintura. Agasha sintió el calor de ese otro cuerpo tras su espalda. El aliento sobre su cuello la dejó sin habla, temblando con pudor por el golpeteo suave de cada palabra contra su piel.
—Confiesa, pequeña acosadora… —aquella boca le acarició vehemente—. Si lo haces, seré bueno con tu castigo.
Un estremecimiento más agudo le acertó, de pronto, se descubrió alzando el cuello a favor de ese sujeto.
Y eso fue suficiente para hacerla reaccionar.
—¡Mi canasta! —lo empujó, girando deprisa para verlo—. Perdí mi canasta la última vez que me topé contigo, y fue por tu culpa. ¡Era mi mejor canasta y quiero que me la pagues!
El gesto desconcertado no se contuvo en el rostro contrario. Minos enarcó las cejas nuevamente, con un poco de pugna en su sonrisa. Esa excusa era tan estúpida como increíble. Pero las mejillas turbias frente él eran una buena excusa para continuar la absurda charla.
—¿Y esa es tu razón para acosarme estas última semanas, sonrojada florecilla?
Agasha desvió esa mano atrevida con un golpe: —¡No estoy sonrojada! Y no te estoy acosando tampoco… —usó las sombras de un árbol para ocultarse—. Pero no pienso dejarte en paz hasta que me devuelvas o pagues lo que me hiciste perder.
Esta vez la carcajada no pudo contenerse. Agasha lo miró furiosa.
—¡Estoy hablando en serio! —quiso golpearlo, la palma levantada la detuvo.
—Te pagaré lo que quieras, niña. Pero será hasta después de que me haya divertido… —su pulgar apuntó hacia atrás.
—Pues no me iré hasta que lo hagas.
La amenaza sólo aumentó el interés del juez. Sus ansias de probar las mordaces palabras se encendieron más.
—Haz lo que quieras…
Dio media vuelta, en pos de la taberna a la que ansiaba llegar de una buena vez. Usó toda su voluntad para ocultar la ancha sonrisa que quiso formarse tras escuchar los quedos pasos, detrás, siguiéndole de cerca.
. . .
Sonó otra estridente risa, no más alta que las muchas otras que ya resoban en todo el lugar.
Con otro sonoro beso, Minos despidió a su última compañía, apretándola por última vez entre sus piernas para dejarla ir hacia otro cliente. Miró las juguetonas caderas alejarse y dio vuelta en su silla, con la sonrisa bien marcada en el rostro cuando pidió otro trago.
Bebió efusivamente. Su reflejo le sonrió en el cristal del vaso, aumentando su ánimo. Con diversión, retiró el labial embarrado alrededor de sus labios.
—Eres un descarado… —espetaron a su lado.
Otorgó un perfil socarrón a la mirada verde—: ¿Aún sigues aquí? —casi se olvidaba de ella.
La muchacha entornó los ojos, lo miró beber en silencio. Luego echó una ojeada rápida a la estancia; el tumulto de hombretones ebrios, revueltos con los aromas del licor y otras sustancias desconocidas, provocaron la misma reacción que al entrar: Apretó el cuerpo a la barra, plisándose la falda entre las piernas.
—No entiendo cómo puede gustarte estar aquí… —musitó bajo, atenta a su alrededor.
Minos apenas la había escuchado, entretenido en ojear también el lugar, sonriendo pérfido a las mujeres abanicándose en una esquina.
—¿Me estás escuchando? —la chica lo golpeó con el pie.
El juez rio. —Te escucho, deja de patear… —sorbió de su trago—. Supongo que una chiquilla como tú no entiende de estas cosas ni mis razones para venir aquí cada semana. No tendría caso explicártelo —miró de nuevo a sus coquetos objetivos.
La castaña suspiró, deteniéndose las mejillas en las manos recargadas sobre la mesa alta. Reconsideró nuevamente el irse de ahí, pese a que sabía que no tendría nada más interesante qué hacer. Divagó en sus últimas semanas, la única diversión que había tenido era la de seguir los pasos del muchacho pervertido que ahora yacía a su lado. Las horas cortando flores o ayudando en casa se habían vuelto monótonas en comparación de la intrigante tarea de perseguirlo.
¿Que ese tonto juez iba a "divertirse" a las tabernas cada semana?
