Disclaimer: Ya sabrán todos que los personajes de CCS le pertenecen al grupo CLAMP y que yo solo soy una vaguita que busca divertirse un rato haciendo esto sin el más mínimo ánimo de lucro :)!

Summary: Fue en un parque, durante una fría tarde de San Valentín, que Shaoran Li y Sakura Kinomoto se acercaron por primera vez, aunque quizá no por las razones más convencionales. Y, después de ese encuentro, los dos tuvieron la certeza de algo: no querían volver a olvidarse de la existencia del otro.


Sucedió un San Valentín

-Kira Read-


Uno: Y todo comenzó con un corazón roto


-Shaoran-

Él lanzó un suspiro mientras miraba la pequeña cajita de chocolates entre sus manos.

No, mejor dicho, otra pequeña cajita de chocolates entre sus manos. Tenía una bolsa llena que llevaba cargando junto a su maletín en la mano izquierda. Además de varias tarjetitas y demás cursilerías.

Hizo un puchero mientras miraba con resentimiento todas las cosas que llevaba encima. Sí de él dependiera, ni siquiera se habría molestado en aceptarlas, pero Wei le había pedido que por favor fuera amable.

"–¡Pero yo no quiero esos chocolates, Wei! –había protestado con toda su energía.

Lo sé, joven amo. Sin embargo, esas señoritas ponen mucho esfuerzo y valor para acercarse a usted e intentar ofrecerle aquellos regalos. Me gustaría que los aceptara con cortesía, estoy seguro que la señora Li se sentiría muy orgullosa de saber que es usted un caballero –replicó con una sonrisa gentil el hombre.

El muchachito había torcido el gesto mientras fruncía el ceño a más no poder. Wei lo estaba manipulando con lo de su madre y sus palabras amables, lo sabía. Pero no podía evitar pensar que, de alguna manera, era cierto lo que decía.

De acueeeerdoo… –el hombre sonrió y él se limitó a alzar los ojos al cielo".

¿Quién lo mandaba a prometer ser amable cuando no estaba en él? Bien, que tampoco era como si él, Shaoran Li, fuera un ogro, pero que, a sus doce años, aún tenía muy poco tacto con la gente, y sobre todo si de chicas se trataba, nadie podía negarlo.

Otro suspiro de resignación se escapó de sus labios. Ni modo, tendría que cargar con todas esas cosas a casa y entonces ya se ocuparía de ellas. Aunque no estaba seguro de si comer los chocolates que sus compañeras le habían regalado fuera una buena idea, porque sería como aceptar los sentimientos que venían acompañados de ello…

¡Y él, por supuesto, no aceptaba nada! ¿Quién quería pensar a su edad en cosas tan tontas como el amor? Si incluso eran contadas las mujeres que permitía a su alrededor.

Apresuró el paso en cuanto notó que comenzaba a hacer algo más de frío. Además de que le era bastante desagradable, no quería pescar un resfriado solo por andar pensando en tonteras.

En cuanto divisó el parque del Rey Pingüino una pequeña sonrisa de alivio se escapó de sus labios. Vaya que ya era hora. Tenía muchísimas ganas de quitarse esas bolsas que tanto pesaban de encima y volcarse en su cama a oír algo de música.

Si bien era un frío atardecer, nada le quitaba la belleza natural que solo Tomoeda podía ofrecerle a un momento así. Era tan diferente de Hong Kong, su lugar de origen, pero no era una diferencia tanto como mala, por mucho que él de vez en cuando se permitiera extrañar a su familia.

Lo habían mandado mudarse dos años antes. Su madre había insistido en que debía comenzar a valerse por sí mismo de alguna manera, ya que algún día estaría a la cabeza del clan Li y, cuando llegara el momento, sería él solo y nadie más. Claro que le había dolido que lo mandaran tan lejos, pero tampoco es que se quejara mucho. Su naturaleza ya era solitaria de por sí y Wei era una compañía tan agradable que llenaba muchos espacios. Sin contar a su prima, Meiling, que iba a verlo de vez cuando, aunque muchas veces resultara solo un dolor de cabeza.

Se encontraba ya en los límites del parque, aún perdido en sus pensamientos y recuerdos, cuando un pequeño sollozo llamó su atención. Se detuvo al instante y miró a su alrededor con curiosidad. ¿Alguien se habría caído o sería algún niño perdido?

La sorpresa se la llevó cuando identificó una figurilla que se sacudía sin cesar sentada en uno de los columpios, unos cuantos metros más allá. Estaba con la cabeza gacha, como intentando ocultar sus lágrimas, y su cabello castaño se movía suavemente con el viento.

Shaoran se la quedó mirando unos instantes, sintiendo más incomodidad que pena por ver a una chica así, pero se dijo a sí mismo que no era su asunto y que seguro ella estaría bien.

Sí, estará muy bien.

Cuando estaba a punto de reemprender su camino, otro sollozo llegó a sus oídos y rodó los ojos. Dios, esa muchachita le recordaba tanto a sus hermanas sufriendo por cualquier tontería.

Gruñendo por lo bajo, se volteó y se dijo que solo se aseguraría que todo estuviera bien y se largaría, porque él odiaba los dramas. Y tampoco estaba para soportar a una chica histérica ni nada de eso.

Al llegar cerca de ella dudó un poco, quizá no querría ayuda, pero su paz mental era más importante y no estaría tranquilo consigo mismo hasta cerciorarse de que todo estaba en orden.

Carraspeó con una timidez muy típica de él, con un ligero sonrojo cubriendo sus mejillas dado a la falta de costumbre en ese tipo de cosas. La muchacha se tensó entonces, dejando de hipar tanto como antes lo había estado haciendo, pero no subió el rostro para verlo.

Él se irritó un poco por eso, pero lo obvio y decidió dar el primer paso.

—Emh… ¿estás bien? —luego de hacer esa pregunta, que por cierto no obtuvo respuesta, quiso darse un cabezazo contra cualquier cosa muy dura que tuviera cerca. ¡¿Pero qué clase de tonto puede formular una pregunta como esa a alguien que, claramente, no está nada bien?!

Por supuesto, solo a Shaoran Li se le podía ocurrir.

El rojo en su rostro aumentó una vez más, recriminándose por ello, y decidió hacer otro intento.

—Me…me refiero a… ¿te has caído o algo? ¿Necesitas que llame a alguien por ti? —su voz salió algo más serena y se felicitó por haber sido algo más elocuente en aquella ocasión, más la única respuesta que le dio la chica fue una negativa con la cabeza.

Los grandes ojos de Shaoran, que poseían un color muy parecido al del caramelo fundido, la observaron unos segundos más y luego se encogió de hombros. Ella no parecía querer ayuda y él no estaba para andar rogando por eso, así que…

—Bueno —se limitó a decir y se dio media vuelta asiendo otra vez con fuerza las bolsas que ya comenzaban a lastimarle los dedos.

Estaba a punto de alejarse otra vez cuando los sollozos llegaron otra vez a sus oídos y él se hartó de eso. Con el ceño fruncido y dejando caer todo lo que llevaba a un lado, se acercó hasta ella para tomarla por un hombro.

—¡Hey! Uno no anda llorando por nada en la calle así que será mejor si… —su frase se cortó al instante y él palideció.

"Oh…"

—¿Ki…Kinomoto? —inquirió incrédulo al toparse con los ojos verdes de su compañera inundados de lágrimas.

Sakura Kinomoto había sido su compañera de curso desde que él llegó a Japón. Siempre estaban en la misma clase y era ella quien ocupaba el pupitre que iba delante del suyo. No eran amigos y raramente hablaban, sobre todo porque él se la pasaba con Yamazaki y uno que otro amigo del salón, pero sabía que era una persona amable, porque se había ofrecido en muchísimas ocasiones a ser su amiga, aún cuando él siguiera rechazando tal cosa.

Quizá un poco boba, quizá demasiado alegre para su gusto, pero, si bien no era su persona favorita del mundo, tampoco creía que fuera muy agradable verla llorar de esa…de esa forma.

Aturdido por la situación, soltó el hombro de Kinomoto sin dejar de verla.

—Li —susurró ella tan bajito que apenas y alcanzó a oírla—; lo lamento, no sabía que eras tú…es que yo estaba…yo estaba...

—¿Q-qué te ha pasado? —las palabras se escaparon de su boca sin que él pudiera hacer mucho para retenerlas, pero no podía hacer más si estaba tan sorprendido.

Ella también abrió un poquito los ojos, quizá extrañada por el repentino interés que él tenía en su vida. Pero es que… ¡rayos! Tenían que verla, tan diferente a la Kinomoto que siempre se presentaba frente a él...tan diferente que asustaba.