¡Falso! Esa era la tercera vez que lo pillaba de cotillero mientras bebía. Pero era la primera en que lo tenía tan cerca. Y vaya qué era irritante… Agasha se sintió admirada de haber soportado toda la tarde ahí y temió que al ser descubierta también, su única tarea emocionante fuese a desaparecer.
Lo escuchó reír, mirándolo partir en seguida hacia esas mujeres de maquillaje excesivo y sonrisas estúpidas.
No quiso admitirlo pero, verlo alejarse le hizo sentir más sola que antes.
Se irguió en su banco. Tal vez ya era hora de marcharse.
—¿Le invito un trago, señorita? —alguien ocupó el lugar vacío.
Agasha trató de evadir la sonrisa medio atontada y las miradas libidinosas a su cuerpo.
—No gracias… —clavó los ojos en la mesa, dispuesta a no irse. ¡No parecería una cobarde!
—¿Cerveza, whisky, ron o… vino? —el otro insistió—. Oye Dio, sírvele a la dama una copa de vino.
—Gracias pero le dije que…
—Tranquila, cariño —el aliento alcoholizado se esparció en su rostro—. Yo invitaré todo lo que quieras.
—No se trata de eso, escúcheme, yo no…
Una copa llegó a sus manos. Agasha miró con duda y un repentino temor el contenido. El hombre a su lado chocó su tarro contra el delicado cristal. Hipeó una vez antes de decir:
—¡A tu favor, dulzura! —y se tragó de una vez su cerveza.
En cambio, la castaña continuó mirando el recipiente traslucido. Su acompañante descubrió el desconcierto.
—¿Qué ocurre? —gruñó—. ¡Tómatelo!
Agasha negó. Forcejeó cuando le arrebataron la copa y la aplastaron contra su boca. Empujó con fuerza para quitárselo de encima. Sus luchas se redujeron cuando jalaron de su larga coleta, levantándole el rostro inmediatamente. Entreabrió los ojos, adolorida, buscando. ¡El idiota de Minos había desaparecido! Echó un grito cuando el agarre en su cabello se volvió agresivo. Sus labios quedaron abiertos, dispuestos al vino.
En un instante, tanto el vidrio como la garra en su nuca desaparecieron.
Se sostuvo el pecho, apabullada, soportando el dolor en su cabeza y en su boca. Miró al frente, a la espalda amplia que se había interpuesto entre ella y su agresor.
—¿Vi-viene contigo? —el miedo del hombre era claro—. No lo sabía, yo… creía, que…
—Es evidente que no lo sabías —su voz sonaba queda pero tan llena de fuerza. Agasha sintió remontarse a aquella guerra—. Pero ahora lo sabes así que fuera de mi vista.
No pudo ver su rostro en toda la escueta conversación, pero intuyó la severidad de ese gesto como para dejar al otro temblando, marchándose sin rechistar.
La cabellera blanca se movió, otorgando un perfil serio. La típica sonrisa no tardó en aparecer.
—No puedo dejarte sola ni diez minutos porque alguien viene para abusar de ti… —se sentó en el mismo lugar. Agasha interceptó la copa ahora entre sus manos. El muchacho olisqueó el contenido—. Interesante…
El líquido borgoña se disolvió sobre el piso cuando lo arrojó sin demora. Dirigió su atención al cantinero.
—¡Eey, Dionisio! Sirve otra, ¿quieres? Y no te molestes en quitar las amapolas esta vez, de cualquier forma me daría cuenta…
Aunque su tono fue socarrón, el tabernero lució avergonzado, claramente advertido por la doble intención de la frase. Dejó el nuevo trago en lugar del anterior y se alejó de inmediato.
Minos desvió su atención a la delgadita figura que se escurrió lentamente en la silla. Sorprendió a la chica, posando el trago entre sus manos nuevamente. Ignoró el gesto desconfiado de su parte.
—Tienes suerte de ser una chica recelosa, de lo contrario hoy pasarías la noche con un desconocido —su sonrisa fue amarga, desvió la vista sin decir más.
Agasha se quedó tan quieta como él. Apretó los labios y los hombros, viendo el vino. Se odió por temblar de esa manera, pero más aún por hacerlo en ese preciso momento. Empujó la copa para ocultar las manos bajo la barra. El cabello ocultó sus ojos, agachándose nerviosa; su murmullo fue casi un secreto entre los dos.