—Yo…eh, no es nada. No te preocupes, de hecho ya me iba —un intento de sonrisa se plantó en su rostro y Shaoran supo que ella nunca había sido tan poco sincera como hasta ese momento.

—¿De verdad estás bien? —insistió sin saber muy bien por qué.

—Claro, solo ha sido una tontería…

Ambos se quedaron en silencio mientras el sol descendía cada vez más. Shaoran rebuscó en su mente con mucho más afán del que debería algo que le diera pistas sobre por qué ella estaría de esa manera hasta que un pedacito de una conversación que escuchó de casualidad, y de la que había procurado olvidarse para no parecer chismoso, llegó a su mente.

Había oído a Kinomoto y a Daidouji, la mejor amiga de esta, hablando muy entusiastamente el día anterior sobre alguna cita por San Valentín con Yukito Tsukishiro, un amable muchacho que él conocía porque lo ayudó en más de alguna ocasión cuando tenía problemas. Hasta donde él sabía, ellos eran muy amigos a pesar de lo diferente de sus edades.

—¿No tenías una cita? —sus labios se fruncieron al instante de decir eso. ¡No se suponía que él fuera tan descuidado con sus palabras! La castaña pareció bastante sorprendida, pero luego su gesto se volvió raro…muy parecido a como había estado antes.

Es algo relacionado con Tsukishiro…

—Eh…sí, pero ya se ha acabado. Realmente creo que debería irme, Li; gracias por preocuparte —ella ya se estaba dando vuelta para marcharse cuando la mano de Shaoran se cerró sobre su muñeca—. ¿Li…?

—¿Qué ha pasado entre tú y él? ¿Salió algo mal o te ha dicho algo que no te agradó? Kinomoto tú… —los ojos de Sakura estaban ocultos tras su flequillo mientras lo escuchaba, pero él pudo notar claramente cuando sus mejillas se inundaron de lágrimas.

Un profundo sentimiento de preocupación se instaló en el corazón de Shaoran. No era normal y tampoco estaba bien. No estaba bien que alguien como Kinomoto, que nunca hacía nada a nadie, estuviera así.

—¿Qué ha sido? —preguntó con voz bajita, tratando de darle intimidad al momento para que ella se sintiera en confianza y se descargara con él si fuera necesario.

No llegó una respuesta inmediata, tan solo algunos hipidos por el llanto.

—Yo…me he confesado a Yukito —murmuró sin mirarlo aún— y él…me ha rechazado porque ya quiere a otra persona.

Bien, eso no era para nada lo que él se esperaba y se trataba de algo mucho más íntimo que con lo que él se sentía capaz de lidiar.

—Ah Kinomoto… —fue todo lo que pudo decir, pero no necesito más, porque Sakura ya estaba recostando su cabeza contra su pecho mientras lloraba.

Era una situación incómoda y él odiaba, odiaba mucho, ver a las mujeres llorar. Lo único que en su desesperación se le ocurrió hacer fue quedarse quieto, dejándola desahogarse y, en algún momento, se armó de valor para colocar su mano sobre uno de los hombros de la chica, demostrando de alguna manera su apoyo.

Se quedaron así por un espacio de varios minutos hasta que ella se hubo calmado. Su respiración se volvió regular y Shaoran agradeció infinitamente por eso, porque no sabía qué hacer con ese tipo de cosas.

—Mira…te he empapado el uniforme… —mencionó con voz culpable. Él meneó la cabeza restándole importancia aún cuando ella no lo veía.

—No importa —dijo incómodo—, ¿te sientes mejor? —a pesar de que la ojiverde había asentido, no pudo tragarse el cuento y, aunque sabía que se arrepentiría mucho de ello, soltó otra frase—, porque sino…es decir, solo si tú quieres…eh…podemos hablar.

Así fue como, después de eso, ambos terminaron sentados en los columpios con el escaso sol que quedaba alumbrándolos mientras Sakura contaba su historia. Shaoran sintió en un principio que eso estaba muy fuera de lugar, pero terminó acostumbrándose a la suave voz de la chica, a sus gestos y lamentándose de corazón por la tristeza que la invadía.

Para cuando ella terminó, sus ojos estaban aguándose otra vez y él se desesperó. ¿No había terminado ya la fase del llanto? Comprendió entonces que, quizá, lo que ella sentía por Yukito Tsukishiro era lo suficientemente profundo para tenerla un tiempo más triste y no pudo evitar hacer una mueca. Si tan solo pudiera cambiar los sentimientos de Tsukishiro …

—Gracias por escucharme, Li, has sido muy amable —había llegado su voz muy tímidamente a sus oídos, pero eso no evitó que se sobresaltara. Él asintió sintiendo que su cara ardía un poquito, tan fastidiosos como los cumplidos le resultaban.

—Uhm… —un suspiro triste de ella llamó su atención.

—Supongo que solo me queda estar muy feliz por Yukito, porque él ya ha encontrado a alguien…incluso aunque ese alguien no sea yo… —una nueva avalancha de lágrimas se avecinó y él gruñó internamente. ¡Pero por qué tenía que seguir llorando?

Sin pensárselo demasiado, rebuscó en uno de sus bolsillos hasta hallar un pequeño pañuelo y se lo extendió sin si quiera mirarla, agitándolo una y otra vez para que lo notara.

—Anda, ya no llores —no se dio cuenta de que había sonado algo brusco diciendo eso hasta algunos segundos después, cuando se arrepintió de haberle hablado de esa manera.

La miró algo asustado por la reacción que pudiera tener, pero ella, después de pestañear unas cuantas veces, cogió el pañuelo soltando una pequeña risita.

—Vaya, ni si quiera me hubiera dado cuenta que me convertía en una llorona si no es por ti… —ese comentario lo hizo avergonzarse muchísimo, tanto como para comenzar a agitar los brazos de un lado a otro negando aquello.

—¡No, no pienses eso! Es solo que…es solo que… —su frase se quedó en el aire, pero no hizo falta que dijera nada porque ella le sonrió y se puso de pie.

—Ya casi está anocheciendo.

Si no hubiera sido porque Sakura se lo hizo notar, él no habría reparado en ello. Y, efectivamente, los leves resquicios de sol anunciaban que pronto el cielo estaría totalmente oscuro.

Un silencio incómodo se formó entre ellos, poniendo a Shaoran de los nervios.

¿Qué se suponía que le seguía a eso? Él bajó la mirada, suponiendo que ya más nada podía hacer por la chica y ahogó un suspiro. Bueno, era hora de emprender la retirada, pero antes de dar cualquier paso, una leve exclamación de ella llamó su atención.

—¿Y todos esos chocolates? —la cara del muchacho se volvió un farolito de navidad y corrió a juntar los chocolates que había dejado caer en su descuido.

—Eh…no son nada —dijo irritándose porque ella tuviera que ver todo eso. Se suponía que era un secreto el hecho de que él hubiera aceptado todos esos presentes, mas la castaña claramente no entendía indirectas, porque se puso en cuclillas y cogió algunos para meterlos a la bolsa.

—¡Ah! ¿Son de las chicas del colegio, no? Vaya que has recibido tantos… —como su voz sonara aunque fuera un poquito melancólica, Shaoran supo que ver aquellos dulces la había lastimado.

—¿A ti no te dieron? —se atrevió a preguntar. La chica bajó la cabeza triste y negó.

—Bueno, Tomoyo me regaló uno, pero…ya sabes —murmuró.

Él se la quedó viendo y se dijo que debía de tener algo especial esa chica para hacerlo sentir con esas ganas de animarla, porque de verdad devastaba verla triste. Alternó su mirada entre ella y los chocolates una y otra vez hasta que reunió el valor suficiente para llamarla.

—Kinomoto, eh…si quieres…son tuyos —dijo con dificultad.

—¿Eh? —¿por qué rayos era tan distraída? Carraspeó un poco, escondiendo su mirada bajo el flequillo y le acercó las bolsas con timidez.

—Que te los doy.

No se escuchó nada unos segundos, pero luego oyó un suspiro y volvió a alzar la vista.

—No puedo aceptarlos, Li, te los han dado a ti… —le rechazó la chica con la pena pintada en su rostro.

—Pero no los quiero, ya puedes quedártelos tú —insistió, pero tan terca como nunca se la había imaginado, Sakura se negó una y otra vez a sus peticiones aunque parecía más que deseosa de tomarlos.

Shaoran recordó entonces por qué no se acercaba a las chicas. Siempre tenían que ser tan complicadas y poner peros a todos. Muy dentro de sí, tenía ganas de salir de ahí y dejarla sola; sin embargo, alguna fuerza sobrenatural lo retuvo pegado al suelo, mirándola como tratando de descifrar una cosa que ni el mismo entendía.