—Gracias.
La burlesca exclamación que recibió a cambio la sacó de quicio. ¡Era obvio que decir eso sólo le causaría risa a ese sujeto! Contuvo sus ganas de golpearlo.
—No hay de qué, florecita… —ni siquiera la miró—. ¿Crees que quiero a tu caballero dorado rabiando tras de mí? Naah… lo que menos deseo es otra pelea con Piscis, acusándome por no haber cuidado como se debe a su preciada rosa.
Esta vez, la risa sorna salió del lado contrario. Minos la miró, consternado por la cruda mueca.
—Creo que el Señor Albafika sería el último en notar si algo me sucediera… —sostuvo el mentón, casi dándole la espalda.
Minos no pudo evitar su mirada absorta. Pero él no era consuelo de nadie, así que simplemente bebió de su cerveza, recreando su sonrisa.
—¿No vas a beber tu vino? —la chica negó en silencio. Pero él empujó la copa a sus manos otra vez, haciéndola replicar—. ¿A qué vienes a un bar si no vas a beber? —Agasha le frunció el ceño, él sonrió con audacia—. ¿O acaso quiere beberlo de mis labios, obstinada señorita…?
Agasha alejó su cara abochornada de la suya cuando se acercó. Controló la nueva oleada de inquietud y echó una mirada dudosa al vino otra vez. Derrotada, suspiró sin más y tragó hondo del cristal. El sabor dulce se convirtió en ardor inmediatamente. Medio ahogada, tosió, gruñendo ante la carcajada que sonó rápidamente.
—¡Cállate! —se limpió la boca—. ¡Cállate, cállate! ¡Deja de reírte!
Y pensar que era la primera vez que conseguía un sorbo de vino…
Sólo para terminar siendo la burla de ese tipo, como siempre. Su puño no se frenó esta vez y acertó rudamente contra el hombro a su lado.
Minos apenas pareció consciente del debilucho golpe. La miró de nuevo, contemplando sin pena la mueca retorcida por el asco y el amargor del vino. Soltó un largo suspiro cuando las risas terminaron con su aliento, recargando finalmente una mejilla en la mano. La observó con la risa aún grabada en los ojos.
—Eres una niña… —la expresión iba más llena de ternura que de burla. Pero Agasha no lo notó.
—¡No lo soy! —lo golpeó otra vez. Acabó el resto del licor para probárselo, obteniendo el mismo resultado.
Las risas resonaron de inmediato, intercalándose con los endebles puños que acertaban en su brazo.
—¿Qué no tienes nada mejor qué hacer, niña? —detuvo una de sus muñecas, riendo aún—. Dicen que las chicas buenas van a la cama temprano… Creo que ya es hora de que te vayas a casa y dejes a los adultos trabajar.
—Te dije que no me iría hasta que pagaras… —acusó.
No lo dejaría ir, no le permitiría que se deshiciera de ella tan fácilmente. Trabajaría por conseguir su cometido, más allá del simple pago de su canasta preferida. Aprovecharía la usencia de su padre en casa por motivos laborales, y lo conseguiría. El kyoto la escrutó también, la fuerza de esas esmeraldas no dejaban pie a la duda. Soltó el delgadito brazo.
—Haz lo que quieras… —repitió otra vez, carente de desinterés.
La intención de tomar el dinero en su bolsillo para ofertar por la dichosa canasta y dejar las cuentas claras, se esfumó ante la visión a corta distancia. Con un renovado entusiasmo, el noruego quedó prensado de la coqueta mirada que encontraron sus ojos a corta distancia.
Los vistazos pérfidos causaron enojo en la castaña. De pronto, chasqueó los dedos, riendo audaz.
—¡Ahora entiendo! —anunció alto para atraer su atención.
—¿Qué? —quiso distraerse otra vez, pero un manazo en la madera lo evitó.
—Porqué sólo te fijas en esa clase de mujeres…
La expresión elocuente no lo dejó irse más. Minos se giró a verla por completo. Enarcó las cejas.
—¿Ah, sí? ¿Y cuál es tu teoría, señorita sabelotodo?
Agasha sonrió perspicaz: —Que no eres capaz de mantener relaciones serias.
—¿Te incómoda mi falta de formalidad? —la miró de cerca, pero no la intimidó.