Unas palabras muy claras que alguna vez mencionó su hermana mayor, Shiefa, lo hicieron convencerse de que había encontrado una manera de que ella aceptara.

—Hace mucho tiempo, alguien me dijo que el chocolate es capaz de hacerte olvidar cualquier cosa que te aflija. O al menos eso creía ella y…yo no estoy seguro, pero quiero que te lleves estos chocolates, Kinomoto —empujó una de las bolsas a ella con mirándola con decisión.

—Pero, no puedo, son tuy…

—Yo me llevaré la mitad, ¿bien? Y entonces quizá podamos hacer una competencia sobre quién se los acaba más rápido. ¿Qué dices? —la chica se lo quedó viendo sin saber qué responder, pero al final suspiró y lo miró con una sonrisa de agradecimiento.

—Muchas gracias, Li —los dedos de Sakura rozaron los suyos al tomar la bolsa y el toquecito de electricidad que Shaoran sintió cuando eso pasó lo asustó.

El cielo se encontraba completamente oscuro para entonces y se dijo que era la excusa perfecta para salir de ahí, porque ya había perdido mucho tiempo ¿no?

—Sí, ya verás que te ganaré con esa competencia —mencionó mientras se paraba sin dejar de sacudirse la ropa, sintiéndose incapaz de verla a los ojos.

Sakura hizo lo mismo y cogió la bolsita que le había regalado. Se quedó parada frente a él, como esperando que terminara. En cuanto Shaoran recogió también sus cosas, se dio media vuelta para marcharse, porque no tenía más que decir y de verdad quería irse.

No había dado más de un paso cuando sintió que ella lo jalaba de la camisa y aparecía de un momento a otro frente a él, con la mirada más verde de lo que él recordaba.

—Kinomoto, ¿qué…?

Y entonces ella le sonrió tímidamente, se acercó hasta su rostro y depositó un suave beso en su mejilla. Él se quedó tan tieso como una tabla, sin si quiera poder sonrojarse por la impresión que ese sencillo gesto le había causado.

Duró apenas unos segundos y ella se separó sin dejar su sonrisa, ahora algo más amplia.

—Muchas gracias por todo, Li. De verdad que eres un chico bueno —sin decir más, se dio vuelta y desapareció poco a poco mientras las luces titilantes del parque por fin comenzaban a encenderse.

Shaoran dejó su vista fija en el lugar por el cual ella había desaparecido. Poco a poco, a la vez que las luces se volvían estables, comenzó a tomar conciencia del hecho de que Sakura Kinomoto lo había besado.

Bueno, un beso en la mejilla, pero a él nunca lo había besado así nadie fuera de su familia, y eso porque ellas lo habían obligado.

Se puso rojo hasta la punta del pelo y su mano viajó inconscientemente hasta ese lugar, con el corazón un poco más acelerado que de costumbre.

Ahogó un gruñido que le quería salir, suponía él que por la vergüenza de que una niña patosa fuera así de cariñosa con él, y sacudió la cabeza de un lugar a otro.

¡Vaya que San Valentín era una tontería! Y Sakura Kinomoto era una tonta, porque…porque…

Bueno, porque sí. Y si eso no bastaba, ya se le ocurriría algo bueno.


Notas de Emi-chan, la que no tiene nada que decir sobre ella misma en estos instantes .-

¡Aloha gente! Sí, sí, lo sé. De nuevo Emi-chan viniendo con otra cosa que publicar cuando ni si quiera ha subido capítulos de otras tantas historias que tiene pendientes, pero es que...es que... ¡me negaba a guardarme esto un año más! Y, bueh, que ya vemos que es una cosa simple, pero quiero publicarlo para sacarme la espinita de no haberlo hecho el año pasado x)!

La idea de esta historia es muuy simple. Un mundo alterno sin magia, donde Shaoran es enviado de todas maneras a estudiar a Japón, pero por razones algo diferentes. Y, bueno, que de alguna manera tenía que acercarse ese par y se me ocurrió hacer esto cambiando un poquito los hechos. El summary lo odio, así que no debería extrañar a nadie que lo cambie pronto...otra vez -w-!

No digo nada más, pero... ¿qué les pareció? Les voy a agradecer muchísimo que me lo digan, así que esperaré muy ansiosa las opiniones. No me decepcionen (?). Ok, no, déjenme. La gripe me ha vuelto loca. En fin, un abrazo a los que se pasen por aquí. ¡Bye!