—Para nada, para nada —agitó la mano, negando—. A mí me da igual. Pero siento lástima por ti. Debe ser triste dormir sólo con mujeres cuyos nombres ni siquiera sabes.
La ironía le asombró, pero lejos de sentirse admirado por ese repentino cambio, Minos frunció el ceño, tratando de no perder su postura autosuficiente. Agasha se recargó en la barra, girando sin parar la copa entre los dedos. Su sonrisa de triunfo se deslizó ampliamente en sus labios. Algo le decía que no habría forma ya de que refutaran sus argumentos. La victoria le pertenecía.
Escuchó un manotazo, apenas alcanzó a ver las monedas que aparecieron porque su cuerpo abandonó el banco para ser reemplazado por un hombro de donde quedó ceñida.
—¡Dio, será la misma de siempre! —oyó al espectro, sujetándola con más ahínco.
El desconcierto se disipó cuando el enojo la embargó. Pataleando, exigió a ese tonto que la bajara de una condenada vez. Tan enfurecida estaba que no notó el cambio de escenario, dejando atrás la enorme estancia repleta de borrachos, para avanzar por un pasillo más solitario, escasamente frecuentado por repentinos pares de personas, todos yendo en pos de alguna de las puertas que flanqueaban el lugar.
Entonces, la luz de la razón comenzó a emerger. Demasiado tarde para ella.
Escuchó una puerta abrirse para ser tragada por la oscuridad. Su cuerpo cayó de pronto, sostenido por algo suave. Hizo un intenso esfuerzo por mirar a través de la penumbra, alzándose levemente con los codos. El crujido de la puerta cerrándose y el sonido de los pasos en su dirección, fueron suficiente para llenarla de miedo.
Se levantó deprisa, mandando todo al diablo. ¡Había sido suficiente de bromas!
Corrió pese a la oscuridad. Algo le aferró la cintura antes de llegar hacia donde intuía estaba la puerta. Gritó con fuerza; fue silenciada al instante. Entonces dejó de luchar, en cuanto reconoció el familiar roce que se volvió más profundo cuando lo aceptó. Se sostuvo de los hombros de aquella sombra que la apretó con fuerza. Accedió a la insistencia de los labios sobre los suyos, que se deslizaron frenéticos por su mejilla y mentón. Gimió sorprendida cuando se apoderaron de su cuello, sintiéndose más perdida que antes, y más libre también.
Esta vez, no resistió a la caída sobre aquella cama, ni se negó al cuerpo que se apretó contra el suyo.
Dedos gentiles se colaron entre los cabellos de su frente, retirándolos con cuidado.
—Dime tu nombre, pequeña flor… —el murmullo cosquilleó en su oído.
—Agasha… —respondió bajo, hiperventilando.
Un suspiro audible se mezcló con el temblor de su cuerpo al sentir esa mano hábil recorriendo su cintura.
La inundó un calor desconocido, forzándola a ceder más y más. El antiguó miedo pareció extinguirse al vislumbrar al fin la intensidad en aquella mirada amatista, controlando todas sus fuerzas.
—Agasha… —repitió Minos saboreando los castos labios con su lengua—. Ahora sé tu nombre —enarcó la ceja a su pudor—. Y aun así, juro que pagaré esa canasta de una forma que nunca olvidarás…
~O~
To be continued…
¡Sí! ¡Ódienme por dejarlos en este punto!
¿Querían tensión? ¡Pues Minos quiere lo mismo! Esto se pondrá mejor…
Una vez más, gracias a cada persona que estuvo insistiendo por la continuación. Ha sido divertido retomar esta loca historia, la verdad, también me he vuelto fan.
ACLARACIONES ~
*Yo no lo sabía pero, las amapolas, junto con otras plantas como la valeriana, pasiflora o el tilo, pueden crear una mezcla "poderosa" para adormecer. Solas, también es posible que ofrezcan un buen somnífero. Escuché que unos pocos pétalos pueden "noquear" a alguien. Según mi fuente (XD), la amapola es también la flor del dios Morfeo… (GRACIAS Kleine Marionette POR INFORMARME)
Ahora sí. Cómanse las uñas y díganme qué les pareció. En el próximo capítulo, un tozudo pez hará acto de aparición.
Hasta entonces! X3 (Vayan a mi perfil y 'clickien' mi DeviantArt para que vean el álbum que estoy haciendo de esta historia)
